sábado, 30 de marzo de 2013

"Sobre el imperio romano" y la necesidad de repensar la democracia

En "Sobre el imperio romano" Ortega realizó una distinción entre "vida como libertad" y "vida como adaptación" que me parece utilísima para tratar de entender la actual situación política española y la de otros países europeos con relación a la Unión Europea. A partir de las reflexiones de Ortega se puede decir, en primer lugar, que hay que romper con la idea de que la libertad política está ligada necesariamente a la democracia. Las instituciones de la Roma republicana, como observaba Cicerón y nos recuerda Ortega, hiceron posible entre los romanos siglos de vida pública en libertad. En segundo lugar, la democracia no siempre garantiza la libertad, como cada vez es más evidente. En un sistema democrático puede producirse esa situación de "vida como adaptación" que básicamente supone la imposibilidad de decidir libremente el camino que deseamos emprender colectivamente como comunidad política. En lugar de decidir hay que adaptarse a unos acontecimientos que nos vienen dados. Es como si Ortega estuviera viendo el momento actual en el que los gobiernos de muchos países europeos nos dicen que no hay alternativa a sus políticas. En su día dijo Rajoy en el parlamento -está comentado en el blog- que los españoles no podemos elegir. Me pareció una de las afirmaciones más graves que se han hecho en los últimos tiempos. Si esta situación que nos pide adaptarnos a lo inexorable se prolonga, poco a poco -ya está sucediendo- comenzarán a abrirse paso ideas políticas que reclamen el regreso de ese clima de libertad política con el que comenzó nuestra democracia en los años de la Transición y que se ha apagado curiosamente en el momento de mayor integración política europea. Esto es lo que está pasando, lo que los grandes partidos se resisten a admitir: la gente quiere cambios profundos en la política. No basta con cambios de gobierno, hace falta repensar la democracia. Las formaciones que sepan ver esta realidad y busquen la manera adecuada de darle respuesta lograrán tener la iniciativa política.

jueves, 28 de marzo de 2013

"Grandes esperanzas", la película

Esta noche he ido a ver "Grandes esperanzas", película basada en la novela de Dickens del mismo nombre a la que me referí en el blog hace unos meses. Tenía curiosidad por ver cómo se las habría ingeniado el director para adaptarla al cine. En su día comenté que no me convenció la forma de narrar de Dickens. La novela carece de agilidad, pese a que es una historia apasionante y hay personajes muy logrados, como Joe Gargery o el abogado Jeager.  De los cuatro gatos que había en el cine debo de haber sido el único que ha salido satisfecho. Mis vecinos de arriba han amagado un par de veces con levantarse y marcharse al más puro estilo Paco Umbral, y la parejita de delante tampoco parecía muy entretenida. Creo que haber leído el libro en este caso les hubiera ayudado porque, al igual que sucede en la novela, la historia empieza a "verse" bien avanzada la narración. La película es una adaptación bastante fiel, aunque hay pasajes, alguno importante, omitidos. Salvo Ralph Fiennes, las interpretaciones no me han llamado la atención. En cambio, me ha sorprendido muy agradablemente lo bien reflejados que están el paisaje de los marjales y el ambiente de Londres. También merece destacarse el vestuario. No me atrevo a aconsejársela. Temo que acaben como mis vecinos de butaca, pero a mí me ha parecido una buena película.

martes, 26 de marzo de 2013

A favor de la acampada libre

Me gusta mucho la montaña, especialmente los pirineos. Sólo he estado allí una vez. Pasé dos semanas con el Centro Excursionista de Valencia en la zona de Benasque –pirineo aragonés- cuando tenía unos once años. La experiencia sigue grabada en mi memoria. Bebíamos directamente agua del río Esera, aprendíamos habilidades típicas de “boy scouts” y realizamos varias ascensiones a picos que superaban los 3.000 metros. Durante esas ascensiones en ocasiones acampábamos en parajes que hallábamos a gran altura, en las inmediaciones de lagos y rodeados de vacas.

