miércoles, 18 de abril de 2007

El poder de la circunstancia

¿Por qué no podemos evitar sentir cierta simpatía hacia personas que realizan auténticas maldades? Les pondré un ejemplo de ficción quizá un tanto problemático por el personaje en cuestión. Me refiero a Michael Corleone, el protagonista de la película “El Padrino”. He visto las tres partes en bastantes ocasiones y, pese a las barbaridades que ordena cometer (nada menos que asesinar a su hermano Fredo que, eso sí, le había traicionado) e incluso comete él mismo, algo dentro de mí hace que lo contemple con indulgencia y, por qué no decirlo, con cierta compasión y simpatía. Leyendo “Las confesiones” de Rousseau me pasó otro tanto con el escritor y pensador ginebrino. Rousseau te cuenta su vida con tal sinceridad y gracia expresiva que inmediatamente te pone a su favor y llegas incluso a justificar (en un claro síndrome de Estocolmo) algunas maldades que él mismo te cuenta. Y yo me pregunto, ¿a qué se debe que la vileza de algunas acciones no lleven aparejada la repugnancia hacia quien las comete? Si examinamos el caso de Corleone quizá extraigamos alguna conclusión interesante. ¿Es malo Michael? Él pretendía vivir al margen de los asuntos de la familia (la mafia, para los que no la hayan visto), pero el atentado contra su padre, y su amor filial, y le lleva a involucrarse para responder al golpe. Responde con brutal violencia porque sabe que esas son las reglas del juego. A partir de ahí contemplamos a un hombre que asume el rol que le ha tocado jugar y que lo hace respetando esas reglas e interpretándolas mejor que nadie. La sensación de que se deja dominar por su circunstancia es inevitable. Ésta le arrastra una y otra vez. Como le dice el cardenal Lombardo (papel interpretado por Raf Vallone) en la inolvidable confesión que tiene lugar en el Vaticano, su vida podría cambiar, pero él no lo cree posible.

Ah!, la circunstancia, la terrible circunstancia. ¿Cómo actuar sobre ella, dominarla y recuperar la libertad? No esperarán que yo les dé la respuesta, ¿verdad? Han acertado. Sólo una breve reflexión sobre el poder de la circunstancia. ¿No han observado que éste se acentúa cuando nos vemos formando parte de una institución o ocupando un cargo que revela una especial dignidad? Por eso no es lo mismo el sentimiento que embarga a un futbolista que viste la elástica del Valencia C.F. que al que viste la del Massarrochos F.C. La institución o el cargo nos imprime carácter, condiciona nuestra conducta en gran medida. Esto lo hemos experimentado casi todos. Pero hete aquí que algunos individuos viven al margen de tradiciones, instituciones y cargos. Nada les impide profanar tradiciones y corromper instituciones y cargos. Ese es un tipo de hombre peculiarmente inquietante, al que quizá cabría temer más que a Michael Corleone, y que problablemente, si me permiten la exageración, hasta podría ser más nocivo para la sociedad.

Ahora verán adónde nos lleva esto. Cuando ZP ganó las elecciones, un pensamiento positivo anidó en mí ante el reto nacionalista que se avecinaba (plan Ibarreche, Estatuto catalán…). Pensé, "Je, je, ahora ZP va a sentir el peso de ser presidente del gobierno de España y no podrá evitar que la dignidad del cargo condicione su manera de actuar en defensa de la nación". Ríanse a gusto, ríanse. Las carcajadas llegan hasta mis oídos. Me voy a relajar después de un día de duro trabajo. Cuídense y no vean mucho la tele. Mejor un libro.

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