Cuando Pepe Blanco empezó a adquirir notoriedad pública me causó muy mala impresión. Veía en él un polítiquillo demagogo sin formación ni carisma. Con el paso del tiempo mi opinión ha mejorado: me parece un hombre con gran olfato político, capacidad de trabajo y bastante sensatez. Probablemente uno de los mejores ministros, infinitamente más listo y sagaz que sus compañeros de partido y gabinete. Esto no quiere decir que comparta sus puntos de vista. De hecho, de él y de su amigo Zetapé, el orate monclovita, me separa un abismo. Recientemente Pepe Blanco acaba de afirmar públicamente que quizá haya que subir los impuestos a las rentas más altas para acometer políticas públicas y ayudar a los más desfavorecidos. Subir los impuestos es una medida popular en buena parte de la opinión pública. Es fácil que mucha gente se deje convencer por un argumento tan sencillo y, en apariencia, convincente: que se aprieten un poco más el cinturón los ricos y no los pobres. Ojalá las cosas fueran así de sencillas. La economía de mercado funciona como un todo, de tal forma que pequeños ajustes cuya finalidad directa es favorecer al pobre pueden, por la propia reestructuración global que suponen, terminar perjudicándole. Esto es lo que sucede con esta medida. En principio puede pensarse que se recaudará más por IRPF, pero está claro que el consumo y la iniciativa económica se resentirá. Cuando Aznar llegó al poder en 1996 demostró que es posible bajar los impuestos y recaudar más, por el mayor dinamismo de la economía. Esa es la receta, acompañada de una mayor austeridad en el gasto público (hoy difícil de acometer por el disparate autonómico), del PP, tal como expuso Arenas en su respuesta a Blanco. Creo que Arenas tiene razón, lo que sucede es que realmente ante una crisis como la actual algo hay que hacer cuando la gente se queda sin ingresos de ningún tipo. Para mí la mejor solución es que esas ayudas de urgencia se nutran del ahorro que pueda lograrse eliminando el gasto público en todo aquello que sea supérfluo.
viernes, 21 de agosto de 2009
jueves, 20 de agosto de 2009
Ben-Hur
La película “Ben-Hur” es tan conocida, de hecho prácticamente todos los años la programan en algún canal los días de Semana Santa, que ha oscurecido la novela en la que está basada. A pesar de ello la adquirí junto a otras novelas históricas pensando que me vendría bien alguna lectura entretenida y relajada para las vacaciones. La decisión ha sido muy acertada. Hace pocos días que concluí su lectura y sin duda la recomiendo. La película es una muy buena adaptación, aunque como es natural en estos casos no siempre es fiel a la novela. Por ejemplo, Mesala no muere tras la carrera de cuádrigas, sino que queda paralítico y sólo muere al final de la novela, asesinado por Iras, la hija de Baltasar, el tercer rey mago, un personaje bastante importante en la novela. También llama la atención comprobar que la victoria de Ben-Hur en la carrera se logra por su habilidad para destrozar el carro de Mesala, además, claro está, de contar con los magníficos corceles árabes bayos del jeque Ilderim (por cierto, los caballos de Mesala no son todos negros, sino que son dos negros y dos blancos). Pero quizá la diferencia más notable entre la novela y la película radique en el énfasis que cada una pone en la búsqueda de la venganza y en el momento histórico que vive Israel con la inminente llegada del nuevo rey. En la novela es muy interesante observar como el autor, Lewis Wallace, contrapone las diferentes interpretaciones respecto al nuevo reino del mesías. Esta cuestión tiene quizá la misma importancia que el propio argumento de la venganza de Ben-Hur contra Mesala (capital en la película). Simónides sostiene que será un reino terrenal y que Israel someterá a todas las naciones, mientras que Baltasar piensa que será un reino de almas, y por tanto que el rey que ha de comenzar su labor de forma inminente será un salvador. En la novela este dilema tiene un lugar destacado. Ben-Hur se debate entre ambas interpretaciones creyendo en principio que tanto Baltasar como Simónides pueden tener razón. Finalmente Jesucristo, cuyo nacimiento, pasión y muerte son recreados en la novela (también en la película), despeja las dudas y demuestra que Baltasar tenía razón. Ben-Hur, Esther y Simónides se dan cuenta del carácter espiritual del reino y al mismo tiempo se avergüenzan de la brutal y temeraria injusticia cometida por sus compatriotas judíos contra Jesucristo, convirtiéndose en unos de los primeros cristianos. La novela de Lewis Wallace merece ocupar un lugar destacado entre las grandes novelas históricas, y puede ser una lectura muy recomendable para adolescentes.
