La irrupción de “Sumar” puede tener fatales consecuencias no solo para Podemos, sino también para el PSOE. Yolanda Díaz es una política de extrema izquierda perfectamente adornada para disimularlo. En una sociedad en la que la imagen, la forma, desempeña un papel tan importante no hay que minusvalorar que pueda tener cierto éxito, pero siempre entre el electorado de la izquierda. “Sumar” se debe nutrir de votantes de Podemos desencantados con su deriva totalitaria y sectaria, e intentará también conseguir votos del PSOE. El votante moderado del PSOE -si existe, cosa que ya dudo- puede sentirse más cómodo si Sánchez pacta con Yolanda Díaz en lugar de con Podemos, y quizá así se pueda frenar el trasvase de votos socialistas a Feijóo. Esto es lo que espera Sánchez: consolidar su posición frente a Feijóo, hundir a Podemos, y lograr mayoría gracias a que “Sumar” capte votos que estaban destinados a la abstención, y al apoyo de los partidos nacionalistas. A estas alturas es lo único que puede intentar. Su política sectaria y radical ya ha entregado el centro a Feijóo, que ha fagocitado a Ciudadanos y va a seguir sumando a votantes de Vox. El PSOE se ha retratado apoyando leyes disparatadas y sectarias de Podemos. Es demasiado tarde para engañar al votante moderado. Si el PSOE no gana, hay un serio riesgo de que Yolanda Díaz sea capaz de disputarle a los socialistas el liderazgo de la izquierda, lo mismo que intentó Albert Rivera con Pablo Casado en la derecha. La diferencia radica en que Díaz es más lista y, además, es mujer.
lunes, 3 de abril de 2023
miércoles, 21 de diciembre de 2022
El pueblo español debe pronunciarse
Ante una crisis institucional como la que estamos viviendo no es de recibo agotar la legislatura. Si Pedro Sánchez creyera verdaderamente en la democracia no esperaría casi un año antes de dar la palabra a los españoles para que tengamos la oportunidad de poner las cosas en su sitio.
martes, 20 de diciembre de 2022
En esto consiste la democracia constitucional
Los líderes del PSOE y de Podemos, inmersos en la dinámica partidista de la lucha por el poder y haciendo gala de una manifiesta irresponsabilidad, insisten en que la decisión de suspender la tramitación de una ley que adoptó anoche el Tribunal Constitucional supone un “atropello” o un “golpe” contra la democracia. En realidad, se suspende la tramitación en lo que se refiere a la modificación de la LOPJ y de la LOTC, tal y como se puede leer en el punto 6º de la parte dispositiva del Auto (publicada por el propio Tribunal):
"6º Suspender cautelarmente, conforme al art. 56.6 LOTC, la tramitación parlamentaria de los preceptos que modifican la Ley Orgánica del Poder Judicial y la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, introducidos en la “Proposición de Ley Orgánica de transposición de directivas europeas y otras disposiciones para la adaptación de la legislación penal al ordenamiento de la Unión Europea, y reforma de los delitos contra la integridad moral, desórdenes públicos y contrabando de armas de doble uso”, que derivan de las enmiendas núms. 61 y 62, presentadas por los grupos parlamentarios Socialista y Confederal de Unidas Podemos-En Comú Podem-Galicia en Común, e introducidas en el texto de la referida Proposición de Ley Orgánica, aprobada por el Pleno del Congreso de los Diputados en sesión celebrada el día 15 de diciembre de 2022, y que se corresponden con las disposiciones transitorias cuarta y quinta y con la disposición final primera y segunda apartado 4".
