lunes, 4 de noviembre de 2024

La nación, a través del Rey, le pide al Estado que actúe

Ante la catástrofe que estamos viviendo en Valencia, de todas las instituciones sólo los Reyes de España han sabido estar en su sitio. El Rey, aunque ocupe la jefatura del Estado en nuestra Constitución, es ante todo, o está llamado a ser, el líder de la nación. Su legitimidad dinástica trasciende nuestro modelo de Estado, al menos para los que nos consideramos monárquicos. Por eso ha acertado estando al lado del pueblo dejando ver la diferencia que existe entre él y los políticos. Al Rey le corresponde escuchar el sentir de los ciudadanos y, como cabeza de la nación, como su más genuino representante, solicitar la máxima intervención del Estado, que de momento está resultando tardía e insuficiente. 

Hay que ser muy cauto a la hora de afirmar si ha habido personas que han cometido negligencias. Habrá que ver cómo funciona ese entramado competencial, pero a la vista de los efectos no cabe ninguna duda de que estamos ante una emergencia nacional que necesita unos medios de los que sólo dispone el gobierno de la nación. Si en un primer momento las autoridades autonómicas tenían alguna responsabilidad, hace bastantes días que el gobierno de la nación debería haber asumido el mando. Si no es así, algo falla en España y eso hace que los ciudadanos estallen indignados al ver cómo la principal preocupación de los políticos es salvar el culo.

La indignación es todavía mayor en el caso de los valencianos. En España los recursos no se están distribuyendo justamente. Hay comunidades autónomas –País Vasco y Navarra- claramente beneficiadas por su capacidad para condicionar la gobernabilidad y por su sistema de financiación. Los más de cinco millones de valencianos no recibimos una inversión del Estado justa. Esto lo reconocen todos los expertos. No es de recibo que en una región amenazada por las inundaciones desde Franco no se hayan acometido grandes obras hidráulicas necesarias para paliar estas inundaciones, salvo el embalse de Tous y Cortes de Pallás. No estoy diciendo que esas obras podrían haber evitado la catástrofe, pero quizá sí rebajar los daños materiales y, sobre todo, el número de víctimas. 

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