Los vascos siguen pensando que el nacionalismo es lo que más
les conviene. No pierdan el tiempo indignándose al ver cómo votan al partido que
se ha beneficiado de que ETA haya expulsado de su tierra a miles de personas
utilizando el terrorismo. La cuestión es cómo se debe actuar frente al
nacionalismo que busca condicionar la gobernabilidad del Estado para sacar
beneficios y que día tras día carcome la nación dejando que gobierne un felón. Quienes
creemos en la Constitución, en el respeto a la ley, nos hemos empecinado en
recordar la indisoluble unidad de la nación española como fundamento de la
Constitución. Ya es hora de dejar claro a los nacionalistas que, si se empeñan,
pueden “ganar”, es decir, que a lo mejor nos va mejor sin ellos y que, en
consecuencia, el resto preferiríamos que se marcharan de una vez. Ya lo dije en
2014 con relación a Cataluña (https://tomasdedomingo.blogspot.com/2014/11/ante-el-problema-catalan.html) y lo repito con los vascos. Es preferible construir desde la
concordia prescindiendo de quienes no suman que seguir padeciendo el chantaje
permanente del nacionalismo. Yo me declaro independentista español: prefiero
una España sin el País Vasco y Cataluña, si su permanencia implica la desigualdad, el chantaje y el agravio. Ahora bien, todo cambio del marco institucional
debe realizarse respetando la Constitución.
De entrada, convendría modificar el sistema electoral tan
pronto como fuera posible para evitar que el Congreso de los Diputados albergue
a partidos sin la debida implantación nacional como paso previo a otras
reformas. Esta medida está orientada a favorecer la gobernabilidad de España buscando
el interés general. A partir de ahí es necesario afrontar el problema
separatista de frente y con todas sus consecuencias. Ello pasa, insisto, por programas políticos en los que se plantee con toda claridad que, si
el deseo de independencia expresado en las elecciones autonómicas alcanza un
determinado umbral, el Partido X se compromete a impulsar una reforma
constitucional tendente a permitir la separación de una región española. Un
proceso de ruptura que, debidamente encauzado, puede ser beneficioso para aquellos
que creemos en España. Hay que liberarse del lastre que representa el
independentismo a través que mostrar que la independencia es posible. Muchos
españoles estamos hartos de que los votos de unos miles de vascos y catalanes
valgan más que los del resto. Esto es intolerable y por este camino no vamos a
ningún lado. Hay que independizarse de los independentistas. Lo lamento por los
ciudadanos de esas regiones que están en minoría, pero no parece haber otro
camino que decirles que quizá deban hacer las maletas.