martes, 1 de noviembre de 2011

Caramba con el "protectorado"

La que están montando los griegos. A estas alturas, después de haber llegado a un acuerdo la semana pasada, sus dirigentes salen con que el pueblo es soberano en democracia y no está de más consultarle. Este arrebato democrático, loable en otras circunstancias, ha hecho que cunda el pánico en la eurozona y en el resto del mundo. Sin duda Papandreu es un sinvergüenza de tomo y lomo y hay que dejar quebrar a Grecia, pero el referéndum griego es el mejor ejemplo para darse cuenta de que la llamada cesión de soberanía de los Estados a la Unión Europea no es tal. Ceder parcelas de decisión en ejercicio de la soberanía no es ceder soberanía. Conviene recordar que el poder soberano es, según la clásica definición de Bodino, perpetuo, y en ejercicio de la soberanía los griegos pueden saltarse a la torera sus compromisos y decidir que prefieren la quiebra, el corralito y el dracma, por mucho que los grandes expertos digan que será su ruina. Quizá los griegos hayan llegado a la conclusión de que las cosas difícilmente pueden ser peores y que con el dracma al menos los turistas ingleses verán los partidos de la premier en sus islas en lugar de en Benidorm. La semana pasada leíamos que una de las consecuencias de la cumbre era que Grecia se convertía en una especie de protectorado. Como salga adelante el referéndum y además los griegos digan “Auf wiedersehen, Europa” me acordaré del Rockefeller de José Luis Moreno diciendo eso de “toma protectorado, Moreno”.

viernes, 28 de octubre de 2011

Bruselas nos echa una mano al cuello

Las principales decisiones de la cumbre de Bruselas (recapitalización de bancos, ampliación del fondo de rescate y énfasis en las medidas de ajuste presupuestario) se orientan a tranquilizar a los mercados y a Francia y Alemania. Bien está que se critique el déficit excesivo y el endeudamiento que conlleva, pero parece que haya una conjura para ahogar la economía y evitar que salgamos de la crisis. Se está comentando con toda razón que carece de sentido que se castigue a los bancos (en realidad se castiga a sus clientes) españoles más que a los bancos franceses o alemanes que soportarán la quita de la deuda griega. Las decisiones de Bruselas nos están matando, sobre todo si tenemos en cuenta el dato de ayer que ha pasado absolutamente desapercibido por la cumbre y por el dato de la EPA de hoy. Me refiero a que el déficit del Estado hasta septiembre es del 3,42%. Eso significa que es posible cumplir las previsiones de déficit público para 2011, es decir, que no supere el 6%. Es probable que el Estado tenga margen para enjugar las desviaciones de las CCAA y no superar esa cifra. Si eso es así, no se puede admitir una quita del 2% de la deuda pública española, que es lo que motiva la recapitalización de los bancos y el consiguiente cierre del grifo crediticio. El dato del paro español confirma que lo último que hay que hacer es obturar el crédito exigiendo garantías adicionales de solvencia a los bancos. Y no deja de tener gracia –humor negro, eso sí- que en Bruselas se nos diga que debemos adoptar medidas para crear empleo, porque ese paro es inaceptable. Ya, muy bien, que expliquen estos señores cómo se crean empresas sin financiación.

Lectores, créanme, en Bruselas cada cual defiende lo suyo, como acaba de quedar patente. De hecho, se dice que el problema de España en la cumbre fue que Zapatero no pinta una mona. ¿Acaso esos Estados Unidos de Europa que parieron nocturnamente cuatro políticos van a cambiar esa dinámica? Yo no les compro la burra. Lo que tenemos que hacer los españoles es dejar de buscar las soluciones en Bruselas y preocuparnos por mejorar nuestra nación. No hay que reducir el déficit y la deuda para cumplir con compromisos externos, sino porque es una mala política que conduce al desastre.  

Ipad y Iphone para sus señorías. ¡Qué cara más dura!

