lunes, 23 de abril de 2007

La polémica con el grupo Taitantos

Mi actividad bloguera, que había comenzado como un desahogo personal, discurría con una sucesión de post "sin comentarios" hasta que critiqué que programaran la víspera de un domingo de resurrección una obra que, según figuraba en la sinopsis, destaca la faceta más humana de Jesucristo. La propia sinopsis señalaba que la obra, titulada "Historia de un tal Jesús" (ya me dirán cómo suena eso de "un tal..."), estaba inspirada en la ópera rock Jesucristo superstar, cuya interpretación de Jesús no está exenta de polémica, como es sobradamente conocido.

Como los veo muy susceptibles, insisto en que no valoro la calidad interpretativa del grupo, pues no lo he visto actuar. Sólo he destacado que me parece una fecha muy mal escogida para interpretar semejante obra, a lo que añado que el tema me parece escasamente interesante. El grupo me ha invitado a su próxima representación, el 17 de mayo, "Bailando con yayos". Intentaré ir y dar mi opinión, de lego absoluto en la materia.

Aprovecho para pedir un favor al grupo. ¿Les importaría explicarme en este blog el argumento y de su obra "Historia de un tal Jesús? ¿Qué visión ofrecen de Jesucristo? ¿Cómo lo presentan? ¿Qué grado de semejanza existe con Jesucristo Superstar?

viernes, 20 de abril de 2007

Rajoy en la tele y su idea de España

Pues me ha gustado, sí señor. Yo tuve ocasión de conocerlo y gana mucho en el trato personal. Por eso no me ha sorprendido que se haya manejado a las mil maravillas con las preguntas que la gente le ha formulado en TVE. Comparto buena parte de sus puntos de vista, aunque discrepo en una cuestión que, aunque les pueda parecer menor, a mí me resulta capital. Rajoy insiste mucho en que hay que dejar a un lado cuestiones absurdas como si somos una nación o diecisiete y centrarse en lograr que España mejore su posibilidad de competir en un mundo globalizado para así generar el máximo nivel de bienestar. Evidentemente, es bueno properar económicamente, pero a veces tengo la sensación de que Rajoy se sentiría más cómodo si el único proyecto de España como nación fuera ser un país próspero en lo económico. No puedo estar más en desacuerdo con una visión tan limitada para una gran nación como España. Sobre este tema escribí un artículo que me voy a permitir reproducir en este blog omitiendo el título, pues pretendo seguir manteniendo mi anonimato. Ahí va:


"El pasado fin de semana, en el marco de su Convención, el PP presentó un proyecto político como alternativa al actual Gobierno. Estaba interesado en conocer los detalles de ese proyecto, así que presté atención a los discursos, especialmente al de Rajoy, que he leído íntegramente.

El líder de la oposición sostuvo que el Gobierno ha equivocado las prioridades: en lugar de continuar la línea de modernización emprendida en la etapa de Aznar, se ha optado por “crear problemas donde no los había, revisar el pasado y debilitar las funciones del Estado”. En opinión de Rajoy, el Gobierno debería “considerar prioritario el aumento de los niveles de bienestar y riqueza; el control del gasto público; las reformas tributarias, económicas y laborales; aplicar una ley de calidad de la Educación o mejorar en investigación, innovación y desarrollo”.

Dando por buenas las reformas propuestas en esta Convención, no puedo evitar cierto resabio cuando escucho que el objetivo prioritario consiste en hacer un país más rico y próspero. Inmediatamente imagino a estas personas que confunden los medios con los fines y acumulan bienes sin saber muy bien qué hacer con ellos. Naturalmente que hay que tratar de solucionar los problemas reales y elevar los niveles de bienestar de los ciudadanos, pero yo creo que España, más que tecnocracia de calidad, necesita un proyecto nacional ambicioso.

A lo largo de la historia, nuestra nación ha emprendido diversos proyectos, algunos de los cuales han requerido el esfuerzo sostenido de varias generaciones. El más reciente se acometió a partir de la muerte de Franco: España se trazó como meta incorporarse al grupo de las naciones más desarrolladas de Europa, y a ello han contribuido, al menos, dos generaciones de españoles. Afortunadamente, este proyecto está cerca de culminarse. Por esta razón, es importante que España, al tiempo que hace frente a la crisis desencadenada por el desafío nacionalista, se marque nuevos objetivos como nación. A este respecto, no basta con apelar a lo obvio, o perderse en abstracciones incapaces de suscitar una adhesión entusiasta y decidida de los españoles. Es necesario ilusionar con realismo –lo que implica ser fiel a la historia de España-, imaginación y cierta dosis de audacia, especialmente cuando el camino a seguir no se vislumbra con la arrebatadora evidencia que sucedía con el proyecto europeísta en los años de la Transición.

