Estimados lectores:
Voy a dejar de publicar. Espero que esta pausa sea lo más breve posible.
Un saludo,
Tomás
viernes, 3 de febrero de 2012
viernes, 27 de enero de 2012
"Los cuatro jinetes del Apocalipsis", de Blasco Ibáñez
Cuando estudiaba literatura en el colegio solía citarse a Vicente Blasco Ibáñez como uno de los principales representantes del “naturalismo”, una corriente surgida del realismo literario de la segunda mitad del siglo XIX centrada en reflejar fielmente los aspectos más sórdidos de la realidad cotidiana. Ahí se enmarcan novelas como, por ejemplo, “Cañas y barro”, “La barraca”, “Flor de mayo” –he leído las tres, y las dos primeras me parecen excelentes- y “Arroz y Tartana”. No había leído, sin embargo, la novela que le encumbró a nivel mundial, le convirtió en candidato al Nobel, e hizo de él un hombre rico y un personaje muy popular en los Estados Unidos. Me refiero a “Los cuatro jinetes del Apocalipsis”, que acabo de terminar de leer, y en la que Blasco Ibáñez nos muestra que es mucho más que un escritor naturalista.
Es una novela escrita en París durante la Primera Guerra Mundial y centrada en este acontecimiento histórico. Como conocía su talento literario, no me ha sorprendido lo bien construida que está la novela, la calidad de su prosa y, en especial, la magistral forma que tiene de describir. Me ha llamado la atención, y por eso escribo esta entrada, la caracterización que ofrece de Alemania y de los alemanes. Blasco Ibáñez identifica unos rasgos del carácter alemán y, sobre todo, unas teorías ampliamente difundidas entre los alemanes que solíamos pensar que tuvieron su origen con la llegada del nacionalsocialismo. Es realmente sorprendente, y para mostrárselo con mayor claridad voy a citar algunos pasajes de la novela. El encuentro de Julio Desnoyers y su amigo Argensola con el primo alemán de Desnoyers es quizá la escena en la que mejor refleja el autor la opinión que los alemanes tenían de sí mismos y de los demás pueblos.
“Con la seguridad de un catedrático que no espera ser refutado por sus oyentes, explicó la superioridad de la raza germánica. Los hombres estaban divididos en dos grupos: dolicocéfalos y braquicéfalos, según la conformidad de su cráneo. Otra distinción científica los repartía en hombres de cabellos rubios o de cabellos negros. Los dolicocéfalos representaban pureza de raza, mentalidad superior. Los braquicéfalos eran mestizos, con todos los estigmas de la degeneración. El germano, dolicocéfalo por excelencia, era el único heredero de los primitivos arios”.
“Pero aunque la raza germánica no sea pura, es la menos impura de todas, y a ella corresponde el gobierno del mundo”.
“El nobilísimo germano pone por encima de todo el orden y la fuerza. Elegido por la Naturaleza para mandar a las razas eunucos, posee todas las virtudes que distinguen a los jefes”.
“Nosotros representamos la aristocracia de la Humanidad , la sal de la Tierra , como dijo nuestro Guillermo”.
“La fuerza señora del mundo es la que crea el derecho, la que impondrá nuestra civilización, única verdadera. Nuestros ejércitos son los representantes de nuestra cultura, y en unas cuantas semanas librarán al mundo de su decadencia céltica, rejuveneciéndolo”.
“Los historiadores y filósofos, discípulos de Treitsche, iban a encargarse de forjar los derechos que justificasen esta dominación mundial. Y Lamprecht, el historiador psicológico, lanzaba, como los otros profesores, el credo de la superioridad absoluta de la raza germánica. Era justo que dominase al mundo, ya que ella sola dispone de la fuerza. Esta germanización telúrica resultaría de inmensos beneficios para los hombres. La Tierra iba a ser feliz bajo la dominación de un pueblo nacido para amo”.
De no ser por la referencia a los pueblos celtas, alguien pensaría que quien escribe es Hitler, ¿no les parece? Por cierto, he subrayado esa frase porque a veces pienso que la jefa Merkel sigue instalada en la creencia de que lo mejor sería una Unión Europea que siga fielmente las directrices de Alemania. Ramalazos de lo que Ortega denominaba el “furor teutonicus”.
