martes, 24 de enero de 2012

La exposición "Atesorar España"

El sábado pasado aproveché que estaba en Valencia para visitar en el Centro Cultural Bancaja la exposición "Atesorar España", con fotografías de la Hispanic Society de Nueva York de la España de la segunda mitad del siglo XIX y tres primeras décadas del siglo XX. Como preveía, me gustó mucho. Impresiona pararte delante de esas fotografías y contemplar ese instante en el que alguien que sabes muerto hace muchos años te mira lleno de vida. Además, como comentaba una experta que guiaba a un grupo de aficionados a la fotografía, se trataba de fotografía artística. No sólo se reproducían rostros, monumentos, paisajes, escenas de la vida cotidiana, etc., sino que se hacía teniendo en cuenta el juego de luces y sombras, la forma de la composición, y buscando un punto de fuga. Creo que la exposición estará abierta hasta el 26 de febrero, así que les aconsejo visitarla si tienen ocasión.

Recordando los comentarios de la experta en fotografía, por la tarde, mientras caminaba por el puente de Aragón de Valencia, me paré a hacer una foto con mi móvil buscando conjugar una imagen de la Valencia tradicional con la de vanguardia. En la primera foto, del parque ubicado en el antiguo cauce del río Túria, los naranjos representan la tradición, y al fondo se puede ver el Palau de les Arts que sirve de vanguardista punto de fuga. Es una pena que no saliera más nítida. También adjunto una foto del puente de la mar, de Valencia, por el que tantas veces he pasado.




viernes, 20 de enero de 2012

Montoro habla claro (o lo intenta)

Mientras De Guindos sigue sumido en un discreto, más bien gris, segundo plano, Montoro ha realizado unas declaraciones sensatas y valientes en el Financial Times de Alemania. Podría haber repetido el mantra de que el gobierno mantiene invariable el objetivo del 4,4% de déficit para 2012, pensando que eso es lo que querrían escuchar los mercados y la jefa Merkel. Sin embargo, ha dicho la verdad, que siempre termina siendo lo más sensato: por muchos gastos que se recorten, con una economía en recesión es imposible lograr ese objetivo. Habrá, pues, que revisarlo. Pero Montoro, además, ha recordado que la clave está en volver a crecer, y que para ello hay políticas que pueden convenir a Alemania, pero no a España. Impresionante, casi insólito, a la vista de la afición que le han tomado los políticos europeos –salvo Cameron- a plegarse a los deseos de la canciller alemana. No contento con esto, finalmente, en un arranque de valor, quizá de osadía, les recuerda a los alemanes que en 2003 no fue España quien incumplió los criterios de convergencia.

P.D. A las pocas horas Montoro ha rectificado retomando el discurso oficial del 4,4%. Se quedó en conato...

sábado, 14 de enero de 2012

La crisis en la calle

El precio de la gasolina y la conveniencia de combatir el sedentarismo me anima a ir y volver caminando cada día a mi trabajo. Hay varios trayectos por los que puedo optar, y últimamente elijo calles transitadas del barrio obrero de Altabix para tomarle el pulso a la calle, como suele decirse. Observo las ropas y los rostros de la gente al comenzar el día. Veo sus gestos, escucho sus conversaciones, me fijo en los comercios que cierran, en los que ofrecen rebajas agresivas, en los nuevos y arriesgados negocios que apuestan por servicios “low cost”, en el precio irrisorio de algunos pisos que figura en los escaparates de las inmobiliarias, en los coches que llevan un papel de “se vende” en la ventanilla con un precio y el teléfono móvil, en el cartel pegado en la farola animando a sumarse a una “cacerolada” contra los recortes en sanidad, en los folios con números de teléfonos en los que se ofrece señora para cuidar mayores o niños, pintor, albañil o cualquier otro servicio. Esta es la imagen real de la crisis. Veo tristeza y cansancio de buena mañana. Escucho que se habla de dinero. La gente se queja de abusos, de que no llega a fin de mes. Hoy, en el supermercado, dos mujeres comparaban precios, buscaban ofertas, y se referían a otros supermercados. Detrás de los datos macroeconómicos, especialmente dramáticos en la Comunidad Valenciana, hay una sociedad que se desliza hacia una pobreza cada vez más agobiante. 

