martes, 22 de septiembre de 2020

En contra de la "docencia dual"

Muchas universidades, entre ellas las de la provincia de Alicante, han respondido al reto de la pandemia con la llamada “docencia dual”. La limitación de espacios impide que todos los estudiantes matriculados puedan acceder al aula conservando la preceptiva distancia de seguridad. La “docencia dual” significa que algunos pueden reservar asiento presencial a través de una aplicación informática que les asigna sitio, mientras que el resto puede seguir la clase “online” desde cualquier otro lugar. El profesor conecta micrófono, webcam y el programa que se utilice (Google Meet o Microsoft Teams, por ejemplo), y está listo para que su clase presencial se pueda seguir “online”. Así se pretende lograr el objetivo de “máxima presencialidad” que se han marcado el ministerio y las universidades. Puede que no les suene mal, pero hay que examinar con mayor atención cómo se desarrolla esta docencia dual para valorar con fundamento si es la mejor opción en esta segunda ola del virus que estamos viviendo.

Es evidente que la docencia presencial es la mejor forma de enseñar y aprender. La presencia física simultánea de estudiante y profesor les permite contemplarse, escucharse e interactuar con inmediatez en un lugar físico común. Ahora bien, en la docencia dual el profesor (si no es un insensato) irá provisto de mascarilla y los estudiantes tienen la obligación de llevarla puesta en todo momento. Por consiguiente, se pierde un elemento esencial como es la posibilidad de contemplar perfectamente el rostro que identifica a la persona, su principal seña de identidad. Por otra parte, es fácil comprender que para el profesor es verdaderamente complicado dar una clase magistral provisto de mascarilla, pues le va a resultar complicado respirar. Finalmente, aunque algunos profesores dan su clase sentados sin cambiar de posición, otros prefieren moverse por el aula y su capacidad retórica se ve reforzada por su postura y gestos, algo que es muy complicado que se produzca en la docencia presencial “dual”. En definitiva, aunque haya una presencia física no estamos propiamente ante una clase presencial porque se le priva del elemento que constituye su esencia: relación inmediata y personal a través de la visualización del rostro.

Las desventajas de la docencia “online” son claras: puede haber problemas técnicos de conexión, hay sensación de irrealidad por la ausencia de presencia física y claras limitaciones gestuales del profesor. La despersonalización se acentúa si se permite que los estudiantes desconecten sus cámaras, y la relación personal entre los estudiantes es mucho más complicada porque estos no acuden a clase. Sin embargo, tiene una ventaja evidente respecto a la presencialidad que supone la docencia dual: siempre que se asuma el compromiso de mantener abiertas las cámaras es posible que estudiante y profesor se vean las caras y, por tanto, se identifiquen. Y, por supuesto, se evita con absolutas garantías la posibilidad de contagiarse en el aula. 

Si la universidad es capaz de lograr la viabilidad técnica de la docencia "online", ponderando ventajas y desventajas a la luz de la situación que estamos viviendo considero que la docencia "online" es la mejor opción. En mi opinión, deberíamos seguir con ella hasta que la situación epidemiológica haya variado sustancialmente.

 

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