domingo, 5 de junio de 2011

Sobre el capitalismo y la especulación

La gravedad de la crisis económica internacional que hemos padecido, y que naciones como España siguen padeciendo, ha llevado a algunos a afirmar que estamos ante la crisis del capitalismo, razón por la cual hablan de crisis sistémica, crisis del sistema capitalista. En el ensayo que escribí sobre este tema –que puede leerse a través del post del blog que enlaza al lugar de publicación- traté de explicar que a mi juicio no estamos ante la crisis del capitalismo, pero sí ante una crisis sistémica. En este post no pretendo reiterar las ideas allí expuestas, sino únicamente reflexionar sobre la especulación, que sin duda es una cuestión muy ligada al capitalismo, y sus implicaciones.

Cuando se critica al capitalismo suele hacerse especial énfasis en esos cuervos malévolos conocidos como especuladores, especialmente los que especulan con dinero, los bancos y fondos de inversión de capital, aunque en España la especulación bancaria ha estado muy ligada a la especulación inmobiliaria. Ellos serían los grandes culpables de la crisis, aunque las autoridades políticas y monetarias serían también responsables por haber permitido esta dinámica especuladora que nos conducía al desastre.

Creo que no existe una alternativa que resuelva mejor la creación de riqueza que la propiedad privada, la economía de mercado y la búsqueda del beneficio propio en un marco de libertad contractual e igualdad real de oportunidades. Ahora bien, la economía es un medio para satisfacer necesidades humanas y hacer posible el logro del bien común. La dimensión social del ser humano, la solidaridad que inspira la vida en común, exige que la riqueza se oriente a satisfacer las necesidades de los más desfavorecidos –por la naturaleza o por las condiciones sociales-. Mis ideas en este terreno son muy parecidas a las expuestas en la doctrina social de la Iglesia.

La economía de mercado y la vida en general nos exigen especular, entendiendo por tal realizar conjeturas realistas sobre algo (diccionario de María Moliner). Cuando alguien se plantea comenzar un negocio especula sobre cómo recibirá el mercado su producto a corto, medio o largo plazo. También especulamos sobre el comportamiento de personas, tanto en el ámbito profesional como en el personal. Sí, especular, hacer conjeturas sobre el futuro es inherente al ser humano. Pero cuando se critica la especulación no se piensa en esta sino en otra, aquella que en lugar de hacer conjeturas realistas sobre algo intenta forzar la realidad, ponerla al servicio del especulador con el fin de obtener un beneficio particular. Cuando esta especulación domina la economía se produce un progresivo alejamiento de la realidad, y ese alejamiento que parece una enorme pompa de jabón que se aleja de la tierra es imposible que se alargue indefinidamente en el tiempo, porque la realidad siempre se impone, la pompa de jabón termina por desvanecerse en el aire. El hombre puede vivir instalado en algo que siendo real no es la verdadera realidad, lo cual es fascinante e inquietante a un tiempo. ¿Cómo distinguir la realidad de la ficción?, ¿cómo distinguir la realidad de lo que es el resultado de una especulación “insana”? Habrá que volver sobre esto más adelante. Ahora importa destacar una idea que considero absolutamente capital para analizar la crisis económica: el problema no han sido tanto los especuladores que han forzado la realidad a su servicio, sino la aceptación de la realidad que nos han proporcionado. Dicho con otras palabras, el problema para mí radica en que hemos vivido gozosamente instalados en la mentira cuando sabíamos o podíamos saber con poco esfuerzo que vivíamos en una pompa de jabón. Lo sabían o lo debían saber las autoridades monetarias, los banqueros, los políticos, pero también nosotros lo sabíamos. No haríamos bien negando nuestra responsabilidad. Quizá haya otros más responsables, pero nosotros, los ciudadanos, también lo somos.

