miércoles, 21 de marzo de 2007

Las banderas y la Constitución

Los grandes partidos políticos se afanan en presentarse ante el electorado como moderados y defensores leales de la Constitución, por eso suelen calificar al adversario de extremista o radical. Concretamente, el PSOE se está esforzando por presentar al PP como un partido cada vez más escorado a la derecha, no en vano dicen que representa la derecha extrema, así que poco falta para erigirlo en el heredero de las esencias del franquismo. Por su parte, el PP sostiene que ZP es un radical que se alía con independentistas que buscan despedazar España. No entraré en valoraciones sobre quién tiene más o menos razón. Quisiera únicamente llamar la atención sobre el hecho de que en las manifestaciones convocadas o apoyadas por el PP el símbolo exhibido por abrumadora mayoría ha sido la bandera constitucional española. En cambio, las manifestaciones convocadas o apoyadas por el PSOE han estado presididas por símbolos inconstitucionales y, caso de las banderas republicanas, claramente sectarios, en tanto en modo alguno representan un espíritu de unidad. Quizá no sea un dato decisivo, pero no parece muy lógico que un partido que se proclama leal a la Constitución ondee más la bandera republicana que la bandera nacional de 1978.

sábado, 17 de marzo de 2007

El precio del egoísmo

Desde un punto de vista frío y objetivo, la incorporación de la mujer al mundo laboral está siendo un desastre: en España nacen cada vez menos niños y, por tanto, aparecen nubarrones para la pervivencia de nuestra sociedad. Las mujeres declaran que ser madres les perjudica laboralmente, y tienen razón. Por tanto, o nos tomamos en serio lo de las ayudas a la familia para compatibilizar la universalización del trabajo con el reemplazo generacional, o nos vamos al garete. Con eso no basta, pues, además de las dificultades económicas, el latiguillo de “quiero realizarme” representa la desvalorización del sacrificio en favor de otras personas o de la sociedad como tal. ¿Se imaginan adónde les mandarían algunos si les espetaran que deben tener hijos por el bien de la sociedad? Es necesario un esfuerzo en el terreno educativo y moral, por una parte, y, por otra, resulta imprescindible que la sociedad fomente la natalidad. Pero, ¿y si los recursos necesarios para este fin son tan ingentes que el Estado no puede costearlos? Amigos, pues habrá que sacrificarse y generar más recursos. ¿Cómo? De momento, retrasando la edad de la jubilación, es decir, recortando nuestra libertad. Y es que no hay mayor espejismo que pensar que es posible sostener una sociedad en la que sus individuos sólo buscan de forma egoísta su autorrealización. Alguien tiene que pagar el precio del egoísmo, tarde o temprano.

