Este fin de semana mi mujer y yo hemos visto la película “El reino”, de Rodrigo Sorogoyen. No habíamos leído ninguna reseña, así que íbamos a ciegas en cuanto al argumento. Solo sabíamos que había recibido algunos premios Goya, entre ellos el de mejor actor protagonista para Antonio de la Torre, que efectivamente realiza una gran interpretación, y también el de mejor actor secundario para Luis Zahera, que a mi juicio lo borda. Luego he visto que Sorogoyen se llevó el de mejor director, es decir, la película ha sido un éxito rotundo.
Apenas comenzó nos llamó la atención, y nos gustó mucho, que
una película española abordara por fin el tema de la corrupción política. Desde
la primera escena ves ese mundo de favores y lealtades casi feudal del que
todos participan y siempre con el objetivo de vivir a cuerpo de rey sin que les
importen lo más mínimo los problemas reales de la gente. En ese mundo
proliferan los navajazos, las luchas intestinas para medrar hundiendo a quien
sea. Y eso le sucede al protagonista: han sacado a la luz unas grabaciones que
dejan en evidencia sus manejos delictivos que pueden llevarle a prisión. Lejos
de pensar que actuó mal y remorderle la conciencia, desde su óptica es evidente
que es víctima de una traición interna y en su defensa está dispuesto a tirar
de la manta y a sacar a la luz que él no es el único, que todo está podrido.
Los detalles de la historia no siempre están suficientemente
claros, pero no importa, el espectador sabe lo esencial, porque está cansado de
leer este tipo de historias en los periódicos. El director opta por una
narración de ritmo trepidante en el que los personajes actúan como se espera de
ellos, y la película termina siendo un reflejo fiel de la corrupción que se ha
instalado en la política española. El
final de la película pretende invitar deliberadamente a la reflexión. El
protagonista acude a una entrevista televisiva con pruebas inequívocas de
corrupción que desea trasladar directamente a la opinión pública. La periodista
que le entrevista (papel que interpreta Bárbara Lennie) no se conduce como a él
le gustaría e incluso al final, alzando la voz, le plantea una pregunta con la
que el director desea que acabe la película: “¿Usted se ha parado a pensar alguna
vez, algún segundo de su vida, un instante, en todo este tiempo [desde que
entró en política hacía quince años] lo que estaba haciendo?”.
Me parece una muy buena película, pero para que fuera verdaderamente
redonda probablemente hubiera sido necesario profundizar más en el mundo de la
política, lograr un perfil más completo de los personajes y mostrar mejor los
códigos con los que conviven, pero quizá ello exigiría un planteamiento
distinto al estilo “El Padrino”, es decir, palabras mayores. Sorogoyen ha sido
muy valiente y ha abierto la veda. Ojalá se sigan proponiendo películas sobre la política
en España. Como le he oído decir a Carlos Boyero, esta película era necesaria. Totalmente
de acuerdo con él.
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