Por consiguiente, el problema no radica tanto en el sistema capitalista, en las posibilidades que la economía de mercado permite a la especulación “insana”, sino en la tolerancia hacia la mentira, en la complacencia a vivir en la irrealidad. Y este problema, que va más allá del sistema capitalista, es de índole moral. En mi monedero llevo una cartulina del colegio –tendría unos diez años cuando la recibí- en la que se dice lo que un “amigo de Jesús” debe hacer “cada día”, “cada semana” y “siempre”. Una de las diez normas de conducta que incluye el “siempre” es esta: “Decir sí, cuando es sí, y no, cuando es no”. Me estremece de emoción la sencillez de esta norma elemental de conducta que exige denunciar la mentira allí donde se presente. Con elegancia, cortesía incluso, pero clara y rotundamente. En España, por ejemplo, hemos admitido mentiras y nos hemos solazado en ellas: creíamos que se podía ser ricos recibiendo dinero a crédito, disfrutando de las infraestructuras financiadas con fondos FEDER, construyendo casas para gente inexistente, etc. La verdadera realidad se impuso a la torsión imposible a la que la habían sometido los especuladores, y nos dimos cuenta de que somos pobres porque no sabemos cómo producir riqueza.

La solución no es el comunismo ni cualquier experimento de regulación económica que imposibilite la especulación “insana”. Nadie supera un defecto moral si se le evita la posibilidad de cometerlo. Por ejemplo, hay quien para evitar pensamientos impuros no va al cine ni ve determinados programas. Bien está que no se vaya porque a uno no le apetezca o le parezca absurdo ver el programa en cuestión, pero evitar las tentaciones para no pecar no demuestra fortaleza moral. Para mí tiene mucho más mérito aquel que afronta las situaciones de peligro inherentes a la vida y es capaz de superarlas.

Retomaré ahora la cuestión que había dejado planteada: ¿cómo distinguir la realidad de la ficción?, ¿cómo distinguir la realidad de lo que es el resultado de una especulación “insana”? Porque está muy bien exhortar a decir sí cuando es sí y no cuando es no, pero para poder hacerlo hay que saber distinguir cada caso. Si lo pensamos detenidamente nos daremos cuenta de que no sólo somos complacientes con la mentira, sino que en esta sociedad es fácil que nos den gato por liebre y no nos enteremos. ¿A qué les suena eso de no saber distinguir la realidad de la ficción? Pues sí, en efecto, a esquizofrenia. Nuestra sociedad es en extremo esquizofrénica. Nos presenta realidades ficticias con el fin de que veamos esto, lo otro, compremos este producto, etc., sin que a veces nos demos cuenta de que todo aquello no es la verdadera realidad. ¿Y cómo evitar confundir la realidad con la ficción?, ¿cómo evitar que nos den gato por liebre? En el blog ya aludí a esta cuestión en el post “ponerse a pensar”. Ciertamente, lo primero es ejercer el pensamiento, la reflexión. Pero también es importante dejarse ayudar, al igual que en el tratamiento de la esquizofrenia es importante la medicación. En una sociedad esquizofrénica la medicación la proporcionan fundamentalmente aquellos que más y mejor piensan, los filósofos, los genuinos intelectuales en grado sumo. Su ausencia es alarmante, y su reemplazo por ideólogos de panfleto me parece verdaderamente preocupante.  

4 comentarios:

Lanzas dijo...

Este blog fuente, que sacia nuestra sed de debate periódicamente, es altamente recomendable.

Celebro este artículo, en el que se deja claro que la crisis no es una crisis "del capitalismo". Y apoyo las ideas fundamentales que se extraen del mismo.

Tan solo me gustaría reconocer el papel que las expansiones crediticias, sin duda alimentadas desde los bancos centrales, juegan en la economía.

Las crisis actual tiene su origen en la expansión crediticia auspiciada por la banca (en virtud de sus privilegios para prestar lo depositado por sus depositantes) que creaba dinero ex nihilo.

Esa borrachera crediticia que encuentra a Keynes como padre económico (y apoyo en la mayor parte de los países, desde Krugman hasta Solbes pasando por Islandia) ha sido la puntilla para nuestro sistema económico.