Es una vergüenza que se gasten casi 500.000 euros en regalar a cada diputado un Ipad y un Iphone. ¡Qué desfachatez! 

jueves, 27 de octubre de 2011

El euro estaría muy bien, si fuera posible

Pregunta Óscar que a quién interesa el fin del euro. Da la impresión de que sugiere que hay fuerzas interesadas en que el euro colapse, y en concreto podría pensarse en EE.UU o el propio Reino Unido. Pero la pregunta no es esa. Sería maravilloso que el euro pudiera funcionar, pero ¿es eso posible?, ¿es posible el euro? Esa es la pregunta que en su día no se planteó con la suficiente serenidad, y que la realidad nos estampa en las narices. Estos días se comenta que Alemania está totalmente en contra de que el Banco Central Europeo compre deuda soberana, es decir, monetarice la deuda (los estatutos del BCE lo impiden, pero hay formas de poner en práctica dicha monetarización). La razón es que estima que ello puede provocar inflación –en su economía, quizá no en las más deprimidas, como apuntaba Krugman-, lo cual es muy negativo para una economía exportadora como la alemana. ¿Ven a qué me refiero? Las decisiones se toman en clave nacional y, aunque comprensible, así no se puede llegar lejos.

No piensen que soy euroescéptico o que tengo un especial interés en ir cambiando moneda cada vez que salgo al extranjero. Se trata de algo mucho más simple: los políticos tecnócratas pusieron en marcha el euro pensando en unas ventajas financieras y de simplificación del sistema de cambio que repercutirían favorablemente en la economía. Puede que también tuvieran en mente contribuir a la consolidación de la unidad política, pero pienso que lo decisivo fue lo otro. Yo soy mucho más básico en mis planteamientos: no creo que camuflar la realidad pueda reportar ventajas a la larga, y el euro para mí representa una atroz operación de camuflaje cuyo maquillaje son los criterios de convergencia, que son una manifestación más de lo que se conoce como “la cultura del indicador” –los colegas universitarios me entenderán perfectamente-. La moneda de un país, su apreciación o depreciación en los mercados, da una imagen bastante fiel de la economía de ese país. Cierto que pueden seguir existiendo operaciones especulativas sobre la moneda, pero no a tan gran escala. Al margen de conservar el control de la política monetaria, la moneda nacional tiene la ventaja de que respeta la realidad mejor que el euro, y no nos permite los “pelotazos” y “excesos” que el euro ha hecho posible. No puede ser que Grecia y Alemania tengan la misma moneda, así de sencillo, no sólo porque sus economías son distintas, sino también porque son distintas su cultura política y empresarial, y ello influye decisivamente en la economía. 

miércoles, 26 de octubre de 2011

La letra pequeña de "El panorama vasco"

La entrada “El panorama vasco” concluía así:


“Lo prioritario, no obstante, insisto en ello, es confirmar el fin del terrorismo y dar paso a una normalización de la convivencia por un período de tiempo lo suficientemente amplio antes de abordar, si los ciudadanos vascos a través de sus representantes insisten en ello, la posible independencia”.

Falta la letra pequeña que concrete mejor los pasos a dar:

1. DISOLUCIÓN DE ETA Y ENTREGA DE LAS ARMAS. Si ETA pretende renunciar a la violencia y participar normalmente en la vida democrática debe pagar un precio. Lo primero es, como señalé en mi entrada, disolverse, una manifestación pública de arrepentimiento y perdón a las víctimas, y una entrega de las armas y colaboración con el esclarecimiento de crímenes. Si eso no sucede y alcanzan el gobierno vasco mucho me temo que será difícil vivir en libertad y, en consecuencia, imposible establecer cualquier tipo de diálogo sobre la modificación del marco político que incluya la posible independencia.

