domingo, 6 de septiembre de 2009

Ojalá triunfe esRadio

Durante los últimos años me he levantado cada mañana escuchando a Federico Jiménez Losantos, y espero poder hacer lo mismo a partir del próximo lunes. Muchas veces me ha parecido que cometía excesos verbales, incluso que insultaba; en otras ocasiones, cuando ha abordado temas que un servidor conoce mejor, simplemente me daba cuenta de que estaba metiendo la pata. Cuando estos defectos llegaban a cabrearme dejaba de escucharle, pero pocos días volvía por varias razones.

En primer lugar, el lenguaje que utiliza este periodista es muy superior al del resto. Utilizar palabras bien escogidas y saber armar correctamente una frase es algo que valoro muchísimo. Así, por ejemplo, media un abismo entre la calidad del castellano que emplean Jiménez Losantos o César Vidal y el de Ignacio Villa, quien dirige actualmente el programa de Federico en la cadena COPE. Por cierto, lo he tratado de escuchar esta semana y me ha resultado infumable.

En segundo lugar, sin duda Federico deberá favores, como nos sucede a todos, pero tengo la sensación de que sabe donde están las líneas rojas. Ello le otorga ante sus oyentes un halo de independencia que a mí me resulta imprescindible. Me resisto a escuchar a alguien que sé que independientemente de lo que suceda va a defender y/o atacar siempre a los mismos. Este hombre me ha demostrado que sólo se casa con su propio punto de vista, algo que también intento hacer en este blog.

Finalmente, los contertulios de Federico tienen un nivel bastante aseado, lo cual no es poco para los tiempos que corren, y también parecen bastante independientes.

Me parecería muy bien que los responsables de la COPE hubieran decidido que Federico no era un hombre con el talente adecuado para los fines de su cadena radiofónica, y que por tanto no quisieran seguir contando con él. Lo que no puedo aceptar es que los políticos presionen y logren acallar una voz crítica. Eso es absolutamente inaceptable, y, por consiguiente, esRadio va a tener todo mi apoyo en esta complicadísima e ilusionante etapa que comienza. No sólo la libertad está en juego, sino que también estamos ante la posibilidad de demostrar que internet y las nuevas tecnologías, que permiten la existencia de un blog como este, están al servicio de la libertad y pueden desbancar a los medios tradicionales controlados por los poderosos.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Otra razón para creer en Dios

En el libro “Memorias de África” aparece un sueco que a la pregunta de Karen de si cree en Dios contesta: “La verdad es que soy un gran escéptico: excepto en Dios, no creo en nada”. A algunos les parecerá una respuesta sorprendente, chocante. Aquella realidad que parece exigirnos mayores dosis de fe resulta que es precisamente la que a este hombre le parece que está fuera de toda duda.

Me encantó el pasaje y tomé buena nota porque, aunque no soy un escéptico como ese sueco, no encuentro especiales dificultades para admitir la existencia de Dios. Hay muchos argumentos convincentes: en particular, recomiendo una serena reflexión sobre los cinco argumentos (muchos de ellos estrechamente ligados entre sí) que utiliza Santo Tomás de Aquino para demostrar la existencia de Dios. Pero hoy, mientras revisaba la prensa del día, he hallado una noticia sobre el inventor del teléfono móvil que me ha hecho reflexionar nuevamente sobre este tema.

Quizá muchos de ustedes ya estén acostumbrados a la existencia de estos ingenios que nos cambiaron la vida a mediados de los noventa; sin embargo, yo no dejo de sorprenderme cuando tecleo ese pequeño artilugio y hablo con alguien que se halla a muchos kilómetros de distancia. El teléfono convencional era una maravilla, pero tenía cables, la línea telefónica. En cambio, el móvil traslada nuestra voz de una manera material, pero invisible. ¿Nos damos cuenta de que vivimos en un mundo en el que actúan fuerzas invisibles, pero de cuya existencia no dudamos en modo alguno? Alguno me dirá que existen métodos empíricos para constatar la presencia de esas fuerzas. Bien, ¿y si no los hubiera? ¿Acaso ello cambiaría el hecho de que hay una energía invisible que nos permite hablar con gente distante? La verdad es que este hecho es absolutamente demoledor para los que no creen en Dios. ¿Acaso no se dan cuenta de que más allá de lo que puede captar nuestra visión hay fuerzas ocultas que actúan sobre la realidad? Las nuevas tecnologías radioeléctricas me parece que han acabado con el argumento más poderoso del escéptico: si no lo veo, no lo creo.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Imaginando España

Al borrar las entradas sobre García Morente y su idea de la hispanidad, mi amigo Melquiades (si les interesa la Esquizofrenia, su blog es muy recomendable: http://www.deluding.blogspot.com/) me comentó que sabía de mi interés por el tema y que creía recordar que en algún post había hecho referencia a la idea de España y a la de nación como proyecto colectivo. Bien, en realidad no he publicado nada sobre el particular en este blog, sino que él recuerda un par de artículos que publiqué en un periódico (con mi nombre real, no con el pseudónimo James de Soca) en el que ocasionalmente colaboré durante un tiempo. Ofrezco a los lectores uno de esos artículos, y se lo dedico a Melquiades y a los lectores hispanoamericanos del blog.

