Con una candidez pareja a su habitual falta de olfato político, un dirigente de Izquierda Unida ha abogado públicamente por reformar la Constitución para evitar que el Estatuto de Cataluña colisione con ella. Quiero pensar que el caballerete sabe cómo se reforma la Constitución, aunque con los de Izquierda Unida nunca se sabe, porque su utopía se extiende a todos los terrenos. No obstante, le doy la razón: es jurídicamente más correcto, más decente, más leal reformar la Constitución, cambiar el modelo de Estado por el conjunto de los españoles, únicos titulares de la soberanía, que lograrlo de tapadillo, ensuciando la credibilidad de las instituciones que se prestan a semejante operación de maquillaje, a través de la reforma de un Estatuto de Autonomía. Al politiquillo en cuestión se le olvida, quizá por el hábito de hacer política sectaria jugando al “todos los partidos, salvo el PP”, que la reforma constituciónal requeriría la aquiescencia de los populares a los que se dejó fuera del acuerdo de reforma del Estatuto de Cataluña. Los constituyentes cometieron el gravísimo error de permitir que una reforma estatutaria pudiera ser aprobada por mayoría simple parlamentaria, y los socialistas lo aprovecharon para romper el consenso constitucional y permitir la aprobación del Estatuto al margen del primer partido de la oposición. Jamás se debía haber seguido adelante sin contar con el PP, y por eso ahora la tesitura es clara: o se rompe el invento o el Tribunal Constitucional pierde su prestigio. Desde los mundos de yuppie, los de Izquierda Unida huyen hacia delante y piden una reforma de la Constitución para que todos los españoles hagan posible ese Estatuto que nos obliga a todos a aprender catalán si queremos trabajar en Cataluña en determinado tipo de puestos, o que consagra la bilateralidad en materia de financiación. Sí, que nos pregunten a los españoles si queremos cambiar nuestro modelo de Estado para que eso sea posible. Adelante.
viernes, 28 de agosto de 2009
jueves, 27 de agosto de 2009
La tomatina de Buñol
Cada vez que veo por televisión las imágenes de la dichosa tomatina de Buñol no salgo de mi asombro. ¿Cómo se puede ser tan tonto como para participar en semejante chuminada? Si por lo menos hubiera una batallita organizada, con bandos, parapetos y premios… Pero no, ahí están todos apretujados y sucios, sin la menor gracia. Y luego están los bobos internacionales que se apuntan a todas estas tonterías simplemente, supongo, para contarlo en sus países. Al menos Luis Miguel Dominguín tenía razones para contar su aventura con la Gardner, pero no sé bien qué contarán estos, a no ser que lo adornen con historias paralelas. Cada cual es muy libre para participar en estas chorradas, pero ver semejante concentración de cafres cada año es algo que te hace pensar. ¿Y qué atractivo hallan las cadenas de televisión para que cada año le otorguen protagonismo? ¿Tradición? Hombre, por favor, seamos un poco más exigentes a la hora de poner esa etiqueta, porque la tomatina sólo lleva celebrándose 63 años. Parece que a las televisiones les gusta eso de tener imágenes curiosas de este tipo, de ahí que hayan empezado a surgir pueblos que buscan protagonismo mediático imitando la tomatina con otro tipo de verdura, hortaliza o lo que sea. ¿Y no sería posible acabar con esto? No me refiero a prohibirlo, sino a que la gente se diera cuenta de que está haciendo el idiota, dejara de acudir, y poco a poco la fiesta se extinguiera. Eso sería precioso, un verdadero motivo de celebración. Hagamos un tributo a la razón y logremos acabar con la tomatina y con todas estas fiestas demenciales.