viernes, 6 de enero de 2012

"El extranjero", de Albert Camus

Si en su día me impresionó “La peste”, “El extranjero” me ha dejado boquiabierto de admiración. Es una novela cuyo personaje central, el señor Meursault, merece ser estudiado detenidamente. Apenas concluí  la lectura me interesé por la opinión de otros lectores, principalmente porque no comparto la interpretación que se realiza en la breve presentación que figura al comienzo de la edición que he leído. Allí se afirma que el señor Meursault –que narra en primera persona-, “es un ser indiferente a la realidad por resultarle absurda e inabordable”. También que “la pasividad y el escepticismo frente a todo y todos recorre el comportamiento del protagonista”. Meursault no es indiferente a la realidad, aunque ciertamente su forma de vivir y de sentir es muy poco corriente. Circula por internet una excelente crítica de Vargas Llosa a "El extranjero" ( http://bibliotecaignoria.blogspot.com/2011/05/mario-vargas-llosa-el-extranjero.html ). De ella me parece interesante destacar este párrafo en el que el escritor peruano nos ofrece la clave para entender en qué radica la “inmoralidad” de Meursault:

Lo más temible que hay en él es su indiferencia ante los demás. Las grandes ideas o causas o asuntos —el amor, la religión, la justicia, la muerte, la libertad— lo dejan frío. También, el sufrimiento ajeno. La golpiza que inflige su vecino, Raymond Sintés, a su amante mora, no le provoca la menor conmiseración; por el contrario, no tiene inconveniente en servir de testigo al chulo, para facilitarle una coartada con la policía. Pero tampoco hace esto por afecto o amistad, sino, se diría, por mera negligencia. Los pequeños detalles, o ciertos episodios cotidianos, en cambio, le resultan interesantes, como la relación traumática entre el viejo Salmadano y su perro, y a ellas dedica atención y hasta simpatía. Pero las cosas que de veras lo conmueven no tienen que ver con los hombres, sino con la Naturaleza o con ciertos paisajes humanos a los que él ha privado de humanidad y mudado en realidades sensoriales: el trajín de su barrio, los olores del verano, las playas de arenas ardientes. Es un extranjero en un sentido radical, pues se comunica mejor con las cosas que con los seres humanos. Y, para mantener una relación con éstos, necesita animalizarlos o cosificarlos. Éste es el secreto de por qué se lleva tan bien con María, cuyos vestidos, sandalias y cuerpo mueven en él una cuerda sensible. La muchacha no despierta en él un sentimiento, es decir algo durable; apenas, rachas de deseos. Sólo la parte animal de su persona, el instinto, le interesa en ella, o, mejor dicho, en lo que hay en ella de instintivo y animal. El mundo de Meursault no es pagano, es un mundo deshumanizado”.

La interpretación de Vargas Llosa me parece válida, aunque introduciría algún matiz. Por ejemplo, no creo que pueda afirmarse que Meursault sea plenamente consciente de que Raymond es un proxeneta. Por otra parte, no ve con simpatía el maltrato de Salmadazo a su perro, aunque en ningún momento se plantea reprochárselo. Aunque es cierto que para él María es básicamente fuente de placer y bienestar, hay que añadir una observación importante: desde el comienzo de su relación con María, Meursault es descarnadamente sincero con ella, y esa sinceridad podría decirse que mitiga la “cosificación” a la que alude Vargas Llosa. En la sinceridad se halla la simpatía que ha despertado Meursault, tal y como también señala Vargas Llosa: “Muy pronto, surgió una interpretación «positiva» de la novela: Meursault como prototipo del hombre auténtico, libre de las convenciones, incapaz de engañar o de engañarse, a quien la sociedad condena por su ineptitud para decir mentiras o fingir lo que no siente. El propio Camus dio su respaldo a esta lectura del personaje”. En buena medida yo también comparto esta interpretación positiva, porque valoro muy positivamente su insólita sinceridad, que pone de relieve hasta qué punto la moralidad dominante puede llegar a exigir falsear nuestros propios sentimientos. En la pantomima de juicio al que se ve sometido Meursault por haber matado a un árabe, el Procurador lo presentará como un ser frío y despiadado, pues no lloró ni se apenó el día del entierro de su madre. Meursault preferiría que su madre no hubiera muerto –así se lo dice a su abogado-, pero no se sentía especialmente apenado y, además, es capaz de afirmar que “el día del entierro de mamá estaba muy cansado y tenía sueño, de manera que no me di cuenta de lo que pasaba”.

