martes, 18 de febrero de 2025

Cuidado con la compasión

Es natural sentir compasión por el sufrimiento ajeno. Esa tendencia natural se ve reforzada por una educación que nos enseña a apiadarnos y a ayudar a los más débiles en la medida de lo posible. Está muy bien sentir compasión y desear mitigar el sufrimiento ajeno, pero la compasión encierra un peligro nada desdeñable: puede ser utilizada para manipularnos. Es más, muchas veces no será necesario que alguien trace un plan maquiavélico: nosotros mismos nos causaremos daño para evitar el sentimiento de culpa que suele invadir a quien no actúa como se supone que debería hacerlo una persona compasiva. Por eso hay que tener mucho cuidado.

Es curioso comprobar el cambio que se ha producido con relación a la compasión. La sociedad española de hace algunas décadas era mucho más compasiva que la actual, pese a que hoy encontremos numerosas asociaciones de voluntarios que realizan una encomiable labor social. El individualismo ha propiciado la quiebra de vínculos familiares y sociales generando marginación y situaciones de gran necesidad que quienes ponen en marcha estas asociaciones tratan de combatir. Antes, la compasión y la solidaridad que la acompaña tenía mucha más vigencia social. Por ejemplo, era habitual que las familias acogieran en la propia casa a los padres o a los suegros mientras que hoy en día es habitual desentenderse de ellos, sobre todo cuando carecen de ingresos, y escuchamos casos en los que se les deja abandonados en algún hospital. Y podríamos seguir citando situaciones parecidas.

La menor vigencia social de la compasión ha sido sustituida por una acusada tendencia a utilizarla como instrumento de propaganda o de manipulación que quizá tenga su origen en las políticas orientadas a proteger a colectivos vulnerables. No cabe duda de que una sociedad sana debe ayudar a aquellos que más lo necesitan, porque la solidaridad –que puede incluso superar las fronteras de un país cuando está basada en la caridad o en la filantropía- es una exigencia constitutiva del modo de vida político. Es justo luchar contra toda discriminación carente de justificación, y se deben adoptar las medidas necesarias para paliar, cuando sea posible, las dificultades que padecen los enfermos, discapacitados, pobres, ancianos, etc. . Muchas veces eso se traducirá en reconocerles “derechos” y no está mal que sea así. Como casi siempre, el problema surge cuando se pierde el equilibrio y, en lugar de comprender los perfiles del derecho atribuido, se pretende abusar de él utilizando para ello la compasión.

Contaré un caso en el que se observa esta idea. En las últimas décadas hemos mejorado muchísimo la accesibilidad a los edificios. Los edificios nuevos deben cumplir con la exigente normativa en esta materia. Por lo que respecta a edificaciones antiguas, se han aprobado normas que obligan a que las Comunidades de Propietarios acometan obras que mejoren la accesibilidad cuando algunos propietarios o inquilinos en situación de necesidad así lo exijan. Tienen derecho a ello, pero es posible abusar de ese derecho. Es lo que aconteció en la urbanización en la que vivo. Dispone de rampas de acceso que permiten acceder a cualquier persona en silla de ruedas. A pesar de ello, un vecino ha exigido la instalación de barandillas que bordeen toda la rampa alegando que lo necesita por razón de una determinada enfermedad. En mi opinión, la exigencia carecía de sentido porque alguien aquejado de dicha enfermedad no puede ir caminando solo y, en cualquier caso, un sencillo andador podía solventar perfectamente el problema. No obstante, quizá esté equivocado. Se puede explicar por qué la instalación es necesaria y con sumo gusto cambiaría de parecer. El problema es que no hubo siquiera posibilidad de examinar el asunto. La apelación a la compasión o, mejor dicho, a la falta de compasión de aquellos que cuestionaban la necesidad de la obra supuso un salvoconducto para, de inmediato, acceder a la petición, pese a que la obra tenía un coste de muchos miles de euros. No importaban las razones. Si uno osa cuestionar la petición de un enfermo se le tilda de mala persona, de dureza de corazón, con el fin de hacerle sentir culpable.

