Hace aproximadamente dos décadas que algunas asociaciones comenzaron a esgrimir la reivindicación de la memoria histórica en España. Con la excusa de reparar injusticias y acabar con la para ellos inaceptable equidistancia entre los dos bandos de la Guerra Civil se empezó a criticar la Transición española y a sostener que la nuestra era una “democracia incompleta”. Zapatero apoyó estas reivindicaciones y volvió a situar al PSOE como un partido que, lejos de permanecer leal a los grandes consensos de la Transición, contribuía a la discordia. Sánchez ha profundizado en esta línea y esta semana hemos escuchado declaraciones verdaderamente indignantes como cuando Carmen Calvo ha afirmado que la ley de memoria democrática que pretenden aprobar logrará “homologar” la democracia española. También parece que con esta ley se trasladaría el monasterio benedictino del valle de los caídos y se transformaría el cementerio de aquel lugar en un cementerio civil. Por otra parte, se lee en los medios que podría ilegalizarse la Fundación Francisco Franco y hace meses que se abrió el debate sobre si considerar delictiva la apología del franquismo.
La izquierda sigue trabajando por sembrar la discordia en
España haciendo una relectura de la
Guerra Civil y de la dictadura que presente al bando republicano como los
buenos y a los nacionales como los malos. Y, por supuesto, Franco y su régimen
debe ser absolutamente rechazado sin que quepa esgrimir ni el más mínimo
argumento en su defensa. Cuando estudié todas estas cuestiones en mi libro Justicia transicional, memoria histórica y
crisis nacional ya se podía ver con toda claridad el rumbo que tomaban los
acontecimientos, pero el oportunismo político de Sánchez y Redondo
apoyado por el sectarismo revanchista de Iglesias ha empeorado la situación y
quién sabe hasta qué punto estarán dispuestos a tensionar la sociedad española.
Hay muchas razones que explican lo que está pasando, pero
una de ellas es decisiva: la equiparación de la figura de Franco con dictadores
como Hitler y Mussolini. Esta equiparación es defendida por algunos
intelectuales que están detrás de este movimiento y ha sido esgrimida por Pedro
Sánchez. En un tuit de 1 de marzo de 2017 este escribía: “Ni Hitler ni Mussolini tienen un
mausoleo. Reforzaremos la Ley para hacer definitivamente del Valle de los
Caídos un lugar de reconciliación”. Casi siempre el trazo grueso sirve
para los propósitos de políticos sin escrúpulos que utilizan demagogia. Franco
fue un dictador, pero su figura no es comparable a la de Hitler, ni por
supuesto su régimen admite comparación con lo que supuso el nazismo en
Alemania. Es algo absolutamente evidente. Tan solo hay que darse cuenta de cuál
era la situación de Alemania en 1945 y la de España en 1975. Al margen de las
evidentes diferencias entre Franco y Hitler, el franquismo fue dejando atrás
los rasgos fascistas que tuvo el régimen en la década de los cuarenta y fue
evolucionando hasta la muerte del dictador.
Tan solo quienes se cierran a la evidencia no pueden ver algo tan palmario. Pero sucede que afirmar algo así hoy en España no es posible sin temer que te tachen de franquista. Hasta este punto hemos llegado. Como Franco fue un dictador y la dictadura un régimen que cercenó las libertades hay que condenarlo con la mayor energía, incluso considerando delictivo cualquier argumento en su defensa. La amenaza de tipificar como delito la apología del franquismo es de la máxima gravedad. La doctrina del Tribunal Constitucional en defensa de la libertad de expresión no deja dudas respecto a la posibilidad de defender en España cualquier idea, incluso si está es contraria al régimen democrático, pues España, a diferencia de Alemania, no es una “democracia militante” que prohíba determinadas ideologías. Veremos si el Tribunal Constitucional confirma su doctrina. Pero en demasiadas ocasiones el buen funcionamiento de nuestra democracia depende de la actuación del Tribunal Constitucional y, en otros casos, del Tribunal Supremo. Es una demostración evidente de que nuestros políticos están forzando las costuras del sistema con una enorme irresponsabilidad.
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