jueves, 15 de marzo de 2007

La valoración de la Iglesia de las obras de Jon Sobrino

Las observaciones críticas de la Congregación para la Doctrina de la Fe a algunas tesis que expone el sacerdote jesuita Jon Sobrino -uno de los principales teólogos de la liberación- en sus obras se han convertido en carnaza para diarios progres demagogos -léase El País, por ejemplo- que rápidamente tienden a ver en estas críticas una muestra de intolerancia y celo ortodoxo. Sólo hay que leer el documento -diez páginas- para observar que estamos ante una controversia teológica de hondo calado y poco susceptible de ser enjuiciada frívolamente. He hecho el esfuerzo de leerla y desde mi nula formación en materia teológica me atrevo a opinar que alguna de las críticas que he leído me parecen razonables, en tanto entiendo que son difícilmente compatibles con la fe católica. En particular, me ha llamado poderosamente la atención que Jon Sobrino sostenga que la muerte de Cristo en la cruz tiene un valor fundamentalmente ejemplarizante. Cuanto menos, resulta chocante. Pues bien, en mi afán de que este blog sirva también para que los lectores se interesen por ir a las fuentes de la polémica, voy a transcribir la crítica de la Congregación para la Doctrina de la Fe en este punto. Ahí va:
“VI. El valor salvífico de la muerte de Jesús.
9. Algunas afirmaciones del P. Sobrino hacen pensar que, según él, Jesús no ha atribuido a su muerte un valor salvífico: “Digamos desde el principio que el Jesús histórico no interpretó su muerte de manera salvífica, según los modelos soteriólogicos que, después, elaboró el Nuevo Testamento: sacrificio expiatorio, satisfacción vicaria […]. En otras palabras, no hay datos para pensar que Jesús otorgara un sentido absoluto trascendente a su propia muerte, como hizo después el Nuevo Testamento” (Jesucristo, 261). “En los textos evangélicos no se puede encontrar inequívocamente el significado que Jesús otorgó a su propia muerte” (ibidem). “…puede decirse que Jesús va a la muerte con confianza y la ve como último acto de servicio, más bien a la manera de ejemplo eficaz y motivante para otros que a la manera de mecanismo de salvación para otros. Ser fiel hasta el final, eso es ser humano” (Jesucristo, 263).En un primer momento la afirmación del Autor parece limitada, en el sentido de que Jesús no habría atribuido un valor salvífico a su muerte con las categorías que después usó el Nuevo Testamento. Pero después se afirma que no hay datos para pensar que Jesús otorgara un sentido absoluto trascendente a su propia muerte. Se dice sólo que va a la muerte con confianza y le atribuye un valor de ejemplo motivante para otros. De esta manera los numerosos pasajes del Nuevo Testamento que hablan del valor salvífico de la muerte de Cristo24 resultan privados de toda conexión con la conciencia de Cristo durante su vida mortal. No se toman debidamente en consideración los pasajes evangélicos en los que Jesús atribuye a su muerte un significado en orden a la salvación; en particular Mc 10,4525: “el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos”; y las palabras de la institución de la eucaristía: “Ésta es mi sangre de la alianza, que va a ser derramada por muchos”26. De nuevo aparece aquí la dificultad a la que antes se ha hecho mención en cuanto al uso que el P. Sobrino hace del Nuevo Testamento. Los datos neotestamentarios ceden el paso a una hipotética reconstrucción histórica, que es errónea.10. Pero el problema no se reduce a la conciencia con la que Jesús habría afrontado su muerte y al significado que él le habría dado. El P. Sobrino expone también su punto de vista respecto al significado soteriológico que se debe atribuir a la muerte de Cristo: “Lo salvífico consiste en que ha aparecido sobre la tierra lo que Dios quiere que sea el ser humano […]. El Jesús fiel hasta la cruz es salvación, entonces, al menos en este sentido: es revelación del homo verus, es decir, de un ser humano en el que resultaría que se cumplen tácticamente las características de una verdadera naturaleza humana […]. El hecho mismo de que se haya revelado