La propuesta del gobierno de reforma del sistema de pensiones pone de relieve una vez más que estamos en manos de un gobierno de incapaces. En abril pusieron de vuelta y media a Fernández Ordoñez –el gobernador del Banco de España- por proponer exactamente lo mismo que ahora intentan que la grey hispánica ingurgite dócilmente. No es de extrañar que Fernández de la Vega y Salgado tragaran saliva y agacharan la cabeza cuando una periodista les preguntó durante la rueda de prensa del último Consejo de Ministros si no pensaban que debían disculparse con Fernández Ordoñez.
Por fin se ha abierto el debate sobre el retraso de la edad de jubilación y sobre la reforma del sistema de pensiones. Y digo por fin porque se trata de un problema que implica decisiones que afectan a los pilares sobre los que se sostiene la estructura social. Se equivocan, pues, quienes deseen plantearlo desde una perspectiva puramente técnica.
Empiezan a escucharse las primeras declaraciones, y el orate monclovita no podía privarse de decir la primera tontería. Zapatero se ha apresurado a tranquilizar a los feligreses socialistas durante la homilía laica que les endosó en el comité federal de su partido: Lo que en ningún caso se hará será “mermar los derechos de los trabajadores”. Naturalmente todos se apresuraron a comulgar con el sumo pontífice pegando la cabotà, como diríamos los valencianos.
Es increíble la facilidad con la que este hombre habla de derechos sin ningún rigor, lo cual por cierto reafirma la tesis de quienes insistimos en que la apelación a los derechos constituye uno de los rasgos característicos del buenismo zapateril (no se pierdan el artículo de Andrés Ollero publicado en el libro “El fraude del buenismo” http://documentos.fundacionfaes.org/es/documentos/show/00001-00 ). En la última campaña electoral abogaba muy ufano por desarrollar una política de ampliación de derechos, como si el otorgamiento de un derecho fuera algo siempre positivo que no genera ninguna obligación por parte nadie.
¿Retrasar la edad de jubilación o modificar los años de cálculo no supone una merma de derechos para los trabajadores? La verdad es que semejante afirmación no hay por dónde cogerla. Es evidente que los derechos de los trabajadores dependen de la regulación legal de los distintos ámbitos del Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, y de los convenios colectivos. Si la normativa de la Seguridad Social se modifica y requiere más años de cotización para acceder a una pensión, es claro que sigue existiendo un derecho a recibir una pensión, pero se ha perdido el derecho a recibir esa pensión a los 65 años. Retrasar la edad de jubilación y variar el sistema de cálculo modifica el contenido de los derechos que hasta ahora venían disfrutando los trabajadores, y es absolutamente evidente que esta modificación es perjudial, ya que los trabajadores nos vemos obligados a trabajar más años y probablemente vamos a cobrar menos pensión.
¿Qué demonios está queriendo decir entonces Zapatero? Podría pensarse que el temor a la reacción de los ciudadanos le conduce a refugiarse en su habitual discurso demagógico y mendaz. Pero quizá la explicación sea otra. En realidad Zapatero ha acreditado que para él un derecho es una entidad formal que existe aunque carezca de repercusión práctica. Sólo desde una concepción puramente formalista puede entenderse esa afición suya a ampliar derechos. Lo malo es que esa tendencia es contagiosa y los nuevos Estatutos de Autonomía han apostado por la moda del buenismo zapateril reconociendo nuevos derechos (eso sí, no se les ha dicho a los ciudadanos, por ejemplo, que el Tribunal Constitucional ha declarado que el derecho al agua de los valencianos no es un derecho en sentido estricto, ya que no existen mecanismos procesales para hacerlo valer). Políticamente es muy rentable: a los ciudadanos se les venden esos nuevos derechos, y si luego no se pueden ejercer se soluciona responsabilizando de ello a otros. Por esta razón Zapatero no tiene empacho en afirmar lo que afirma: los trabajadores siguen teniendo derecho a jubilarse. El tío es una lumbrera.
Por fin se ha abierto el debate sobre el retraso de la edad de jubilación y sobre la reforma del sistema de pensiones. Y digo por fin porque se trata de un problema que implica decisiones que afectan a los pilares sobre los que se sostiene la estructura social. Se equivocan, pues, quienes deseen plantearlo desde una perspectiva puramente técnica.