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Libros
jueves, 26 de enero de 2012
Dudas poco razonables
Tras seguir el desarrollo del juicio, estaba convencido de que Camps sería condenado por el jurado popular. Hemos visto y escuchado que era habitual que “el bigotes” hiciera regalos a los acusados, así que me parecía que lo razonable, máxime cuando la propia empleada y el director de moda así lo declararon, sería pensar que no pagaron los famosos trajes, porque además no lo pudieron acreditar documentalmente. Sin embargo, el jurado ha entendido que no se ha podido demostrar que no pagaran, y que, además, ninguno de los acusados recibió los regalos en consideración a su cargo, lo cual es decisivo para la presencia de un delito por cohecho impropio. Tengo una opinión muy distinta al jurado respecto a cuándo es razonable llegar a una determinada convicción. Si lo que han visto y oído en el juicio no les parece suficiente, no sé qué necesitan para llegar a la conclusión de que los acusados no pagaron sus trajes. Lo de que no recibieran los regalos en función de su cargo, pues es sencillamente alucinante (en el caso de Camps, porque Costa no formaba parte del Consell). La duda del jurado no sólo no me parece razonable, sino absolutamente inexplicable, aunque naturalmente hay que respetar su veredicto.
Quizá se recurra la sentencia y Camps y Costa resulten condenados, pero ahora mismo hay que decir que son inocentes, y hay que darles ese tratamiento. ¿Daño irreparable? ¿Linchamiento? Pensar que Camps ha llegado a esta situación sin ningún motivo es una tontería. Es evidente que había claros indicios delictivos que han exigido someterlo a juicio, y que con base a dichos indicios se podía lícitamente formular todo tipo de opiniones, que es exactamente lo que ha sucedido. No veo inconveniente alguno en que alguien, tras escuchar las conversaciones que se han reproducido en el juicio, opine que toda esta gente, unos y otros, eran unos sinvergüenzas, por mucho que la sentencia sea absolutoria.
¿Y qué pasará ahora con Camps y con el PP en la Comunidad Valenciana ? Su inocencia le permite continuar en política, pero no se debe olvidar que la valoración de su trayectoria política debe ir mucho más allá del dato de la absolución. Su relación con las empresas de la trama “Gürtel” ha sido poco ejemplar, y su gestión política de la Comunidad Valenciana nos ha llevado a la quiebra. No obstante, fue votado por los valencianos hace menos de un año, así que los valencianos nos “mereceríamos” que volviera a ocupar la presidencia. Supongo que esto no sucederá. Se procederá a su canonización política, dada su condición de mártir, y mientras tanto sus afines volverán a sacar pecho en el seno del partido.
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Actualidad política
martes, 24 de enero de 2012
La exposición "Atesorar España"
El sábado pasado aproveché que estaba en Valencia para visitar en el Centro Cultural Bancaja la exposición "Atesorar España", con fotografías de la Hispanic Society de Nueva York de la España de la segunda mitad del siglo XIX y tres primeras décadas del siglo XX. Como preveía, me gustó mucho. Impresiona pararte delante de esas fotografías y contemplar ese instante en el que alguien que sabes muerto hace muchos años te mira lleno de vida. Además, como comentaba una experta que guiaba a un grupo de aficionados a la fotografía, se trataba de fotografía artística. No sólo se reproducían rostros, monumentos, paisajes, escenas de la vida cotidiana, etc., sino que se hacía teniendo en cuenta el juego de luces y sombras, la forma de la composición, y buscando un punto de fuga. Creo que la exposición estará abierta hasta el 26 de febrero, así que les aconsejo visitarla si tienen ocasión.
Recordando los comentarios de la experta en fotografía, por la tarde, mientras caminaba por el puente de Aragón de Valencia, me paré a hacer una foto con mi móvil buscando conjugar una imagen de la Valencia tradicional con la de vanguardia. En la primera foto, del parque ubicado en el antiguo cauce del río Túria, los naranjos representan la tradición, y al fondo se puede ver el Palau de les Arts que sirve de vanguardista punto de fuga. Es una pena que no saliera más nítida. También adjunto una foto del puente de la mar, de Valencia, por el que tantas veces he pasado.
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Sociedad
viernes, 20 de enero de 2012
Montoro habla claro (o lo intenta)
Mientras De Guindos sigue sumido en un discreto, más bien gris, segundo plano, Montoro ha realizado unas declaraciones sensatas y valientes en el Financial Times de Alemania. Podría haber repetido el mantra de que el gobierno mantiene invariable el objetivo del 4,4% de déficit para 2012, pensando que eso es lo que querrían escuchar los mercados y la jefa Merkel. Sin embargo, ha dicho la verdad, que siempre termina siendo lo más sensato: por muchos gastos que se recorten, con una economía en recesión es imposible lograr ese objetivo. Habrá, pues, que revisarlo. Pero Montoro, además, ha recordado que la clave está en volver a crecer, y que para ello hay políticas que pueden convenir a Alemania, pero no a España. Impresionante, casi insólito, a la vista de la afición que le han tomado los políticos europeos –salvo Cameron- a plegarse a los deseos de la canciller alemana. No contento con esto, finalmente, en un arranque de valor, quizá de osadía, les recuerda a los alemanes que en 2003 no fue España quien incumplió los criterios de convergencia.