Imaginando España (2006)

"El pasado fin de semana, en el marco de su Convención, el PP presentó un proyecto político como alternativa al actual Gobierno. Estaba interesado en conocer los detalles de ese proyecto, así que presté atención a los discursos, especialmente al de Rajoy, que he leído íntegramente. El líder de la oposición sostuvo que el Gobierno ha equivocado las prioridades: en lugar de continuar la línea de modernización emprendida en la etapa de Aznar, se ha optado por “crear problemas donde no los había, revisar el pasado y debilitar las funciones del Estado”. En opinión de Rajoy, el Gobierno debería “considerar prioritario el aumento de los niveles de bienestar y riqueza; el control del gasto público; las reformas tributarias, económicas y laborales; aplicar una ley de calidad de la Educación o mejorar en investigación, innovación y desarrollo”.

Dando por buenas las reformas propuestas en esta Convención, no puedo evitar cierto resabio cuando escucho que el objetivo prioritario consiste en hacer un país más rico y próspero. Inmediatamente imagino a estas personas que confunden los medios con los fines y acumulan bienes sin saber muy bien qué hacer con ellos. Naturalmente que hay que tratar de solucionar los problemas reales y elevar los niveles de bienestar de los ciudadanos, pero yo creo que España, más que tecnocracia de calidad, necesita un proyecto nacional ambicioso.

A lo largo de la historia, nuestra nación ha emprendido diversos proyectos, algunos de los cuales han requerido el esfuerzo sostenido de varias generaciones. El más reciente se acometió a partir de la muerte de Franco: España se trazó como meta incorporarse al grupo de las naciones más desarrolladas de Europa, y a ello han contribuido, al menos, dos generaciones de españoles. Afortunadamente, este proyecto está cerca de culminarse. Por esta razón, es importante que España, al tiempo que hace frente a la crisis desencadenada por el desafío nacionalista, se marque nuevos objetivos como nación. A este respecto, no basta con apelar a lo obvio, o perderse en abstracciones incapaces de suscitar una adhesión entusiasta y decidida de los españoles. Es necesario ilusionar con realismo –lo que implica ser fiel a la historia de España-, imaginación y cierta dosis de audacia, especialmente cuando el camino a seguir no se vislumbra con la arrebatadora evidencia que sucedía con el proyecto europeísta en los años de la Transición.

En su discurso, Rajoy habló del afán por recuperar para España un lugar importante en el mundo. Ciertamente, la política exterior del actual Gobierno no ha repercutido favorablemente en la imagen internacional de España, pero las palabras de Rajoy adolecen de falta de concreción. ¿Qué lugar queremos ocupar? Desde luego, parece lógico tratar de consolidarnos entre las economías más desarrolladas, recomponer las relaciones con los Estados Unidos y gozar de una posición respetable a nivel internacional. Pero, en mi opinión, España tiene una misión mucho más específica que no puede seguir ignorando por más tiempo. Decía que un proyecto nacional requiere realismo, imaginación y cierta osadía. Pues bien, ¿acaso es descabellado sostener que España debe orientar sus energías para, en colaboración con el resto de las naciones hispanoamericanas, contribuir a hacer del mundo hispano un pilar de occidente y, por ende, un factor de estabilidad mundial?

A la vista de la situación de algunos de estos países, puede parecer que este objetivo no es realista; pero no dejemos que la magnitud de la tarea nos confunda. Una actitud realista es aquella que asume primariamente la propia realidad, y resulta incomprensible que España siga viviendo en buena medida de espaldas a lo que sin duda constituye su mayor éxito como nación. Es capital que España dirija su mirada a Hispanoamérica, a esas naciones hermanas que durante siglos formaron parte –nunca como colonias- de la monarquía hispánica que se extendía plus ultra, hasta la otra orilla del Atlántico.

