jueves, 9 de noviembre de 2023

Este domingo hay que salir a la calle a protestar contra el tirano

Sigo pensando que Sánchez tenía la posición de fuerza en la negociación, pero para hacerla valer debes tener muy claras las líneas rojas. El afán desmedido de poder le ha hecho perderlas y los independentistas han sacado de él (es decir, de nosotros) lo que han querido. Verdaderamente asombroso lo que han conseguido, y todavía más que el PSOE no haya sido capaz de frenar esta infamia. Hoy leemos que se ha llegado a un acuerdo con Puigdemont. Se habrá retorcido el apaño para burlar la acción de la justicia como sea necesario. Una agresión descarada al Estado de Derecho protagonizada por el tirano. Pues no nos queda otra que dejar el cómodo sofá y salir a la calle a protestar. O eso, o resignarnos a convertirnos en súbditos del tirano y de los cuatro gatos que nos quieren imponer su voluntad desde Cataluña. Con toda serenidad, pacíficamente, pero con la máxima energía, ¡todos a las plazas de las capitales de provincia el próximo domingo 12 a las 12!

miércoles, 8 de noviembre de 2023

Sánchez siembra la semilla de la ira para luego aparecer como un "moderado"

La situación política es grave. Sánchez está jugando con fuego. Se dispone a pactar con los enemigos de España (por eso él también lo es) mientras advierte del peligro de la ultraderecha. La consecuencia de esos acuerdos cuyo contenido ya se empieza a conocer genera indignación entre los ciudadanos. Estos se manifiestan en la calle frente a las sedes del PSOE y entonces los ultras actúan violentamente, revientan la protesta pacífica, y hacen parecer que Sánchez tenía razón cuando advertía de su peligrosidad y se negaba a reunirse con Vox. Con ello justifica su intento de pactar con los independentistas. En su apoyo acuden los numerosos opinadores que dominan los medios de comunicación, lo cual hace aumentar la indignación, la emotividad, adentrándonos en una espiral cada vez más peligrosa. ¿Dónde y cuándo acabará esto? Difícil de saber cuando a Sánchez solo le mueve el egocentrismo narcisista, a los independentistas el odio a España, y esto provoca la visceralidad de los exaltados. De ahí la importancia de actuar con la máxima inteligencia sin perder por ello un ápice de firmeza. Ayuso ha acertado condenando enérgicamente la violencia. Ese es el camino. Es capital erradicar de la política esta emotividad desbordada y cuidar el lenguaje al máximo. De lo contrario me temo lo peor.

Las protestas contra Sánchez y el PSOE deben ser pacíficas

Las protestas contra el PSOE son totalmente legítimas, pero deben expresarse con corazón y con cabeza, nunca con una visceralidad que las convierta en violencia. Eso jamás, por muy indignado que se esté. Quizá el gobierno esté interesado en infiltrar a exaltados para presentar las manifestaciones como una muestra más del peligro que representa la ultraderecha y así reforzar su obstinación en lograr a toda costa un gobierno. Ante esta situación hay que actuar con inteligencia. Como ciudadano indignado con la conducta de Sánchez y el PSOE, voy a ejercer mis derechos fundamentales a la libre expresión y a la manifestación para protestar. He leído que este domingo 12 a las 12 el PP ha convocado manifestaciones en las capitales de provincia, y me parece que es una forma “segura” para protestar. Me apunto y animo a apuntarse.

martes, 7 de noviembre de 2023

¡Basta ya!

Ciudadanos españoles claman en la calle contra la amnistía mientras el tirano y palmeros como Patxi López (el que le preguntada aquello de "Pedro, ¿qué es para ti una nación?") los llaman reaccionarios y fascistas. La complicidad del PSOE con los golpistas le inhabilita como partido de Estado. Todo mi apoyo a las protestas, que tienen que ser una demostración pública de pacífica indignación cívica.

jueves, 2 de noviembre de 2023

El PSOE se apunta al "choque de legitimidades"