lo humano verdadero contra toda expectativa, es ya buena noticia, y por ello, es ya en sí mismo salvación […]. Según esto, la cruz de Jesús como culminación de toda su vida puede ser comprendida salvíficamente. Esta eficacia salvífica se muestra más bien a la manera de la causa ejemplar que de la causa eficiente. Pero no quita esto que no sea eficaz […]. No se trata pues de causalidad eficiente, sino de causalidad ejemplar” (Jesucristo, 293-294).Por supuesto, hay que conceder todo su valor a la eficacia del ejemplo de Cristo, que el Nuevo Testamento menciona explícitamente27. Es una dimensión de la soteriología que no se debe olvidar. Pero no se puede reducir la eficacia de la muerte de Jesús al ejemplo, o, según las palabras del Autor, a la aparición del homo verus, fiel a Dios hasta la cruz. El P. Sobrino usa en el texto citado expresiones como “al menos” y “más bien”, que parecen dejar abierta la puerta a otras consideraciones. Pero al final esta puerta se cierra con una explícita negación: no se trata de causalidad eficiente, sino de causalidad ejemplar. La redención parece reducirse a la aparición del homo verus, manifestado en la fidelidad hasta la muerte. La muerte de Cristo es exemplum y no sacramentum (don). La redención se reduce al moralismo. Las dificultades cristológicas notadas ya en relación con el misterio de la encarnación y la relación con el Reino afloran aquí de nuevo. Sólo la humanidad entra en juego, no el Hijo de Dios hecho hombre por nosotros y por nuestra salvación. Las afirmaciones del Nuevo Testamento y de la Tradición y el Magisterio de la Iglesia sobre la eficacia de la redención y de la salvación operadas por Cristo no pueden reducirse al buen ejemplo que éste nos ha dado. El misterio de la encarnación, muerte y resurrección de Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es la fuente única e inagotable de la redención de la humanidad, que se hace eficaz en la Iglesia mediante los sacramentos.Afirma el Concilio de Trento en el Decreto sobre la justificación: “…el Padre celestial, «Padre de la misericordia y Dios de toda consolación» (2 Cor 1,3), cuando llegó la bienaventurada «plenitud de los tiempos» (Ef 1,10; Gál 4,4) envió a los hombres a su Hijo Cristo Jesús […], tanto para redimir a los judíos «que estaban bajo la ley» (Gál 4,5) como para que «las naciones que no seguían la justicia, aprehendieran la justicia» (Rom 9,30) y todos «recibieran la adopción de hijos» (Gál 4,5). A éste «propuso Dios como propiciador por la fe en su sangre» (Rom 3,25), «por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros sino por los de todo el mundo» (1jn 2,2)”28.Se afirma en el mismo decreto que la causa meritoria de la justificación es Jesús, Hijo unigénito de Dios, “el cual, «cuando éramos enemigos» (Rom 5,10), «por la excesiva caridad con que nos amó» (Ef 2,4) nos mereció la justificación con su santísima pasión en el leño de la cruz, y satisfizo por nosotros a Dios Padre”29.El Concilio Vaticano II enseña: “El Hijo de Dios, en la naturaleza humana que unió a sí, venciendo la muerte con su muerte y resurrección, redimió al hombre y lo transformó en una criatura nueva (cf. Gál 6,15; 2Cor 5,17). A sus hermanos, convocados de entre todas las gentes, los constituyó místicamente como su cuerpo, comunicándoles su Espíritu. La vida de Cristo en este cuerpo se comunica a los creyentes, que se unen misteriosa y realmente a Cristo que ha padecido y ha sido glorificado por medio de los sacramentos”30.El Catecismo de la Iglesia Católica indica a su vez: “Este designio divino de salvación por la muerte del Siervo, el Justo, había sido anunciado previamente en las Escrituras como misterio de Redención universal, es decir, de rescate que libera a los hombres de la esclavitud del pecado. San Pablo confiesa, en una profesión de fe que dice haber «recibido, que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras» (1 Cor 15,3). La muerte redentora de Jesús cumple en particular la profecía del Siervo sufriente. Jesús mismo ha presentado el sentido de su vida y de su muerte a la luz del Siervo sufriente”31″.