Cada vez me parece más necesario que el mundo hispano, liderado por España y por naciones como México y Chile, que han avanzado considerablemente en los últimos tiempos, se convierta junto a Estados Unidos y Europa en el tercer gran pilar de occidente. En esa tarea imagino a España en los próximos sesenta años. Y todo debe comenzar por la educación. Europa está inmersa en un ilusionante y complejo proceso que va a suponer la creación de un espacio único de educación superior. Sería muy positivo que España asumiera el reto de liderar un proyecto similar en Hispanoamérica. Sólo dedicando la mitad de la energía que se está empleando en el proyecto educativo europeo, los resultados serían sorprendentes.Las miserias de los nacionalismos separatistas han sumido a muchos españoles en la zozobra. Sin embargo, cuando se evita plantear proyectos nacionales se está cediendo la iniciativa a quienes sólo desean una España encanijada. No podemos renunciar a ser una gran nación -parece mentira que tenga que venir el francés Sarkozy a recordárnoslo-, y como tal hay que contar con objetivos ambiciosos que ilusionen a los españoles y les animen a adherirse con entusiasmo a un gran proyecto colectivo. Si en el pasado Europa era el camino y la solución, hoy, recuperada nuestra posición en Europa, el futuro exige mirar a Hispanoamérica".

Por qué es inconstitucional el Estatut en materia lingüística

Escribe hoy en El País Jordi Font: “Veamos. Cuando los constituyentes catalanes asumieron que la lengua catalana sería oficial en Cataluña, como el castellano lo sería en toda España, entendieron que ello comportaba para la lengua catalana, como ocurría con la oficialidad de la lengua castellana, "el deber de conocerla y el derecho de usarla", con lo cual se establecía la equiparación jurídica de ambas en Cataluña”.

La claridad siempre es algo que se agradece en el debate intelectual y ciertamente este párrafo expresa con claridad la posición de los nacionalistas catalanes en torno a un pilar central del Estatuto de Cataluña. Pues bien, analicémosla. ¿Qué derechos otorga al ciudadano y, por tanto, qué exigencias se derivan de la oficialidad de una lengua en una determinada Comunidad Autónoma? Parece lógico que si una lengua es oficial, junto al castellano, en una determinada Comunidad Autónoma, los ciudadanos puedan dirigirse a las administraciones públicas en dicha lengua, lo cual parece imposible sin que quienes trabajen en esas administraciones sean competentes en esa lengua oficial. ¿Se les puede exigir que acrediten el conocimiento de dicha lengua? El artículo 3 de la Constitución, en su segundo inciso, en referencia al castellano, lengua oficial española del Estado, establece que “todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla”. Me parece que no es incompatible con este artículo la exigencia de conocer las lenguas oficiales de las Comunidades Autónomas. Sin embargo, sí me parece inconciliable con la Constitución que se exija a cualquier trabajador de una administración pública que se dirija en catalán a un ciudadano.

Examinemos seguidamente los puntos 2º y 5º del artículo 33 del Estatuto de Cataluña:
Punto 2º: “Todas las personas, en las relaciones con la Administración de Justicia, el Ministerio Fiscal, el notariado y los registros públicos, tienen derecho a utilizar la lengua oficial que elijan en todas las actuaciones judiciales, notariales y registrales, y a recibir toda la documentación oficial emitida en Cataluña en la lengua solicitada, sin que puedan sufrir indefensión ni dilaciones indebidas debido a la lengua utilizada, ni se les pueda exigir ningún tipo de traducción”.

Punto 5º: “Los ciudadanos de Cataluña tienen el derecho a relacionarse por escrito en catalán con los órganos constitucionales y con los órganos jurisdiccionales de ámbito estatal, de acuerdo con el procedimiento establecido por la legislación correspondiente. Estas instituciones deben atender y deben tramitar los escritos presentados en catalán que tendrán, en todo caso, plena eficacia jurídica”.

El punto 5º no deja claro si las instituciones deben tramitar en idioma catalán los escritos que se le presenten, o si quiere significar que tiene la obligación de tramitar los escritos que se le presenten en ese idioma. Esta interpretación sería compatible con la Constitución, no así la primera. En cuanto al punto 2º, en mi opinión es inconstitucional en la medida que exige a algunos funcionarios la utilización del catalán, ignorando así su derecho a expresarse en castellano.

Comprendo que semejante conclusión les parezca chocante, pero a esto conducen estas políticas de extensión de derechos individuales que tanto le gustan a Zapatero: usted tiene derecho a expresarse en catalán y yo tengo derecho a contestarle en castellano. Ninguno le puede imponer al otro su elección. Por ello, los derechos lingüísticos en el ámbito de la enseñanza a los que se refiere el Estatuto en el art. 35 sólo pueden tener efectividad práctica si hay profesores que estén dispuestos a expresarse en catalán. De lo contrario, el derecho sería imposible de satisfacer, lo cual es algo muy distinto a considerar que ha sido violado. Afortunadamente, en este punto el Estatuto no es inconstitucional, porque no establece el deber de los profesores de expresarse en catalán hacia los alumnos que así lo demanden.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Rubalcaba: "España no puede negar la decisión de un parlamento"

