Algo pasa en España para que un tipo como Felipe González sea exhibido por los socialistas como un político ejemplar, mientras que los del PP esconden o reniegan de Aznar, al menos en esta campaña electoral. Ambos políticos tuvieron aciertos y errores en sus años de gobierno, pero de muy diversa índole. Aznar, tras una primera legislatura muy acertada, se equivocó en su segunda en diversos asuntos: ley de Universidades, reforma laboral fortísima y guerra de Iraq. Son errores propios del ejercicio del gobierno, pero ni se le conocieron escándales de corrupción, ni actuó al margen del Estado de Derecho. Además, tuvo la gran virtud de abandonar voluntariamente el poder. ¡Qué diferencia con González! El pueblo español tuvo que echarlo sin que él fuera capaz de asumir su responsabilidad por el GAL, ni por haber permitido que la corrupción campara a sus anchas.
jueves, 28 de febrero de 2008
martes, 26 de febrero de 2008
Me equivoqué: ganó Rajoy por goleada
Vaya que sí. Desde el principio asumió la iniciativa y con tremenda agilidad fue llevando el debate a los temas que quería. A Rajoy se le vio más suelto, con una expresión más serena, mientras que Zapatero transmitía tensión en su rostro y era incapaz de desmontar los argumentos de su adversario. Con la inmigración Rajoy vapuleó, al igual que con el terrorismo y el Estatuto catalán. Estuvo francamente bien. Escuché críticas con relación a su alegato final. Dice Juan Manuel de Prada que estuvo cursi sacando a relucir el ejemplo de la niña. Es posible, pero la niña le sirvió para hablar de protección a la familia, educación y empleo, lo cual llega mucho más a la gente que la dosis de optimismo utópico que destiló Zapatero a través de su rostro desencajado. Prueba evidente de que ha ganado Rajoy, insisto, con claridad, es que a estas horas El País ya se apresura a salir al rescate del grogui orate monclovita diciendo que los primeros datos apuntan a que Zapatero ganó el debate. Ha sido muy claro. Rajoy venció esta pelea de gallos.
lunes, 25 de febrero de 2008
En las horas previas al debate Zapatero-Rajoy
Espero poco del debate de esta noche. Mucha reglamentación, mucho pactarlo todo. En definitiva, preveo poca espontaneidad y mensajes paralelos más que debate. Sin duda, esta noche el gran beneficiado va a ser Zapatero, porque independientemente de lo que suceda sus medios van a darle como vencedor. A pesar de todo, sigo pensando que el PP ganará las elecciones por mayor distancia de la que muchos piensan. ¿Me he vuelto loco? Es posible, pero confío en el buen criterio del pueblo español. Me resisto a creer que los españoles permitan que su gobierno caiga en manos del orate monclovita, de los insensatos de Izquierda Unida (su propaganda electoral con el niño republicano reivindicando la memoria histórica es repugnante), y de los nacionalistas antiespañoles. Además, supongo que el partido de Rosa Díez debe arrebatar al PSOE al menos un 1% de votos, lo cual contribuirá a la derrota electoral del PSOE.
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Actualidad política
viernes, 22 de febrero de 2008
El debate Solbes-Pizarro
Inmediatamente finalizado el debate entre Solbes y Pizarro se plantea la pregunta de quién ganó. Porque lo que importa aquí es ganar, y ganar es convencer a la opinión pública de que tú lo vas a hacer mejor que tu adversario. Para mí la opinión pública es un arcano indescifrable, así que me limitaré a decirles qué impresión me causaron y qué impresión creo que pudieron causar.
Tengo ciertos conocimientos de Economía y una opinión formada sobre cuáles deben ser los principios que deben presidir la política económica. Estoy más de acuerdo con Pizarro o con Rato que con Solbes. Prefiero fomentar la libertad individual rebajando la presión fiscal para que los ciudadanos tengan más posibilidades a la hora de emprender proyectos empresariales. Estas rebajas no significan necesariamente que disminuya la recaudación, en contra de lo que parece pensar Solbes. Estoy harto de que nos engañen diciendo que las retenciones del IRPF han bajado cuando eso no se ve por ninguna parte. También creo que hay que fomentar la competitividad, fortalecer la familia y, sobre todo, mejorar la educación. Asimismo, es importantísimo tener una política energética que nos proteja de los vaivenes internacionales y permita un desarrollo sostenible (Pizarro, experto en este tema, lanzó el guante y Solbes, pese a que dijo que lo iba a recoger, no lo hizo). Estas tesis, y la comparativa de subida de precios en España y en el resto de Europa, fueron mensajes de Pizarro fácilmente comprensibles y capaces de ser recordados.