Todavía no he tenido oportunidad de repetir la experiencia. Si pudiera elegir cómo regresar a los pirineos siempre me ha atraído la tienda de campaña, aunque quizá tenga una visión excesivamente romántica. Supongo que saben que la acampada libre está prohibida en toda Europa salvo en Noruega. Me parece una restricción innecesaria a la libertad de circulación. ¿Por qué no podemos plantar una tienda de campaña y pasar una noche en una montaña de titularidad pública? El argumento de prevenir riesgos para el medioambiente es ridículo, pues aunque no se acampe la gente sin sensibilidad lo puede dejar todo perdido y provocar un incendio. Quizá se pretenda proteger el negocio de los campings, pero sacrificar la libertad por ello me parece un precio demasiado elevado. No sé a ustedes, pero a mí me resulta muy desagradable pensar que ni siquiera puedes dormir en pleno monte sin pagar cuando un animal sí puede hacerlo.  

domingo, 24 de marzo de 2013

El papa Francisco

Supongo que todos nos llevamos una sorpresa con el nuevo papa. Bergoglio, el jesuita argentino, no aparecía en ninguna de las informaciones publicadas por la prensa. Ya veremos el camino que toma su pontificado, pero tengo la impresión de que ha sido una elección acertada. Sus primeros gestos y palabras se han centrado en los pobres, y eso me ha gustado mucho. También me parece una buena noticia que sea un papa hispanoamericano, argentino en este caso, no tanto porque hable español como porque reafirma el carácter universal de la Iglesia católica. Pero quizá el rasgo más destacable del papa Francisco sea su condición de jesuita. No conozco bien los principios orientadores de esta orden religiosa ni tampoco su manera de funcionar más allá de su vocación misionera y educativa. He leído obras de varios jesuitas, algunas de ellas poco ortodoxas e incluso incompatibles con la doctrina de la Iglesia en algún punto como las de Anthony de Mello, por lo demás brillantes y lucidísimas. Es curioso comprobar las diversas maneras de entender el cristianismo que están presentes en esas obras, y esto me hace pensar que entre ellos debe de reinar un clima de profundo respeto por la libertad de expresión forjada en una conciencia libre. La acentuada personalidad de los jesuitas me hace presagiar que Francisco va a introducir cambios importantes. Ya veremos si es así y en qué consisten.

sábado, 23 de marzo de 2013

El marasmo valenciano

Hoy, paseando con mis padres por el centro de Valencia, he vuelto a tener la sensación de que la ciudad ha perdido el vigor de hace una década, cuando vivíamos creyendo que éramos ricos y en realidad nos gastábamos un dinero prestado que ahora debemos devolver. No es la primera vez que me sucede en los últimos años. Marasmo es la palabra que mejor sintetiza el cúmulo de sensaciones que me asaltan cuando paseo por la ciudad. Sí, el marasmo que provoca una crisis que es más intensa aquí que en el resto de España e incluso que en otras ciudades de la Comunidad Valenciana. Percibo más vitalidad en Elche –la ciudad en que resido- que en Valencia, probablemente debido a la ilusión y el buen hacer del nuevo equipo municipal del PP, que lo está haciendo realmente bien, incluso en estos tiempos de austeridad.

De ello hablaba con mi padre. Y comentábamos además la situación de asfixia financiera de la Comunidad Valenciana. Creo que el PP tiene pocas opciones de volver a obtener mayoría suficiente para gobernar. Ahora mismo lo más probable es que vayamos a un tripartito cuya forja quizá concluya con Mónica Oltra, posible candidata de Compromís, en la presidencia de la Generalitat. Tiempo habrá para hablar de ello, pero lo que no acabo de entender es la estrategia del PP tanto a nivel autónomico como nacional con relación a la Comunidad Valenciana. Estoy convencido de que los dirigentes regionales del PP estarán intentando hacer ver a la dirección nacional que con este sistema de financiación, absolutamente injusto para Valencia, bastante más que para Cataluña, los valencianos van a terminar por estallar y no votarles. De vez en cuando se lee en los periódicos alguna declaración de dirigentes en ese sentido, pero el nivel de protesta es todavía muy moderado. Supongo que no pueden elevar el tono y ello les está lastrando. Pero da la impresión que a los dirigentes nacionales del PP les importa poco perder el gobierno de la Comunidad Valenciana, pues sería lógico compensar la discriminación financiera que sufre la Comunidad Valenciana con un trato más beneficioso en los presupuestos generales del Estado. Nada de eso sucede.

