Hace una o dos semanas leí que los podemitas y un sector del PSOE apuntaban la idea de que el Rey debería pedir perdón por el discurso que pronunció el tres de octubre de 2017. Ante la falta de una respuesta proporcional al desafío que estaban planteando los independentistas catalanes, el Rey hizo un discurso histórico en el que devolvió la esperanza a los españoles y galvanizó la respuesta política del Estado de Derecho. El Rey actuó como cabeza de la nación, como debe hacerlo para que la institución sirva a los españoles. Por supuesto que no debe pedir perdón por el discurso más importante de su reinado hasta el momento, y desde luego debería pensar qué va a decir en Nochebuena respecto a su padre. Es difícil pronunciarse sin conocer el fondo del asunto, aunque huele muy mal. Confío en la honradez de Felipe VI y me parece que su renuncia a la herencia de su padre ya deja en evidencia que Juan Carlos I actuó indebidamente en un alarde de irresponsabilidad y falta de patriotismo. Es lógico que podemitas, independentistas y algunos socialistas afilen el cuchillo. Lo más importante es que el Rey Felipe salvaguarde su independencia respecto al Gobierno reforzando su ejemplaridad. De lo contrario no podrá cumplir adecuadamente su función al servicio de la nación y la monarquía se verá seriamente amenazada.
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