sábado, 17 de marzo de 2007

El precio del egoísmo

Desde un punto de vista frío y objetivo, la incorporación de la mujer al mundo laboral está siendo un desastre: en España nacen cada vez menos niños y, por tanto, aparecen nubarrones para la pervivencia de nuestra sociedad. Las mujeres declaran que ser madres les perjudica laboralmente, y tienen razón. Por tanto, o nos tomamos en serio lo de las ayudas a la familia para compatibilizar la universalización del trabajo con el reemplazo generacional, o nos vamos al garete. Con eso no basta, pues, además de las dificultades económicas, el latiguillo de “quiero realizarme” representa la desvalorización del sacrificio en favor de otras personas o de la sociedad como tal. ¿Se imaginan adónde les mandarían algunos si les espetaran que deben tener hijos por el bien de la sociedad? Es necesario un esfuerzo en el terreno educativo y moral, por una parte, y, por otra, resulta imprescindible que la sociedad fomente la natalidad. Pero, ¿y si los recursos necesarios para este fin son tan ingentes que el Estado no puede costearlos? Amigos, pues habrá que sacrificarse y generar más recursos. ¿Cómo? De momento, retrasando la edad de la jubilación, es decir, recortando nuestra libertad. Y es que no hay mayor espejismo que pensar que es posible sostener una sociedad en la que sus individuos sólo buscan de forma egoísta su autorrealización. Alguien tiene que pagar el precio del egoísmo, tarde o temprano.

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