lunes, 17 de febrero de 2014

Convención y convicción

Esta semana algunos profesores hemos recibido unas clases de recursos comunicativos impartidas por Adán Rodríguez, actor y director del aula de teatro de la Universidad Miguel Hernández. Fueron cuatro horas amenas, divertidas, en las que aprendí algunos recursos que seguramente me vendrán bien. El mundo de la interpretación me fascina y no me disgustaría apuntarme al aula de teatro, pero como no tengo tiempo me conformo con ver de vez en cuando buenas películas e ir al teatro de uvas a peras. Decía Adán que el teatro es “convención” y “convicción”, una obviedad que sin embargo me ha hecho pensar. Vamos al cine o al teatro asumiendo que lo que allí veremos es una obra de ficción, una convención que se va a representar y que se nos propone que aceptemos como tal. Eso es así incluso en las obras inspiradas en hechos reales, pues también aquellas que pretenden ser absolutamente fieles a lo acontecido deben interpretar los sucesos en cuestión. Y una vez asumida la convención, los actores deben actuar con la convicción que les exige ser fieles a lo convenido hasta lograr arte dramático.

Esto de la convención y la convicción me parece bastante interesante no sólo a la hora de valorar una película o una obra de teatro, sino sobre todo porque sirve para conocer a la gente. Hay personas –yo diría que la mayoría- que disfrutan con películas de cualquier género y centran su crítica en que el guión es mediocre, las actuaciones no son creíbles, el ritmo narrativo es lento, el desenlace se ve venir desde el principio, etc. Son críticas que aceptan la “convención” y se centran en la “convicción”, es decir, en la manera en que se desarrolla la historia. Sin embargo otras me llaman la atención por su intolerancia a la “convención”. Desde el principio rechazan la propuesta y no pueden ver más allá. Poco importa que los actores sean buenos, la historia original, los diálogos divertidos o el ritmo trepidante. Se cierran en banda a la propuesta por diversas razones, en la mayoría de ocasiones morales, a veces por rigidez mental, aunque también por desilusión, un caso que a veces incluso resulta divertido. Les pondré algunos ejemplos.

Mi padre ha visto muchísimas películas y su actitud siempre ha sido muy tolerante, pero recuerdo una ocasión en que no aceptó la convención. En los años setenta se hablaba mucho de los ovnis y de los extraterrestres. El programa del Dr. Jiménez del Oso propició el interés por estos temas. De aquella época es “Encuentros en la tercera fase” (1977), de Steven Spielberg. Teniendo esta película en la retina, puede el lector imaginarse qué esperaba mi padre, que veía todas las semanas el programa de Jiménez del Oso, de “E.T. El extraterrestre” (1980), también dirigida por Spielberg. Fuimos al cine y desde luego yo lo pasé muy bien, pero recuerdo que cuando le pregunté qué le había parecido él expresó su disgusto diciendo que “açó era una película de xiquets”. Venía pensando en una propuesta completamente distinta y en lugar de adaptarse a esa bellísima historia se negó en redondo a la convención y no pudo apreciarla en absoluto.

Dejando al margen películas manifiestamente irreverentes, los moralistas cerriles no aceptan la convención cuando se les proponen historias como “Eyes wide shut”, de Stanley Kubrick, en la que todo comienza a partir de la confesión de una fantasía sexual, o “El paciente inglés”, de Anthony Minghella, en la que inevitablemente los hay incapaces de aceptar que un amor adúltero pueda protagonizar una gran historia de amor. Son dos películas que, aunque muy distintas, me encantan. La atmósfera que recrea Kubrick es embriagadora. Un halo de misterio y temor acecha al protagonista, aunque todo queda en un susto. Al margen del pasaje de Tom Cruise en la orgía que se celebra en la mansión, la entrevista posterior de Cruise en la casa del personaje interpretado por Sydney Pollack me parece genial. Le recibe con alegría, le agasaja, le invita a una copa y a jugar al billar, preliminares exquisitos para decirle que le ha pillado en la mansión. Impresionante. Y de “El paciente inglés” qué puede uno decir, pues sencillamente que es una obra maestra que merece por sí sola una entrada.

Finalmente está el caso más sorprendente, el de aquellos que se niegan por pura rigidez mental, porque no están dispuestos a aceptar aquello que les resulta extraño. Se trata de personas que ven la vida de una determinada forma y todo aquello que no se adapta a su visión, bien se trate de un drama o de una comedia, es inmediatamente recibido con desprecio o sencillamente rechazado. Pocos negarán haber pasado un buen rato con la película “Mejor imposible”, que creo que le valió el óscar a Jack Nicholson. Pues bien, alguno apenas ve el comportamiento extraño y ofensivo del personaje de Nicholson ˗un obsesivo compulsivo˗ pone cara rara y no acepta la convención. Y los ejemplos podrían multiplicarse.

Es interesante conocer a una persona yendo al cine con ella y descubriendo su grado de tolerancia a las convenciones.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gran matiz el "si tuviera novia", puesto que la teoría planteada de poco sirve, a mi juicio, con una chica que acabas de conocer o en ese momento solo es un proyecto de novia. Me explico, en esas circunstancias poco importa la película, la convención eres tu mismo, y la convicción también. Al mismo tiempo se produce un ajuste de conducta que falsea bastante el argumento y la ejecución de cada uno en esencia. Poco importa que estuvieras viendo taxi driver, el tercer hombre o rebeca, en ese momento tu eres el objeto de crítica mucho antes que la película en si. Las otras tolerancias, juego sintáctico profundo y al mismo tiempo terrenal en el sentido mas pasional de la palabra, tomarían aquí una importancia suprema... una medida inequívoca de la convención y convicción recíproca entre ambos sujetos. En última instancia me surge la gran duda, ¡eran buenas películas o buenas mujeres...? o ambas cosas... no lo sé... mi convención y convicción es esos momentos estaban en las alturas... no en el sentido jerárquico... sino en el sentido existencial. El sábado fui a ver "esperando las notas", gran película. Y están rodando "nos vemos en cuarto curso", que estará genial seguro. Un cordial saludo.

Anónimo dijo...

En el cine como en la vida todo es cuestión de expectativas, y esas expectativas van en función de la sensibilidad y el nivel del individuo. El cine no deja de ser la suma de una serie de elementos valorados o criticados en base al resultado final. Dràcula , la célebre novela de Stoker, tantas veces llevada al cine da mucho juego para esto de la convención y convicción.En su día, cuando Coppola estreno su famosa versión del vampiro en un principio me decepciono, quizás porque hasta la fecha nadie ha logrado captar esa atmósfera gótica que transmite la versión de Murnau, “Nosferatu, el vampiro" , en mi humilde opinión, la mejor versión de todas con diferencia. Con esto no quiero restar calidad a los ingredientes que utiliza Coppola en su versión: un vestuario magnífico, un vampiro con una estética un tanto particular, unas vampiritas reclutadas de las portadas de Playboy...convincentes convincentes. Bueno, como el tema del cine da para mucho y no quiero hacerme pesado, añadir que coincido con todo lo expuesto en su post, y si, nada mejor que compartir butaca para conocer un poco más al acompañante, sea amigo o ”novia" ...Un saludo Don Tomás.