La compasión distorsiona la realidad en numerosas ocasiones, nos impide ver con claridad la situación y nos hace juzgar equivocadamente a las personas. Los enfermos pueden ser dignos de compasión, pero eso no los convierte en buenas personas. En cierta ocasión tuve una conversación con una psicóloga que me dijo abiertamente que las personas enfermas suelen ser muy egoístas. Me sorprendió no tanto el contenido de la afirmación, sino el valor de decir algo así, que sin embargo era fruto de su experiencia personal. No siempre es así, naturalmente, pero una situación difícil no siempre hace que aflore lo mejor de una persona, por lo que hay que tener cuidado. Personalmente, me he encontrado con personas enfermas egoístas y manipuladoras, pero también con enfermos que nunca han pretendido sacar provecho de su enfermedad.

Los ejemplos en los que la compasión distorsiona son innumerables. Se pueden imaginar las situaciones que puede vivir un profesor con estudiantes que refieren todo tipo de circunstancias personales para pedir un trato especial. Buscan el sentimiento de compasión del profesor para lograr su objetivo. No les importa en absoluto que el profesor pueda sentirse mal porque desearía hacer el favor al estudiante, pero se da cuenta de que lo que se le pide va más allá de la flexibilidad y es manifiestamente ilegal, además de injusto frente al resto de estudiantes.

Una buena persona (y también una sociedad justa) debe ayudar a aquellos que más lo necesitan, pero no olviden este consejo: ¡cuidado con la compasión!

jueves, 13 de febrero de 2025

Trump puede hundir a Europa o hacerla despertar

Cuando Zapatero llegó al poder, junto a la derogación del Plan Hidrológico Nacional -que nunca se olvide-, la primera decisión que adoptó fue retirar las tropas españolas desplegadas en Irak. Aquello sumió a España en el descrédito internacional más absoluto y de ser un leal aliado de Estados Unidos pasamos a convertirnos en un país poco fiable, en un traidor. Ha sido imposible recuperarnos de aquello, pero es que ni siquiera lo hemos intentado seriamente porque hemos renunciado a jugar un papel importante en la escena internacional.

Trump, curiosamente, se acaba de marcar una actuación digna de Zapatero. Ha renunciado a mantener el firme compromiso con la defensa de Europa, el "atlantismo" del que se nutre la OTAN. Tratará de estrechar vínculos con el Reino Unido e Israel -sus verdaderos aliados-, y dejará de ver a Rusia como un rival para resquebrajar su alianza con China, el gran enemigo para Trump. Por supuesto, la integridad territorial de Ucrania le va a importar muy poco y dejará que sean los europeos quienes finalmente asuman la defensa de ese país. Si la Unión Europea se sumara al Reino Unido y se involucrara más en la guerra de Ucrania las posibilidades de confrontación con Rusia aumentarían, algo que sin duda los europeos no estamos dispuestos a asumir si Estados Unidos no nos apoya.

En definitiva, que estamos probando la idea clásica del yanqui libertario que nos exhorta a que nos comportemos como adultos, a que cada palo aguante su vela. A eso hay que estar, y eso no sólo cuesta dinero. No basta con aumentar el gasto, sino que hay que estar dispuesto a arriesgar vidas. ¿Cómo vamos a permitir que esos hijos “seleccionados” para que disfruten de una vida con smartphone y holguras de todo tipo vayan a ser reclutados para morir en una trinchera? No nos cabe en la cabeza. ¿A quién hay que pagar para que nos defienda? Es la típica pregunta de una sociedad que piensa que el bien común es cosa de otros, que sabe que alguien vendrá a limpiar la basura. Pues resulta que no, que la vida es lucha, competencia. Que hay que esforzarse por lograr acuerdos y por vivir en armonía, pero que a veces eso exige firmeza, parar los pies a quien abusa.

