Tenía muy buenas referencias de Viktor Frankl, uno de los psiquiatras más importantes del siglo XX. Su nombre aparece citado con frecuencia por Rafael Navarrete, que, como les dije en otro post, es el autor de uno de los libros que más me han marcado, “El aprendizaje de la serenidad”. Así que cuando encontré en la Librería San Jorge “El hombre en busca de sentido”, quizá el libro más vendido de Frankl, me dije que ya era hora de leerlo. En el mismo paquete entró “Fe, verdad y tolerancia”, de Joseph Ratzinger, que todavía no he comenzado a leer.
viernes, 8 de febrero de 2008
El hombre en busca de sentido
Rajoy ante Gabilondo
Y es que no cabe duda de que el PP tiene una extraordinario arsenal argumental para esgrimir contra este gobierno irresponsable, cuando no felón, e incapaz. Sus grandes proyectos de legislatura han sido un estrepitoso fracaso: el Estatuto catalán y la negociación con ETA. Ahora, además, como estaba cantado, nos encontramos de lleno con que se avecina una grave crisis económica en la que apenas acabamos de entrar. El PSOE trata de lucir sus logros sociales como la ley para la igualdad de género o la ley de dependencia. Esta última me parece una buena ley, pero la ley para la igualdad es tremendamente discutible en cuanto a su principio inspirador y, todavía más, en muchas de sus aplicaciones como, por ejemplo, la paridad en las listas electorales. La paridad es una parida en este terreno y en otros muchos.
Cuando Zapatero rompió con CiU, al no permitir que este partido gobernara en Cataluña, imaginé que estaba claro que adelantaría las elecciones a octubre para evitar toparse con la crisis económica. Ha querido acabar la legislatura y su soberbia le va a perder. Hace poco no pensaba que realizaría el siguiente pronóstico, pero lo voy a hacer. El PP va a ganar las elecciones. Ojo, eso no significa que me entusiasme Rajoy ni muchos de los miembros de su equipo. Y sigo sin tener claro si les voy a votar. Lo que sí que tengo claro es que cualquier cosa antes que el orate monclovita.
martes, 5 de febrero de 2008
Por tierras de Aragón
Regresaba del Monasterio de Piedra (Nuévalos, provincia de Zaragoza) cuando a los pocos kilómetros una indicación trastocó mi plan inicial. Calamocha, 65. Mi idea era regresar a Elche siguiendo la misma ruta que en el viaje de ida, es decir, volver a Calatayud, donde había pernoctado, y de ahí seguir por carretera nacional, parando en Daroca para tomar un cafetito, hasta enlazar con la autovía Mudéjar en Calamocha. Sin embargo, esa indicación prometía una vía directa y más corta a Calamocha, eso sí, por carretera comarcal. No había prisa y sí ganas de aventura, así que tras meditarlo di media vuelta y puse rumbo a Calamocha. La carretera era toda para mí, hasta el punto de que casi te nacía saludar a los escasos vehículos que se te aparecían en la ruta fantasma. Así comenzó la estremecedora experiencia de atravesar los pueblos fantasma del campo de Calatayud y de la provincia de Teruel. El caserío y las monumentales iglesias, muchas de ellas del siglo XVI, acredita que esos pueblos tuvieron gente, vida, poderío. Sin embargo, hoy yacen exangües y yertos. Sólo algún vehículo estacionado en sus calles denotaba un hilillo de vida humana itinerante. Quizá alberguen vida humana durante los fines de semana y en vacaciones, pero esos habitantes itinerantes pasan por estos pueblos como quienes acuden al cementerio a pasear y a honrar a los difuntos. Monterde, ¡qué espectáculo! Parte de su caserío, huérfano de sus moradores de antaño, ocupa la ladera de una montaña. Las casas han adquirido la tonalidad de la montaña y dan la impresión de haberse convertido en un elemento más de la naturaleza. Abanto, Bello, y otros pueblos más reflejan la imagen más dura de la despoblación que han sufrido algunas zonas de Aragón. Así llegué a Calamocha, que todavía sobrevive, y tomé la Autovía Mudéjar. Mientras conducía por la autovía pensaba que ella ha sido para muchos pueblos de Aragón lo que el Carpacia para los náufragos del Titanic que braceaban desesperados en las negras y frías aguas del Atlántico.
