sábado, 24 de abril de 2010

Lo de Garzón

Creo que la campaña que estamos viviendo a favor de Garzón es la mayor siembra de discordia entre españoles que se ha producido en los últimos treinta y cinco años. Algo verdaderamente gravísimo basado en falsedades y sectarismo. Que hay algo más que indicios de prevaricación en la actuación de Garzón es evidente para todo aquel jurista que se haya tomado la molestia de leer su auto y el brillantísimo recurso que interpuso el fiscal al mismo. También merece una valoración altamente positiva el impecable auto del juez Varela.

El acto de juzgar exige juicios de valor, pero en modo alguno esos juicios pueden traducirse en arbitrariedad, que es exactamente lo que sucede cuando se realizan interpretaciones contrarias a la jurisprudencia y al sentido común como, por ejemplo, el intento garzonil de pretender calificar las “desapariciones” como si se tratara de un delito de detención ilegal. Y así podríamos seguir, aunque quizá lo más grave, como destaca acertadamente el juez Varela, es la forma en que Garzón ha pretendido obviar la existencia de las leyes de amnistía aprobadas durante la transición, que como es sabido fueron el resultado de un gran consenso nacional. Como dice el fiscal en el recurso que presentó al auto de Garzón, todo intento de trazar una analogía entre la amnistía española y las leyes de punto final de las dictaduras del cono sur americano es un auténtico disparate.

La defensa de Garzón ha sido la excusa para que salgan a pasear reivindicaciones esperpénticas como las que reclaman el fin de la impunidad de los crímenes franquistas. Y es un esperpento porque no se puede ignorar en primer lugar la citada amnistía (afirmar que fue impuesta por los herederos del régimen es sencillamente falso); en segundo lugar, porque se trata de ajusticiamientos que tuvieron lugar en su inmensa mayoría hace casi ¡setenta años!; en tercer lugar porque no se puede obviar que fueron cometidos tras una Guerra Civil en la que el bando republicano fue también gravemente criminal; y en cuarto lugar porque ninguno de los dirigentes franquistas de aquella época (los años cuarenta) está vivo. Estamos ante una aberración sectaria que le viene de perlas a Zetapé para movilizar a su electorado, al que poco le importa la concordia entre españoles si puede seguir instalado en el poder.

Finalmente, me parece lamentable que buena parte de la opinión pública (por ejemplo, mi amigo Melquíades) esté siendo víctima fácil de la distorsionada y falaz presentación de los hechos que están realizando los medios de izquierda y los defensores de Garzón. Es fácil dejarse seducir por consignas que presentan a Garzón como un adalid de una causa justa e ignoran con irresponsabilidad criminal que la sociedad española hace más de treinta años decidió no utilizar el pasado como arma política de confrontación.

El velo islámico en los colegios

No puedo decir que me sorprenda la polémica que ha generado estos días la prohibición del velo islámico en un colegio. A mi juicio la solución es clara: como certeramente ha declarado el portavoz de la conferencia episcopal española, las niñas tienen derecho a asistir a clase con el velo. En efecto, el derecho a la libertad religiosa no se ejerce únicamente en un ámbito privado, sino que toda persona tiene derecho a vivir conforme a sus creencias respetando la estructura de la sociedad en que se halla. En este caso no veo que asistir a clase con un velo impida un normal desarrollo de la enseñanza, al margen de que dicha prenda no simboliza ninguna sumisión de la mujer que vedaría nuestra Constitución.

Algunas opiniones insisten en que hay que respetar el reglamento del centro, y otras inciden en que si nadie puede vestir a su antojo también es lícito prohibir el velo. Ambos argumentos son fácilmente refutables. Como es evidente, el derecho a la libertad religiosa –del que también son titulares los menores de edad- consagrado en la Constitución no puede ser vulnerado por un simple reglamento escolar. Por otra parte, es razonable que los colegios puedan establecer normas respecto a la vestimenta de sus alumnos y decidir, por ejemplo, que venir a clase con una camiseta zarrapastrosa no es adecuado, o exigir uniforme. Ahora bien, no hay que olvidar que el zarrapastroso no ejerce el derecho a la libertad religiosa, y que la exigencia de uniforme es compatible con llevar el velo. Si en lugar del velo se tratara de una prenda religiosa que impide llevar el uniforme de un centro el asunto adquiriría un nuevo cariz. Aquí habría que plantearse el papel que desempeña el uniforme en el proceso de enseñanza, y la posibilidad de adaptar el uniforme a las exigencias de vestimenta propias de la religión en cuestión.