Con relación a la calidad de la prosa de Albert Camus, comparto totalmente la opinión de Vargas Llosa:

“Uno de los grandes méritos de El extranjero es la economía de su prosa. Se dijo de ella, cuando el libro apareció, que emulaba en su limpieza y brevedad a la de Hemingway. Pero ésta es mucho más premeditada e intelectual que la del norteamericano. Es tan clara y precisa que no parece escrita, sino dicha, o, todavía mejor, oída. Su carácter esencial, su absoluto despojamiento, de estilo que carece de adornos y de complacencias, contribuyen decisivamente a la verosimilitud de esta historia inverosímil. En ella, los rasgos de la escritura y los del personaje se confunden: Meursault es, también, transparente, directo y elemental”.

En ocasiones da la impresión de que estuviera escribiendo un colegial que da cuenta de lo que hace o piensa con absoluta precisión y sencillez. Cuando se escribe de esta forma brillan con especial intensidad algunas metáforas. En concreto, me parece deslumbrante la manera con la que Meursault se refiere a los cuatro disparos que acaban con la vida del árabe casi al concluir la primera parte de la novela: “Y era como cuatro golpes breves que diera en la puerta de la desgracia”.

Muchas otras cuestiones merecerían comentario, pero quizá lo más interesante haya sido observar nuevamente la relación entre el existencialismo y la memoria que ya detecté en “La peste”, la otra novela de Camus a la que también me he referido en el blog. Me llama la atención la importancia que para Camus tiene poder aferrarse al recuerdo, casi como si eso fuera la esencia de nuestra vida. Transcribiré un párrafo de la tensa entrevista entre Meursault y un sacerdote que le visita en prisión, que, en mi opinión, invita a la reflexión.

“«¡No, no puedo creerle! ¡Estoy seguro de que ha llegado usted a desear otra vida!». Le contesté que naturalmente era así, pero no tenía más importancia que desear ser rico, nadar muy rápido, o tener una boca mejor hecha. Era del mismo orden. Me interrumpió y quiso saber cómo veía yo esa otra vida. Entonces, le grité: «¡Una vida en la que pudiera recordar ésta!»!, e inmediatamente le dije que era suficiente”.

viernes, 30 de diciembre de 2011

¡El gobierno condecora a Zapatero y a sus ministros!

El gobierno ha decidido otorgar el collar de la Orden de Isabel la Católica a Zapatero, y la Gran Cruz de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III a los ministros salientes del gobierno socialista. Desconozco si es un uso habitual entre gobiernos, pero me da igual si es así. Cualquier ciudadano medianamente sensato e interesado en los asuntos públicos debe estar sumido en la perplejidad al leer esta noticia. O sea, hace poco estábamos diciendo que este gobierno ha llevado a España al borde del abismo, y acto seguido se les condecora. ¿Elegancia, talante, buenas formas? Milongas. Si lo merecen, se les otorga. Si no lo merecen, nada de nada. Se nos toma por gilipollas al tiempo que se embadurna de podredumbre el honor que debería suponer recibir esas condecoraciones. Naturalmente, estoy convencido de que Zapatero no merece recibir ninguna condecoración. No me extrañaría que algunos de aquellos que en su día recibieron la misma distinción la devuelvan alegando algo análogo a la vergüenza torera que en su día llevó a José Tomás y a Paco Camino a devolver cierta medalla porque también se le dio a Francisco Rivera Ordoñez. ¡Empieza bien el gobierno Rajoy!

¿Qué costaba decir la verdad, señor Rajoy?

Con un déficit público próximo al 8% es lógico que el nuevo gobierno haya decidido unos recortes de urgencia por valor de 8.900 millones de euros, y, además, haya subido los impuestos. Naturalmente, estoy sorprendido por la cifra del déficit. Como he comentado en el blog, no esperaba en absoluto que superáramos ese 6%. Está claro que este déficit sólo se explica por la recesión del último trimestre, que demuestra que el auténtico problema es que no hay crecimiento, así que ni siquiera los importantes recortes del gasto público que se han producido pueden compensar una caída de ingresos de esta magnitud.