Pizarro no me tenía que ganar para su causa porque coincido con sus puntos de vista. Ahora bien, pudo estar más brillante en la elección de la forma de trasladar sus argumentos, en su capacidad expresiva, en su postura y en otros elementos retóricos. Apenas concluyó el debate, en las emisoras empezaban a destacar todos sus fallos. Debatir no es cosa fácil. A mí personalmente me resulta desagradable. Soy una persona que suele meditar mucho las cosas y no me gusta salir rápidamente a combatir una idea. Sólo me gusta pronunciarme cuando he valorado todos los puntos de vista. Me pasa muchas veces que cuando termino una discusión caigo en la cuenta, cuando reflexiono detenidamente, de muchos argumentos que podía haber esgrimido. En definitiva, que no es fácil debatir y no creo que haya que dramatizar porque Pizarro podía haber dicho más cosas o haber sido más contundente. Lo que dijo es cierto y se le entendió.
Solbes estuvo sereno, rápido de reflejos, locuaz y contundente en las formas. Daba la impresión de dominar la situación, pero también, y este fue su principal error, de autocomplacencia. Si lo pienso detenidamente, no soy capaz de recordar ningún mensaje de Solbes, sencillamente porque su mensaje fue continuista, vendió su gestión y su persona. Estaba encantado de haberse conocido y de la situación de la economía española. No propuso nada nuevo. Por eso, tienen razón los que dicen que estuvo a la defensiva. En efecto, en los contenidos estuvo a la defensiva, aunque no fue así en las formas, aunque parezca paradójico. No jugó al ataque, sino que contraatacó, pero sin capacidad para llegar al corazón de la gente. No sé lo que pensará la gente, pero creo que Pizarro llegó y conectó más con el ciudadano corriente por su manera de expresarse y por muchas de las cosas que dijo. Solbes estuvo más distante y ante una situación de crisis su suficiencia pudo resultar irritante.
Tengo ciertos conocimientos de Economía y una opinión formada sobre cuáles deben ser los principios que deben presidir la política económica. Estoy más de acuerdo con Pizarro o con Rato que con Solbes. Prefiero fomentar la libertad individual rebajando la presión fiscal para que los ciudadanos tengan más posibilidades a la hora de emprender proyectos empresariales. Estas rebajas no significan necesariamente que disminuya la recaudación, en contra de lo que parece pensar Solbes. Estoy harto de que nos engañen diciendo que las retenciones del IRPF han bajado cuando eso no se ve por ninguna parte. También creo que hay que fomentar la competitividad, fortalecer la familia y, sobre todo, mejorar la educación. Asimismo, es importantísimo tener una política energética que nos proteja de los vaivenes internacionales y permita un desarrollo sostenible (Pizarro, experto en este tema, lanzó el guante y Solbes, pese a que dijo que lo iba a recoger, no lo hizo). Estas tesis, y la comparativa de subida de precios en España y en el resto de Europa, fueron mensajes de Pizarro fácilmente comprensibles y capaces de ser recordados.
Pizarro no me tenía que ganar para su causa porque coincido con sus puntos de vista. Ahora bien, pudo estar más brillante en la elección de la forma de trasladar sus argumentos, en su capacidad expresiva, en su postura y en otros elementos retóricos. Apenas concluyó el debate, en las emisoras empezaban a destacar todos sus fallos. Debatir no es cosa fácil. A mí personalmente me resulta desagradable. Soy una persona que suele meditar mucho las cosas y no me gusta salir rápidamente a combatir una idea. Sólo me gusta pronunciarme cuando he valorado todos los puntos de vista. Me pasa muchas veces que cuando termino una discusión caigo en la cuenta, cuando reflexiono detenidamente, de muchos argumentos que podía haber esgrimido. En definitiva, que no es fácil debatir y no creo que haya que dramatizar porque Pizarro podía haber dicho más cosas o haber sido más contundente. Lo que dijo es cierto y se le entendió.