Aunque lo acaten (¡menos mal!), el PSOE y Podemos no conciben que el Tribunal Constitucional adopte unas medidas cautelares para evitar posibles consecuencias lesivas para los derechos fundamentales de los parlamentarios recurrentes. Insisten una y otra vez en que se debería haber permitido la tramitación legislativa y, posteriormente, resolver el recurso de amparo. Al margen de otras consideraciones, lo más importante es que olvidan que el constitucionalismo se fundamenta en la limitación del poder político en atención al respeto que merecen los derechos fundamentales de los ciudadanos. Es decir, el poder legislativo, aunque logre conformar mayorías para aprobar leyes, no está por encima de tales derechos, que constituyen el fundamento de la democracia constitucional. La historia ha demostrado que el poder legislativo no es el mejor garante de tales derechos, y dicha tarea se ha conferido, en último término, al Tribunal Constitucional. Cuando este órgano declara la inconstitucionalidad de las leyes o, como ha sucedido hoy, paraliza la tramitación de una ley alegando que el procedimiento seguido puede vulnerar derechos fundamentales, es posible que la mayoría parlamentaria que impulsa dicha ley lo interprete como un ataque a la democracia. Eso es lo que están haciendo el PSOE y Podemos. Así no sólo muestran su talante demagógico (la comparecencia de Félix Bolaños plagada de tergiversaciones ha sido una vergüenza), sino su profunda falta de respeto a lo que representa la democracia constitucional. El Tribunal Constitucional sirve precisamente para lo que ha hecho hoy: frenar al poder legislativo cuando desvirtúa los procedimientos en fraude de ley, poniendo así en riesgo algún derecho fundamental. Pero la grandeza de la democracia constitucional, lo que verdaderamente le otorga la fuerza de la razón, su carácter “deliberativo” como hoy se acostumbra a decir, es que los que creemos en ella estamos deseosos de leer los argumentos que recoja el Auto del Tribunal Constitucional. Mientras que los parlamentarios obedecen gregariamente las directrices de los líderes de los partidos, el Tribunal Constitucional -incluso admitiendo que esté politizado- debe argumentar, convencer. De ahí que si los argumentos que esgrime para paralizar la tramitación no me convencen, lo criticaré. Y si los votos particulares que se anuncian ofrecen buenas razones, no dudaré en reconocerlas.
lunes, 19 de diciembre de 2022
Intolerable presión a los magistrados del Tribunal Constitucional
El Tribunal Constitucional de España comenzó a desempeñar su labor a comienzos del año 1981. Desde entonces ha dictado numerosas resoluciones, algunas muy controvertidas, como es natural dada la función que le atribuye la Constitución. Si se examina su jurisprudencia a lo largo de estos cuarenta años, diría que el nivel jurídico alcanzado es bastante elevado. Para que siga desempeñando adecuadamente sus tareas es necesario que los Magistrados del Tribunal Constitucional tengan no sólo la debida formación, sino la independencia de criterio propia de los hombres y mujeres que saben honrarse a sí mismos y a las instituciones a las que sirven. Además, los Magistrados deben hallar auxilio en la doctrina científica, que debe examinar su jurisprudencia con sentido crítico, pero con el fin de mejorarla, ejerciendo sus tareas desde el respeto a la verdad y a la justicia, y buscando también servir a la nación.
Hoy, en este mismo momento, los Magistrados de esta institución clave en el funcionamiento de nuestra democracia constitucional están siendo sometidos a una presión intolerable por parte de los partidos del Gobierno, el PSOE y Podemos. Estamos a la espera de que el Tribunal Constitucional se pronuncie sobre la petición de unas medidas cautelarísimas solicitadas por el PP, debido al irregular cauce que está siguiendo el Parlamento para la aprobación de unas medidas legislativas que, entre otros extremos, afectan al nombramiento de Magistrados del Tribunal Constitucional. El Tribunal no va a pronunciarse sobre la constitucionalidad de las medidas, sino sobre el procedimiento que se está siguiendo. En algunos medios de comunicación se citan declaraciones de líderes políticos que afirman que el Tribunal va a dar un golpe a la democracia. Políticos de Podemos hablan de no acatar la decisión que se adopte e instan al PSOE a sumarse a la desobediencia. No estoy perplejo porque se veía venir que apostaban por deslegitimar al Tribunal Constitucional con la referencia al “mandato caducado” de algunos de sus Magistrados. La irresponsabilidad es absoluta y la necesidad de líderes capaces de dignificar las instituciones es mayor que nunca. No tengo ni idea de lo que pasará, pero creo que lo mejor que podría suceder es que el Tribunal Constitucional dictara una resolución por unanimidad, perfectamente motivada y estimando el recurso del PP.