En estas circunstancias, al igual que en su día veía claro que la política de Zapatero estaba dejando espacio político para un partido nacional de izquierda (que aprovechó UPyD), en la Comunidad Valenciana un partido político regionalista de centro derecha que aspirara a ocupar el hueco que en su día dejo Unión Valenciana, y que hiciera de la reivindicación de un trato justo con relación al resto de regiones españolas y de la regeneración de la política valenciana sus señas de identidad, podría tener bastante éxito. El problema es que no parece haber personas dentro del valencianismo de derechas capaces de dar ese paso al frente, políticos de nuevo cuño y sin pasado poco edificante que consideren urgente que Valencia ponga fin a este marasmo (por lo menos el político) en el que está sumida. Mientras tanto, en la política valenciana el PPCV juega a la defensiva y la iniciativa la lleva Compromís, cuyos dirigentes están logrando conectar con el descontento de muchísimos valencianos. ¿El PSPV? De momento ni está ni se le espera. 

P.D. Escrito este post, leo unas declaraciones de Alfonso Rus criticando a Rajoy y reivindicando con claridad una financiación justa para Valencia. ¡Bien!

martes, 19 de marzo de 2013

Chipre puede ser el primer Estado en salir del euro

La solución que se había pensado para rescatar a los bancos chipriotas, que en este caso dado su tamaño es lo mismo que rescatar al país, era bien sencilla: los bancos de aquel país se han expuesto demasiado al ofrecer jugosas rentabilidades con productos de alto riesgo que han estallado (como deuda soberana griega); por tanto, que asuman parte del coste del rescate todos aquellos que han confiado en esos bancos depositando ahí su dinero. Se trata, piensa la troika, de la solución más racional, de la menos mala, ya que el resto de los europeos no pueden ser los únicos paganini del festín que se han dado los que sucumbieron a la tentación del dinero fácil de la banca chipriota. El primer problema es que con las quitas a los depósitos y el consiguiente corralito para hacerla efectiva puedes provocar que cunda el pánico en otros países al generarse un precedente -ahora parece ser que la UE pretende rectificar recomendando a Chipre que no se vean afectados los depósitos de menos de 100.000 euros-. El segundo problema es que con esa quita pagan justos y pecadores, pues no solo afecta a los muchos rusos que han hallado en Chipre el maná, sino a ciudadanos chipriotas que tenían el dinero en el banco como cualquiera de nosotros, y eso es lo que les deja estupecfactos e indignados. ¿Cargamos, pues, con el coste total del rescate a Chipre? Al margen de otras consideraciones, me parece que esa era la única solución realista si se quería mandar a los mercados el consabido mensaje de que el euro es irreversible. No se ha hecho así y ahora el parlamento chipriota no acepta los términos del rescate, deciden ser irracionales y demostrar a los que no se han enterado que los Estados siguen siendo soberanos, aunque sólo sea para hundirse soberana y libremente. Esto es lo que no parecen entender los alemanes: la gente puede rechazar lo racional cuando les resulta ininteligible. Y ante ese rechazo, que deberían haber previsto, la UE sólo puede recular o ver que la unión monetaria se rompe, que es probablemente lo que va a suceder con Chipre si el presidente chipriota no logra que el parlamento rectifique y acepte el acuerdo. Mal asunto.

lunes, 11 de marzo de 2013

"Lincoln"

Ayer fui a ver "Lincoln", una buena película en la que destaca la sensacional interpretación de Daniel Day-Lewis, premiada con un oscar. Siempre prefiero ver las películas en versión original, pero en este caso me parece imprescindible, sobre todo después de haber leído el esfuerzo que realizó Day-Lewis por lograr el tono de voz característico de Lincoln. Además, los debates que tienen lugar en el Congreso suenan hasta ridículos doblados en español. Pero no había que esperar al DVD. Estas películas hay que verlas en el cine, sólo allí se pueden apreciar bien algunos detalles como, por ejemplo, la utilización que hace Spielberg de las luces y las sombras en las estancias interiores. Las escenas en la casa blanca se desarrollan en una penumbra densa que contribuye a resaltar la gravedad del ambiente y la soledad del presidente. También merece la pena destacar que la película en ocasiones parece una obra de teatro que permite apreciar mejor el trabajo de interpretación de Day-Lewis. 

