miércoles, 26 de noviembre de 2014

Siguiente acto en el drama catalán

Ya estamos en el escenario de elecciones autonómicas en clave plebiscitaria. Adelante, la opción es constitucionalmente lícita y se pretende ir con las cartas boca arriba. Veremos cuántos catalanes apoyan a los partidos independentistas o a la lista única en esas elecciones autonómicas. Mi duda es si se atreverán a seguir con sus planes contando con un parlamento mayoritariamente independentista que no haya sido mayoritariamente votado por los catalanes. Imaginemos una participación del 60% y un apoyo al independentismo del 60% de los votantes. ¿Serán capaces de sostener que están legitimados para promover la independencia? Sospecho que sí y ahí habrá lío. Mas quiere un resultado claro, contundente. No lo va a conseguir, pero en el intento consolida su liderazgo por delante de ERC. 

viernes, 21 de noviembre de 2014

"El sueño de Ellis" (The inmigrant), una buena película

Entre los temas de actualidad social incluyo el comentario de películas recientes. "El sueño de Ellis" cuenta la historia de una inmigrante polaca que llega a Nueva York en 1921. Ewa, la protagonista, una chica joven y guapa, deja Polonia con su hermana enferma tras haber visto como unos soldados decapitaban a sus padres durante la guerra. En el viaje en barco la violan y esa violación le hace pasar por mujer de dudosa reputación: la excusa para que unos tíos que iban a acogerlas en Nueva York la rechacen. Evita la deportación gracias a un proxeneta que, pese a todo, no la trata demasiado mal porque se ha enamorado de ella. En definitiva, la vida le golpea con dureza, le pone a prueba y le lleva a prostituirse. Hasta aquí la historia podría parecer trivial. Lo que le otorga hondura es la interpretación moral que hace Ewa de sus acciones. Su conciencia no se amolda al ambiente casquivano para hacerle más llevadera la situación. Ni siquiera actuar por necesidad le evita el sentimiento de culpa. Llega un momento en que se confiesa, para mí una de las escenas más impactantes de la película. Le cuenta al cura su terrible historia hasta llegar al momento en que relata que vende su cuerpo por dinero. Después de escuchar las circunstancias terribles que le han llevado a esa situación, el sacerdote -incapaz de la más mínima empatía- le dice que es justo que Dios la castigue y que debe dejar a ese hombre (el proxeneta). Al final la historia se edulcora con el dinero que le da su tía para sacar a su hermana enferma de la isla de Ellis y coger un tren que las llevará a California. Una buena película, tanto por la recreación de Nueva York, como por la historia. Además, son excelentes las interpretaciones de Marion Cotillard (ganadora de un Óscar) y Joaquin Phoenix (aunque algunos le critiquen por sobreactuar, a mí este actor me convence).

martes, 18 de noviembre de 2014

Pedro Sánchez y su "genial" idea del derecho a la diferencia sin diferencia de derechos

Pedro Sánchez ha señalado alguno de los objetivos que tendría la reforma constitucional de la que tanto viene hablando. Con relación a Cataluña se trataría de reconocer su singularidad sin que ello se traduzca en un trato de favor que la privilegie frente a otras comunidades autónomas, a diferencia de lo que ahora sucede con el País Vasco y Navarra. Sus asesores se habrán pasado varias noches en vela para darle esa frase mágica con la que se ha deleitado diciendo algo así como que hay que reconocer el derecho a la diferencia, pero no la diferencia de derechos (imaginen que pongo unos aplausitos de wasap que aquí vienen al pelo). Eso significa admitir que España es, en el mejor de los casos, una nación de naciones (el País Vasco, y Galicia probablemente también, reivindicarían su condición de naciones), es decir, hacer de España un Estado plurinacional.

Lógicamente, lo primero que implicaría ese reconocimiento reforzado de la singularidad nacional catalana sería el trato privilegiado a la lengua catalana en el ámbito público catalán. Existiría allí el deber de conocerlo. Por lo demás, al margen de la lengua, imagino que ese trato diferenciado no le preocupa a Sánchez porque la soberanía seguiría residiendo en el conjunto de los ciudadanos del Estado español y la financiación autonómica se pactaría entre todos sin que que se tradujera en dotar a Cataluña del estatus del País Vasco y Navarra.