viernes, 16 de diciembre de 2022
Pedro Sánchez, un auténtico déspota, asusta
Lo vivido ayer dentro y fuera del Congreso demuestra a todos aquellos que todavía no querían verlo que nuestra democracia está en peligro. La degradación de las instituciones es muy grave y el culpable es Pedro Sánchez, un presidente absolutamente indigno e impresentable que ya da miedo, y lo afirmo ni ningún tipo de ambages. Llegó al poder con una moción de censura que se justificaba en una sentencia judicial por corrupción y ahora sabemos lo que le importa la corrupción: nada. No ha tenido el más mínimo escrúpulo en modificar el delito de malversación para favorecer a los independentistas. Después de ocupar la Moncloa se presentó a las elecciones y, tras fracasar su primera investidura, alcanzó al poder prometiendo que no pactaría o se apoyaría en los partidos con los que finalmente gobierna y le aprueban los presupuestos. No tiene pase. Y para seguir en la Moncloa no solo está legislando para unos pocos, sino que está dispuesto a dar lo que nos corresponde a todos. La palabras de Felipe Sicilia, perro fiel de Sánchez, diciendo que la principal amenaza a la democracia ha sido de la derecha, porque Tejero era de derechas, son increíbles, vergonzosas. Pero es que el propio Sánchez ha afirmado que la derecha política, mediática y judicial intenta atropellar la democracia, justo lo que él está haciendo.
Les aseguro que es la primera vez en la que estoy seriamente preocupado por nuestra democracia y por su fundamento político: la unidad de la nación española. Votar al PSOE, mientras no echen a este déspota, es votar por la independencia de Cataluña. Es increíble, el independentismo estaba siendo derrotado y Sánchez lo ha resucitado. Ahora sí que creo que puede haber consulta o referéndum, tanto da, y que la convivencia en Cataluña puede correr un serio riesgo si los ciudadanos catalanes no han aprendido la lección y lo impiden. No se debe olvidar lo que está haciendo Sánchez y, por tanto, el PSOE, que nadie lo olvide, el PSOE. Si no hay una rebelión interna real, no cosmética, el PSOE será el culpable directo de la política despótica y antinacional que está desarrollando su Secretario General.
Algunas reflexiones sobre el budismo
Según la ley del karma, una de las tesis centrales del budismo, todas nuestras acciones voluntarias –mentales, físicas y verbales- tienen consecuencias que pueden experimentarse en esta vida o en vidas futuras, dado que el budismo cree en la reencarnación o, mejor dicho, en la sucesión de nacimientos y muertes en el samsara. Las acciones realizadas bajo la influencia de estados mentales aflictivos son semillas que nos traerán sufrimiento y, por el contrario, las que son ejecutadas con una mente ecuánime e inspiradas por una buena voluntad conducirán a nuestra felicidad y a la felicidad de otros seres, no sólo humanos. La acción (este es el significado literal de la palabra "karma") despliega una energía que mueve misteriosamente las piezas del universo y da como resultado una consecuencia proporcional al peso kármico (que depende de diversos factores, entre los que destaca la intensidad volicional) de la acción. Los budistas no creen en un destino trazado de antemano al que nos vemos abocados sin remedio, sino que entienden que la realidad de cada momento es el resultado de numerosas causas que, sin intervención de ningún Dios, han conducido a esa situación concreta.
La ley del karma no se puede demostrar empíricamente y, por
tanto, podría considerarse una creencia religiosa. Ciertamente, si examinamos
nuestra vida, somos conscientes de que las malas acciones nos pesan y condicionan,
mientras que las buenas nos liberan y proporcionan felicidad, pero seguramente se recurra a la psicología para dar razón de ese condicionamiento en lugar de aceptar
la presencia de una misteriosa energía cósmica que nuestras acciones ponen en
marcha. Ahora bien, aunque el condicionamiento psicológico de las acciones
pasadas pueda tener influencia, la libertad humana no es anulada, por lo que el
problema seguirá siendo de índole espiritual. En este punto el budismo muestra su faz más optimista: en efecto, según la ley del karma,
aunque el momento presente sea el resultado del karma que arrastramos, es posible comprender qué es lo que está pasando en nuestra vida y trabajar para cambiar su curso o el de nuestras vidas futuras sembrando semillas de felicidad mediante buenas acciones. El karma se purifica cuando uno aprende a actuar con una mente ecuánime que no se ve dominada por los estados aflictivos que le conducen a seguir los patrones de "reacciones" pasadas. Se trata, en definitiva, de sustituir la reacción ciega por la acción lúcida y provechosa.
