Unión fiscal, unión bancaria, unión
política, etc. La receta para superar esta crisis es casi unánime: más Europa.
Si la crisis se examina desde una perspectiva puramente técnica se puede estar
de acuerdo con que una posible solución sería andar el camino que no se anduvo
cuando se puso en marcha el euro. Pero impulsar la unidad europea más que una
cuestión técnica es política, y resulta incomprensible que quienes se empeñan
en abogar por esa unidad salvadora no se den cuenta de que es un tremendo error
dar respuesta a los problemas políticos pensando casi exclusivamente en las ventajas de índole
utilitaria que pueden derivarse de determinadas decisiones políticas. Este error
se produce, en mi opinión, por la tendencia a creer que en política todo es cuestión
de voluntad. Pensemos en una nación. Su existencia o su disolución
dependen de la voluntad de los ciudadanos. Por tanto, de igual forma, si existe
voluntad, es perfectamente posible dar los pasos necesarios hacia esas
maravillosas políticas de unidad que nos proporcionarán progreso y bienestar. Hay
parte de verdad en este enfoque, y cuando algo es parcialmente verdadero puede
dar lugar a confusión porque deseamos creer que esa verdad es toda la verdad.
Es muy cómodo simplificar la realidad, pero cuando esto se produce sólo es
cuestión de tiempo que llegue el día en que la verdad oculta se presente ante
nosotros y, como se trata de cuestiones prácticas, nos exija una respuesta.
La política exige tomar
decisiones que requieren en muchos casos una voluntad colectiva. Pero cuando
esa voluntad, aun existiendo, no es compatible con la realidad el fracaso está
servido. Pensemos en un matrimonio. Para que exista es necesario que ambos cónyuges
presten su consentimiento, y pueden tener un ferviente deseo de ser un buen
matrimonio, pero en realidad son personas tan distintas que terminan
fracasando. Con el proceso de unión europea puede estar sucediendo algo
similar. No basta con que presa de la euforia nuestros dirigentes –incluso contando
con el respaldo de los ciudadanos- deseen hacer realidad el sueño de una Europa
unida. Hay que ver si ese sueño es posible, y para examinar dicha posibilidad
conviene tener presente que una nación no es sólo el resultado de la voluntad
de vivir juntos, sino que implica muchas más cosas, entre las cuales es
fundamental la decisión de buscar juntos el bien común (siempre insisto en
ello) en cualquier circunstancia y la solidaridad. Pero para lograr que esos
objetivos sean interiorizados se requiere algo más que voluntad coyuntural. Las
naciones tienen una historia y un estilo de vida colectiva forjado en el tiempo
que hace que en su seno la búsqueda del bien común se presente como un
ingrediente esencial de su realidad nacional, y otro tanto sucede con la solidaridad.
En Europa eso sólo podrá lograrse –si alguna vez se logra- a través de una
cooperación progresiva sostenida en el tiempo. Hoy sólo los ingleses son
realistas respecto a Europa. El resto pretende construir Europa desde el
idealismo y/o el egoísmo, por eso creo que esto no puede salir bien, lo cual no
quiere decir que la alternativa sea el más absoluto desastre.