2. BENEFICIOS PENITENCIARIOS Y NORMALIZACIÓN DE LA CONVIVENCIA. Si ETA se disolviera en los términos apuntados, podría pensarse en adoptar medidas penitenciarias tales como el traslado de presos a cárceles próximas al País Vasco. Al mismo tiempo la normalización de la convivencia exige lo siguiente:

a) Respeto escrupuloso al Estado de Derecho, incluido, por supuesto, a los símbolos de la nación española. Cualquier declaración unilateral de independencia debe ser atajada por los cauces legales, lo cual incluye naturalmente la intervención del ejército para garantizar la unidad de España.
b) Consolidación de la vida en libertad que permita a los vascos exiliados que lo deseen regresar a su tierra.
c) Un transcurso mínimo de quince años sin cuestionar los fundamentos del marco político para asegurar que la convivencia en libertad está garantizada.

3. DIÁLOGO SOBRE EL ENCAJE POLÍTICO DEL PAÍS VASCO EN ESPAÑA.

Si transcurrido ese tiempo hay partidos que abogan por la independencia y reciben un apoyo mayoritario del electorado vasco, debe abrirse ese debate, de tal forma que los partidos políticos estén dispuestos a poner en marcha una propuesta de reforma de la Constitución, en caso de que sea necesaria, para que el pueblo español la ratifique. Negociación y concreción del proceso de decisión: Sujetos políticos, comisión de formulación de preguntas y porcentajes de apoyo básicamente.

4. SUPUESTO CONFLICTIVO.

Imaginemos que el pueblo español no acepta modificar la Constitución y reconocer la independencia del País Vasco. En ese caso, bastante improbable si los grandes partidos españoles apoyan una determinada propuesta consensuada para la que piden el voto favorable, se plantea un claro conflicto: el conjunto de los españoles se desliga de la opinión de sus principales líderes políticos y no está dispuesto a aceptar la independencia que desean los ciudadanos de una región española que se consideran a sí mismos una nación. ¿Cómo actuar? Respetando la ley, es decir, la voluntad del pueblo español.



martes, 25 de octubre de 2011

Krugman: "Cada vez da más la impresión de que el sistema del euro está condenado"

Desde que comenzó la crisis he leído con atención los artículos de opinión de Paul Krugman. Recuerdo que en 2008 advertía que esta crisis exigiría a España una deflación interna próxima al 30% porque carecíamos de una moneda propia que devaluar. Muchos pensaron que había perdido la chaveta, pero tenía razón. Tres años más tarde, en un análisis al que me referí en el blog, Krugman señalaba que si Europa quería salir de la crisis tenía varias alternativas, una de las cuales era profundizar en su unidad a través de un gobierno económico europeo. También tenía razón en su análisis, aunque ya entonces me pareció que esa salida, aunque viable teóricamente, significaba ahondar en los errores que nos llevaron a introducir la moneda única. Parece ser que ahora Krugman –adjunto el artículo que publica hoy El País- ha llegado a la conclusión de que no hay solución para el euro y que lo mejor es que esto acabe cuanto antes.

Convendría que de una vez por todas dejáramos de confundir los deseos con la realidad: Europa no es una nación, y a la Unión Europea se va a defender los intereses nacionales. ¿O qué creen que están haciendo Merkel y Zarkozy? Les importa un pito que los ciudadanos griegos se queden sin esperanza –que bien merecido lo tienen como nación, dicho sea de paso- durante los próximos diez años, o que en España haya un 20% de paro. Lo importante para ellos es que España pague sus deudas y no les ponga en un compromiso. Como al resto de los españoles, me preocupa que España sea una nación financieramente solvente, pero al mismo tiempo no puedo dejar de prestar atención a las consecuencias sociales y políticas de la crisis, al tiempo que considero imprescindible indagar en sus causas para poner remedio a la situación. No creo que a Merkel o a Sarkozy esto les importe mucho.