La situación que se abre paso con la nueva estrategia de Estados Unidos pone de relieve lo nefasto que para la Unión Europea has sido el Brexit y la importancia sumar de nuevo al Reino Unido al proyecto europeo, pues este país estará muy incómodo ante la sintonía de Trump con Putin. Urge estrechar la cooperación entre los países de la Unión Europea, sobre todo en materia de defensa y rechazar en las urnas a aquellos proyectos que sintonicen con Trump y todavía más con Putin. ¿Qué tipo de “patriotismo” es el de Vox cuando apoya a un tipo que actúa como Zapatero en Irak? No, Abascal no es ningún patriota ni hay ningún futuro para Europa en líderes que justifican a Putin. El PP hace bien en no respaldar a Trump. Debería ser mucho más explícito, al igual que el Partido Popular Europeo. Es el momento que Europa necesitaba para atreverse a replantearse su futuro, que necesariamente pasa por una política exterior y de defensa común. Pero para ello es necesario recuperar valores sanos: sacrificio, excelencia, honor y familia. Sin eso no hay esperanza.

Hay que prestar atención a lo importante

Hace dos días, el informativo televisivo de Antena 3 que se emite a las 15:00 horas abrió con estas dos noticias: el juicio de Rubiales y, pásmense (o quizá no), el tocamiento sexual de Mapi León (futbolista) a una futbolista rival en un lance del juego. Impresionante. Este criterio periodístico de considerar que estas son noticias de gran trascendencia pública dan la imagen de que la sociedad española es puritana e inquisitorial. Sin embargo, no es verdad. La gente está harta de todo esto. No es de recibo la trascendencia que se le está dando a la estupidez cometida por Rubiales y convendría dejar estas noticias en un segundo plano.

miércoles, 29 de enero de 2025

Conocimiento y sabiduría

En uno de los capítulos más interesantes de su excelente libro El monje y el filósofo, Matthieu Ricard y su padre, Jean François Revel, distinguen entre conocimiento y sabiduría. La sabiduría implica una transformación interior orientada a la práctica de las virtudes que reconocen todas las grandes tradiciones espirituales. Para alcanzar dicha sabiduría transformadora el conocimiento teórico de la verdad no basta; la sabiduría requiere experimentar esa verdad, lo cual nos sitúa ante el problema de la “técnica espiritual”. Las hay tan diversas como los ejercicios de contemplación propios de la mística cristiana o las prácticas meditativas budistas, por poner sólo dos ejemplos. También en psicología parece que el psicoterapeuta orienta al paciente para que alcance por sí mismo un “insight”, es decir, un momento en que el paciente “ve” -pero no de forma teórica- algo que antes se le ocultaba y que constituye la palanca que le permite introducir cambios en su vida o superar un problema psicológico. 

Tener un encuentro experiencial con la verdad es un asunto fascinante que requiere un esfuerzo de escucha, estudio y reflexión seguido de una práctica contemplativa constante y bien dirigida. Y ni siquiera así es suficiente: hay que ser humilde y reconocer que los "encuentros" más significativos son una concesión, una "gracia" que se recibe y no se conquista. Esos momentos son una vivencia interior comunicable, aunque quien la escuche no quedará precisamente impresionado. Al contrario, el relato de ese encuentro puede parecer incluso banal debido a que la situación es una verdad que se comprende fácilmente desde un plano intelectual, pero cuya hondura sólo percibe el protagonista de la vivencia interior. En ocasiones, el encuentro no se logra mediante una práctica constante que facilite la introspección. Al comienzo de su conocidísimo libro “El poder del ahora”, Eckhart Tolle cuenta que su vida era pura desdicha y que se hallaba al borde del suicidio. Una noche, cuando el sufrimiento era más intenso, un pensamiento llegó a su mente: “No puedo seguir viviendo conmigo mismo”. En ese preciso instante Tolle se dio cuenta de que la capacidad de observarse a sí mismo implicaba dos "yo": el “yo” doliente cuya vida era desdichada y el "yo" capaz de contemplar a la persona Tolle que a partir de ese momento se le representaba como un "personaje". Él comprendió que su "yo" más auténtico era la conciencia pura contemplativa, un “insight” profundamente liberador que le condujo a que su vida cambiara por completo. Desde entonces se ha convertido en un maestro espiritual con millones de seguidores en todo el mundo.

