miércoles, 6 de octubre de 2010

Sobre la huelga general

Me pide el amigo Lanzas un comentario de la huelga general del pasado 29 de septiembre desde la perspectiva de los derechos fundamentales. Adelante, pues, con el comentario, pero no satisfaré sus deseos completamente, pues prefiero centrarme en la vertiente política que en la jurídica, ya que es evidente que el derecho a la huelga no ampara la coacción, y por consiguiente todas las acciones de este tipo llevadas a cabo por piquetes son inadmisibles.

El pasado viernes Juan Manuel de Prada dedicó su programa “Lágrimas en la lluvia”, que se emite en Intereconomía los viernes a las 22.00, a los sindicatos. La película que sirvió para introducir el tema de debate fue “Las uvas de la ira”, de John Ford, un auténtico peliculón dicho sea de paso. De Prada introdujo el tema de manera correctísima (le aconsejaría que vigilara el tono y los gestos, que resulta un tanto pedante, así como el excesivo recurso a cambiar la cámara que le enfoca), y comparto plenamente sus puntos de vista. Hizo hincapié en la dimensión social del ser humano, que en las relaciones laborales se manifiesta en la agrupación profesional para preservar el correcto desempeño de la profesión y en la defensa de sus intereses, siempre subordinados al bien común. Cuando los sindicatos responden a esos fines y no se ponen al servicio de los partidos políticos, su labor no sólo es lícita, sino absolutamente necesaria. El problema es que en España UGT y CC.OO están absolutamente desprestigiados porque han sido tolerantes hasta la nausea con un gobierno que ha machacado a los trabajadores generando unas cifras de paro que nos han devuelto a los peores tiempos del felipismo. Por ello, cuando han convocado la huelga general mucha gente les ha dado la espalda. “A buenas horas”, ha pensado la mayoría. No obstante, políticamente la huelga ha hecho daño a Zapatero. Hasta hace pocos meses todavía era visto con simpatía por una parte del electorado de izquierdas, pero con el tijeretazo y la reforma laboral Zapatero se ha suicidado políticamente.

Lo importante no es la huelga, sino la reforma laboral que la ha provocado. En su día, cuando apareció el primer borrador de la reforma, publiqué un post indicando por dónde iban los tiros. Es evidente, aunque se quiera camuflar, que la reforma laboral abarata el despido, al extender los supuestos de despido objetivo, y judicializa todavía más las relaciones laborales. En el blog he escrito sobre las medidas estructurales que necesita España para superar la crisis. Entre ellas incluía una reforma laboral, pero ni mucho menos pienso que lo más importante sea el abaratamiento del despido a través de la extensión de las causas de despido objetivo. Es curioso, pero hace dos años Zapatero defendió su ley de economía sostenible afirmando en el Congreso de los Diputados que mucho más importante que una reforma de la legislación laboral es cambiar el tipo de trabajo que se realiza en España. Probablemente le habría escrito el discurso el asesor de turno y había acertado de pleno sin saberlo. En efecto, es prioritario cambiar cuestiones que afectan decisivamente al trabajo sin recortar los derechos de los trabajadores. Además de fomentar una economía que potencie determinados sectores productivos, a mi juicio urge replantear todo lo relativo a fiestas, horario laboral y horario de las vacaciones escolares. Asimismo, es fundamental facilitar el trabajo a tiempo parcial, y otras medidas que podríamos importar de Alemania, como alternativa al despido. En definitiva, era posible y deseable una reforma que beneficiara al empresario sin perjudicar al trabajador. Sin embargo, Zapatero con esta reforma ha abierto la veda a los despidos por causas supuestamente objetivas –que se ventilarán ante el juez-, y en consecuencia ha recortado los derechos de los trabajadores. Ayer mismo el telediario informaba de que una empresa vasca se va a acoger a la reforma laboral para despedir a prácticamente todos sus trabajadores. Ahí lo tienen. La huelga no estaba justificada, estaba justificadísima, pero los sindicatos con su pasividad hasta la fecha perdieron toda credibilidad.

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