Pero sin duda en este tema lo más importante es subrayar que el hecho de que finalmente las niñas acudan al colegio con el velo es una muestra de la fortaleza de nuestra democracia, y en modo alguno una cesión más frente al mundo musulmán. El respeto y la valoración positiva del fenómeno religioso enriquece nuestra sociedad, cosa que como es sabido no sucede con el laicismo beligerante francés que pretende erradicar los símbolos religiosos del espacio público. Precisamente por ello no me sorprende en absoluto que la conferencia episcopal haya defendido públicamente el derecho a acudir a clase con el velo islámico, pues como ustedes saben Zetapé pretende aprobar próximamente una nueva ley de libertad religiosa. Para echarse a temblar…

viernes, 23 de abril de 2010

Zapatero y Rajoy en clave generacional

A pesar de que la crisis parece haber hundido electoralmente a Zetapé, no tengo nada claro que el PP vaya a ganar las próximas elecciones. Sin duda sería lo más razonable a la vista de cómo está la nación, pero hay una circunstancia generacional que no me encaja, y que para mí tiene mucha importancia.

La historia se desarrolla sobre la sucesión progresiva de generaciones. Las generaciones no actúan como tales, sino que aparecen encarnadas en determinados individuos que, al margen de sus circunstancias personales, son hijos de su generación. Hace algunos años, antes de las elecciones del 14-M de 2004, y también antes del 11-M, escribí un artículo (que finalmente no publiqué) titulado “La generación emergente” en el que señalaba que Zapatero y Rajoy pertenecen a generaciones diferentes (Rajoy a la de los nacidos entre 1946 y 1961, y Zapatero –pese a que nació en 1960- a la de los nacidos entre 1961 y 1976). Les adjunto más abajo el artículo, pero al margen de lo que en él digo, hoy me resultaría muy extraño desde el punto de vista de la lógica sucesión generacional que Rajoy ganara a Zapatero. Este acontecimiento no sólo supondría la primera ocasión desde que se instauró la democracia en que un nuevo presidente es más mayor que su predecesor, sino que el poder vuelve a un representante de una generación previa a la que hoy gobierna. Si finalmente esto se produce merecerá un análisis mucho más profundo que el de una simple respuesta masiva al malestar de los ciudadanos con un nefasto gobernante. Quizá sigamos inmersos en la disyuntiva a la que me refería en 2004 y resulta que los españoles se van dando cuenta de que el camino de Zapatero conduce al abismo y urge rectificar.

Este es el artículo escrito antes del 11-M de 2004:

"La generación emergente

Es una verdadera lástima que ante las próximas elecciones uno tenga la sensación de que hay mucho en juego, demasiado. El papel de España en el mundo puede ser muy distinto si ganan los socialistas o los populares. Otro tanto sucede con la estructura institucional del Estado. Si Zapatero se ha comprometido a aprobar cualquier propuesta de modificación del estatuto catalán que salga del Parlamento de Cataluña, es evidente que probablemente tendría que reformarse la Constitución. En el terreno educativo también parece que los socialistas pretenden deshacer varias iniciativas adoptadas por el PP en esta legislatura, y a mi juicio la educación es un problema de Estado en el que no se puede ir dando bandazos.

Esta falta de consenso ante problemas de Estado es un síntoma de que se ha entrado en una nueva fase de la historia de España. La transición ha quedado atrás y conviene darse cuenta de ello. Algunos colectivos de actores se quejan de que se está produciendo un retroceso del derecho a la libre expresión. Sin embargo, esta época en la que nos adentramos se caracteriza sobre todo porque los partidos políticos comienzan a sentirse libres de ciertos condicionamientos del pasado, y lanzan mensajes que antes se procuraba evitar. Este año han ondeado las banderas republicanas, algo impensable hace poco; los nacionalistas han dado un paso al frente para dejar atrás la Constitución del 78; el PP ha perdido el miedo a hablar de España con orgullo, sin temor a ser tildado de franquista; de los socialistas no sé muy bien qué decir, pues para mí es una incógnita su discurso y su posible actuación.

Probablemente, este cambio se debe a que la generación de los que hemos nacido entre 1960 y 1976 -siguiendo el método de cálculo generacional propuesto por Julián Marías- comienza a abrirse paso en los distintos puestos de responsabilidad de la sociedad. Se trata de una generación que conoció el franquismo en su niñez y que se ha formado en la democracia. Zapatero pertenece a esa generación, al igual que Camps y el ministro Costa.