Sánchez cree que el reconocimiento de la independencia nacional de Cataluña –eso es exactamente lo que significa decir que Cataluña es una nación que no forma parte de la nación española- no tiene consecuencias prácticas. Claro que puede plantear la ambigüedad de decir que España es una nación de naciones, pero ya me dirán adónde conduce esa flagrante inconsistencia conceptual. Si se reconoce la independencia nacional de Cataluña, ¿cómo puede seguir defendiéndose con coherencia que el fundamento de su derecho a la autonomía es la Constitución? Una nación reclama su condición de sujeto político soberano, aunque en el ejercicio de su soberanía decida unirse a otras naciones en el marco de un Estado. La propuesta de Sánchez aproximaría la realidad española a la del Reino Unido y, por tanto, fácil es suponer que los independentistas catalanes tendrían argumentos, muy sólidos esta vez, para reclamar el derecho a decidir.

La “solución” que propone el PSOE de Sánchez implica una cesión al nacionalismo catalán sin ningún tipo de garantía, pero lo peor no es eso. Lo que debería causar estupor es que el PSOE demuestre una vez más que no cree en la nación española, ya que no defiende algo tan elemental como que España es una nación de la que Cataluña forma parte. Bien está que los nacionalistas catalanes se consideren a sí mismos una nación, pero no hay que darles la razón si se cree que no la tienen. En estos casos hay que mantener el pulso y buscar otro tipo de salida que no consista en renunciar al núcleo de tu posición. Los independentistas catalanes saben que la consideración de Cataluña como nación es irrenunciable. Lo mismo tiene que hacer un partido nacional español respecto a la nación española. La solución pasa por lo que expuse en el post “Ante el problema catalán”, es decir, medir las fuerzas del independentismo por cauces constitucionales (elecciones autonómicas) y reconocer la evidencia de que si los catalanes muy mayoritariamente se consideran una nación y desean la independencia resulta imposible que España lo siga siendo, en cuyo caso deberíamos ser el resto de españoles los primeros interesados en la secesión de Cataluña, pues nada bueno puede derivarse de prolongar una unión que sólo genera discordia. 

lunes, 17 de noviembre de 2014

La Constitución nos está salvando

Es ahora, precisamente ahora que tanto hablan los unos y los otros de la necesidad de reformarla o de acabar con ella, cuando la Constitución del 78 está permitiéndonos ver su verdadera utilidad. Lo que Iglesias califica despectivamente como “candado” es su principal virtud: la garantía de que el rumbo colectivo no se puede tomar por mayorías coyunturales, sino por mayorías reforzadas con el pronunciamiento explícito del soberano, el pueblo español. ¿Se imaginan que no contáramos con la Constitución? Claro que ésta no basta cuando los políticos deciden emprender el camino del dislate o la felonía, pero está revelándose como un instrumento útil para frenar las tentaciones de moverse a golpe de mayoría sin importar que ello suponga introducir la discordia. Afortunadamente, la Constitución del 78 está muy viva porque está cumpliendo su papel garantista, mal que les pese a algunos. 

domingo, 16 de noviembre de 2014

El "candado" del 78

Si alguien tenía alguna duda de lo que representa votar a Podemos, las palabras de Pablo Iglesias de este fin de semana no pueden ser más claras y preocupantes. Nada menos que promete acabar con el régimen del 78. Lo dicho por Iglesias es grave por dos motivos. Por una parte, la valoración negativa que hace de la etapa democrática que estamos viviendo es incomprensible. Claro que se han cometido errores, algunos muy graves, pero por encima de todo está la recuperación de las libertades que, entre otras cosas, permiten que pueda emerger una formación como Podemos. Por otra parte, y quizá esto sea más grave, el hecho de utilizar la expresión "acabar" con el régimen del 78 nos retrotrae al siglo XIX, a esas etapas de ruptura radical en las que se sucedían las Constituciones en un clima político presidido por la discordia. ¿Eso es lo que pretende Podemos para España? Parece que sí. Su estrategia consiste en presentarse como una alternativa no para reformar, sino para romper. Pero si carecen de apoyos para una ruptura por vías constitucionales fácil es imaginar que, caso de gobernar, optarían por una política sectaria con supuesta veste democrática.

martes, 11 de noviembre de 2014

Ante el problema catalán

Pese a que resulte indignante ver cómo una minoría pisotea la Constitución y se mofa de la soberanía del pueblo español, el análisis de lo acontecido el domingo en Cataluña no debe ser visceral, sobre todo en lo que respecta a la actuación del Gobierno de Rajoy.