jueves, 24 de enero de 2008
Las listas del PP en la Comunidad Valenciana (un oloroso espectáculo)
miércoles, 16 de enero de 2008
La llegada de Pizarro y la salida de Gallardón
En cuanto a lo de Gallardón, creo que los ciudadanos debemos analizar la política desde nuestra perspectiva y no desde la de los políticos. Se habla de si la ausencia de Gallardón restará votos al PP, de si la imagen del PP se radicalizará, etc. A mí esto me interesa relativamente. Como ciudadano opino que no está bien que un Alcalde deje su trabajo por ambiciones políticas. La postura de Rita Barberá merece todo mi apoyo. Cuando Zaplana dejó la Generalitat para irse a Madrid para postularse como sucesor me llevé una decepción. Eso no está bien. Si alguien se presenta para un mandato de cuatro años, que lo cumpla, y luego, si quiere, que emprenda otro rumbo. Dicho esto, que me parece lo más importante, observo que quienes critican la decisión de Rajoy parecen más bien votantes socialistas que del PP. No creo que Gallardón garantice votos de izquierda. Tampoco veo por qué su ausencia favorece una imagen radicalizada del PP. Todos estos comentarios son fruto de la campaña de los medios progres que, por ejemplo, presentan a Zaplana o a Acebes como la derecha más radical del partido. Sin embargo, Zaplana proviene de UCD y Gallardón era el delfín de Fraga en Alianza Popular.
viernes, 11 de enero de 2008
La letra del himno, última jaimitada de esta España de pandereta
sábado, 5 de enero de 2008
Comentario a un párrafo de Juan Manuel de Prada
“Cada pueblo tiene los gobernantes que se merece; y, desde luego, el pueblo español se merece que los socialistas sigan gobernándolo otros cuatro años. Que ahora, en vísperas de las elecciones, la crisis económica se convierta en la única esperanza de su fracaso nos confirma este aserto. Un pueblo capaz de vender su primogenitura por un plato de lentejas merece quedarse sin primogenitura y sin plato de lentejas. Y el pueblo español ha transigido con todo, con tal de seguir metiendo la cuchara en el plato de lentejas de la prosperidad económica: ha transigido con la descomposición del tejido nacional, ha transigido con la ignominia de la negociación con una banda de criminales, ha transigido con la irresponsabilidad de unos gobernantes empeñados en resucitar los fantasmas del cainismo. Un pueblo capaz de transigir con tanta podredumbre es un pueblo despojado de fibra moral, reducido a pura animalidad invertebrada; y ya se sabe que a los animales basta con aprovisionarles el pesebre para tenerlos satisfechos”.
Yo no tengo excesiva simpatía por mis compatriotas, principalmente por cuestiones que algunos considerarían menores, tales como nuestra incapacidad para hacer de España un país en el que se respeta el medioambiente, el silencio, las buenas maneras y tantas otras cosas que brillan por su ausencia mientras nos seguimos tragamos esa filfa de que como en España no se vive en ninguna parte. Ahora bien, creo que De Prada no está siendo completamente justo. Como cualquier español medianamente sensato, he vivido con enorme preocupación las andanzas, ocurrencias y felonías varias del orate monclovita desde que se convirtió en Presidente. Este nefasto gobierno, entre otras cosas, ha menoscabado gravemente la cohesión nacional, ha dilapidado la herencia económica que recibió, ha contribuido a banalizar el matrimonio y se ha comportado de forma irresponsable e ignominiosa en la lucha contra el terrorismo. Sin embargo, no es cierto que el pueblo español haya transigido con todo ello. En reiteradas ocasiones ha salido a la calle a protestar contra muchas de estas medidas y todavía no ha tenido oportunidad de pronunciarse en las urnas. Si en las próximas elecciones Zapatero vuelve a gobernar, entonces sí que tendrá razón De Prada en su aseveración. En lo que sí que tengo que dar la razón a mi coetáneo es en que parece mentira que tenga que ser precisamente la crisis económica, que ya empieza a arreciar con fuerza, el principal motor del cambio de tendencia de los electores. Ahora bien, hay que ser justos y añadir que en marzo de 2004 los españoles arriesgaron ese plato de lentejas, que tenían más seguro con la gestión económica del PP, y decidieron –quizá en un arrebato emocional- que había razones más importantes que las estrictamente económicas a la hora de gobernar una nación.