miércoles, 12 de agosto de 2009
El final del caso Camps
Me pide un amigo, lector habitual del blog, que diga algo sobre el final del caso Camps. La verdad es que tiene razón en su solicitud, ya que hace pocos días sostenía que Camps debía dimitir. Pues bien, tras la lectura del auto del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana, sigo pensando lo mismo. Los magistrados no discuten el relato fáctico de Flors, es decir, admiten que Camps y el resto de los imputados pueden haber recibido gratis sus trajes, pero consideran que el delito de cohecho impropio no se les puede imputar. La razón principal consiste en que la dádiva que exige este tipo penal requiere que el receptor sea una autoridad o funcionario (incluye a cualquiera que trabaje para la función pública), y que además esa dádiva se dé en consideración a su función. Teniendo esto presente, el Tribunal llega a unas conclusiones que resultan poco razonables y en algún caso casi escandalosa. Ejemplo de esto último son las referencias a Ricardo Costa. Ciertamente podría archivarse la causa contra Costa porque éste no es autoridad ni funcionario (es diputado autonómico y secretario regional del PP). Perfectamente, pero dejémoslo ahí. El problema está en que el Tribunal argumenta que en su condición de diputado autonómico no podría beneficiar a nadie, pese a recibir las dádivas, ya que un diputado solo no hace la ley. Insisto, si se hubieran centrado en la simple formalidad hubiera sido mejor, porque realizar semejante afirmación es absolutamente inaceptable teniendo en cuenta cómo funciona la política en España. ¿Acaso puede pensarse que la capacidad de influencia de alguien como Ricardo Costa puede ser la misma que la de una diputada autonómica de Esquerra Unida? Obviamente, no. Pero vayamos a los argumentos poco razonables. Dicen los miembros del Tribunal que Camps podría haber recibido esos regalos, no en calidad a su función de presidente de la Generalitat, pues las adjudicaciones en las que participaban las empresas de “El bigotes” eran competencia de distintas consellerías. Además, es perfectamente posible que las dádivas se hicieran en función de su condición de presidente del PP, es decir, no como autoridad. Sí, ciertamente esta interpretación es posible, pero no es razonable, que es lo que pone de relieve Flors en su auto.
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Actualidad política
domingo, 26 de julio de 2009
¡Hola!
En los meses de junio y julio cae en mis manos la revista “¡Hola!” y la verdad es que me lo paso pipa ojeándola. Comienza habitualmente con un reportaje sobre algún rico que te enseña su espectacular mansión mientras cuenta su vida en la entrevista que acompaña al reportaje. Yo diría que decoran su vida casi con más esmero que su propia casa, todo un logro. A veces sorprende que sean famosos de medio pelo los dueños de estos auténticos palacios. Por ejemplo, hace pocas semanas Raquel Meroño, una actriz española de segunda fila, enseñaba su casa de Bali (creo que era allí) y era flipante. Igual le ha tocado la lotería, quién sabe… Luego vienen los bloques tradicionales: actos públicos o privados de la familia real, reportaje fotográfico acompañado de entrevista de un famoso, y las fiestas del verano, quizá el plato fuerte. En la información de la familia real hay que prestar atención a Letizia, y no sólo por sus vestidos y zapatos. Estoy dispuesto a apostar que ha pasado por el cirujano. Además de la nariz (que eso fue reconocido públicamente), también me parece que se ha retocado la mandíbula, los pómulos y los pechos. Desde luego ha ido a uno de los buenos porque, aunque se nota, no ha quedado desfigurada como mucha gente del mundo del famoseo.