Una unión monetaria no se puede basar únicamente en armonizar grandes cifras macroeconómicas, sino en un objetivo político, y en la Unión Europea no puede haber objetivos políticos si el bien común se piensa en clave nacional. Aunque sea un tema completamente distinto, el intento de convergencia educativa que representa Bolonia confirma que incluso un asunto marcadamente político como es la educación se basa en cuestiones técnicas centradas en la homologación de aspectos formales –crédito europeo, suplemente europeo al crédito, etc.- y en el desprecio a los contenidos sustantivos. Esa es la realidad y por ello habría que pensar si es posible una estrategia para dar marcha atrás ordenadamente, reconocer el error que ha supuesto el euro y buscar una forma de cooperación entre las naciones de Europa que estrechando lazos no nos lleve al desastre por no respetar la realidad, que puede transformarse, pero no violentarse. Quizá Krugman debería esforzarse por mostrar si es posible prescindir del euro sin que se produzca una hecatombe en lugar de limitarse a apuntar que quizá lo mejor sea que se hunda de una vez.

“El agujero en el cubo de Europa” (publicado en “El País” el 25/10/2011)

Por Paul Krugman

Si no fuese tan trágica, la actual crisis europea tendría gracia, vista con un sentido del humor negro. Porque a medida que los planes de rescate fracasan estrepitosamente uno tras otro, las Personas Muy Serias de Europa -que son, si ello es posible, aún más pomposas y engreídas que sus homólogas estadounidenses- no dejan de parecer cada vez más ridículas.
Me referiré a la tragedia en un minuto. Primero, hablemos de los batacazos, que últimamente me han hecho tararear aquella vieja canción infantil de "Hay un agujero en mi cubo".
Para los que no conozcan la canción, trata de un granjero perezoso que se queja del mencionado agujero y a quien su mujer le dice que lo arregle. Pero resulta que cada acción que ella propone, requiere una acción previa y, al final, ella le dice que saque un poco de agua del pozo. "Pero mi cubo tiene un agujero, querida Liza, querida Liza".
¿Qué tiene esto que ver con Europa? Bueno, a estas alturas, Grecia, donde se inició la crisis, no es más que un triste asunto secundario. El peligro claro y actual proviene más bien de una especie de pánico bancario respecto a Italia, la tercera economía más grande de la zona euro. Los inversores, temiendo una posible suspensión de pagos, están exigiendo tipos de interés altos en la deuda italiana. Y estos tipos de interés elevados, al aumentar la carga del pago de la deuda, hacen que el impago sea más probable.
Es un círculo vicioso en el que los temores al impago amenazan con convertirse en una profecía que acaba cumpliéndose. Para salvar el euro, hay que contener esta amenaza. ¿Pero cómo? La respuesta tiene que conllevar la creación de un fondo que, en caso necesario, puede prestar a Italia (y a España, que también está amenazada) el dinero suficiente para que no necesite adquirir préstamos a esos tipos elevados. Dicho fondo probablemente no tendría que usarse, puesto que su mera existencia debería poner fin al ciclo del miedo. Pero la posibilidad de un préstamo a una escala verdaderamente grande, sin duda por valor de más de un billón de euros, tiene que estar ahí.
La pega es esta: las diversas propuestas para la creación de dicho fondo siempre requieren, al final, el respaldo de los principales Gobiernos europeos, cuyas promesas a los inversores deben ser creíbles para que el plan funcione. Pero Italia es uno de esos Gobiernos importantes; no puede conseguir un rescate prestándose dinero a sí misma. Y Francia, la segunda economía más grande de la zona euro, se ha mostrado vacilante últimamente, lo que ha hecho surgir el temor de que la creación de un gran fondo de rescate, que en la práctica se sumaría a la deuda francesa, simplemente sirva para añadir a Francia a la lista de países en crisis. Hay un agujero en el cubo, querida Liza, querida Liza.
¿Ven a qué me refiero cuando digo que la situación tiene gracia vista con un sentido del humor negro? Lo que hace que la historia sea realmente dolorosa es el hecho de que nada de esto tenía que pasar.
Piensen en países como Gran Bretaña, Japón y Estados Unidos, que tienen grandes deudas y déficits pero siguen siendo capaces de adquirir préstamos a intereses bajos. ¿Cuál es su secreto? La respuesta, en gran parte, es que siguen teniendo sus propias monedas y los inversores saben que, en caso de necesidad, podrían financiar sus déficits imprimiendo más moneda. Si el Banco Central Europeo respaldase de un modo similar las deudas europeas, la crisis se suavizaría enormemente.
¿No provocaría eso inflación? Probablemente no: a pesar de lo que Ron Paul y otros como él puedan creer, la creación de dinero no es inflacionista en una economía deprimida. Además, lo que Europa necesita de hecho es una inflación general moderadamente más alta: una tasa de inflación general demasiado baja condenaría a los países del sur de Europa a años de deflación demoledora, lo que prácticamente garantizaría un paro elevado continuo y una cadena de impagos.
Pero esa medida, nos dicen una y otra vez, está fuera de toda discusión. Los estatutos en virtud de los que se creó el Banco Central Europeo supuestamente prohíben este tipo de cosas, aunque uno sospecha que unos abogados inteligentes podrían encontrar el modo de resolverlo. El problema más general, sin embargo, es que el sistema del euro en su conjunto se diseñó para combatir en la última guerra económica. Es una Línea Maginot construida para evitar una repetición de la década de 1970, lo cual es peor que inútil cuando el verdadero peligro es una repetición de la década de 1930.
Y este giro de los acontecimientos es, como he dicho, trágico.
La historia de la Europa de posguerra es profundamente inspiradora. A partir de las ruinas de la guerra, los europeos construyeron un sistema de paz y democracia, y de paso, unas sociedades que, aunque imperfectas -¿qué sociedad no lo es?- son posiblemente las más decentes de la historia de la humanidad.
Pero ese logro se ve amenazado porque la élite europea, en su arrogancia, encerró el continente en un sistema monetario que recreaba la rigidez del patrón oro y que -como el patrón oro en los años treinta- se ha convertido en una trampa mortal.
A lo mejor los dirigentes europeos dan ahora con un plan de rescate verdaderamente creíble. Eso espero, pero no confío en ello.
La amarga verdad es que cada vez da más la impresión de que el sistema del euro está condenado. Y la verdad todavía más amarga es que, dado el modo en que ese sistema se ha estado comportando, a Europa le iría mejor si se hundiese cuanto antes mejor.


