Así reza uno de los eslóganes de la campaña de publicidad institucional de la Generalitat Valenciana. El que titula el post lo vi en un colegio recién inaugurado en Elche. En un ambulatorio colgaba otro que decía “Açó es atenció i es per a tu”. Al verlos volví una vez más a reflexionar sobre la idea que expuse en la entrada titulada “la interpretación de lo común” que publiqué hace pocos meses. Es tremendamente significativo que para “vender” obras o servicios públicos se apele al beneficio individual. Muy probablemente el responsable de la campaña publicitaria se da cuenta de que en España la gente percibe mucho más claramente el valor de algo que le afecta individualmente, particularmente, antes que algo de lo que se puede beneficiar por ser común. Dado que para la mayoría lo común se interpreta como una prolongación de lo privado, el publicista acierta –desde el punto de vista del marketing- al mostrar al ciudadano que ese servicio o ese colegio le va a beneficiar personalmente. Ahora bien, no nos engañemos, cuando nos quejamos de que en España muchos servicios y prestaciones públicas distan bastante del nivel de los países más desarrollados, deberíamos darnos cuenta de que, al margen de la mejora de la situación económica, el primer paso es revalorizar el significado de lo común.
5 comentarios:
No estoy seguro de si está directamente relacionado o tan solo traído por los pelos, pero qué le parece a Tomás de Domingo la campaña de publicidad del ministerio de justicia, cuyo presupuesto no llega para cubrir los medios televisivos, pero si veremos en prensa y oiremos en radio, destinada a revalorizar la imagen de los jueces. Me pregunto que pensarán la mayoría de los jueces, y alguna opinión conozco ya, sobre este estipendio que bien podría utilizarse en solventar algunos de los problemas de la justicia. Después de todo la percepción de la población sobre la justicia deriva de su relación con las misma y seguramente uno de los problemas que más negativamente se percibe son los problemas de lentitud.
No la he visto. Cuenta, cuenta...
No la he visto. Cuenta, cuenta...
El Consejo General del Poder Judicial ha lanzado su primera campaña publicitaria para mejorar la imagen de los jueces. La nueva iniciativa ha supuesto un desembolso de 260.000 euros, una cantidad que “no es nada comparado con los 12 millones que gasta Defensa”, según informan fuente del Consejo. La campaña consistirá en la insercion de anuncios en prensa y radio durante tres semanas.
La acción pretende también fomentar la confianza de los ciudadanos en el trabajo de los jueces, que reclaman defender los valores constitucionales. En realidad, la campaña ha sido fruto de unos datos negativos. El Poder Judicial resultó el peor valorado de los tres poderes del Estado en unos estudios realizados por el CIS en 2008. El 58% de los encuestados declaró no tener confianza en el Poder Judicial, mientras que el Gobierno se hacía con un 51,3% y el Parlamento con un 48%.
Los anuncios utilizan imágenes de contenido emocional, acompañadas de un texto que reza: “50.000 hombres y mujeres, jueces y magistrados, trabajan cada día para salvaguardar los grandes valores de la democracia: la justicia, la libertad y la igualdad. Ellos solucionan los problemas y conflictos, haciendo posible la convivencia entre todos los ciudadanos”. ( extraído de marketing directo)
Sin querer entrar donde no me llaman, pinchando en mi nick se puede ver una noticia sobre lo que comenta (acertadamente) el amigo Oscar.
Tan solo dos apuntes que subyacen a la crítica de Tomás, centrada en la necesidad de reinterpretar lo común.
El primero es la repulsiva pugna (traducida en centenares de miles de euros) que mantienen las distintas administraciones. Donde se encuentra ahora el cartel anunciado por Tomás, unos meses antes se encontraba uno del Ayuntamiento de Elche anunciando que habían cedido los terrenos a la Generalitat. Y eso sucede en cada obra pública: las administraciones, lejos de cooperar de forma honesta, se dedican a tirarse los trastos a la cabeza. Y el ciudadano paga la cuenta de sus desmanes.
Esas fricciones entre administraciones públicas o entre Estado y ciudadano no tienen solución. Pero hay una salida justa para esta pugna si uno está decidido a cambiar las cosas.
El antagonismo descrito se diluye en cuanto se concibe el problema del individuo frente al Estado, no como una competencia de poderes y derechos, sino como un cumplimiento de fines de destinos.
Cabe definir como he reiterado en incontables ocasiones la misión actual de España, y también la del individuo portador de una misión peculiar en la armonía del Estado.
La idea de que exista un destino justificador de la existencia de una construcción supra-individual (Estado por ejemplo), surge en el siglo de Santo Tomás (al que empecé a apreciar tras las clases del creador de este blog). En efecto, los frailes se encararon con el poder real absoluto y les negaron ese poder en tanto no estuviera justificado por el cumplimiento de un gran fin: EL BIEN DE LOS SUBDITOS. Lo que hoy, liberados de vasallaje y pleitesía podríamos llamar: el bien común.
Si alguien me ha seguido sabrá que creo en el individuo como cumplidor de una función, y no a través de los partidos políticos; no como representante de una falsa soberanía, sino por criterios orgánicos como tener un oficio, una familia, por pertenecer a un municipio. Si es así, a la vez que laborioso operario, el individuo será depositario del poder. Cabe repensar una fórmula para que los ciudadanos se integren en la misión de España, y a la par puedan decidir el rumbo de la misma.
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