Estaba comprando una bolsa de espinacas en el supermercado cuando al pasar por caja he visto que dos niños de unos nueve años estaban jugando al fútbol dentro del supermercado. Sucedió lo que se pueden imaginar: uno de ellos ha chutado hacia el techo y ha roto un tubo de neón que se ha precipitado hacia el suelo haciéndose añicos. Afortunadamente nadie ha resultado herido. La responsable del supermercado se ha acuclillado dispuesta a decirles un par de cositas a los nenes, pues si tuviera que esperar a que los padres de las criaturas abrieran la boca todavía podía estar esperando sentada. Tenía cierta curiosidad por saber qué les iba a decir, y sucedió lo que imaginaba. Con cara seria y en plan educadora super guay les ha explicado el peligro que habían corrido porque el tubo les podida haber caído encima, razón por la cual no deben jugar a fútbol en un supermercado. ¿Les convence el argumento? Yo no tengo hijos pequeños y quizá no soy el más indicado para opinar sobre cómo se debe educar a los niños, pero creo que aunque es posible que lo que les dijo esta mujer sea la mejor estrategia para que el niño no vuelva a hacerlo más, desde un punto de vista educativo me parece que ha cometido un grave error que lamentablemente suele ser hoy en día muy habitual.
El problema radica en que la responsable del supermercado ha utilizado un argumento consecuencialista en lugar de un argumento de principio, que es el que correspondía. Jugar al fútbol en un supermercado o en cualquier comercio o lugar privado es algo que no se debe hacer con independencia de si hay mucha o poca gente, y de si se pueden romper cosas. Al niño hay que dejarle claro que hay cosas que no se deben hacer porque no están bien, y se le puede intentar explicar –aunque comprendo que no sea sencillo- que en muchas ocasiones no está bien porque no se tiene derecho a hacerlo. No obstante, tampoco me parece mal el decirle en un momento dado, “eso no se hace y punto”. “¿Por qué?”. “Pues porque te lo digo yo, que soy tu padre, te quiero, y sé mejor que tú lo que está bien y mal” (ojo, eso requiere autoridad, algo de lo que cada vez huyen más estos padres que van de guays). Si es posible darle la explicación, adelante, pero en todo caso lo que me parece más importante es que le quede claro que la razón de que algo esté mal en un caso como el que he vivido esta mañana no son las consecuencias. Si el niño interioriza la idea de que la corrección de una acción depende de sus consecuencias (y sobre todo de las consecuencias hacia él mismo) se le introduce en un terreno muy peligroso porque se elimina cualquier impedimento para cometer malas acciones si estima que él u otros no saldrán perjudicados.
El problema radica en que la responsable del supermercado ha utilizado un argumento consecuencialista en lugar de un argumento de principio, que es el que correspondía. Jugar al fútbol en un supermercado o en cualquier comercio o lugar privado es algo que no se debe hacer con independencia de si hay mucha o poca gente, y de si se pueden romper cosas. Al niño hay que dejarle claro que hay cosas que no se deben hacer porque no están bien, y se le puede intentar explicar –aunque comprendo que no sea sencillo- que en muchas ocasiones no está bien porque no se tiene derecho a hacerlo. No obstante, tampoco me parece mal el decirle en un momento dado, “eso no se hace y punto”. “¿Por qué?”. “Pues porque te lo digo yo, que soy tu padre, te quiero, y sé mejor que tú lo que está bien y mal” (ojo, eso requiere autoridad, algo de lo que cada vez huyen más estos padres que van de guays). Si es posible darle la explicación, adelante, pero en todo caso lo que me parece más importante es que le quede claro que la razón de que algo esté mal en un caso como el que he vivido esta mañana no son las consecuencias. Si el niño interioriza la idea de que la corrección de una acción depende de sus consecuencias (y sobre todo de las consecuencias hacia él mismo) se le introduce en un terreno muy peligroso porque se elimina cualquier impedimento para cometer malas acciones si estima que él u otros no saldrán perjudicados.