El flanco del PSOE

Es curioso, se comenta que el PSOE anda muy interesado en fomentar la aparición de partidos de extrema derecha que resten votos al PP. Tanto deben estar pensando en ello que con su actitud de compadreo con los nacionalistas, en lugar de mantenerse fiel a los postulados tradicionales de la izquierda, están descuidando su flanco ideológico natural. La aparición de Ciudadanos de Cataluña fue el primer aviso. Ahora leo que en Valencia capital nace un partido que se ubica en la izquierda social. Hum, vamos a ver si a nivel nacional se mueve algo. Yo me imagino que debe haber mucha gente de izquierdas en España que votaría gustoso a un PSOE que defendiera sin ambages la España constitucional indisolublemente unida, la igualdad de todos los españoles sin que ello dependa de la comunidad en la que se resida, y los principios de solidaridad entre ciudadanos y comunidades autónomas. La ocasión la pintan calva, así que Redondo Terreros, Rosa Díez and company, haceros el ánimo.

martes, 13 de marzo de 2007

El error de suprimir el servicio militar obligatorio

Creo que Aznar fue un buen gobernante, pese a cometer algunos errores de consideración. Curiosamente, uno de los que a mí me parece más grave no fue percibido como tal, sino que la mayor parte de los ciudadanos acogió su decisión con alegría –mal que ahora me pese, yo también-, al tiempo que recibía el beneplácito de la oposición. Quizá este hecho debería haber hecho sospechar a Aznar del tremendo error que estaba cometiendo, pero pudo más la popularidad de la medida que las graves consecuencias que entrañaba. En fin, el error al que me refiero fue la supresión del servicio militar obligatorio.
A mí me parece que la defensa de la nación es una tarea que nos incumbe a todos, ricos o pobres, hombres o mujeres. A partir de ahí, debe ser organizada con eficiencia para cumplir adecuadamente su misión, lo que puede derivar en una cierta profesionalización de las fuerzas armadas que, sin embargo, no debería traducirse en la eliminación del servicio militar obligatorio. Aznar se centró únicamente en la eficiencia y olvidó que el servicio militar, además de ser socialmente más justo, era una de esas instituciones de las que no convenía privar a España para lograr que el ciudadano se sintiera partícipe de un proyecto común de vida colectiva.
Es cierto que países como el Reino Unido o Estados Unidos cuentan con ejércitos profesionales, pero no podemos ignorar que la tradición liberal que marca la historia de estos países ha dado como resultado una sociedad civil reacia a que los poderes públicos le resten el protagonismo. De hecho, por principio desconfían de la labor de estos poderes. La sociedad española lamentablemente carece de dicho vigor, en gran medida por la dictadura y por el enorme peso que los poderes públicos han adquirido con el desarrollo del Estado de las autonomías. Por eso me parece que fue un gravísimo error privarle de una institución que, con independencia de sus defectos, estaba intrínsecamente ligada a una idea absolutamente clave y especialmente necesaria en la España actual: el sacrificio individual en aras del bien común. Algún lector podría recordarme que cada año conoce el sabor de ese sacrificio cuando paga sus impuestos. Sin duda, tiene razón, pero me parece que existe una diferencia cualitativa importante entre pagar impuestos y realizar el servicio militar obligatorio. Pero ¿qué otros ejemplos, aparte del pago de impuestos y, en general, de obligaciones económicas se pueden ofrecer de instituciones sociales que requieran un claro sacrificio personal a favor de la colectividad? Sólo se me ocurre una: la obligación inexcusable para formar parte de un jurado.
En líneas generales, comparto la tesis liberal según la cual los poderes públicos deben respetar la libertad de cada individuo para vivir de acuerdo con sus convicciones siempre que no dañe a los demás. Pero en el marco de una comunidad política existen determinados ámbitos de la vida colectiva que aconsejan y en algunos casos requieren la inexorable participación de los ciudadanos. La supresión del servicio militar obligatorio ha erosionado gravemente la captación de esta idea, que no debe verse como una restricción de las libertades individuales, sino más bien como el justo tributo que todos debemos realizar al servicio del bien común. Además, es importante enseñar que tales exigencias, aunque puedan ser percibidas como cargas, constituyen una virtud cívica y, por añadidura, un honor. El mayor riesgo para la libertad surge cuando se cree que la contribución al bien común es algo de lo que deben encargarse exclusivamente los poderes públicos.

lunes, 12 de marzo de 2007

Nuevas amenazas de Al Queda contra España

No bastó con que los españoles pusieramos al felón de Presidente para que nos retirara de Iraq. Tampoco debemos estar en Afganistán y nos conminan a retirar nuestras “humanitarias” tropas de allí. El peligro es real, y no precisamente por el hecho en sí de la amenaza, sino porque en la lógica de los terroristas España se presenta como presa fácil. Al ceder con los atentados de Madrid mandamos un mensaje de debilidad que no habrá pasado desapercibido. Nos exponemos a que nos vuelvan a atizar para que repitamos la bajada de pantalones. Y es que aunque la guerra de Iraq careciese de justificación y fuera un error apoyarla, retirar las tropas tras los atentados fue una grave irresponsabilidad.

viernes, 9 de marzo de 2007

Las escandalosas declaraciones de Conde Pumpido

El Fiscal General del Estado, Cándido Conde Pumpido, que, no lo olvidemos, cesó a Fungairiño, fiscal jefe de la Audiencia Nacional y verdadero azote de terroristas, ha declarado que apenas hay ya víctimas del terrorismo. Por si no hubiera suficientes motivos para manifestarse y pedir la dimisión de este gobierno, va y sale este fulano con estas. ¿Acaso para él las únicas víctimas son las víctimas mortales? Eso parece, pues incomprensiblemente se olvida de todas las personas que salen a la calle con guardaespaldas o que sencillamente no pueden expresar su opinión, por no hablar de aquellos empresarios que reciben cartas de extorsión o de los que una mañana encuentran quemada su fábrica o cualquier otro bien. Habló uno más del club felón.