sábado, 9 de mayo de 2009

El consecuencialismo en la educación de los niños

Estaba comprando una bolsa de espinacas en el supermercado cuando al pasar por caja he visto que dos niños de unos nueve años estaban jugando al fútbol dentro del supermercado. Sucedió lo que se pueden imaginar: uno de ellos ha chutado hacia el techo y ha roto un tubo de neón que se ha precipitado hacia el suelo haciéndose añicos. Afortunadamente nadie ha resultado herido. La responsable del supermercado se ha acuclillado dispuesta a decirles un par de cositas a los nenes, pues si tuviera que esperar a que los padres de las criaturas abrieran la boca todavía podía estar esperando sentada. Tenía cierta curiosidad por saber qué les iba a decir, y sucedió lo que imaginaba. Con cara seria y en plan educadora super guay les ha explicado el peligro que habían corrido porque el tubo les podida haber caído encima, razón por la cual no deben jugar a fútbol en un supermercado. ¿Les convence el argumento? Yo no tengo hijos pequeños y quizá no soy el más indicado para opinar sobre cómo se debe educar a los niños, pero creo que aunque es posible que lo que les dijo esta mujer sea la mejor estrategia para que el niño no vuelva a hacerlo más, desde un punto de vista educativo me parece que ha cometido un grave error que lamentablemente suele ser hoy en día muy habitual.

El problema radica en que la responsable del supermercado ha utilizado un argumento consecuencialista en lugar de un argumento de principio, que es el que correspondía. Jugar al fútbol en un supermercado o en cualquier comercio o lugar privado es algo que no se debe hacer con independencia de si hay mucha o poca gente, y de si se pueden romper cosas. Al niño hay que dejarle claro que hay cosas que no se deben hacer porque no están bien, y se le puede intentar explicar –aunque comprendo que no sea sencillo- que en muchas ocasiones no está bien porque no se tiene derecho a hacerlo. No obstante, tampoco me parece mal el decirle en un momento dado, “eso no se hace y punto”. “¿Por qué?”. “Pues porque te lo digo yo, que soy tu padre, te quiero, y sé mejor que tú lo que está bien y mal” (ojo, eso requiere autoridad, algo de lo que cada vez huyen más estos padres que van de guays). Si es posible darle la explicación, adelante, pero en todo caso lo que me parece más importante es que le quede claro que la razón de que algo esté mal en un caso como el que he vivido esta mañana no son las consecuencias. Si el niño interioriza la idea de que la corrección de una acción depende de sus consecuencias (y sobre todo de las consecuencias hacia él mismo) se le introduce en un terreno muy peligroso porque se elimina cualquier impedimento para cometer malas acciones si estima que él u otros no saldrán perjudicados.

viernes, 8 de mayo de 2009

El recomenzar cristiano y el existencialismo

Hace un par de años decidí cumplir fielmente los preceptos de vida cristiana. Lo logré durante un tiempo. No me convertí en un beato de misa diaria, pero sí que asistía puntualmente a misa dominical, confesaba mensualmente e incluso incluí entre mis actividades mensuales la asistencia a una meditación cristiana. No sabía qué significaba la meditación en el cristianismo. Incluso creía que era algo exclusivo de las religiones orientales como el budismo o el hinduismo. Sin embargo, en el catecismo figura la meditación como una expresión más de la oración cristiana que básicamente consiste en una reflexión que realiza el sacerdote sobre textos cristianos esenciales (sagradas escrituras, encíclicas, etc.) con el fin de profundizar en cuestiones centrales de la vida cristiana, y suscitar en los asistentes una reflexión sobre su propia vida.

Había un tema recurrente en muchas meditaciones a las que asistí: cuando el cristiano peca y se aleja de Dios debe acostumbrarse a recomenzar con el firme propósito de perseverar en el camino marcado por el Señor. Recuerdo que en una ocasión el sacerdote dijo que perseverar no es mantenerse con constancia e invariable fuerza en la misma dirección, sino levantarse cada vez que uno ha caído y recomenzar. Recomenzar es clave en la vida cristiana, aunque me atrevería a afirmar que es un rasgo genuinamente católico en tanto este nuevo comienzo cobra verdadero sentido con el sacramento de la confesión propio de los católicos. Los reformados, puritanos o calvinistas estarían mucho más próximos a esa constancia sin fisuras propia de los elegidos (sobre este tema resulta imprescindible leer el libro de Max WEBER sobre la ética protestante) que al recomenzar católico.