Empiezan a escucharse las primeras declaraciones, y el orate monclovita no podía privarse de decir la primera tontería. Zapatero se ha apresurado a tranquilizar a los feligreses socialistas durante la homilía laica que les endosó en el comité federal de su partido: Lo que en ningún caso se hará será “mermar los derechos de los trabajadores”. Naturalmente todos se apresuraron a comulgar con el sumo pontífice pegando la cabotà, como diríamos los valencianos.
Es increíble la facilidad con la que este hombre habla de derechos sin ningún rigor, lo cual por cierto reafirma la tesis de quienes insistimos en que la apelación a los derechos constituye uno de los rasgos característicos del buenismo zapateril (no se pierdan el artículo de Andrés Ollero publicado en el libro “El fraude del buenismo” http://documentos.fundacionfaes.org/es/documentos/show/00001-00 ). En la última campaña electoral abogaba muy ufano por desarrollar una política de ampliación de derechos, como si el otorgamiento de un derecho fuera algo siempre positivo que no genera ninguna obligación por parte nadie.
¿Retrasar la edad de jubilación o modificar los años de cálculo no supone una merma de derechos para los trabajadores? La verdad es que semejante afirmación no hay por dónde cogerla. Es evidente que los derechos de los trabajadores dependen de la regulación legal de los distintos ámbitos del Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, y de los convenios colectivos. Si la normativa de la Seguridad Social se modifica y requiere más años de cotización para acceder a una pensión, es claro que sigue existiendo un derecho a recibir una pensión, pero se ha perdido el derecho a recibir esa pensión a los 65 años. Retrasar la edad de jubilación y variar el sistema de cálculo modifica el contenido de los derechos que hasta ahora venían disfrutando los trabajadores, y es absolutamente evidente que esta modificación es perjudial, ya que los trabajadores nos vemos obligados a trabajar más años y probablemente vamos a cobrar menos pensión.
¿Qué demonios está queriendo decir entonces Zapatero? Podría pensarse que el temor a la reacción de los ciudadanos le conduce a refugiarse en su habitual discurso demagógico y mendaz. Pero quizá la explicación sea otra. En realidad Zapatero ha acreditado que para él un derecho es una entidad formal que existe aunque carezca de repercusión práctica. Sólo desde una concepción puramente formalista puede entenderse esa afición suya a ampliar derechos. Lo malo es que esa tendencia es contagiosa y los nuevos Estatutos de Autonomía han apostado por la moda del buenismo zapateril reconociendo nuevos derechos (eso sí, no se les ha dicho a los ciudadanos, por ejemplo, que el Tribunal Constitucional ha declarado que el derecho al agua de los valencianos no es un derecho en sentido estricto, ya que no existen mecanismos procesales para hacerlo valer). Políticamente es muy rentable: a los ciudadanos se les venden esos nuevos derechos, y si luego no se pueden ejercer se soluciona responsabilizando de ello a otros. Por esta razón Zapatero no tiene empacho en afirmar lo que afirma: los trabajadores siguen teniendo derecho a jubilarse. El tío es una lumbrera.
4 comentarios:
El buenismo es demagogia en estado puro, unido a una concepción simplista de la vida.
Ya apuntaban maneras cuando estaban en la oposición con su famoso "No a la guerra". Dicho de manera tan clara cualquiera secundaría esta proclama. Nadie se atreve a decir lo contrario "Sí a la guerra". Te ponen en un aprieto porque entras en el juego de los polos, o blanco o negro, no hay puntos medios. Esto lo han unido con una simplificación de mensajes, tanto en campañas electorales como en los comunicados oficiales. Hemos perdido la capacidad de razonamiento abstracto para entrar de lleno en la etapa de operaciones formales, es decir, de pensamiento lineal y simple, con la ayuda del deterioro educativo, claro. Por eso lo deterioran, para controlarnos mejor. Así han conseguido manipular los mensajes, vendiendo progreso a base de machacarnos con los dogmas intocables de la caterva izquierdista. Y todos, como dice JdS, a pegar cabotàs.
Lutgardo.
¿Y los sindicatos? ¿Dónde están los sindicatos?
Más de cuatro millones de parados (y lo que queda) y disminución de derechos de los trabajadores (aumento de edad para jubilarte).
Por menos de eso, al PP le hicieron una ridícula y escasamente seguida, huelga general.
Vendidos. Es la palabra. ¿Será casualidad que en este tiempo de crisis les hayan aumentado las subvenciones?
Es nuestro deber convertir este divorcio entre sociedad y clase política en una crisis estructural que finiquite la partitocracia.
Demoledor análisis. Es una pena que este blog no pueda alcanzar a más gente, sus análisis (personales) dan en el clavo, donde otros no llegan. Un saludo.
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