Junto a la ley del karma, uno de los conceptos centrales del
budismo es el de “vacuidad”, que significa que ninguna realidad tiene
una esencia inmutable ni es suficiente por sí misma. Nuestra ignorancia sobre la condición última de la realidad nos hace vivir en la dualidad sujeto/objeto, y no somos capaces de comprender que no estamos separados, que todo es uno, esa unidad cuya captación intuitiva es el fin del camino espiritual que conduce a la cesación del sufrimiento a través del noble sendero óctuple. En esta línea, el budismo afirma que el “yo” no existe. Parece una impugnación radical a la tesis cartesiana que
sostiene como la verdad más evidente y el pilar de toda su filosofía mi existencia como una "cosa pensante". Aunque cuestionar la existencia del "yo" no es una tesis ajena a la filosofía occidental (en concreto, el empirismo de Hume podría
aceptar la tesis budista), presenta una inquietante radicalidad en el budismo. Aceptar la idea de que el “yo” no
existe parece contraintuitivo si lo confrontamos con nuestra experiencia de la
vida cotidiana. Los budistas apelan a la observación interna que se desarrolla
en la meditación como cauce para experimentar la ausencia de un núcleo estable en el que se sostenga el “yo”. Se insiste en que yo no soy ni mi cuerpo, ni mis pensamientos, ni mis emociones. ¿Pero acaso no soy “yo” el que decide embarcarse en la tarea de
meditar? ¿Acaso no reconoce el budismo que cada cual debe responsabilizarse
individualmente de su propia “liberación”? Es más, en la sucesión de nacimientos y muertes hay "alguien" a quien afecta la ley del karma, aunque se insista en que ese alguien es la mente y no una alma sustancial. ¿Cómo es posible entonces afirmar
que el “yo” no existe, aunque se trate de un continuo mental?
En su día, Ortega ya observó que Descartes cometió un error
al identificar el “yo” con una “cosa pensante", y ello se debió muy probablemente, en opinión de Ortega, a su formación
escolástica. Cosificar el “yo” implica atribuirle una identidad,
un carácter sustancial que también se observa en la noción de “persona” según
la clásica definición de Boecio: “sustancia individual de naturaleza racional”.
Decir “yo” es referirse a nuestra condición personal, pero sostiene
Julián Marías, siguiendo a Ortega, que la persona no es “el yo”, y mucho menos la persona puede comprenderse pensándola como "cosa". El siguiente
texto de Antropología Metafísica me
parece clave:
“Yo soy una persona, pero «el yo»
no es la persona. «Yo» es el nombre que damos a esa
condición programática y viniente. Cuando digo ‘yo’, me «preparo»
o «dispongo» a ser. Para el hombre, ser es
prepararse a ser, disponerse a ser, y
por eso consiste en disposición y disponibilidad. Cuando decimos «yo»,
no se trata de un simple punto o centro de la circunstancia, sino que ésta es mía: por ser yo mismo puedo tener algo mío. En la
persona hay mismidad, pero no identidad: soy el mismo pero nunca lo mismo. Pero hay que agregar algo que he dicho muchas
veces, pero suele olvidarse: el «yo» pasado no es yo, sino circunstancia con la que me
encuentro; es decir, con la que yo –proyectivo
y futurizo- me encuentro cuando voy a
vivir. Y no bastaría la mera «sucesión» para que hubiera mismidad: hace falta
esa anticipación de mí mismo, ese ser ya
el que no soy, la futurición o
menesterosidad intrínseca. El hombre puede poseerse a lo largo de toda su vida
y ser el mismo porque no se posee
íntegramente en ningún momento de ella”.
El “yo” no existe si lo que
buscamos es una identidad esencial, estable, y mucho menos fija. Como observa Marías, el “yo” pasado no soy yo, sino circunstancia con la que me encuentro. Aquí observo un claro paralelismo con la impermanencia
que siempre subraya la filosofía budista: todo cambia, nadie se baña dos veces
en el mismo (entendido como idéntico) río. El “yo” no existe: estamos en
constante cambio, aunque nos parezca que nuestra identidad no varía. Sin
embargo, aunque el “yo” no exista como cosa, no puede decirse que no seamos nadie,
que nuestra condición personal sea mera ilusión. Julián Marías lo expresa
diciendo que en “la persona no hay identidad, sino mismidad”. Pienso que quizá podría decirse
que, aunque nadie se baña dos veces en el mismo río, el río sigue fluyendo y es
el mismo río en su fluir. La persona no es cosa, sino un continuo proyectarse,
disponerse a vivir, actuar y actualizarse, contando para ello con un pasado que
es circunstancia con la que me encuentro y que, en consecuencia, me condiciona.