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Sociedad
martes, 25 de agosto de 2009
"Matchpoint"
Definitivamente he sido cautivado por Woody Allen. Esta noche he visto “Matchpoint” y realmente me ha encantado y la recomiendo. Me ha gustado mucho el actor protagonista, y Scarlett Johanson, que parece que se ha convertido en la actriz predilecta de Allen, está sensacional. Una vez más Allen escoge un ambiente urbano, Londres, y la clase social alta para ambientar su historia. Al igual que en “Cassandra’s dream”, el asesinato se presenta como única alternativa ante una situación desesperada. El espectador puede sospechar en qué desembocará toda la trama cuando observa que el protagonista, un joven profesor de tenis que se instala en Londres, lee a Dostoyeski. En “Crimen y castigo” Raskolnikov decide asesinar a una vieja usurera para robarle y solucionar económicamente su vida. En la película de Allen el asesinato se instala en la mente del profesor de tenis por un camino muy distinto (hay muchas más analogías entre la novela de Dostoyeski y “Cassandra’s dream” que las que se presentan en esta película), aunque es una historia de lo más corriente. Quizá eso es lo que me gusta de estas últimas películas de Woody Allen. Algunos directores parecen engolosinarse con tramas alambicadas, mientras que Allen vuelve sobre problemas habituales que narra con maestría. En este caso se trata de una infidelidad que amenaza al profesor de tenis con echar por tierra la vida de alto standing que ha alcanzado tras pegar el braguetazo (se casa una chica de familia adinerada y su suegro le coloca, además de regalarles un pisazo en Londres). El asesinato de su amante embarazada es la salida que encuentra para salir del apuro, pero así como en “Cassandra’s dream” el crimen trae funestas consecuencias, en este caso un golpe de fortuna hace que la policía siga una pista equivocada. Callejón sin salida, planificación criminal, ejecución, remordimientos y, finalmente, la suerte que hace que haya asesinos disfrutando de la vida. Sin duda es un tema apasionante. Muy buena película esta “Matchpoint”.
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Películas
lunes, 24 de agosto de 2009
Intolerables presiones al Tribunal Constitucional
Las presiones que está recibiendo el Tribunal Constitucional por parte de los partidos catalanes, salvo el PPC, para dar su bendición al Estatuto de Cataluña son intolerables, y la deslealtad con la Constitución es manifiesta. Unos amenazan con manifestaciones y otros veladamente mencionan la posibilidad de convocar un referédum, se entiende que de autodeterminación. Bien, veremos lo que sucede porque parece que la sentencia está próxima y es clave para la articulación de la España autonómica. Si se acepta la constitucionalidad del Estatuto, podrá afirmarse que la Constitución del 78 ha experimentado una mutación no querida, o al menos no respaldada, por el pueblo español, único titular de la soberanía, y también que el Tribunal Constitucional queda herido de muerte por pérdida completa de su credibilidad. Si alguien piensa que con esta afirmación estoy actuando igual que los partidos catalanes, solo que en sentido contrario, respondo que mi opinión se basa en un análisis del contenido del Estatuto, mientras que a los líderes de estos partidos esta cuestión les trae sin cuidado. Para ellos el Tribunal Constitucional carece de legitimidad para derogar lo decidido por los ciudadanos de Cataluña en referéndum. Por ello hablo de deslealtad constitucional.
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Actualidad política
viernes, 21 de agosto de 2009
Subir impuestos a los ricos no es la solución
Cuando Pepe Blanco empezó a adquirir notoriedad pública me causó muy mala impresión. Veía en él un polítiquillo demagogo sin formación ni carisma. Con el paso del tiempo mi opinión ha mejorado: me parece un hombre con gran olfato político, capacidad de trabajo y bastante sensatez. Probablemente uno de los mejores ministros, infinitamente más listo y sagaz que sus compañeros de partido y gabinete. Esto no quiere decir que comparta sus puntos de vista. De hecho, de él y de su amigo Zetapé, el orate monclovita, me separa un abismo. Recientemente Pepe Blanco acaba de afirmar públicamente que quizá haya que subir los impuestos a las rentas más altas para acometer políticas públicas y ayudar a los más desfavorecidos. Subir los impuestos es una medida popular en buena parte de la opinión pública. Es fácil que mucha gente se deje convencer por un argumento tan sencillo y, en apariencia, convincente: que se aprieten un poco más el cinturón los ricos y no los pobres. Ojalá las cosas fueran así de sencillas. La economía de mercado funciona como un todo, de tal forma que pequeños ajustes cuya finalidad directa es favorecer al pobre pueden, por la propia reestructuración global que suponen, terminar perjudicándole. Esto es lo que sucede con esta medida. En principio puede pensarse que se recaudará más por IRPF, pero está claro que el consumo y la iniciativa económica se resentirá. Cuando Aznar llegó al poder en 1996 demostró que es posible bajar los impuestos y recaudar más, por el mayor dinamismo de la economía. Esa es la receta, acompañada de una mayor austeridad en el gasto público (hoy difícil de acometer por el disparate autonómico), del PP, tal como expuso Arenas en su respuesta a Blanco. Creo que Arenas tiene razón, lo que sucede es que realmente ante una crisis como la actual algo hay que hacer cuando la gente se queda sin ingresos de ningún tipo. Para mí la mejor solución es que esas ayudas de urgencia se nutran del ahorro que pueda lograrse eliminando el gasto público en todo aquello que sea supérfluo.