Semejante afirmación supone sencillamente aceptar la soberanía, eso sí, parlamentaria, de Cataluña. Absolutamente increíble e inaceptable que un ministro del gobierno de España asuma las tesis del nacionalismo catalán soberanista e ignore la Constitución. ¿Y si el parlamento catalán, con el visto bueno del nacional, aprueba una declaración de independencia también le exigimos al Tribunal Constitucional que se quede cruzado de brazos? Verdaderamente produce bochorno leer semejantes cosas. Supongo que las amenazas del PSC están surtiendo efecto, hasta el punto de que los socialistas olvidan que España es un Estado democrático de Derecho en el que la soberanía descansa en el pueblo español. ¿Ha oído bien, señor Rubalcaba? En el pueblo español, ni siquiera en quienes, como usted, nos representan.

martes, 1 de septiembre de 2009

Las declaraciones de Valdano

Es interesante la leve polémica que han generado las declaraciones de Valdano sobre lo que Real Madrid y FC Barcelona representan. El argentino vino a destacar que el Barcelona mira desde Cataluña hacia adentro y el Madrid desde España hacia fuera. Laporta declara orgulloso que en su despacho sólo están la bandera del Barça y de Cataluña, pero a su vez afirma la vocación universal de su club. Pequeños matices aparte, lo que está claro es que el Madrid se siente cómodo aspirando a ser un club con el que todo español se pueda identificar, por tener en España antes que en la Comunidad de Madrid su punto de referencia, mientras que el Barcelona se identifica únicamente con su región, lo cual no impide que tenga aficionados por el resto de España y por todo el mundo. Ahora bien, está claro que para un español normal y corriente es más natural ser de un club que exhibe con orgullo la bandera nacional cuando compite en el extranjero que animar a otro club que la esconde. No estoy descubriendo nada nuevo. La reflexión que yo le propondría a Laporta y a los barcelonistas que están tan orgullosos del exacerbado catalanismo del que hace gala el FC Barcelona consiste en pensar de dónde deriva la grandeza de su entidad. ¿Qué sería el FC Barcelona y por ende de Cataluña al margen del resto de España? La grandeza del Barcelona se debe a que compite en una liga poderosa con equipos de toda España. Si se limitara a jugar con equipos de Cataluña se empobrecería absolutamente dado que los grandes jugadores no encontrarían aliciente en fichar por un club que juega con equipos muy débiles. No pretendo con ello reclamar que el FC Barcelona imite al Real Madrid. Me parece lógico y muy respetable que el Barcelona sea un club que se identifique con su región preferentemente. Ahora bien, lo que no es tan aceptable, y ciertamente resulta incomprensible, es la absoluta negación de España y de lo español que viene practicando Laporta desde que es presidente. Es absurdo renegar de lo que hace grande a tu propia institución y la ubica en el panorama futbolístico internacional. Mal que le pese a Laporta, el Barcelona es un club que pertenece a la liga española y ello es lo que le permite ser grande. Y lo mismo podría decirse de la propia Cataluña: su españolidad la hace más grande y próspera, mientras que todos los caminos que la separan del resto de España desembocan en su encanijamiento.

P.D. Laporta podría replicar que el FC Barcelona seguiría siendo grande si se creara una liga europea. A este tipo de argumentos siempre se le puede aplicar la famosa sentencia de Claudio Ranieri (antiguo entrenador del Valencia): "y si mi abuela tuviera dos cojones ya no sería mi abuela".

lunes, 31 de agosto de 2009

La obsesión con el deporte

De vuelta en España, tras poner todo en orden, estaba paseando tranquilamente con mi mujer por un paseo marítimo (habrá que cambiarle el nombre), cuando nos hemos topado con la cada vez más tradicional marea de gente que practica footing. Los vienes venir empapados de sudor, en algunos casos con rictus de sufrimiento extremo, y su esfuerzo parece incompatible con nuestro relajado paseito. ¡Y son un ejército! De hecho hay más gente corriendo que paseando. Está claro que es muy sano que la gente se mantenga en forma haciendo ejercicio y no consumiendo drogas, pero a mí me parece que algunos andan (valga la expresión) algo obsesionados. Al fin y al cabo un tranquilo y largo paseo es un ejercicio muy saludable que muchos médicos recomiendan, e incluso puede ser más sensato que pegarse las panzadas de footing de algunos. Sé por experiencia que cuando se está en forma correr es una actividad agradable y relajante, pero tengo la impresión de que la práctica deportiva está restando tiempo a la vida familiar, bien sea en forma de paseíto o de estar en casa con tu pareja y tus hijos. Veo a vecinos que después de su jornada laboral, en lugar de estar con su familia, se van al gimnasio y llegan a las tantas. Es difícil hallar un término medio en todos los aspectos de la vida, pero hay que intentarlo y sin duda algunos con el deporte pecan por exceso.