Solbes estuvo sereno, rápido de reflejos, locuaz y contundente en las formas. Daba la impresión de dominar la situación, pero también, y este fue su principal error, de autocomplacencia. Si lo pienso detenidamente, no soy capaz de recordar ningún mensaje de Solbes, sencillamente porque su mensaje fue continuista, vendió su gestión y su persona. Estaba encantado de haberse conocido y de la situación de la economía española. No propuso nada nuevo. Por eso, tienen razón los que dicen que estuvo a la defensiva. En efecto, en los contenidos estuvo a la defensiva, aunque no fue así en las formas, aunque parezca paradójico. No jugó al ataque, sino que contraatacó, pero sin capacidad para llegar al corazón de la gente. No sé lo que pensará la gente, pero creo que Pizarro llegó y conectó más con el ciudadano corriente por su manera de expresarse y por muchas de las cosas que dijo. Solbes estuvo más distante y ante una situación de crisis su suficiencia pudo resultar irritante.
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Actualidad política
jueves, 21 de febrero de 2008
La sentencia de los Albertos y la confianza en la justicia
Todavía no se ha publicado en la web del Tribunal Constitucional (www.tribunalconstitucional.es), pero lo que se empieza a conocer de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre los Albertos es preocupante, tanto por la doctrina sobre la prescripción de los delitos en relación con el derecho a la tutela judicial efectiva, como sobre todo por la imagen pública del Tribunal y por añadidura de toda la justicia.
Soy de los que piensa que el pilar de un Estado de Derecho son los jueces, es decir, creo que es más importante contar con buenos jueces que con buenas leyes, aunque obviamente ambas cosas son deseables. Las naciones anglosajonas, constitucionalistas por excelencia, constituyen el mejor ejemplo de la importancia de los jueces como garantes del Derecho. Sin jueces independientes el Derecho no existe y la arbitrariedad campa a sus anchas.
Tengo la sensación de que entre los ciudadanos empieza a calar la creencia de que el Derecho no es susceptible de tratamiento racional. En demasiadas ocasiones da la impresión de que se argumenta en función de lo que interesa al poder político o al poderoso importando poco la mayor o menor solidez del razonamiento. El ciudadano desconfía de la justicia y tiende a ver como única solución la limitación de la capacidad interpretativa de los jueces, es decir, el sometimiento total del juez a la ley. Así pensaban quienes elaboraron los grandes códigos a lo largo del siglo XIX en Europa, principalmente en Francia. Pero, no se equivoquen, ese ideal sí que es absolutamente irracional. Es imposible aplicar las leyes sin una labor mediadora de interpretación que necesariamente exige juicios de valor. Por ello, ante el problema de la arbitrariedad o sencillamente la mala argumentación de los jueces, la solución pasa por fiscalizar al máximo sus decisiones por parte de la opinión pública, y en especial por parte de los juristas y científicos del Derecho. Es posible y necesaria la crítica racional de las sentencias, la investigación jurídica, para, entre otras cosas, desacreditar con la fuerza de la razón a quienes desvirtúan con su ineptitud o su mala fe la confianza de los ciudadanos en el Estado de Derecho.
Soy de los que piensa que el pilar de un Estado de Derecho son los jueces, es decir, creo que es más importante contar con buenos jueces que con buenas leyes, aunque obviamente ambas cosas son deseables. Las naciones anglosajonas, constitucionalistas por excelencia, constituyen el mejor ejemplo de la importancia de los jueces como garantes del Derecho. Sin jueces independientes el Derecho no existe y la arbitrariedad campa a sus anchas.
Tengo la sensación de que entre los ciudadanos empieza a calar la creencia de que el Derecho no es susceptible de tratamiento racional. En demasiadas ocasiones da la impresión de que se argumenta en función de lo que interesa al poder político o al poderoso importando poco la mayor o menor solidez del razonamiento. El ciudadano desconfía de la justicia y tiende a ver como única solución la limitación de la capacidad interpretativa de los jueces, es decir, el sometimiento total del juez a la ley. Así pensaban quienes elaboraron los grandes códigos a lo largo del siglo XIX en Europa, principalmente en Francia. Pero, no se equivoquen, ese ideal sí que es absolutamente irracional. Es imposible aplicar las leyes sin una labor mediadora de interpretación que necesariamente exige juicios de valor. Por ello, ante el problema de la arbitrariedad o sencillamente la mala argumentación de los jueces, la solución pasa por fiscalizar al máximo sus decisiones por parte de la opinión pública, y en especial por parte de los juristas y científicos del Derecho. Es posible y necesaria la crítica racional de las sentencias, la investigación jurídica, para, entre otras cosas, desacreditar con la fuerza de la razón a quienes desvirtúan con su ineptitud o su mala fe la confianza de los ciudadanos en el Estado de Derecho.