Esta generación no tiene marcado su horizonte de actuación con la misma necesidad histórica que la generación de Suárez y González, y que la generación de Aznar y Rajoy. Estos políticos pertenecen a las dos generaciones de españoles que han ocupado los puestos de responsabilidad durante los gobiernos de la transición. Dos generaciones que en diferente medida han conocido el franquismo, y que sabían que su misión histórica consistía en sentar las bases institucionales de la reconciliación nacional, consolidar la democracia y hacer prosperar a España en el marco de Europa. Rajoy pertenece a la generación de Aznar y pretende profundizar en esta línea. Dejando al margen sus cualidades personales, refleja a la perfección el carácter de su generación.

El candidato popular ha dicho que todavía hay muchas cosas por hacer en España. Estas palabras quizá podrían interpretarse como un mensaje que manda a la generación emergente en el que dice que el proyecto de su generación no está ni mucho menos concluido, que hay mucho por hacer y anima a sumarse a él. En definitiva, defiende la continuidad de un proyecto que abarca varias generaciones. Estoy convencido de que su generación siente, vive, dicho proyecto, el proyecto de la transición. Conocieron la muerte de Franco desde las aulas universitarias, mientras que muchos de los que pertenecemos a la generación emergente veíamos Barrio Sésamo cuando Tejero irrumpía en el Congreso de los Diputados. Su proyecto, insisto, es la Constitución y la europeización de España.

El problema de la generación emergente es que cualquier proyecto lo tiene que asumir intelectualmente porque no siente la necesidad vital de emprenderlo, como sí sucedía con las anteriores. Fijémonos en la generación del 98. El regeneracionismo no fue simplemente un discurso que caló, sino que nació de la experiencia vital que supuso la pérdida de Cuba y Filipinas. ¿Y la generación de los años 20? La turbulenta agitación social que culmina con la dictadura de Primo de Rivera también constituyó una experiencia vital, al igual que sucede con las generaciones que vivieron el trauma de la guerra civil y la época franquista. La generación emergente es la única que se ha formado sin conocer experiencias significativas en la vida nacional que la orienten en un sentido o en otro. Es como un niño rico que no ha sabido buscarse la vida, y que espera que todo siga como hasta ahora. No tiene clara cuál es su misión histórica, y por eso hace falta que acoja intelectualmente -a falta de vitalidad- un proyecto.

Ahora bien, percibo un acontecimiento que quizá la sacuda vitalmente de su modorra histórica. No me refiero a las elecciones del catorce de marzo, pese a su indudable trascendencia, sino al inminente desafío nacionalista que se va a desencadenar virulentamente una vez hayamos traspasado esa fecha. Este desafío probablemente marque el destino de la nueva generación. Quizá sirva de espoleta para que se despierte la necesidad vital y no sólo intelectual de contar con un proyecto nacional para España -al que ya me referí en otro artículo publicado en este Diario- en el que se embarque la que, según se dice, es la generación mejor formada de la historia de España.

La indefinición que envuelve la actitud de Zapatero es la propia de su generación. ¿Hacia dónde vamos? La generación de Rajoy lo tiene claro, la de Zapatero, veremos."

miércoles, 31 de marzo de 2010

Conciliar democracia y excelencia

Al igual que nuestro amigo Roberto Lanzas, visitante del blog, yo tampoco estoy satisfecho con el funcionamiento de nuestra democracia. Roberto alude críticamente a la partitocracia y parece abogar por una democracia orgánica en línea con las tesis falangistas. ¿Sobre qué órganos se articularía esa democracia, Roberto? No parece razonable en estos momentos que el órgano que encauce esa democracia orgánica sea un sindicato, tal como en su día planteaba José Antonio. En realidad, la actual partitocracia está muy próxima a una democracia orgánica, como en su momento expuse en el blog. En efecto, hoy en día es casi impensable hacer política nacional al margen de los grandes partidos, que se convierten en órganos burocratizados que filtran las lícitas aspiraciones a participar en los asuntos públicos mediante cargos de representación política. ¿Hay, pues, alternativas democráticas a la partitocracia? ¿Es posible una democracia viable sin partidos políticos? Estas son preguntas a las que no es posible dar cumplida respuesta en este blog, pero algo sí se puede decir.