En su discurso, Rajoy habló del afán por recuperar para España un lugar importante en el mundo. Ciertamente, la política exterior del actual Gobierno no ha repercutido favorablemente en la imagen internacional de España, pero las palabras de Rajoy adolecen de falta de concreción. ¿Qué lugar queremos ocupar? Desde luego, parece lógico tratar de consolidarnos entre las economías más desarrolladas, recomponer las relaciones con los Estados Unidos y gozar de una posición respetable a nivel internacional. Pero, en mi opinión, España tiene una misión mucho más específica que no puede seguir ignorando por más tiempo. Decía que un proyecto nacional requiere realismo, imaginación y cierta osadía. Pues bien, ¿acaso es descabellado sostener que España debe orientar sus energías para, en colaboración con el resto de las naciones hispanoamericanas, contribuir a hacer del mundo hispano un pilar de occidente y, por ende, un factor de estabilidad mundial?

A la vista de la situación de algunos de estos países, puede parecer que este objetivo no es realista; pero no dejemos que la magnitud de la tarea nos confunda. Una actitud realista es aquella que asume primariamente la propia realidad, y resulta incomprensible que España siga viviendo en buena medida de espaldas a lo que sin duda constituye su mayor éxito como nación. Es capital que España dirija su mirada a Hispanoamérica, a esas naciones hermanas que durante siglos formaron parte –nunca como colonias- de la monarquía hispánica que se extendía plus ultra, hasta la otra orilla del Atlántico.

Cada vez me parece más necesario que el mundo hispano, liderado por España y por naciones como México y Chile, que han avanzado considerablemente en los últimos tiempos, se convierta junto a Estados Unidos y Europa en el tercer gran pilar de occidente. En esa tarea imagino a España en los próximos sesenta años. Y todo debe comenzar por la educación. Europa está inmersa en un ilusionante y complejo proceso que va a suponer la creación de un espacio único de educación superior. Sería muy positivo que España asumiera el reto de liderar un proyecto similar en Hispanoamérica. Sólo dedicando la mitad de la energía que se está empleando en el proyecto educativo europeo, los resultados serían sorprendentes.

Las miserias de los nacionalismos separatistas han sumido a muchos españoles en la zozobra. Sin embargo, cuando se evita plantear proyectos nacionales se está cediendo la iniciativa a quienes sólo desean una España encanijada. No podemos renunciar a ser una gran nación -parece mentira que tenga que venir el francés Sarkozy a recordárnoslo-, y como tal hay que contar con objetivos ambiciosos que ilusionen a los españoles y les animen a adherirse con entusiasmo a un gran proyecto colectivo. Si en el pasado Europa era el camino y la solución, hoy, recuperada nuestra posición en Europa, el futuro exige mirar a Hispanoamérica".

jueves, 19 de abril de 2007

La policía y la gallinita ciega

Cuando como con mi amigo José María en un pis pas "arreglamos" el país. Nuestras tertulias pueden abordar los más variados asuntos. Hoy me ha contado que anoche estuvo escuchando el programa de Carlos Alsina (no sé si se llama así) "La brújula", en Onda Cero, y en él entrevistaron a un importante mando policial que expuso con claridad la calamitosa situación de la policía nacional en Cataluña. Resulta que los moços de esquadra no comparten los datos de sus ficheros con la policía nacional, y, entre otras consecuencias, esto supone que muchísimos inmigrante ilegales, sobre todo magrebíes, se vayan a Cataluña y se sientan allí la mar de seguros. Yo sabía que lo de los ficheros de los distintos cuerpos policiales no funciona bien porque me lo habían comentado bastantes policías que fueron alumnos míos en algunos cursos que impartí para ellos, pero no hasta este extremo. Cada vez hay más diferencias de todo tipo entre las distintas autonomías, pero me parece que lo de dificultar la acción de la policía nacional pasa de castaño a oscuro.