El mensaje, aparte de coherente con mi propia forma de entender el cristianismo, es tremendamente optimista. No importa tanto caer como estar dispuesto a levantarse y comenzar de nuevo. Las fuerzas para ese nuevo comienzo surgen de la convicción de que hay un camino correcto por el que transitar que es necesario retomar. La misión del sacerdote y de toda la iglesia consiste en dar esa buena noticia y estar siempre dispuesta a mostrar cuál es ese camino.

Podrá imaginarse el lector cuán grande fue mi sorpresa cuando leyendo “La peste” de Albert Camus, uno de los máximos representantes del existencialismo, hallé que la palabra más repetida por el autor en la novela era precisamente “recomenzar”. En el marco de la gran tragedia que se narra en la novela (una epidemia de peste en la ciudad de Orán en la década de los cuarenta en pleno siglo XX), el mensaje de Camus consiste en la necesidad de seguir adelante, recomenzando una y otra vez. La pregunta que me asaltaba era evidente: ¿qué fuerza puede llevar al ser humano a recomenzar si no es la esperanza cristiana? El principal protagonista de “La Peste”, el médico Rieux, lucha contra la epidemia con todas sus fuerzas porque siente que es su deber y porque no puede soportar un sufrimiento y una muerte que no repara en llevarse incluso a niños inocentes. Para la visión existencialista no es que la existencia carezca de sentido, sino que su sentido genuino es precisamente carecer de sentido, porque no puede explicarse ni justificarse en modo alguno el sufrimiento de los inocentes. En "La Peste" Camus contrapone lo que él considera una visión coherente del cristianismo, la que se ofrece en la segunda homilía del padre Paneloux, y el existencialismo. Al referirse a la segunda homilía del padre Paneloux, Jean Tarrou reflexiona y sentencia: “Paneloux tiene razón. Cuando la inocencia puede tener los ojos saltados [alude a la agonía y muerte de un niño que acaban de presenciar], un cristiano tiene que perder la fe o aceptar tener los ojos saltados. Paneloux no quiere perder la fe: irá hasta el final. Esto es lo que ha querido decir”. No cree Camus que un cristiano pueda hallar sentido al sufrimiento que está presente en la existencia humana. El cristianismo, según Camus, sólo puede sostenerse en la fe porque no hay razón que justifique el sufrimiento de un inocente. ¿Cómo, se pregunta Camus, un Dios bondadoso puede permitir esto? No es aceptable, de ahí que el cristiano coherente tenga que amar la muerte que proviene de la peste si no quiere perder la fe. Es la gran disyuntiva existencialista que en mi opinión se basa en una concepción estrecha de la razón que impide conciliarla con la fe.

Camus no encuentra otra alternativa que luchar contra el sufrimiento, la muerte, siempre presentes en la existencia humana, una y otra vez. Es necesario recomenzar continuamente. ¿Por qué? Porque no podemos resignarnos a aceptar el sinsentido. Aquí hay que situar el mito de Sísifo. Sísifo sube esforzadamente la piedra por la ladera de la montaña hasta la cima. Una vez allí siente la satisfacción de ver cumplido el trabajo, pero nuevamente la piedra rueda cuesta abajo y debe comenzar de nuevo a subirla hasta la cima. Así una y otra vez tratando de no perder la alegría y no derrumbarse. Este es el mensaje del existencialismo de Camus. Aquí la fe es desplazada por un sentimiento de repugnancia y rechazo ante el mal presente en el mundo. El existencialismo busca santos laicos, que es aquello a lo que precisamente aspira Jean Tarrou, otro de los personajes más importantes de la novela. El existencialista quiere hombres dispuestos a luchar sin descanso contra los males del mundo, pero en ocasiones estos aspirantes a una laica santidad descubren que apenas pueden hacer nada sin que el resultado sea la muerte de un inocente. Esto les llega a atormentar, como sucede con Tarrou.