Yo no he vivido nada parecido a una experiencia de ese tipo, pero sí he tenido algún encuentro experiencial con la verdad que me ha servido para entender qué quieren significar quienes advierten de que no hay que confundir el conocimiento con la sabiduría. Me sucedió hace más de treinta años. Una mañana debía coger un autobús para irme de viaje y ello me generaba cierta inquietud. Como todavía disponía de tiempo, decidí realizar un sencillo ejercicio de atención a la respiración que comenzaba observando sin juzgar los sonidos y los objetos que me rodeaban. En un determinado momento percibí claramente cómo la quietud de cada uno de esos objetos contrastaba con mi agitación interior. Me daba cuenta de que si hubiera desaparecido en ese mismo instante los objetos hubieran seguido allí, inertes, totalmente ajenos a mí y a cualquier tribulación. Es obvio, ¿verdad? Pese a lo ridículo que pueda parecer, ese “insight” se me quedó grabado porque aprendí por experiencia directa que el estado mental tiñe el mundo exterior, condiciona nuestra manera de percibirlo.

La situación que acabo de narrar se produjo en un momento de introspección, de contemplación. Lo subrayo porque, como apuntaba al principio, ese es el camino más seguro que conduce a la sabiduría. Es posible ir en busca del conocimiento e incluso de la verdad y tener éxito. Pero serán éxitos poco profundos, aunque resulten vistosos y redunden en el reconocimiento social. También la sabiduría se puede buscar, pero el camino es muy distinto: se trata de aproximarse a la verdad sutilmente, dejando que se exprese. Por ello, la arrogancia o la impaciencia son incompatibles con la sabiduría. Hay que ser muy cuidadosos cuando se trata de quitar el “velo” que cubre la verdad y acercarse a ella con humildad, con amor, porque se busca la verdad para lograr esa transformación que sólo puede ser fruto de la virtud, conscientes de nuestras evidentes limitaciones, aunque estando sumamente agradecidos precisamente por ser conscientes de esas limitaciones. Ahí está el “sólo sé que no sé nada” socrático que por encima de todo invita a la humildad y a la gratitud.

viernes, 29 de noviembre de 2024

El preocupante desinterés de los estudiantes universitarios hacia la política

En los últimos años de la vida de Franco la Universidad representó un foco de resistencia contra la dictadura. Los estudiantes estaban interesados en la política y motivados para movilizarse contra el régimen, como así hicieron muchos de ellos. Más de cuatro décadas después resulta desolador comprobar el desinterés de la mayoría de los estudiantes universitarios por la política, precisamente en un momento de máxima gravedad, puesto que hoy gobierna España alguien que cada día demuestra que no tiene escrúpulo alguno en aferrarse al poder, pese a todos los escándalos de corrupción que le señalan.

Les podrá parecer increíble, pero hay estudiantes que no saben quién es Víctor de Aldama o Juan Lobato. No leen los periódicos, pese a tener acceso a medios en la palma de la mano a través de su móvil. Ese alejamiento de la política podría ser comprensible por el asco que da ver que en nuestro país mandan demasiadas personas inmorales e incapaces. Sin embargo, esa reacción debería ser posterior a conocer lo que está pasando. No tienen ni idea, ni les preocupa, porque, entre otras cosas, nadie les ha dicho que ser ciudadano entraña una responsabilidad moral de la que ellos han dimitido.

Ayer dedicaba mi clase de filosofía del derecho a explicar la concepción clásica de la justicia y, concretamente, me detenía a explicar la llamada “justicia legal o general”, que se refiere a los deberes que tiene el ciudadano hacia la comunidad política. Les preguntaba si, en su opinión, esos deberes se agotan en cumplir la ley. Más importante que las respuestas era observar la sorpresa por este tipo de preguntas. ¿Qué ciudadanos estamos formando? Da la impresión de que en los colegios e institutos no se habla de estos temas, pero tampoco en las familias, quizá porque ya no se habla de nada en absoluto. Qué sé yo, no me lo explico. Sólo tengo claro que sin ciudadanos responsables y verdaderamente comprometidos con la defensa activa de la democracia terminará por tener razón Pérez Reverte cuando dice que Sánchez nos tiene tomada la medida. 

lunes, 18 de noviembre de 2024

¿Quién se anima a fundar el Partido Regionalista de la Comunidad Valenciana?