Si se toman la molestia de leer el acuerdo al que han llegado el PSOE y ERC podrán comprobar que la Constitución no se menciona en ninguna ocasión. Todo lo más, se utiliza una vez el término “constitucional” en una frase que posteriormente transcribiré porque tiene enorme importancia para mostrar la gravísima traición del PSOE a la Constitución. Ambas formaciones están de acuerdo en que en Cataluña se vive un conflicto político que tiene su causa más próxima en la sentencia del Tribunal Constitucional de 2010, que declaró inconstitucionales algunos artículos del Estatuto de 2006. Y afirman:

“Esto llevó el debate a una situación de conflicto en el que convivían distintas legitimidades que operaron en direcciones opuestas: una legitimidad parlamentaria y popular con una voluntad manifiesta concretada en ese texto y una legitimidad institucional y constitucional, ambas imprescindibles en una democracia avanzada y en un Estado de Derecho”.

Como se observa, el PSOE acepta que existe una legitimidad “parlamentaria y popular” que se ve constreñida por una legitimidad “institucional y constitucional”. Se dice que ambas son imprescindibles en una democracia avanzada, es decir, se admite la existencia de un choque de legitimidades, lo cual es inaceptable. En nuestro Estado constitucional de Derecho la Constitución es obra del constituyente, del titular de la soberanía, es decir, del pueblo español. La legitimidad “parlamentaria” sólo es tal en la medida en que los parlamentos actúan en el marco de la Constitución. Si no es así, tal actuación es ilegítima.

El resto de acuerdos son absolutamente vergonzosos para un partido supuestamente nacional (nadie lo puede creer ya), pero pueden maquillarse con interpretaciones que logren encajar en la nunca mentada Constitución. Ahora bien, no hay forma de maquillar este choque de legitimidades. Como ven, vamos a un terreno en el que se pretende fortalecer al poder legislativo como representante de la voluntad popular y garante de la democracia. Ese poder es capaz de sustraer al poder judicial la posibilidad de juzgar conductas delictivas y se dispone a consagrar la impunidad de los golpistas. Ahora ya no es necesario arremeter contra el Tribunal Constitucional llamando a sus miembros “golpistas con toga”. La última reforma ha dejado expedito el camino para que pasemos de la democracia constitucional a la “dictadura” parlamentaria, y, si no se remedia, habrá que disponerse a prescindir de las comillas. La situación era de máxima gravedad, pero no había nada escrito. Una vez empezamos a contar con textos, nadie puede llamarse a engaño.


sábado, 28 de octubre de 2023

El régimen del 78 está a punto de evidenciar su fracaso

Siempre había confiado en que la democracia constitucional que nos dimos en 1978 protegiera a España, no del mal gobierno, pero sí de aquellos que deliberadamente aspiran a destruir la unidad nacional, el fundamento político de la Constitución. Hoy vemos que un felón como Pedro Sánchez va a permitir la impunidad de un golpista como Puigdemont, prófugo de la justicia. Además, sin ningún pudor, con una desvergüenza propia de quién toma a los ciudadanos por imbéciles (no se lo podemos reprochar a la vista del resultado electoral), justifica la amnistía en nombre de España. Esto no solo es una humillación sino la prueba más evidente de que el régimen nacido en 1978 no ha servido para proteger a la nación. Si, como todo parece apuntar, el Tribunal Constitucional confirma que está al servicio de los propósitos de Sánchez y consagra la constitucionalidad de la impunidad (me da igual como la llamen), será el momento de plantearse qué reformas políticas son necesarias para proteger a la nación. En su día ya me referí a la del sistema electoral, pero quizá no sea suficiente o hayamos llegado tarde. Son veinte años de degradación política e institucional: Zapatero y Sánchez por acción, y Rajoy por omisión. ¡Qué día más triste para todos los que hemos defendido la Transición y la Constitución de 1978!