¡Recomenzar! La vida siempre es recomenzar, pero cómo, por dónde. Esa es la gran pregunta. ¿Pueden tener sentido la enfermedad, el sufrimiento, la muerte? Yo creo que sí, que la respuesta cristiana es válida. Así que, queridos lectores, pronto tendré que hacerme el ánimo y recomenzar.

viernes, 24 de abril de 2009

¡Gobierno, dimisión!

El gobierno está absolutamente groggy. La realidad le golpea convirtiendo sus pronósticos de meses atrás en grotescas muestras de incompetencia que difícilmente pueden evitar que la ciudadanía traduzca en un clamor: “¡EMBUSTEROS!”. El Ministro de Trabajo hace poco decía que no llegaríamos a los cuatro millones de parados, pero hoy ya hemos superado esa cifra. Carecen absolutamente de credibilidad. No están capacitados técnicamente y muchos menos moralmente para superar esta situación de clara emergencia nacional. Caben dos posibilidades: o gobierno y oposición alcanzan pactos de Estado en materia económica, o Zapatero debe dimitir y convocar urgentemente elecciones. 

lunes, 30 de marzo de 2009

Zapatero ironiza con la intervención en Perejil

No me extraña que los militares estén desconcertados después de haber escuchado que el presidente Zetapé aludía irónicamente a la "gran hazaña" de la intervención en Isla Perejil . Con este hombre no hay manera, lleva en la presidencia cinco años y sigue igual de irresponsable que el primer día. Aparte de la bofetada que sus palabras representan para los “boinas verdes”, que intervinieron en Perejil sin saber cómo iban a responder los marroquíes, el mensaje que Zapatero (ahora algunos ya le llaman Zetaparo) manda a Mohamed VI no puede ser más desalentador para los intereses españoles. El rey moro ya puede ir pensando en poner su pie en las chafarinas o en el peñón vélez de la gomera. Zetapé parece no darse cuenta de que por muy deshabitados que estén, estos trozos de tierra forman parte del territorio nacional, y por consiguiente su ocupación representa una agresión a la soberanía española. Meter en un mismo saco la posición de España en la guerra de Iraq y Perejil es una demostración de la deriva del gobierno Zapatero. Por no hablar del espectáculo que hemos ofrecido con motivo de la retirada de las tropas desplegadas en Kosovo.

domingo, 29 de marzo de 2009

El cumpleaños de Terence Hill

Cuando era pequeño, con frecuencia solía ir al cine durante los fines de semana y los largos veranos que pasaba en Ribarroja. Eran sesiones maratonianas. Normalmente programaban tres largometrajes, entrabas a las cuatro de la tarde y salías a las nueve de la noche un poco mareado de tanto cine y del cambio de la luz del día a la oscuridad nocturna. A pesar de ello, aguantaba perfectamente y disfrutaba de lo lindo, pese a que ni siquiera había cumplido los diez años. En aquella época –hace casi treinta años- estaban de moda las películas de Terence Hill y Bud Spencer. Recuerdo especialmente las de la saga de Trinidad, “Le llamaban Trinidad” y las que le siguieron. También solían poner muchas de Pajares y Esteso y de Manolo Escobar.

Hoy he leído que Terence Hill acaba de cumplir nada menos que 70 años. Curiosamente suelo asombrarme de lo rápido que pasa el tiempo cuando me entero del cumpleaños de los demás, especialmente si se trata de personas que permanecen jóvenes en mi recuerdo, como sucede con Terence Hill. Su compañero de aventuras en el cine, Bud Spencer, al que sigo viendo como ese gordo forzudo siempre dispuesto a liarse a tortas en un bar, va a cumplir ochenta años. Increíble. Por cierto, ahora comprendo por qué siempre protagonizaban los llamados “spaghetti westerns”. Terence Hill es veneciano y Spencer es de Nápoles (fue campeón mundial de natación en los años cincuenta). Supongo que aspirarían a trabajar en Hollywood y decidieron ponerse un nombre yanki.