Es una película sobre Lincoln, aunque no biográfica. En lugar de recrear buena parte de su vida, Spielberg se centra en los acontecimientos que tuvieron lugar en enero de 1865. Durante ese mes Lincoln maniobró intensamente para sacar adelante la decimotercera enmienda a la Constitución, aquella que abolió la esclavitud. Me parece una elección acertada, porque en ese pasaje de su vida quedan reflejados los rasgos más característicos de este gran político: serenidad, firmeza, elocuencia, cercanía, perseverancia y sagacidad. Aunque Lincoln es popularmente conocido por haber abolido la esclavitud y por su protagonismo durante la guerra de secesión americana, su figura va mucho más allá de estos acontecimientos. Mi fascinación por él también se debe a haber leído los libros de Dale Carnagie, quien solía citar con frecuencia pasajes de la vida de Lincoln para ilustrar sus explicaciones, sobre todo aquellas que tienen relación con la oratoria. 

Empecé la película cuando todavía lucía el sol y salí de noche, como en esas largas sesiones de cine de las que disfrutaba cuando era pequeño. Dos horas y media asombrado por Day-Lewis.

miércoles, 6 de marzo de 2013

¿Al final de la crisis?

Estaba esperando a conocer las cifras del déficit público de España en 2012 para analizar la situación económica. Ya disponemos del dato y éste ha supuesto una enorme satisfacción para el Gobierno y para la Comisión Europea. Se daba por descontado que España superaría el 7% de déficit público –sin contar el rescate bancario-, así que el 6,74% es un éxito que ha servido para que Rajoy, sin triunfalismos, sostuviera en el debate sobre el Estado de la Nación que se han sentado las bases de la recuperación. Además del control del déficit, el Gobierno funda sus esperanzas en el superávit de la balanza por cuenta corriente, en el saneamiento del sector bancario, en la reforma laboral, y en la mejora de la competitividad provocada por el proceso de devaluación interna de los salarios en el sector público y privado. Con todo ello se podría decir, en opinión del Gobierno y de bastantes expertos, que seguimos inmersos en la crisis, pero podemos empezar a ver el final del túnel. ¿Es eso cierto?

De todos los análisis que he leído estoy de acuerdo con Jordi Sevilla en que de momento estamos cambiando déficit por deuda. En efecto, rebajar el déficit más de dos puntos con una recesión del 1,4% del PIB es, como bien dice Alberto Recarte, espectacular. Este esfuerzo nos permite alejar el fantasma del rescate y rebajar la prima de riesgo. Ahora bien, que uno se sacrifique no significa que va a pagar. Seguimos teniendo déficit y, por tanto, nuestra deuda pública sigue aumentando, afortunadamente, pues ello significa que nos siguen prestando y por eso dice Sevilla que cambiamos déficit por deuda. La salud de nuestra economía ha mejorado con la disminución del déficit y el equilibrio en la balanza por cuenta corriente, pero el verdadero reto es empezar a empezar a crecer, y por eso se habla tanto de presionar a Merkel para impulsar políticas de crecimiento. Ahora se trata de remontar, de crear riqueza que haga crecer la economía, reducir el desempleo, sanear mucho más las cuentas públicas y recuperar cierto grado de bienestar. Mientras no crezcamos seguiremos cambiando déficit por deuda, algo que no puede ser así indefinidamente.