miércoles, 18 de abril de 2007

El poder de la circunstancia

¿Por qué no podemos evitar sentir cierta simpatía hacia personas que realizan auténticas maldades? Les pondré un ejemplo de ficción quizá un tanto problemático por el personaje en cuestión. Me refiero a Michael Corleone, el protagonista de la película “El Padrino”. He visto las tres partes en bastantes ocasiones y, pese a las barbaridades que ordena cometer (nada menos que asesinar a su hermano Fredo que, eso sí, le había traicionado) e incluso comete él mismo, algo dentro de mí hace que lo contemple con indulgencia y, por qué no decirlo, con cierta compasión y simpatía. Leyendo “Las confesiones” de Rousseau me pasó otro tanto con el escritor y pensador ginebrino. Rousseau te cuenta su vida con tal sinceridad y gracia expresiva que inmediatamente te pone a su favor y llegas incluso a justificar (en un claro síndrome de Estocolmo) algunas maldades que él mismo te cuenta. Y yo me pregunto, ¿a qué se debe que la vileza de algunas acciones no lleven aparejada la repugnancia hacia quien las comete? Si examinamos el caso de Corleone quizá extraigamos alguna conclusión interesante. ¿Es malo Michael? Él pretendía vivir al margen de los asuntos de la familia (la mafia, para los que no la hayan visto), pero el atentado contra su padre, y su amor filial, y le lleva a involucrarse para responder al golpe. Responde con brutal violencia porque sabe que esas son las reglas del juego. A partir de ahí contemplamos a un hombre que asume el rol que le ha tocado jugar y que lo hace respetando esas reglas e interpretándolas mejor que nadie. La sensación de que se deja dominar por su circunstancia es inevitable. Ésta le arrastra una y otra vez. Como le dice el cardenal Lombardo (papel interpretado por Raf Vallone) en la inolvidable confesión que tiene lugar en el Vaticano, su vida podría cambiar, pero él no lo cree posible.

Ah!, la circunstancia, la terrible circunstancia. ¿Cómo actuar sobre ella, dominarla y recuperar la libertad? No esperarán que yo les dé la respuesta, ¿verdad? Han acertado. Sólo una breve reflexión sobre el poder de la circunstancia. ¿No han observado que éste se acentúa cuando nos vemos formando parte de una institución o ocupando un cargo que revela una especial dignidad? Por eso no es lo mismo el sentimiento que embarga a un futbolista que viste la elástica del Valencia C.F. que al que viste la del Massarrochos F.C. La institución o el cargo nos imprime carácter, condiciona nuestra conducta en gran medida. Esto lo hemos experimentado casi todos. Pero hete aquí que algunos individuos viven al margen de tradiciones, instituciones y cargos. Nada les impide profanar tradiciones y corromper instituciones y cargos. Ese es un tipo de hombre peculiarmente inquietante, al que quizá cabría temer más que a Michael Corleone, y que problablemente, si me permiten la exageración, hasta podría ser más nocivo para la sociedad.

Ahora verán adónde nos lleva esto. Cuando ZP ganó las elecciones, un pensamiento positivo anidó en mí ante el reto nacionalista que se avecinaba (plan Ibarreche, Estatuto catalán…). Pensé, "Je, je, ahora ZP va a sentir el peso de ser presidente del gobierno de España y no podrá evitar que la dignidad del cargo condicione su manera de actuar en defensa de la nación". Ríanse a gusto, ríanse. Las carcajadas llegan hasta mis oídos. Me voy a relajar después de un día de duro trabajo. Cuídense y no vean mucho la tele. Mejor un libro.

martes, 17 de abril de 2007

La laminación del zaplanismo

Dicen todos los diarios que la confección de las listas a las autonómicas y municipales en el PP supone la laminación del zaplanismo. Ya se sabe, da igual si los concejales o diputados zaplanistas lo han hecho bien o mal, la cuestión es controlar los resortes del poder y, en este caso, Camps quiere asegurarse de que nadie le monta un pollo o le crea quebraderos de cabeza. En esta lucha entre las familias de un partido queda patente la peor cara de la política, la batalla por el poder basada en estrategias feudales: señor y vasallos que se prometen lealtad. El problema radica en que siempre que hay que confeccionar listas a lo que sea se producen estas batallas, con la consiguiente pérdida de energía y tiempo. Por eso he llegado a la conclusión que sería mucho más provechoso ocupar cargos mediante sorteo, es decir, volver al sistema más genuinamente democrático, tal como sucedía en la atenas del siglo V a.c. Alguna vez tengo que hablar de este tema.