El tiempo pasa muy deprisa, pero como les decía en el post sobre el paso del tiempo y La montaña mágica estoy convencido de que es posible ralentizarlo viviendo con intensidad, como nos sucedió hace unas semanas en Besançon. Lamentable o afortunadamente no podemos hacer que los recuerdos envejezcan. Estos siguen presentes y vivos en nuestra memoria. El olvido engulle parte del decorado, pero lo esencial solemos conservarlo. Ahí tenemos la batalla perdida, especialmente los memoriosos. No podemos evitar que la cercanía y claridad del recuerdo nos suma en la perplejidad como hoy me ha sucedido a mí con el cumpleaños de Terence Hill.

viernes, 27 de marzo de 2009

Pepe, el del Popular

Acaban de pillar en México a “Pepe, el del Popular” que hace dieciocho años huyó de la sucursal bancaria que dirigía con 6.000 millones de pesetas. Le ha detenido la policía cuando apenas le faltaban tres años para salirse de rositas por prescripción del delito. “¡Qué putada!” pensará más de uno. Está claro que es un sinvergüenza, pero este tipo de delincuentes tienen una vena simpática. El hombre veía pasar por sus manos miles de billetes y cayó en la tentación. Empatía instantánea, pese a que sabemos que no actuaríamos así. Además, al Dioni lo pescaron en poco tiempo, pero Pepe ya veía la tierra prometida cuando todo se le acaba de ir al garete.

En este caso es curioso el apodo que se le ha dado. La gran mayoría de delincuentes tiene un apodo propio, no aclarativo. Ahí están “el Dioni”, “el Lute”, “el Solitario”, “el Vaquilla”, etc., pero Pepe era “Pepe, el del popular”. ¿Se imaginan la situación en el bar a la hora del aperitivo?

- Gutiérrez, ¿te has enterado de lo de Pepe Martínez? Dicen que ha trincado 6.000 millones de pelas y se ha ido de España.
- ¿No me jodas? ¿Lo dices en serio?
- Completamente.
- ¿Pero este Pepe es Pepe el que trabajaba en el Vizcaya.
- No, hombre, no, Pepe, el del Popular.
- Ah, coño, vaya tela, Pepe, el del Popular. ¡Qué calladito se lo tenía el muy mamón! Pues ha hecho bien. Si le cogen dentro de unos años que le quiten lo bailao.

Y probablemente tras muchas conversaciones como esta acabó siendo conocido como “Pepe, el del Popular”, el típico delincuente fungible. En ese caso fue Pepe, el del Popular, como en otro podría haber sido Pepe, el del BBVA o Miguel, el del Banesto. Gente normal y corriente que cansada de verlos pasar por delante mete la mano y sale corriendo. Vamos a ver si conforme avanza la crisis no empiezan a proliferar los “Juan, el de la gasolinera”, “Javierito, el de la perfumería” o “Manuela, la de Mercadona”.

martes, 24 de marzo de 2009

Los excesos durante los días de fallas

Observo con satisfacción que empiezan a cuestionarse muchos de los excesos que se cometen en Valencia durante las fallas: ruidos desproporcionados por verbenas que se alargan hasta bien entrada la madrugada, anarquía en el uso de petardos, suciedad y desechos por toda la ciudad, vandalismo contra el mobiliario urbano, etc. Siempre lo he pasado muy bien en los días de fallas cuando vivía en Valencia, pero hay que reconocer que mucha gente se ve en el dilema de abandonar la ciudad o soportar un martirio, caso de no poder desaparecer. Y yo me pregunto, ¿acaso no se podría consultar a los ciudadanos sobre cuestiones relativas a la regulación de la vida en la ciudad durante las fallas? Los municipios deberían contar mucho más con la participación ciudadana, sobre todo en aquello que afecta a la vida cotidiana. ¿Por qué no preguntar a los ciudadanos, por ejemplo, hasta qué hora les parece bien que duren las verbenas? Se me ocurren muchas maneras de hacerlo, pero quizá lo más importante para fomentar la participación ciudadana sea formar un comité popular que en coordinación con los grupos políticos municipales elabore una agenda de consultas. En una democracia participativa es fundamental el papel de aquellos que se encargan de formular las preguntas dirigidas a los ciudadanos, así como de facilitar posibles respuestas. Si esto no se hace bien pueden plantearse muchos problemas. A partir de ahí se podría exigir un nivel de participación mínimo para otorgar validez a las consultas, precisar su carácter vinculante o consultivo, etc. Creo que la política municipal debería ser pionera a la hora de hacer realidad una democracia más participativa, que no sólo evitaría los excesos de algunas minorías, sino que además serviría como banco de pruebas para una extensión de la misma a nivel nacional.