La primera impresión nos lleva a pensar que si el Tribunal Constitucional había suspendido el “proceso participativo” impulsado por la Generalitat catalana, el hecho de que se haya producido menoscaba la credibilidad de las instituciones del Estado de Derecho y deja a Rajoy como un presidente incapaz de mantener incólume el orden público constitucional. Por ello, es lógico que se le critique duramente hasta el punto de llamarle traidor, como hace Santiago Abascal, presidente de Vox. Sí, toda la razón, pero “¿habría sido mejor correrlos a hostias por toda Cataluña mientras la Guardia Civil [o los mossos, venga] quemaba las urnas en una pira ante las cámaras de la CNN?” como se pregunta José García Domínguez. Y es que a veces tener razón nos puede llevar a equivocarnos, sobre todo cuando se abordan problemas políticos.

En el azaroso ejercicio de interpretar las razones del héroe del silencio yo me inclino a pensar que Rajoy, después de sopesar ventajas y costes, llegó a la conclusión de que la imagen de policías cerrando locales, llevándose urnas y -es de suponer- pegando mamporros era mucho más perjudicial que dejar que todo sucediera como finalmente se produjo, porque, al margen de otras consideraciones, ello no le impedía instar la actuación de la fiscalía con posterioridad, como parece que así va a ser. Por otra parte, no cabe descartar, a raíz de las últimas informaciones publicadas, que Rajoy y Mas pactaran lo de ayer: Mas puede “vender” a los suyos que la consulta, pese a todo, se celebró, y que además se produjo gracias a él, que asumió la responsabilidad de lo acontecido. Por su parte, Rajoy puede seguir diciendo, y es verdad, que lo de ayer no fue ni un referéndum ni una consulta con garantías democráticas, tal y como destaca hoy la prensa internacional. No obstante, queda mucho más debilitado Rajoy, pues si su partido tenía como bandera la defensa de la nación española, hoy hasta por ahí hace aguas el PP. Rajoy lo ha permitido y eso, felonía al margen, tiene un coste político altísimo, pues bajo su mandato se ha producido un gravísimo quebrantamiento del Estado de Derecho.

Rajoy debía haber actuado mucho antes para evitar lo del domingo. Debía haber preparado el terreno para que si esta se producía se tuviera la certeza de que las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado actuarían sin vacilación. Al no haber tenido ninguna iniciativa política en la lucha contra el independentismo más allá que la mera interposición de recursos ha llegado muy debilitado al pulso final y por eso se ha asustado de esa imagen de correrlos a hostias a la que se refiere García Domínguez. Rajoy no ha comprendido que la defensa del Estado de Derecho exige la defensa de su fundamento, España, la nación española, y que ésta no se logra únicamente a través de medidas jurídicas, sino mediante una iniciativa política que dé respuesta al desafío independentista. ¿Cómo plantar cara políticamente al independentismo? Esta es la gran pregunta. Antes de responder lo que creo que habría que haber hecho y que todavía estamos a tiempo de hacer, diré que lo último que debe hacerse ahora mismo es negociar una reforma constitucional con los independentistas catalanes. En este momento, después de haber actuado de forma manifiestamente ilegal y antidemocrática, jamás. Si la actitud de Rajoy es vergonzosa, ya me dirán cómo calificar las declaraciones de Pedro Sánchez el mismo domingo. Que en pleno desafío a la Constitución el líder del PSOE diga que quiere a los catalanes para liderar el cambio en España es bochornoso, patético, ridículo a más no poder. El PSOE se ha puesto de perfil, como siempre, cuando se trata de defender la España constitucional, optando por una inexistente tercera vía dada la polarización del movimiento independentista. Fíjense que de haber instado a la fiscalía a actuar Rajoy no hubiera estado respaldado por el principal partido de la oposición, ni por supuesto por Podemos, cuyo proyecto político no se basa en modo alguno en la defensa de la nación española. Sólo UPyD y Ciudadanos (por referirme a partidos con presencia parlamentaria y vocación nacional) habrían respaldado a Rajoy, y cada vez es más evidente para algunos que la gran esperanza radica en estos partidos como fuerzas regeneradoras del sistema constitucional del 78. Pero este es otro tema, aunque guarde relación con el que nos ocupa.

Retomemos el asunto. ¿Cómo combatir políticamente el independentismo? Yo me atrevería a dar tres claves.