La realidad de la política española muestra inequívocamente que los ciudadanos de comunidades autónomas que disponen de partidos políticos capaces de influir en la política nacional logran ventajas para sus regiones. Tienen capacidad de poner en práctica unos chantajes absolutamente miserables. Siempre he abogado por un sistema en el únicamente accedan al Congreso de los Diputados partidos con implantación nacional con el fin de evitar este espectáculo vergonzoso. Sin embargo, nunca hay que confundir los deseos con la realidad, y en política mucho menos. Recuerdo a Vicente González Lizondo, fundador de Unión Valenciana, partido que aspiraba a ser la Convergencia i Unió de nuestra comunidad. Hoy, afincado en Alicante, lo veo todavía más claro: urge un partido regionalista valenciano con implantación en las tres provincias. La denominación es importante. Quizá PCV, partido regionalista de la Comunidad Valenciana. Aunque desde Valencia no se entienda, conviene hablar de Comunidad Valenciana y no de Valencia o “valenciano” a secas, porque ello genera rechazo en Alicante.

domingo, 17 de noviembre de 2024

Los tres errores inhabilitantes de Mazón

En la comparecencia del viernes en las Cortes Valencianas, Mazón destacó sobre todo que la información que recibió la Generalitat de la Confederación Hidrográfica del Júcar no permitió calibrar la gravedad de la riada en la rambla del poyo. Dijo exactamente lo mismo que he escrito en las últimas entradas del blog, incluso se refirió al aviso de las 12:20. Su mensaje, por tanto, fue que la principal responsabilidad de que Emergencias de la Generalitat no avisara a tiempo a la población de una forma clara y directa corresponde a la Confederación y, en consecuencia, al Ministerio que dirige Teresa Ribera. Sin embargo, siendo cierto que la Confederación centró su atención en la presa de Forata y no en el barranco del poyo, hay tres errores de Mazón que resultan inhabilitantes.

En primer lugar, durante una alerta roja no estuvo en su puesto en los momentos clave. Dijo algo absolutamente incomprensible: estaba informado de la situación y por eso no canceló su agenda. Es una afirmación que dudo de que sea cierta, pero, de serlo, no se entiende semejante torpeza política. Si la Confederación no estaba ofreciendo la información adecuada, difícilmente podía conocer la gravedad de la situación, lo cual no le exonera de su responsabilidad; pero, si lo sabía, de inmediato debía haber cancelado su agenda para personarse en el puesto de mando y seguir el funcionamiento del operativo requiriendo cuanta información hubiera sido precisa, sobre todo de la Confederación. Y qué decir del misterio que rodeó esa comida, primero privada y luego “de trabajo”.

En segundo lugar, dedicó mucho tiempo de su intervención a explicar que la catástrofe alcanzó unas dimensiones brutales, queriendo decir con ello que no se podía estar preparado para las consecuencias de unas precipitaciones que excedieron todas las previsiones. Cierto, y precisamente por ello no se puede entender que no decretara la alerta 3 y se solicitara la emergencia nacional para que el gobierno de la nación asumiera el mando.

En tercer lugar, ha quedado muy claro que la consellera de Interior no tenía la preparación adecuada ni, una vez nombrada, fue capaz de estudiar lo necesario para asumir sus responsabilidades con la diligencia exigible. Las dudas respecto al mensaje a enviar, su falta de iniciativa a la hora de requerir informaciones y su desconocimiento del sistema de alertas a móviles dejan patente su incompetencia. Mazón ha confiado la seguridad de los ciudadanos a alguien sin la debida cualificación y debe responder por ello.

Los errores de Mazón le inhabilitan. Una pena, porque creo que estaba gobernando bien. En la situación actual no sé si sería posible y deseable su inmediata sustitución, pero carece de futuro político incluso si es capaz de liderar la reconstrucción. Pienso que el PP no debería desviar la atención, sino reconocer los errores cometidos y, si no fuerza su sustitución inmediata, ir buscando alguien que lidere el partido en la Comunidad Valenciana. Es lamentable que los cinco millones de valencianos no seamos capaces de contar con políticos competentes.