Pero, como decía, el plato fuerte son las fiestas del verano. Reconozco que aquí disfruto como un enano observando las andanzas de estos personajes. Al margen de vestiditos y estilismos, que también tienen su interés, me resulta increíble ver que muchos de los protagonistas de estas fiestas repiten cada semana. Todo parece un sueño, pero no me malinterpreten: es propio de los sueños combinar objetos y personas que en la realidad no tienen nada que ver. Estas fiestas son lo más parecido a un sueño porque descubres que personas de los más diversos ámbitos sociales se conocen y están relacionadas. Sin ir más lejos esta pasada semana la revista incluía un extenso reportaje de la boda de Jaime Polanco (sobrino de Polanco) y Fiona Ferrer Leoni. En medio de un lujo desbordante, para mí absolutamente empalagoso, te sorprendes comprobando que esta gente conoce a la Elena Tablada (novia de David Bisbal que por lo poco que yo sé de esta chica creía que era una fan de Bisbal que a base de mucho insistir se lo había llevado al huerto), que Enrique Ponce (luego me referiré a él) es muy amigo del cantante Luis Miguel, que aunque no acudió a la boda estaba por allí en compañía de la Genoveva Casanova, antigua pareja del hijo de la duquesa de Alba. También aparece Antonio Carmona, el cantante de Ketama, o Carlos Baute, un simpaticón que se autodenomina cantante. Luego sale por ahí José María Michavila, ex ministro del PP, Palomo Linares y su bella mujer, Marina Danko, Manu Tenorio, ¡Andrés Pastrana (ex presidente de Colombia)!, Belisario Betancourt, Alberto Cortina, etc. Bueno, es que te quedas completamente alucinado. Evidentemente no todos se conocerán entre sí, pero luego ves a muchos de ellos coincidiendo en otras fiestas así que es fácil atar cabos y deducir que existe un mundo social que tiene sus protagonistas y reglas.
Entre esos protagonistas parece que Enrique Ponce y su mujer, Paloma Cuevas, ocupan una posición de privilegio. Los he podido ver casi todas las semanas en la revista. Paloma Cuevas posa siempre con la misma cara totalmente carente de expresión, aunque no parece haber pasado todavía por el cirujano, y da la impresión de que aspira a ocupar (si no lo hace ya) el trono como reina de las revistas de sociedad. Y Enrique Ponce está claro que no apuesta por la sobriedad ni en su toreo ni en la vida social, cosa muy respetable, por supuesto. En su día Luis Miguel Dominguín también era protagonista de este tipo de acontecimientos sociales. Recuerdo que Juan Antonio Vallejo-Nágera -el famoso psiquiatra que murió de cáncer a principios de los noventa- comenta en su libro póstumo “La puerta de la esperanza” que Luis Miguel Dominguín, el gran torero, padre de Miguel Bosé, le abrió las puertas de esta vida social que aparece en “¡Hola!” y que a mí a veces me fascina y a veces me horroriza. La verdad es que me gustaría poder asistir a alguna de esas fiestas para escuchar las conversaciones de esta gente.
Pero, como decía, el plato fuerte son las fiestas del verano. Reconozco que aquí disfruto como un enano observando las andanzas de estos personajes. Al margen de vestiditos y estilismos, que también tienen su interés, me resulta increíble ver que muchos de los protagonistas de estas fiestas repiten cada semana. Todo parece un sueño, pero no me malinterpreten: es propio de los sueños combinar objetos y personas que en la realidad no tienen nada que ver. Estas fiestas son lo más parecido a un sueño porque descubres que personas de los más diversos ámbitos sociales se conocen y están relacionadas. Sin ir más lejos esta pasada semana la revista incluía un extenso reportaje de la boda de Jaime Polanco (sobrino de Polanco) y Fiona Ferrer Leoni. En medio de un lujo desbordante, para mí absolutamente empalagoso, te sorprendes comprobando que esta gente conoce a la Elena Tablada (novia de David Bisbal que por lo poco que yo sé de esta chica creía que era una fan de Bisbal que a base de mucho insistir se lo había llevado al huerto), que Enrique Ponce (luego me referiré a él) es muy amigo del cantante Luis Miguel, que aunque no acudió a la boda estaba por allí en compañía de la Genoveva Casanova, antigua pareja del hijo de la duquesa de Alba. También aparece Antonio Carmona, el cantante de Ketama, o Carlos Baute, un simpaticón que se autodenomina cantante. Luego sale por ahí José María Michavila, ex ministro del PP, Palomo Linares y su bella mujer, Marina Danko, Manu Tenorio, ¡Andrés Pastrana (ex presidente de Colombia)!, Belisario Betancourt, Alberto Cortina, etc. Bueno, es que te quedas completamente alucinado. Evidentemente no todos se conocerán entre sí, pero luego ves a muchos de ellos coincidiendo en otras fiestas así que es fácil atar cabos y deducir que existe un mundo social que tiene sus protagonistas y reglas.