P.D. A las pocas horas Montoro ha rectificado retomando el discurso oficial del 4,4%. Se quedó en conato...
P.D. A las pocas horas Montoro ha rectificado retomando el discurso oficial del 4,4%. Se quedó en conato...
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Actualidad política
sábado, 14 de enero de 2012
La crisis en la calle
El precio de la gasolina y la conveniencia de combatir el sedentarismo me anima a ir y volver caminando cada día a mi trabajo. Hay varios trayectos por los que puedo optar, y últimamente elijo calles transitadas del barrio obrero de Altabix para tomarle el pulso a la calle, como suele decirse. Observo las ropas y los rostros de la gente al comenzar el día. Veo sus gestos, escucho sus conversaciones, me fijo en los comercios que cierran, en los que ofrecen rebajas agresivas, en los nuevos y arriesgados negocios que apuestan por servicios “low cost”, en el precio irrisorio de algunos pisos que figura en los escaparates de las inmobiliarias, en los coches que llevan un papel de “se vende” en la ventanilla con un precio y el teléfono móvil, en el cartel pegado en la farola animando a sumarse a una “cacerolada” contra los recortes en sanidad, en los folios con números de teléfonos en los que se ofrece señora para cuidar mayores o niños, pintor, albañil o cualquier otro servicio. Esta es la imagen real de la crisis. Veo tristeza y cansancio de buena mañana. Escucho que se habla de dinero. La gente se queja de abusos, de que no llega a fin de mes. Hoy, en el supermercado, dos mujeres comparaban precios, buscaban ofertas, y se referían a otros supermercados. Detrás de los datos macroeconómicos, especialmente dramáticos en la Comunidad Valenciana, hay una sociedad que se desliza hacia una pobreza cada vez más agobiante.
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Sociedad
viernes, 6 de enero de 2012
"El extranjero", de Albert Camus
Si en su día me impresionó “La peste”, “El extranjero” me ha dejado boquiabierto de admiración. Es una novela cuyo personaje central, el señor Meursault, merece ser estudiado detenidamente. Apenas concluí la lectura me interesé por la opinión de otros lectores, principalmente porque no comparto la interpretación que se realiza en la breve presentación que figura al comienzo de la edición que he leído. Allí se afirma que el señor Meursault –que narra en primera persona-, “es un ser indiferente a la realidad por resultarle absurda e inabordable”. También que “la pasividad y el escepticismo frente a todo y todos recorre el comportamiento del protagonista”. Meursault no es indiferente a la realidad, aunque ciertamente su forma de vivir y de sentir es muy poco corriente. Circula por internet una excelente crítica de Vargas Llosa a "El extranjero" ( http://bibliotecaignoria.blogspot.com/2011/05/mario-vargas-llosa-el-extranjero.html ). De ella me parece interesante destacar este párrafo en el que el escritor peruano nos ofrece la clave para entender en qué radica la “inmoralidad” de Meursault:
“Lo más temible que hay en él es su indiferencia ante los demás. Las grandes ideas o causas o asuntos —el amor, la religión, la justicia, la muerte, la libertad— lo dejan frío. También, el sufrimiento ajeno. La golpiza que inflige su vecino, Raymond Sintés, a su amante mora, no le provoca la menor conmiseración; por el contrario, no tiene inconveniente en servir de testigo al chulo, para facilitarle una coartada con la policía. Pero tampoco hace esto por afecto o amistad, sino, se diría, por mera negligencia. Los pequeños detalles, o ciertos episodios cotidianos, en cambio, le resultan interesantes, como la relación traumática entre el viejo Salmadano y su perro, y a ellas dedica atención y hasta simpatía. Pero las cosas que de veras lo conmueven no tienen que ver con los hombres, sino con la Naturaleza o con ciertos paisajes humanos a los que él ha privado de humanidad y mudado en realidades sensoriales: el trajín de su barrio, los olores del verano, las playas de arenas ardientes. Es un extranjero en un sentido radical, pues se comunica mejor con las cosas que con los seres humanos. Y, para mantener una relación con éstos, necesita animalizarlos o cosificarlos. Éste es el secreto de por qué se lleva tan bien con María, cuyos vestidos, sandalias y cuerpo mueven en él una cuerda sensible. La muchacha no despierta en él un sentimiento, es decir algo durable; apenas, rachas de deseos. Sólo la parte animal de su persona, el instinto, le interesa en ella, o, mejor dicho, en lo que hay en ella de instintivo y animal. El mundo de Meursault no es pagano, es un mundo deshumanizado”.