La condición futuriza, dinámica, de la vida humana se
explica a partir de ese alguien que es la persona humana. Y la acción conjuga pasado, presente y futuro desde la libertad, lo cual me recuerda, salvando las distancias, a la ley del karma: nuestras acciones
pasadas son circunstancia que me condicionan al decidir el curso de mi acción,
al trazar los proyectos vitales que van a jalonar mi biografía. A su vez, mi
futuro depende de la acción que desarrolle en el momento presente, de ahí que deba
proyectar quién deseo ser. El pasado me condiciona, pero no me priva de la
libertad, de hecho Ortega afirmaba que el ser humano es “forzosamente libre”,
tiene que decidir el curso de su propia vida. Ciertamente, ni en Ortega ni en
Marías –profundamente cristiano- hay reencarnación ni interpretación del
condicionamiento de las acciones pasadas como energías kármikas que influyen en
el curso de los acontecimientos, pero la interpretación dinámica de la realidad -y en ese sentido no la veo incompatible con el budismo, más bien todo lo contrario- viene motivada por el hecho de que tanto para Ortega como para Marías mi vida (en rigor, la vida de cada cual) es la realidad radical en tanto en ella va a radicar cualquier otra realidad. Y la condición personal de mi vida le otorga ese dinamismo, ese carácter dramático que tan bien entronca con el budismo. En cualquier
caso, estas son unas reflexiones a vuela pluma y necesito seguir pensando sobre
el asunto.
miércoles, 14 de diciembre de 2022
¿A qué esperan los socialdemócratas españoles?
En 2006, el PSOE se aliaba con los
nacionalistas catalanes de CiU para aprobar el Estatuto de Autonomía de Cataluña.
Entonces escribí un artículo en el que señalaba la importancia de contar con un
partido de izquierda nacional ante la deriva que estaba siguiendo Zapatero. Hoy
la deriva del PSOE es todavía mayor y el flanco que ha dejado abierto debería
ser aprovechado. Entonces fue UPyD el partido que comenzó a abrirse paso en
2007. Su andadura fue truncada por un ambicioso Albert Rivera que fagocitó al
partido de Rosa Díez y, en lugar de disputarle al PSOE el electorado
socialdemócrata moderado, compitió con el PP para convertirse en líder de la
oposición. O García Page, Lambán y quienes tengan algo de sensatez frenan a
Sánchez, o no sé cómo no se funda de inmediato el PSDE, el Partido
Socialdemócrata Español. Copio el artículo que escribí apenas un año antes de
la fundación de UPyD.
El flanco del PSOE
Cuando los partidos políticos se embarcan en estrategias destinadas a mantener el poder a cualquier precio es fácil que descubran su flanco ideológico y den ocasión para que emerjan nuevos partidos dispuestos a aprovechar la oportunidad. El PSOE parece no darse cuenta del riesgo que está corriendo con su aventura nacionalista. En Cataluña ya se ha fundado un partido político que se presenta como alternativa de izquierdas al nacionalismo: Ciudadanos de Cataluña. Si Zapatero y los socialistas siguen preocupados por inventar realidades nacionales, y por aliarse con cualquier partido nacionalista antes que mantener el consenso con el PP en asuntos de Estado, están ofreciendo una oportunidad inmejorable para que salten a la arena política opciones que defiendan la nación española y la igualdad entre todos los españoles desde una ideología de izquierda. Ese partido tendría garantizada presencia parlamentaria sin lugar a dudas y podría amenazar seriamente el proyecto zapateril, máxime si entre sus abanderados figuraran nombres como Nicolás Redondo Terreros, Rosa Díez o Gotzone Mora.
Aunque parezca increíble, no hay
en España un partido político de esta orientación. Alguien de izquierdas que
crea que España es una nación plural conformada por distintas regiones, que
considere que es importante un Estado fuerte con amplias competencias para
realizar políticas sociales que garanticen la igualdad de todos los españoles,
o que opine que el nacionalismo no debe ser el aliado natural de un partido de
izquierdas, no puede sentirse cómodo votando a este PSOE.
Las encuestas parecen reflejar esta realidad tan evidente. Mucha gente está descontenta con la alianza y las concesiones a los nacionalistas que está realizando el PSOE, pero tampoco le seduce la idea de votar al PP. La cosa está clara: el PSOE ha descubierto su flanco ideológico y se expone a que una iniciativa como Ciudadanos de Cataluña se plantee a nivel nacional. Sin embargo, aunque resulte paradójico, los socialistas parecen más interesados en que aparezca en escena una fuerza de extrema derecha que reste votos al PP. Esta posibilidad parece bastante más improbable que la anteriormente comentada, y confirma que, efectivamente, es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio.
Hace tiempo que no se presenta una oportunidad mejor para todos aquellos que deseen hacer política en España desde la izquierda. ¿A qué están esperando?