Entre esos protagonistas parece que Enrique Ponce y su mujer, Paloma Cuevas, ocupan una posición de privilegio. Los he podido ver casi todas las semanas en la revista. Paloma Cuevas posa siempre con la misma cara totalmente carente de expresión, aunque no parece haber pasado todavía por el cirujano, y da la impresión de que aspira a ocupar (si no lo hace ya) el trono como reina de las revistas de sociedad. Y Enrique Ponce está claro que no apuesta por la sobriedad ni en su toreo ni en la vida social, cosa muy respetable, por supuesto. En su día Luis Miguel Dominguín también era protagonista de este tipo de acontecimientos sociales. Recuerdo que Juan Antonio Vallejo-Nágera -el famoso psiquiatra que murió de cáncer a principios de los noventa- comenta en su libro póstumo “La puerta de la esperanza” que Luis Miguel Dominguín, el gran torero, padre de Miguel Bosé, le abrió las puertas de esta vida social que aparece en “¡Hola!” y que a mí a veces me fascina y a veces me horroriza. La verdad es que me gustaría poder asistir a alguna de esas fiestas para escuchar las conversaciones de esta gente.
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Sociedad
jueves, 23 de julio de 2009
Constantinopla y Al-Andalus
Los musulmanes no olvidan que hubo una época en que su civilización dominó buena parte de la península ibérica. Fueron los tiempos de Al-Aldalus que concluyeron con la conquista de Granada por parte de los Reyes Católicos en 1492, fecha en la que finalizó la reconquista española. Los musulmanes recuerdan Al-Andalus e incluso los más fanáticos no ocultan su intención de recuperarlo. Poco les importa que antes de que ellos ocuparan la península por las armas el cristianismo llevara cinco siglos implantado, primero en la Hispania romana y posteriormente en la España visigoda.
A diferencia de lo que sucede con los musulmanes, los cristianos hemos olvidado Constantinopla, la actual Estambul turca. El milenario imperio bizantino, con marcado carácter helénico, cristiano ortodoxo y beligerante frente al catolicismo papal cayó en 1453 tras la conquista de Constantinopla por los turcos, que decidieron hacer de esta ciudad la capital de su naciente imperio. En la toma de Constantinopla por los turcos está ambientada la novela histórica “El ángel sombrío” del finlandés Mika Waltari. De él había leído la merecidamente célebre “Sinuhé el egipcio” y la decepcionante “Marco el romano”. “El ángel sombrío” es una buena novela cuya circunstancia histórica convierte en especialmente interesante. Waltari nos recrea el odio existente entre “griegos” (cristianos ortodoxos) y “latinos” (católicos occidentales) del que se beneficiará el sultán turco Mohamed. Obviamente se trata de una novela histórica y habría que contrastar los datos que en ella se vierten con la historiografía más rigurosa, pero resulta sorprendente que la segunda ciudad más importante de la cristiandad apenas recibiera el auxilio del mundo cristiano para evitar caer en manos musulmanas. ¿Cómo es posible que unos países que hacía pocos siglos habían puesto en marcha las cruzadas para recuperar tierra santa dejaran caer Constantinopla? Merece la pena estudiarlo. Incluso dejando al margen las motivaciones religiosas parece un suicidio permitir esta incursión de los turcos en Europa que, como finalmente sucedió, amenazaba muy seriamente a toda la cristiandad.
En el mismo siglo que los turcos tomaban Constantinopla los cristianos españoles concluíamos la reconquista. Pero así como los musulmanes recuerdan Al-Andalus, ningún cristiano reivindica el recuerdo de Constantinopla. Por supuesto que no estoy abogando por ninguna acción de conquista, pero no estaría de más que cuando los extremistas musulmanes aluden a Al-Andalus, aparte de recordarles que no tienen sentido semejantes reivindicaciones por razones evidentes, también se les recordara que hubo lugares que durante siglos (milenios en este caso) fueron cristianos y que por diferentes avatares dejaron de serlo sin que dicha historia pueda esgrimirse como título para echar de allí a nadie.
A diferencia de lo que sucede con los musulmanes, los cristianos hemos olvidado Constantinopla, la actual Estambul turca. El milenario imperio bizantino, con marcado carácter helénico, cristiano ortodoxo y beligerante frente al catolicismo papal cayó en 1453 tras la conquista de Constantinopla por los turcos, que decidieron hacer de esta ciudad la capital de su naciente imperio. En la toma de Constantinopla por los turcos está ambientada la novela histórica “El ángel sombrío” del finlandés Mika Waltari. De él había leído la merecidamente célebre “Sinuhé el egipcio” y la decepcionante “Marco el romano”. “El ángel sombrío” es una buena novela cuya circunstancia histórica convierte en especialmente interesante. Waltari nos recrea el odio existente entre “griegos” (cristianos ortodoxos) y “latinos” (católicos occidentales) del que se beneficiará el sultán turco Mohamed. Obviamente se trata de una novela histórica y habría que contrastar los datos que en ella se vierten con la historiografía más rigurosa, pero resulta sorprendente que la segunda ciudad más importante de la cristiandad apenas recibiera el auxilio del mundo cristiano para evitar caer en manos musulmanas. ¿Cómo es posible que unos países que hacía pocos siglos habían puesto en marcha las cruzadas para recuperar tierra santa dejaran caer Constantinopla? Merece la pena estudiarlo. Incluso dejando al margen las motivaciones religiosas parece un suicidio permitir esta incursión de los turcos en Europa que, como finalmente sucedió, amenazaba muy seriamente a toda la cristiandad.