¿Y hay motivos para pensar que vamos a crecer? Es cierto que se han adoptado medidas encaminadas a lograr dicho objetivo, tales como la reforma del sector financiero y la laboral, que se han presentado como los dos grandes pilares para una nueva etapa de crecimiento. Respecto a la primera, resulta fundamental, aunque como ciudadano me parezca escandaloso que haya que haber llegado a este punto por la nefasta e inmoral gestión de muchos banqueros. De la segunda ya dije en su día que, aunque tenía aspectos positivos, era un instrumento para despedir más fácil y barato. Creo que ha beneficiado a muchos empresarios (algunos con escasos escrúpulos), y ahora empieza a verse su coste social. Rajoy ha anunciado nuevas medidas para favorecer el crecimiento, como, por ejemplo, la ley de la unidad de mercado y una importante línea de crédito para emprendedores. ¿Es suficiente?

Creo que la situación debe estabilizarse y mejorar por la propia dinámica interna de todo proceso de ajuste, pero hay tres dificultades que no veo fácil superar. En primer lugar, los logros obtenidos en la reducción del déficit se han basado en buena medida en importantes subidas de impuestos y en bajadas de sueldo a empleados públicos. Esto unido a la subida de la energía (luz, gas, gasolinas, etc.) ha hecho que el consumo se desplome (lo cual justifica en buena medida la mejora de la balanza de pagos por cuenta corriente) y no veo que tenga visos de cambiar a medio plazo. En segundo lugar, nuestro crecimiento ya no va a recibir el impulso de la construcción, sino que tiene que basarse, además de en el turismo, en potenciar actividades económicas que primen la calidad, lo cual exige una apuesta por la formación y el I+D. ¿Va a ser posible recolocar a muchos parados de escasa cualificación? Lo veo bastante difícil. Algunos de los más cualificados han optado por marcharse y otros esperan su oportunidad o se lanzan a emprender (nuestra gran esperanza), pero sustituir el motor de la construcción es una tarea larga y difícil, aunque imprescindible. En tercer y último lugar, sigo viendo el envejecimiento de la población como un problema al que urge dar respuesta. En poco tiempo van a aumentar notablemente las clases pasivas y las cuentas de la Seguridad Social generarán déficits cada vez más inasumibles. Aquí hacen falta cambios muy importantes, comenzando por políticas que favorezcan la familia y la natalidad, pero esto es muy complicado por muchas razones (recomiendo la lectura de mis posts sobre la soltería y la natalidad).

En definitiva, estoy contento porque es verdad que se ha evitado el desastre, pero creo que nos queda todavía un buen trecho para salir de esta crisis. ¿Significa esto que la política de austeridad era la correcta? La austeridad era necesaria en aquellas políticas que se han llevado a cabo con manifiesto despilfarro e incompetencia, pero jamás en educación y sanidad. Todo hubiera sido más sencillo, y se hubieran obtenido mejores resultados, si el Banco Central Europeo hubiera respaldado a España comprando bonos, en lugar de mirar demasiado tiempo hacia otro lado mientras se centraba casi exclusivamente en el control de la inflación. Hemos y estamos sufriendo más de lo necesario, y los culpables del sufrimiento –todos identificables- han gozado de absoluta impunidad. Pero dicho esto, formando parte de la unión monetaria España no disponía de excesivo margen para otras políticas, aunque siempre queda el recurso de romper la baraja si se te imponen condiciones inaceptables (y ha habido momentos en que se imponía la ruptura, menos mal que Draghi rectificó), de ahí que muchas de mis críticas se hayan dirigido contra Merkel y la política que ha impulsado. Y voy a concluir reiterando una idea de la que estoy plenamente convencido: el euro es un error, aunque se supere esta crisis. Y deberíamos darnos cuenta de que dar marcha atrás no significa acabar con la Unión Europea, tal como muchos parecen querer hacernos creer con esa insistencia en proclamar que el euro es un proyecto “irreversible”. El objetivo de España debería ser superar esta crisis logrando sanear sus cuentas públicas y abandonar este club en el otros tomarán las decisiones en función de sus intereses. Confío en España, cada vez veo más virtudes nacionales que antes me pasaban desapercibidas, y creo que haríamos bien en recuperar las riendas de nuestra política monetaria, demasiado importante como para dejarla en manos de Bruselas.