Resulta paradójico que algunos culpen al capitalismo de la crisis, cuando un verdadero capitalismo hace tiempo que habría implantado el patrón monetario oro, la vuelta de los depósitos bancarios a los principios generales del Derecho (reserva del 100%) y a los Bancos a su verdadero papel de intermediarios en el crédito.

Es irónico por lo tanto que se culpe al liberalismo, cuando es precisamente la planificación supraestatal del crédito la que determina los perniciosos ciclos económicos.

Gracias Tomás por estos artículos.

Lanzas dijo...

Por cierto sobre capitalismo y especulación es interesante lo ocurrido hoy en Perú: el desplome de la bolsa tras la victoria de Humala.

¿Estamos ante un ataque especulativo a Perú como insinúan los medios de la progresía?

Yo creo que más bien estamos ante un montón de gente que compró trocitos de empresas, presumiblemente nacionalizadas en breve, y ahora se desprende de ellas.

Ojalá esa libertad y facilitad para desprendernos de nuestras malas inversiones en la bolsa la tuvieramos para desprendernos de nuestros malos políticos.

Julián Marcelo dijo...

Bueno, Tomás enuncia bastante, pero demuestra poco. El uso de la esquizofrenia como metáfora me parece algo exagerado y cuando entra en la medicación de su blog, algo pretencioso. Lamentablemente para su visión del mundo (que respeto, pero no comparto) es que dentro del sistema (capitalista, por supuesto) hay varias opciones y no pocos ejemplos de su aplicación. Pero la contraria a las que nos están colocando (o sea la keynesiana que creó el Estado del Binestar a base de aumentar el consumo con grandes inversiones gubernamentales) es sostenida además por prestigiosos premios nobel de economía y se está aplicando de hecho en paises que contienen mejor su crisis.

No me resisto a 'especular' con el párrafo sobre la especulación 'insana' y sobre la teoría subyacente de Tomás: "Cuando esta especulación domina la economía se produce un progresivo alejamiento de la realidad", etc. etc. Creo que el mecanismo que está quitando su casa a tanta gente es lo que se quiera, pero desde luego nada de irreal. Esta paradoja de 'la vida es sueño' me parece que, aparte de literaria a lo Calderón (o a lo Platón), sólo sirve para que los machacados se resignen a su asumido 'alejamiento de la realidad' y no se organicen para parar los pies a esos especuladores (si es que la afirmación de que 'todos especulamos', la prensa o los liantes nos dejan distinguir los 'insanos' de los sanos). En fin, un poco de embrollo linguístico, con eso de 'especular' (y menos mal que no entramos en la etimología del 'espejo' que hay tras el término).

Todo esto es discutible, pero como triunfen a fondo los que no parecen estar muy preocupados por "que la riqueza se oriente a satisfacer las necesidades de los más desfavorecidos" me parece que lo vamos a pasar bastante peor.

Por cierto y puestos a pelear por esas "ideas en este terreno son muy parecidas a las expuestas en la doctrina social de la Iglesia", echo de menos alguna acción de ésta en este terreno (por ejemplo con alguna excomunión a ciertos mentirosos rapaces que nos gobiernan).Puede que no sean muy eficaces, pero serían un buen ejemplo y una cierta esperanza para los desvalidos. Porque yo creo que hay dos Iglesias, la que ejerce la doctrina social y la que la olvida según en qué momentos. Porque la caridad no basta, hace falta pelear por más justicia y equidad (que remedio) que haría innecesaria la caridad.

O sea, entre el padre Jofré con sus hospitales y el padre Vicente con sus sermones y sus conclaves políticos, me quedo con el primero, aunque no se le haya hecho santo.

Un aspirante a ciudadano dijo...

Todos somos "especuladores" con y sin entrecomillado. Los fondos de inversión son una excelente y loable opción para complementar nuestro capital. Corto y cambio.