En el mismo siglo que los turcos tomaban Constantinopla los cristianos españoles concluíamos la reconquista. Pero así como los musulmanes recuerdan Al-Andalus, ningún cristiano reivindica el recuerdo de Constantinopla. Por supuesto que no estoy abogando por ninguna acción de conquista, pero no estaría de más que cuando los extremistas musulmanes aluden a Al-Andalus, aparte de recordarles que no tienen sentido semejantes reivindicaciones por razones evidentes, también se les recordara que hubo lugares que durante siglos (milenios en este caso) fueron cristianos y que por diferentes avatares dejaron de serlo sin que dicha historia pueda esgrimirse como título para echar de allí a nadie.
P.D. Por cierto, Waltari comete un error importante en su novela al referirse a la soberanía sobre Lemnos. Alude a que pertenecía al Rey de Cataluña cuando es sabido que Cataluña nunca ha sido un reino. En todo caso debería haberse referido al rey de Aragón, corona compuesta por el Reino de Aragón, el Reino de Valencia y el principado de Cataluña.
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Libros,
Reflexiones personales
miércoles, 15 de julio de 2009
Camps debe dimitir
Que si lo de Camps es una tontería, que si el problema es que erró en su estrategia de defensa... Puedo entender este tipo de razones en cualquiera menos en un ciudadano, justo lo que todos somos en la vida pública. No se trata de si los trajes que recibió representan una cantidad ridícula por la cual nadie de su posición en su sano juicio se corrompería, y poco nos importa su estrategia de defensa. ¿Han leído el auto de José Flors? Yo sí, y les tengo que decir que todo lo que allí se afirma no es sólo un impecable ejercicio de interpretación jurídica, sino que además algunos de sus argumentos son acertadísimos desde la perspectiva de un simple ciudadano. Dice Flors que no hay constancia de que Camps pagara sus trajes y sí de que empresas que obtenían encargos tras participar en concursos públicos abonaron su precio. Sin tener en cuenta las conversaciones que se han filtrado entre Camps y El Bigotes, no es admisible que un político de tanta responsabilidad acepte dádivas provenientes de personas o empresas que trabajan estrechamente con tu partido y con la propia institución de la Generalitat Valenciana. De ahí que estemos ante un caso, coincido con Flors, que tiene toda la pinta del cohecho impropio. Camps y los otros implicados se ha equivocado y tienen que asumir que deben abandonar la política. No es fácil, sobre todo porque el mensaje que reciben de sus correligionarios probablemente sea el contrario. Convendría que vieran la película “City Hall” (traducida como “La sombra de la corrupción”), protagonizada por Al Pacino y John Cussac. Es hermosa la escena final en la que el delfín del alcalde de Nueva York, su mano derecha, después de conocer que cruzó una de esas líneas rojas no escritas que rigen la política tiene los cojones necesarios para decirle a su jefe, a su mentor político, “tienes que apartarte, John”. Alguien debería decirle a Camps, “Paco, es una pena, pero no puedes seguir”.
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Actualidad política,
Películas
¿España verdaderamente existe?
¿Recuerdan cuando se tildaba de alarmistas a los que sosteníamos que el Estatuto de Cataluña representaba la ruptura de España como proyecto común? Bien, ahí tienen el resultado. Estos días asistimos a uno de los espectáculos más tristes y bochornosos desde la muerte de Franco y la instauración de la democracia. No se engañe nadie pensando que es lógico que en un sano Estado autonómico se debata cuál es el mejor modelo de financiación. Aquí no hay deliberación orientada por la búsqueda compartida del bien común, sino un vergonzoso ejercicio de mercadeo particularista cuyos ejes centrales son el bien del partido y/o de la comunidad autónoma de cada cual. Podrá maquillarse como se quiera, pero ahora mismo España como proyecto común de convivencia solidaria no existe, aunque se puede recuperar con muchísimo esfuerzo y gran dificultad por razones sobradamente comentadas en este blog. O se abre paso un discurso político que abogue sin ambages por un proyecto nacional o estamos perdidos.
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