Paul Krugman es profesor de economía en Princeton y premio Nobel 2008. © New York Times Service 2011. Traducción de News Clips".

lunes, 24 de octubre de 2011

Las imágenes de la muerte de Gadafi y su hijo

Los seres humanos siempre hemos sido conscientes de las muchas brutalidades que cometemos y que llenan nuestro mundo de dolor y sufrimiento. Hoy en día la televisión e internet nos permite conocer esa brutalidad con una cercanía que me impresiona muchísimo. Todavía estoy conmocionado por las imágenes de la muerte de Gadafi y de su hijo. No trato en modo alguno de justificar a este tirano y a su régimen. Simplemente veo como se lincha a un hombre indefenso presa del terror, y donde antes había vida instantes después ha acampado la muerte. Espeluznantes son las imágenes del hijo de Gadafi bebiendo agua y fumando. Ese cuerpo que recibe el agua vivificadora y el placer de la caladita al último cigarrillo poco después yace agonizante y más tarde es un cadáver, un despojo que hace admirable el milagro de la vida. Me resulta inexplicable el deseo de causar la muerte a un semejante por muy malas que hayan sido sus acciones y me estremezco sólo de pensar en matar a alguien. A veces, cuando reflexiono sobre la crisis que estamos viviendo, un pensamiento tranquilizador viene a mi mente: “no te quejes, que por lo menos no has tenido que participar ni vivir ninguna guerra”. No sé cómo podría soportar esa experiencia.