La interpretación de Vargas Llosa me parece válida, aunque introduciría algún matiz. Por ejemplo, no creo que pueda afirmarse que Meursault sea plenamente consciente de que Raymond es un proxeneta. Por otra parte, no ve con simpatía el maltrato de Salmadazo a su perro, aunque en ningún momento se plantea reprochárselo. Aunque es cierto que para él María es básicamente fuente de placer y bienestar, hay que añadir una observación importante: desde el comienzo de su relación con María, Meursault es descarnadamente sincero con ella, y esa sinceridad podría decirse que mitiga la “cosificación” a la que alude Vargas Llosa. En la sinceridad se halla la simpatía que ha despertado Meursault, tal y como también señala Vargas Llosa: “Muy pronto, surgió una interpretación «positiva» de la novela: Meursault como prototipo del hombre auténtico, libre de las convenciones, incapaz de engañar o de engañarse, a quien la sociedad condena por su ineptitud para decir mentiras o fingir lo que no siente. El propio Camus dio su respaldo a esta lectura del personaje”. En buena medida yo también comparto esta interpretación positiva, porque valoro muy positivamente su insólita sinceridad, que pone de relieve hasta qué punto la moralidad dominante puede llegar a exigir falsear nuestros propios sentimientos. En la pantomima de juicio al que se ve sometido Meursault por haber matado a un árabe, el Procurador lo presentará como un ser frío y despiadado, pues no lloró ni se apenó el día del entierro de su madre. Meursault preferiría que su madre no hubiera muerto –así se lo dice a su abogado-, pero no se sentía especialmente apenado y, además, es capaz de afirmar que “el día del entierro de mamá estaba muy cansado y tenía sueño, de manera que no me di cuenta de lo que pasaba”.
Con relación a la calidad de la prosa de Albert Camus, comparto totalmente la opinión de Vargas Llosa:
“Uno de los grandes méritos de El extranjero es la economía de su prosa. Se dijo de ella, cuando el libro apareció, que emulaba en su limpieza y brevedad a la de Hemingway. Pero ésta es mucho más premeditada e intelectual que la del norteamericano. Es tan clara y precisa que no parece escrita, sino dicha, o, todavía mejor, oída. Su carácter esencial, su absoluto despojamiento, de estilo que carece de adornos y de complacencias, contribuyen decisivamente a la verosimilitud de esta historia inverosímil. En ella, los rasgos de la escritura y los del personaje se confunden: Meursault es, también, transparente, directo y elemental”.
En ocasiones da la impresión de que estuviera escribiendo un colegial que da cuenta de lo que hace o piensa con absoluta precisión y sencillez. Cuando se escribe de esta forma brillan con especial intensidad algunas metáforas. En concreto, me parece deslumbrante la manera con la que Meursault se refiere a los cuatro disparos que acaban con la vida del árabe casi al concluir la primera parte de la novela: “Y era como cuatro golpes breves que diera en la puerta de la desgracia”.
Muchas otras cuestiones merecerían comentario, pero quizá lo más interesante haya sido observar nuevamente la relación entre el existencialismo y la memoria que ya detecté en “La peste”, la otra novela de Camus a la que también me he referido en el blog. Me llama la atención la importancia que para Camus tiene poder aferrarse al recuerdo, casi como si eso fuera la esencia de nuestra vida. Transcribiré un párrafo de la tensa entrevista entre Meursault y un sacerdote que le visita en prisión, que, en mi opinión, invita a la reflexión.
“«¡No, no puedo creerle! ¡Estoy seguro de que ha llegado usted a desear otra vida!». Le contesté que naturalmente era así, pero no tenía más importancia que desear ser rico, nadar muy rápido, o tener una boca mejor hecha. Era del mismo orden. Me interrumpió y quiso saber cómo veía yo esa otra vida. Entonces, le grité: «¡Una vida en la que pudiera recordar ésta!»!, e inmediatamente le dije que era suficiente”.
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