lunes, 16 de abril de 2007

Un picasso

Ayer asistí a la obra de teatro “Un Picasso”, de Jeffrey Hatcher, dirigida por José Sacristán y protagonizada por este actor y por Ana Labordeta. Sacristán encarna a Pablo Picasso en el París de comienzos de la II Guerra Mundial. El genio malagueño aparece en un sótano repleto de cuadros, y allí irrumpe una funcionaria alemana, Miss Fischer. Tras aclarar las circunstancias que han conducido a Picasso a aquel lugar y algunos datos biográficos del pintor, Fischer le explica que el motivo de haberle llevado allí es que necesitan identificar tres de sus obras que han llegado a sus manos (confiscadas) para participar en una exposición. Picasso las identifica, pero, al disponerse a salir, Fischer le confiesa que la exposición va a consistir en una quema de obras de arte consideradas irreverentes. Picasso, entonces, vuelve sobre sus pasos y dice que las tres son falsas, entablándose una tensa disputa, pues Fischer necesita salir de allí con un Picasso para quemar, y Picasso no lo acepta en modo alguno. La obra es bastante floja, pese a que venía avalada por unas críticas excelentes tras su estreno en Broadway. Sacristán está correcto, pero Labordeta no es en absoluto convincente en su papel de funcionaria nazi. Los diálogos, más allá de la historia de cada uno de los cuadros, no presentan una historia de especial interés. La idea más interesante, aunque quizá negligentemente desarrollada en los diálogos, se condensa en esta frase de Picasso: “Quemar un picasso es quemar a Picasso”. Con otras palabras, Picasso deja ver que un autor se expresa en el conjunto de su obra. La obra se presenta como un organismo cuyas partes, incluso las más pequeñas o insignificantes, desempeñan una función. Esa visión orgánica de su obra hace que Picasso se niegue, asumiendo incluso el riesgo de esa negativa, a elegir uno de los tres cuadros allí presentes para ser pasto de las llamas.

jueves, 12 de abril de 2007

"El libro negro", una película muy recomendable

Ayer asistí a la proyección de “El libro negro”, película del director holandés Paul Verhoeven, protagonizada por actores holandeses, entre los que destaca la sorprendente Carice van Houten, que está maravillosa, y seguro que mucho mejor estará en versión original. Para los que no lo conozcan, Verhoeven dirigió la estupenda “Robocop” –ahora la ponen por la tele y no es lo mismo que cuando se estrenó- y la ya clásica “Instinto básico”.
La película me interesaba porque la trama se desarrolla en Holanda a finales de la II Guerra Mundial y abarca los primeros meses de la posguerra, especialmente traumáticos para los holandeses, por lo que seguidamente comentaré. El argumento no es excesivamente original: una chica judía escapa de la muerte que aguarda a su familia y a otros muchos judíos ricos. Luego, escondiéndose, se une a la resistencia y realiza tareas de espionaje que le llevan a establecer una relación con un capitán alemán de las SS que colecciona sellos (no digo demasiado para no estropear la sorpresa a los que quieran ir a verla). La película tiene un ritmo narrativo vivo, pero no acelerado. La acción existe, pero no está exagerada, lo cual se agradece. Los decorados y vestuarios son excelentes, al igual que la fotografía, la música y el sonido (estos dos aspectos se puede decir que caracterizan el cine de Verhoeven, recordemos “Instinto básico”). Luego hay escenas típicamente verhoevianas, como el tinte del vello púbico de la protagonista (dará que hablar), y la presencia del despelote cuando es necesario.
La película tiene la virtud de mostrar que la maldad y la bondad no está ligada a la nacionalidad de los personajes, y esto es particularmente importante en el caso de Holanda. En este país el nazismo tenía una amplia aceptación antes de estallar la guerra y también durante la guerra. Muchos holandeses colaboraron con los nazis y entregaron a sus vecinos judíos. Es corriente pasear por las calles holandesas y encontrar una placa en la que se dice que allí vivía una familia judía que fue trasladada forzosamente durante la guerra. Este colaboracionismo dividió profundamente a la sociedad, y dicha división estalló al finalizar la guerra dando origen a venganzas de todo tipo. Verhoeven, holandés, muestra cómo se les corta el pelo a las jóvenes holandesas que confraternizaron con los alemanes.
En definitiva, una película desarrollada en una época y en un lugar de lo más interesantes, con un buen argumento, grandes dosis de suspense y acción, y el descubrimiento de una nueva musa: Carice van Houten. La recomiendo.