viernes, 15 de junio de 2012

Pensamientos sobre Europa

Unión fiscal, unión bancaria, unión política, etc. La receta para superar esta crisis es casi unánime: más Europa. Si la crisis se examina desde una perspectiva puramente técnica se puede estar de acuerdo con que una posible solución sería andar el camino que no se anduvo cuando se puso en marcha el euro. Pero impulsar la unidad europea más que una cuestión técnica es política, y resulta incomprensible que quienes se empeñan en abogar por esa unidad salvadora no se den cuenta de que es un tremendo error dar respuesta a los problemas políticos pensando casi exclusivamente en las ventajas de índole utilitaria que pueden derivarse de determinadas decisiones políticas. Este error se produce, en mi opinión, por la tendencia a creer que en política todo es cuestión de voluntad. Pensemos en una nación. Su existencia o su disolución dependen de la voluntad de los ciudadanos. Por tanto, de igual forma, si existe voluntad, es perfectamente posible dar los pasos necesarios hacia esas maravillosas políticas de unidad que nos proporcionarán progreso y bienestar. Hay parte de verdad en este enfoque, y cuando algo es parcialmente verdadero puede dar lugar a confusión porque deseamos creer que esa verdad es toda la verdad. Es muy cómodo simplificar la realidad, pero cuando esto se produce sólo es cuestión de tiempo que llegue el día en que la verdad oculta se presente ante nosotros y, como se trata de cuestiones prácticas, nos exija una respuesta.

La política exige tomar decisiones que requieren en muchos casos una voluntad colectiva. Pero cuando esa voluntad, aun existiendo, no es compatible con la realidad el fracaso está servido. Pensemos en un matrimonio. Para que exista es necesario que ambos cónyuges presten su consentimiento, y pueden tener un ferviente deseo de ser un buen matrimonio, pero en realidad son personas tan distintas que terminan fracasando. Con el proceso de unión europea puede estar sucediendo algo similar. No basta con que presa de la euforia nuestros dirigentes –incluso contando con el respaldo de los ciudadanos- deseen hacer realidad el sueño de una Europa unida. Hay que ver si ese sueño es posible, y para examinar dicha posibilidad conviene tener presente que una nación no es sólo el resultado de la voluntad de vivir juntos, sino que implica muchas más cosas, entre las cuales es fundamental la decisión de buscar juntos el bien común (siempre insisto en ello) en cualquier circunstancia y la solidaridad. Pero para lograr que esos objetivos sean interiorizados se requiere algo más que voluntad coyuntural. Las naciones tienen una historia y un estilo de vida colectiva forjado en el tiempo que hace que en su seno la búsqueda del bien común se presente como un ingrediente esencial de su realidad nacional, y otro tanto sucede con la solidaridad. En Europa eso sólo podrá lograrse –si alguna vez se logra- a través de una cooperación progresiva sostenida en el tiempo. Hoy sólo los ingleses son realistas respecto a Europa. El resto pretende construir Europa desde el idealismo y/o el egoísmo, por eso creo que esto no puede salir bien, lo cual no quiere decir que la alternativa sea el más absoluto desastre. 

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