Pero una cosa es que estos datos me sorprendan a mí, y otra muy distinta es que al nuevo gobierno le haya pillado por sorpresa. Se apunta que la responsabilidad principal del incumplimiento corresponde a las Comunidades Autónomas, y aquí sin duda el PP tiene mucho que decir, y sobre todo no puede negar desconocimiento de datos cuando desde el 22 de mayo gobierna en casi todas. Esto significa que Rajoy no ha jugado limpio con los españoles. ¿Qué le costaba decir que si no se cumplía el objetivo de déficit igual se veía obligado a subir impuestos? ¿Por qué no hizo alusión alguna al tema en su discurso de investidura celebrado hace apenas una semana? ¿Acaso una cuestión así se puede hurtar a los representantes de la soberanía popular? Me parecen bien la mayor parte de las medidas, ahora luego comentaré algunas, pero es vergonzoso el comportamiento del PP. Una pena, porque hubieran ganado de todas formas.

Como he reiterado hasta la saciedad, la clave está en el crecimiento. Pero como eso lleva su tiempo y los presupuestos son anuales, el nuevo gobierno ha llegado a la conclusión de que hay que volver a apretar las clavijas a los ciudadanos a base de impuestos. Algunos comentarios sobre las medidas adoptadas:

-         Si hay que aumentar impuestos, yo estoy de acuerdo con De Guindos en que es mejor subir el IRPF que el IVA. En primer lugar, me parece más justo, en tanto tiene en cuenta directamente el nivel de ingresos del contribuyente. En segundo lugar, tiene menos efectos inflacionarios y retrae menos el consumo (disuade más a la hora de consumir un aumento de precio del producto que una disminución escasa de la renta disponible). Finalmente, es más fácil defraudar a Hacienda con el IVA que con el IRPF.

-         La subida de los impuestos a las rentas del capital me parece menos mala que otro tipo de impuesto, pero puede ser muy injusta, porque no hay que olvidar que se penaliza un ahorro que quizá sea fruto de un esfuerzo de largos años.

-     Comprendo que se rebaje la “renta de emancipación” para alquileres, se aplace el aumento de dos semanas del permiso de paternidad y el reconocimiento de la condición de dependiente.

-         Me parece muy injusto que se congele el Salario Mínimo Interprofesional y al mismo tiempo se suban todas las pensiones un 1%. ¿Acaso no sería más correcto revalorizar las pensiones más bajas, así como el SMI, y congelar el resto de pensiones, al igual que se ha hecho con los empleados públicos? ¿Promesa electoral? Pues ya ven dónde quedó la promesa de no subir los impuestos. Incomprensible. Además, es bochornoso comparar el SMI de España y el de el resto de países de la zona euro.

Una vez adoptadas estas medidas, y a la espera de las medidas del presupuesto de 2012 –supongo que ahí se tomará verdaderamente en serio la imposibilidad de una sanidad pública, gratuita y universal-, la única esperanza que tenemos es que fructifique la reforma laboral, la financiera y, sobre todo, la orientada a liberalizar determinados sectores de nuestra economía con el fin de favorecer la competitividad. Sin crecimiento no hay futuro, y ahora que somos cada vez más pobres es imposible pensar que la salida de la crisis radique en el consumo –público o privado-. Tenemos que ser competitivos, buscar nuevos mercados y exportar. No hay otra.




jueves, 29 de diciembre de 2011

El abogado de Urdangarín se ha lucido

Al abogado de Urdangarín no se le ha ocurrido otra forma de defender a su cliente que achacar la imputación al “clamor popular”. Lo suelta así, con un par, supongo que sin pensarlo, porque si lo hiciera se daría cuenta de que no sólo es una estupidez, sino una afirmación grosera que no nos merecemos escuchar los españoles. Si algo se puede decir de este personaje es que ha gozado en todo momento, desde que se conoció su noviazgo con la infanta, del favor popular. Fue aclamado en las calles de Barcelona el día en que hizo realidad el cuento de hadas. Desde entonces ninguna revista ha osado criticarle. Y ahora resulta que existiría una larvada inquina contra el duque que se ha traducido en un “clamor popular” para que no se vaya de rositas. Hay que torpe para decir eso en su defensa.