martes, 10 de octubre de 2023

Si anhelas la paz, defiende el derecho y la justicia

El ataque terrorista de Hamas que ha desencadenado la guerra con Israel es un paso más en la escalada de la humanidad hacia un escenario de barbarie que no sabemos dónde acabará. La raíz de casi todos los males del mundo radica en la soberbia, en el desmedido amor por nosotros mismos y por lo nuestro, unido al desprecio por el punto de vista de los demás. Pienso en naciones o grupos humanos cuya prioridad no es tanto vivir en paz satisfaciendo sus necesidades como recibir un reconocimiento internacional, aunque vivan en la miseria. Es pueril el comportamiento de todas aquellas regiones que disfrutando de una generosa autonomía que protege su cultura y tradiciones no se conforman con ello y son capaces hasta de llegar a una guerra por la independencia. ¿Realmente les importa tanto conseguir ese reconocimiento internacional? Pues sí. Así me lo confesó un profesor independentista catalán al que conocí en cierta ocasión, y lo justificó diciendo que era algo sentimental, pero que esos sentimientos eran muy importantes. No, no lo son. La vanidad que conduce a la soberbia no debe ser satisfecha. El nacionalismo que no funda su reivindicación en auténticas injusticias es como un niño caprichoso cuya mala educación no augura nada bueno en el futuro.

Es verdad que muchos pueblos oprimidos creen que la solución a sus males pasa por constituirse en un Estado soberano que les ayude a consolidar su posición en el mundo, a defenderse de los enemigos y a satisfacer las necesidades de sus ciudadanos. En estas amenazas veía Carl Schmidt la raíz de la política. Quizá los judíos representen el ejemplo paradigmático. Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, creyeron necesario tener su propio Estado como forma de ocupar un lugar en el mundo y de defenderse del antisemitismo que les amenaza secularmente. Y es comprensible su planteamiento, y el de otros pueblos oprimidos o injustamente invadidos, como sucede con Ucrania. Es justa su lucha, porque se trata de defenderse de una agresión. Pero un mundo que se organice sobre la base de exaltar el "nosotros" difícilmente alcanzará una paz duradera. La dicotomía nosotros/ellos da lugar a la vanidad, al sentimiento de agravio que conduce al conflicto y a la guerra.

La raíz de la paz que anhela el mundo debe venir por el camino del derecho y de la justicia. Las relaciones humanas deben partir del reconocimiento y la protección de los bienes humanos en los que se fundamenta una convivencia justa, y del respeto a las normas provenientes del poder legítimo que sirven para ajustar debidamente los comportamientos. También las relaciones internacionales deben basarse en estos principios, pues de lo contrario nos movemos en el ámbito de la fuerza. La única forma de asentar la paz es protegiendo los derechos humanos y el respeto a la ley. Con todos sus defectos, es admirable observar el proceso de consolidación de la Unión Europea, que se define como una comunidad política de derecho. Los Estados europeos desean incorporarse a esta comunidad de derecho en la que, siendo importante la identidad de cada nación y sus intereses, se otorga especial importancia al respeto a los principios jurídicos en los que se basan las relaciones entre los Estados miembros. La Unión Europea progresará en la medida en que se afiance el respeto a los derechos fundamentales y se garantice el respeto a unas normas que sean el resultado de una preocupación solidaria por los intereses de todos los Estados.

La defensa del derecho y de la justicia debe ser la prioridad de todos los que deseamos la paz. Por eso me preocupa tanto que se admita la posibilidad de lesionar o restringir los derechos fundamentales como núcleo del bien común, y la falta de respeto a la ley como expresión máxima de la igualdad entre los ciudadanos. Y sí, voy a volver sobre lo mismo, cuando los intereses del poder son los que priman frente al derecho, no sólo estamos quebrando las bases del régimen constitucional, sino que dejamos que la dinámica de la fuerza marque la pauta de la convivencia con evidente riesgo de conflictos a los que el derecho sea incapaz de dar respuesta. Ver el derecho como una simple manifestación de la política, como tantas veces sucede, destruye los puentes que conducen a la convivencia. La norma, lejos de ajustar las conductas, se convierte en simple instrumento de opresión del poderoso. Si deseamos acabar con la guerra luchemos con inteligencia por el derecho y la justicia desterrando la soberbia y la vanidad. Para ello, como suele suceder, el mejor camino es empezar por lo más próximo, nuestra comunidad política, España. Así que no hay mejor manera de trabajar por la paz que impedir que Sánchez destroce nuestro Estado constitucional de Derecho consagrando la impunidad de los golpistas y la desigualdad, porque cuando triunfa el derecho triunfa la humanidad entera, como supo ver con singular clarividencia Sergio Cotta al destacar el universalismo del derecho frente al particularismo de la política.