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Actualidad política
jueves, 20 de agosto de 2009
Ben-Hur
La película “Ben-Hur” es tan conocida, de hecho prácticamente todos los años la programan en algún canal los días de Semana Santa, que ha oscurecido la novela en la que está basada. A pesar de ello la adquirí junto a otras novelas históricas pensando que me vendría bien alguna lectura entretenida y relajada para las vacaciones. La decisión ha sido muy acertada. Hace pocos días que concluí su lectura y sin duda la recomiendo. La película es una muy buena adaptación, aunque como es natural en estos casos no siempre es fiel a la novela. Por ejemplo, Mesala no muere tras la carrera de cuádrigas, sino que queda paralítico y sólo muere al final de la novela, asesinado por Iras, la hija de Baltasar, el tercer rey mago, un personaje bastante importante en la novela. También llama la atención comprobar que la victoria de Ben-Hur en la carrera se logra por su habilidad para destrozar el carro de Mesala, además, claro está, de contar con los magníficos corceles árabes bayos del jeque Ilderim (por cierto, los caballos de Mesala no son todos negros, sino que son dos negros y dos blancos). Pero quizá la diferencia más notable entre la novela y la película radique en el énfasis que cada una pone en la búsqueda de la venganza y en el momento histórico que vive Israel con la inminente llegada del nuevo rey. En la novela es muy interesante observar como el autor, Lewis Wallace, contrapone las diferentes interpretaciones respecto al nuevo reino del mesías. Esta cuestión tiene quizá la misma importancia que el propio argumento de la venganza de Ben-Hur contra Mesala (capital en la película). Simónides sostiene que será un reino terrenal y que Israel someterá a todas las naciones, mientras que Baltasar piensa que será un reino de almas, y por tanto que el rey que ha de comenzar su labor de forma inminente será un salvador. En la novela este dilema tiene un lugar destacado. Ben-Hur se debate entre ambas interpretaciones creyendo en principio que tanto Baltasar como Simónides pueden tener razón. Finalmente Jesucristo, cuyo nacimiento, pasión y muerte son recreados en la novela (también en la película), despeja las dudas y demuestra que Baltasar tenía razón. Ben-Hur, Esther y Simónides se dan cuenta del carácter espiritual del reino y al mismo tiempo se avergüenzan de la brutal y temeraria injusticia cometida por sus compatriotas judíos contra Jesucristo, convirtiéndose en unos de los primeros cristianos. La novela de Lewis Wallace merece ocupar un lugar destacado entre las grandes novelas históricas, y puede ser una lectura muy recomendable para adolescentes.
miércoles, 12 de agosto de 2009
El final del caso Camps
Me pide un amigo, lector habitual del blog, que diga algo sobre el final del caso Camps. La verdad es que tiene razón en su solicitud, ya que hace pocos días sostenía que Camps debía dimitir. Pues bien, tras la lectura del auto del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana, sigo pensando lo mismo. Los magistrados no discuten el relato fáctico de Flors, es decir, admiten que Camps y el resto de los imputados pueden haber recibido gratis sus trajes, pero consideran que el delito de cohecho impropio no se les puede imputar. La razón principal consiste en que la dádiva que exige este tipo penal requiere que el receptor sea una autoridad o funcionario (incluye a cualquiera que trabaje para la función pública), y que además esa dádiva se dé en consideración a su función. Teniendo esto presente, el Tribunal llega a unas conclusiones que resultan poco razonables y en algún caso casi escandalosa. Ejemplo de esto último son las referencias a Ricardo Costa. Ciertamente podría archivarse la causa contra Costa porque éste no es autoridad ni funcionario (es diputado autonómico y secretario regional del PP). Perfectamente, pero dejémoslo ahí. El problema está en que el Tribunal argumenta que en su condición de diputado autonómico no podría beneficiar a nadie, pese a recibir las dádivas, ya que un diputado solo no hace la ley. Insisto, si se hubieran centrado en la simple formalidad hubiera sido mejor, porque realizar semejante afirmación es absolutamente inaceptable teniendo en cuenta cómo funciona la política en España. ¿Acaso puede pensarse que la capacidad de influencia de alguien como Ricardo Costa puede ser la misma que la de una diputada autonómica de Esquerra Unida? Obviamente, no. Pero vayamos a los argumentos poco razonables. Dicen los miembros del Tribunal que Camps podría haber recibido esos regalos, no en calidad a su función de presidente de la Generalitat, pues las adjudicaciones en las que participaban las empresas de “El bigotes” eran competencia de distintas consellerías. Además, es perfectamente posible que las dádivas se hicieran en función de su condición de presidente del PP, es decir, no como autoridad. Sí, ciertamente esta interpretación es posible, pero no es razonable, que es lo que pone de relieve Flors en su auto.
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