Lo primero que quisiera señalar es que la crisis que vive la democracia española exige utilizar el pensamiento y la imaginación para proponer reformas. José Antonio interpretó la realidad española en el contexto de su época e hizo sus propuestas. Lo que hay que hacer no es aplicar fórmulas pensadas para otra época, sino repensar nuevamente la España actual. En este sentido, yo creo que no es posible prescindir de los partidos políticos, pero hay que arbitrar fórmulas para evitar que secuestren la democracia. En este terreno hay mucho que hacer, pero creo que lo más importante es reformar el sistema electoral para evitar la infrarrepresentación de los partidos nacionales minoritarios. Esto es importante no sólo porque es una exigencia de justicia, sino porque dinamizaría la democracia al permitir que los excesos cometidos por los grandes partidos tuviera un coste electoral real e importante. ¿Ello redundaría en una inestabilidad política? Quizá, pero creo que la democracia española necesita dinamizarse porque el precio de esta estabilidad es excesivamente elevado: peajes a los partidos nacionalistas y burocratización de los grandes partidos.

La segunda reforma que me parece imprescindible es más complicada. El funcionamiento de nuestra democracia está poniendo de relieve que cada vez es más habitual ver como gente de escasa preparación y valía copa los cargos de representación política. Esto es muy grave. No puede ser que los mejores no cuenten a la hora de dirigir los destinos de la nación. ¿Acaso esta no es la crítica fundamental que Platón formulaba a la democracia? Sí, en efecto. Y tenía razón en su crítica, pero la solución no está en apostar por un régimen autocrático, sino por incorporar a los mejores a la democracia. En su día, durante la transición, existieron los senadores por designación real. Así, por ejemplo, Camilo José Cela y otros ilustres nombres se incorporaron a la vida pública. Es fundamental que los mejores cuenten con un espacio. ¿Pero quién determina quiénes son los mejores y qué espacio deben ocupar? ¿El Rey? No estoy seguro, pero quizá deberíamos incorporar a nuestra democracia una cámara de notables. La idea es que debemos atemperar la democracia incorporando la excelencia. Este es el gran reto.

jueves, 18 de marzo de 2010

Respuesta a N. Flamel

a) La visión de la vida económica presente en la doctrina social de la Iglesia no está desarrollada en el artículo porque es un tema colateral que exigiría un desarrollo completo. No obstante, recomiendo su lectura. Son 100 páginas repletas de sabiduría y sentido común. Lo fundamental es comprender que la propiedad privada y la iniciativa empresarial deben orientarse al bien común que incluye el desarrollo personal. El afán de lucro es perfectamente lícito si está gobernado por esos principios. Cada vez considero más importante la formación en ética empresarial (comparto los comentarios de Franki al post de Juan Roig).

b) La cita de la doctrina social de la Iglesia en la que se hace referencia a los riesgos de los sistemas financieros internacionales es de 2005. Esa cita es la verdaderamente importante, la de la encíclica de Benedicto XVI es de apoyo sobre otra cuestión.

c) Es posible prever determinadas circunstancias sociales. Con relación a esta crisis, sin ir más lejos yo mismo escribí un post en 2007 que recuerdo haber titulado algo así como “A las puertas de una gran crisis”. Lo importante es dirigir bien la atención porque en los medios sólo aparecen paniagudos incapaces de emitir juicios objetivos. Esta crisis era predecible y hubo gente solvente que la predijo.

PP y PSOE bloquean la reforma del sistema electoral

Es un verdadero escándalo que PP y PSOE, con el lógico apoyo de los nacionalistas, sean capaces de ponerse de acuerdo para bloquear una reforma del sistema electoral que cuanto menos mejore la proporcionalidad de los partidos minoritarios de ámbito nacional. El sistema beneficia a los grandes partidos y a los nacionalistas, así que no tienen ningún interés en cambiarlo, pese a que ello desaliente a un importante número de votantes y provoque desafección democrática. Grave, gravísima decisión que debería tener un coste electoral. En su momento expuse las razones por las que creo que sería bueno para España que la gobernabilidad dependiera de UPyD. Hoy todavía me parece más urgente castigar a los dos grandes partidos que están haciendo imposible una verdadera democracia en España.

miércoles, 17 de marzo de 2010

La crisis internacional como crisis sistémica

Quizá a los lectores pueda interesarles un breve artículo que he publicado en un revista electrónica. No está dirigido a especialistas, sino al público culto en general. Se titula "La crisis internacional como crisis sistémica".

http://revistasocialesyjuridicas.umh.es/Revista/NUMERO_6.html