1. Asumir la realidad regional de España. Hay quienes piensan que España es una nación de ciudadanos libres e iguales, o que así debería concebirse. Y no les falta razón, pero España es más que eso. La Constitución reconoce el derecho a la autonomía de las “regiones” y “nacionalidades” que la constituyen. El Tribunal Constitucional ha sostenido reiteradamente que la autonomía no tiene su origen en supuestos derechos históricos, sino que se fundamenta exclusivamente en la Constitución. Eso es verdad, pero no lo es menos que la Constitución no crea esas regiones, sino que reconoce su existencia, al margen de cómo luego se articulen en comunidades autónomas. Es decir, España se compone no sólo de ciudadanos, sino de sociedades intermedias de inserción, como son las regiones. La autonomía política de las regiones y nacionalidades constituidas en comunidades autónomas significa que son capaces de reflexionar sobre su propia realidad, sobre su “nosotros” regional y pensar en España como proyecto común desde su propia perspectiva valenciana, murciana, andaluza o gallega. Pero esa reflexión puede concretarse en un deseo de independencia más o menos mayoritario, como sucede en Cataluña o el País Vasco. En definitiva, es fundamental darse cuenta de que la autonomía política del Estado de las autonomías abre la puerta al deseo de secesión, por lo que es de capital importancia que España cuente con proyectos nacionales. Si no es así se corre el riesgo de que el “nosotros” regional termine por representar un factor de identidad colectiva más importante que el “nosotros” nacional. Una política tecnocrática que abandone las referencias nacionales es un suicidio. Ni más ni menos que lo que Rajoy hace cuando dice eso de que aquí lo que importa es la economía.

2. Poner un listón visible al independentismo y anunciar las consecuencias. Esta idea me parece esencial. No hay que cerrar nunca las puertas a la posibilidad de que España deje de existir como nación, sobre todo si el deseo de secesión en una región alcanza un grado tal que hace imposible la concordia nacional. En esos casos la secesión puede ser incluso una buena solución para los que permanecen unidos. Cuando hablo de poner un listón visible al independentismo me refiero a dejar claro que pueden tener éxito en sus objetivos si realmente cuentan con una mayoría muy cualificada de personas que apoyan la secesión en dicha región. La verificación de esa mayoría siempre debe producirse a través de mecanismos constitucionalmente legítimos. ¿Y cuál sería esa mayoría? Dado que la independencia implica una redefinición completa del “nosotros”, no estamos hablando de elegir a nuestros representantes parlamentarios para los próximos cuatro años, se trata de una decisión en la que está democráticamente justificado reclamar un pronunciamiento explícito en tal sentido de un amplio porcentaje del cuerpo electoral de esa región. Por eso aquí el nivel de participación es muy relevante. A mi juicio una medida muy adecuada para combatir el independentismo sería lanzar el mensaje de que si los partidos catalanes deciden convertir las elecciones autonómicas en un plebiscito sobre la independencia a través de un único punto en su programa electoral, tienen todo el derecho a presentárselo así a los ciudadanos. Y acto seguido decirles que si en esas elecciones la participación alcanza el 80% y el apoyo a los partidos favorables a la independencia es de más del 70% el partido X propondrá una reforma constitucional para que todos los españoles puedan votar y hacer efectiva la secesión. Inmediatamente dejaría claras las consecuencias: quien decide marcharse debe saber que se le tratará como a un Estado extranjero y se intentarán lograr las máximas ventajas para quienes permanecemos unidos. Es decir, que los ciudadanos de la región que se separa tengan muy claras las consecuencias de semejante decisión.

3. Respeto a la Constitución. El último punto en la batalla contra el independentismo es un escrupuloso respeto a la Constitución, al Estado de Derecho. Si se ha sentado lo anterior, la defensa de la Constitución se fortalece moralmente porque le has arrebatado al independentismo el argumento de que ellos son quienes defienden la democracia. El independentismo no defiende la democracia, defiende sus objetivos sin importarle que la participación en la votación ilegal del otro día no alcanzara un 40% de participación. Cualquier demócrata estaría avergonzado de pretender romper una nación de siglos de historia con tan escaso apoyo explícito popular. El verdadero demócrata es el que escucha a todo el pueblo y tiene en cuenta que incluso aquellos que no desean participar en unas elecciones forman parte del “nosotros” y no puede decirse que han dado su consentimiento a algo cuando en realidad no lo han hecho. Rajoy podría haber instado a las fuerzas y cuerpos de seguridad a defender la Constitución y al mismo tiempo haber esgrimido a su favor –reforzadamente- el argumento de la democracia si hubiera tenido la iniciativa política de poner un listón al independentismo en el marco de la Constitución. 

Rajoy no ha hecho absolutamente nada y el resultado ha sido el que conocemos. Todavía estamos a tiempo de combatir el independentismo asumiendo la necesidad de recuperar la iniciativa política en defensa de la nación española. El problema es que el panorama político español no invita precisamente a la esperanza.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Cambios en el blog

A partir de hoy el blog se centrará en comentar y reflexionar sobre asuntos de actualidad política y social. Pido disculpas a los lectores que han intentado acceder infructuosamente el blog durante este tiempo de reflexión que me he tomado sin previo aviso.