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miércoles, 20 de febrero de 2008
El amor a la verdad
¿Qué daña más a una sociedad la mentira o el insulto? Para mí sin lugar a dudas la mentira. En España, sin embargo, nos rasgamos más las vestiduras ante los insultos o ante determinadas opiniones. Quizá ello se deba a que el insulto muestra su faz con toda claridad. La razonable tolerancia frente a un error cometido de buena fe lleva injustificadamente aparejada la tolerancia frente a la falsedad e incluso frente a la mentira. Suele tratarse la mentira como si fuera una opinión: al igual que hay disparidad de opiniones, puede haber disparidad de versiones sobre unos hechos. De ahí que, por poner un ejemplo sangrante, el Tribunal Constitucional haya considerado que es contrario a la Constitución castigar penalmente una conducta consistente en negar el Holocausto judío, mientras que no lo es su justificación intelectual –dejo al margen matices importantes que están presentes en la STC 235/2007-. Pues bien, yo opino que es mucho más grave pretender hacer creer que el Holocausto judío no se produjo.
La verdad es una exigencia ineludible de la vida humana. El ser humano es un ser que requiere la verdad, por ello la busca hasta el punto de embarcarse en un quehacer filosófico. Hay que combatir la mentira en todos los frentes, también a nivel de la organización institucional del Estado. Parece que ETA está en una situación de máxima debilidad y puede ser derrotada. En caso de que el Estado saliera victorioso, ¿creen ustedes que el combate contra el terrorismo habría concluido? Evidentemente, no. Hay que eliminar su causa y ésta no es tanto una determinada ideología como una mentira. El alimento del terrorismo etarra y del nacionalismo independentista se basa en una gran mentira administrada a través del sistema educativo, cuyos contenidos han sido imprudentemente dejados en manos de las Comunidades Autónomas. Hay que actuar sobre este punto si verdaderamente se quiere luchar contra el terrorismo. Para ello es necesario por encima de todo recuperar el amor a la verdad.
La verdad es una exigencia ineludible de la vida humana. El ser humano es un ser que requiere la verdad, por ello la busca hasta el punto de embarcarse en un quehacer filosófico. Hay que combatir la mentira en todos los frentes, también a nivel de la organización institucional del Estado. Parece que ETA está en una situación de máxima debilidad y puede ser derrotada. En caso de que el Estado saliera victorioso, ¿creen ustedes que el combate contra el terrorismo habría concluido? Evidentemente, no. Hay que eliminar su causa y ésta no es tanto una determinada ideología como una mentira. El alimento del terrorismo etarra y del nacionalismo independentista se basa en una gran mentira administrada a través del sistema educativo, cuyos contenidos han sido imprudentemente dejados en manos de las Comunidades Autónomas. Hay que actuar sobre este punto si verdaderamente se quiere luchar contra el terrorismo. Para ello es necesario por encima de todo recuperar el amor a la verdad.
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Sociedad
martes, 19 de febrero de 2008
Hoy le toca a Rosa Díez
Ayer Dolors Nadal. Hoy Rosa Díez ha sufrido los denuestos e intentos de agresión de los "estudiantes" de extrema izquierda que han acudido a reventar su conferencia. La batasunización de la Universidad y de la vida pública española por desgracia es una realidad. ¿Por qué atacan a Rosa Díez? Esta gentuza carga contra todo lo que ponga en riesgo la victoria zapateril. El PSOE ha cometido la gravísima irresponsabilidad de criminalizar al PP, que ha dejado de ser visto por estos "estudiantes" como un adversario político para pasar a encarnar el mal absoluto. Si Rosa Díez restando votos de izquierda facilita el triunfo del PP es culpable de que el mal recupere el poder, y merece ser tachada de fascista -la palabra que hoy identifica el mal en el ámbito político-. Así de simple. Los días previos a las elecciones han dejado de constituir un periodo de debate y confrontación de ideas y propuestas para pasar a ser un escenario de lucha sin cuartel, de tensión máxima, en el que sólo importa la victoria final. Esto es lo que sucede cuando se rompen los puentes con la oposición y el gobierno descansa en las alianzas con los extremistas. Siempre ha sido así. No tienen más que leer las lúcidas reflexiones de Julián Marías sobre las causas de la guerra civil española. El daño que ha hecho Zapatero a la democracia española es inmenso, y la importancia de estas elecciones es enorme.
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