En los meses de junio y julio cae en mis manos la revista “¡Hola!” y la verdad es que me lo paso pipa ojeándola. Comienza habitualmente con un reportaje sobre algún rico que te enseña su espectacular mansión mientras cuenta su vida en la entrevista que acompaña al reportaje. Yo diría que decoran su vida casi con más esmero que su propia casa, todo un logro. A veces sorprende que sean famosos de medio pelo los dueños de estos auténticos palacios. Por ejemplo, hace pocas semanas Raquel Meroño, una actriz española de segunda fila, enseñaba su casa de Bali (creo que era allí) y era flipante. Igual le ha tocado la lotería, quién sabe… Luego vienen los bloques tradicionales: actos públicos o privados de la familia real, reportaje fotográfico acompañado de entrevista de un famoso, y las fiestas del verano, quizá el plato fuerte. En la información de la familia real hay que prestar atención a Letizia, y no sólo por sus vestidos y zapatos. Estoy dispuesto a apostar que ha pasado por el cirujano. Además de la nariz (que eso fue reconocido públicamente), también me parece que se ha retocado la mandíbula, los pómulos y los pechos. Desde luego ha ido a uno de los buenos porque, aunque se nota, no ha quedado desfigurada como mucha gente del mundo del famoseo.
Pero, como decía, el plato fuerte son las fiestas del verano. Reconozco que aquí disfruto como un enano observando las andanzas de estos personajes. Al margen de vestiditos y estilismos, que también tienen su interés, me resulta increíble ver que muchos de los protagonistas de estas fiestas repiten cada semana. Todo parece un sueño, pero no me malinterpreten: es propio de los sueños combinar objetos y personas que en la realidad no tienen nada que ver. Estas fiestas son lo más parecido a un sueño porque descubres que personas de los más diversos ámbitos sociales se conocen y están relacionadas. Sin ir más lejos esta pasada semana la revista incluía un extenso reportaje de la boda de Jaime Polanco (sobrino de Polanco) y Fiona Ferrer Leoni. En medio de un lujo desbordante, para mí absolutamente empalagoso, te sorprendes comprobando que esta gente conoce a la Elena Tablada (novia de David Bisbal que por lo poco que yo sé de esta chica creía que era una fan de Bisbal que a base de mucho insistir se lo había llevado al huerto), que Enrique Ponce (luego me referiré a él) es muy amigo del cantante Luis Miguel, que aunque no acudió a la boda estaba por allí en compañía de la Genoveva Casanova, antigua pareja del hijo de la duquesa de Alba. También aparece Antonio Carmona, el cantante de Ketama, o Carlos Baute, un simpaticón que se autodenomina cantante. Luego sale por ahí José María Michavila, ex ministro del PP, Palomo Linares y su bella mujer, Marina Danko, Manu Tenorio, ¡Andrés Pastrana (ex presidente de Colombia)!, Belisario Betancourt, Alberto Cortina, etc. Bueno, es que te quedas completamente alucinado. Evidentemente no todos se conocerán entre sí, pero luego ves a muchos de ellos coincidiendo en otras fiestas así que es fácil atar cabos y deducir que existe un mundo social que tiene sus protagonistas y reglas.
Entre esos protagonistas parece que Enrique Ponce y su mujer, Paloma Cuevas, ocupan una posición de privilegio. Los he podido ver casi todas las semanas en la revista. Paloma Cuevas posa siempre con la misma cara totalmente carente de expresión, aunque no parece haber pasado todavía por el cirujano, y da la impresión de que aspira a ocupar (si no lo hace ya) el trono como reina de las revistas de sociedad. Y Enrique Ponce está claro que no apuesta por la sobriedad ni en su toreo ni en la vida social, cosa muy respetable, por supuesto. En su día Luis Miguel Dominguín también era protagonista de este tipo de acontecimientos sociales. Recuerdo que Juan Antonio Vallejo-Nágera -el famoso psiquiatra que murió de cáncer a principios de los noventa- comenta en su libro póstumo “La puerta de la esperanza” que Luis Miguel Dominguín, el gran torero, padre de Miguel Bosé, le abrió las puertas de esta vida social que aparece en “¡Hola!” y que a mí a veces me fascina y a veces me horroriza. La verdad es que me gustaría poder asistir a alguna de esas fiestas para escuchar las conversaciones de esta gente.
Pero, como decía, el plato fuerte son las fiestas del verano. Reconozco que aquí disfruto como un enano observando las andanzas de estos personajes. Al margen de vestiditos y estilismos, que también tienen su interés, me resulta increíble ver que muchos de los protagonistas de estas fiestas repiten cada semana. Todo parece un sueño, pero no me malinterpreten: es propio de los sueños combinar objetos y personas que en la realidad no tienen nada que ver. Estas fiestas son lo más parecido a un sueño porque descubres que personas de los más diversos ámbitos sociales se conocen y están relacionadas. Sin ir más lejos esta pasada semana la revista incluía un extenso reportaje de la boda de Jaime Polanco (sobrino de Polanco) y Fiona Ferrer Leoni. En medio de un lujo desbordante, para mí absolutamente empalagoso, te sorprendes comprobando que esta gente conoce a la Elena Tablada (novia de David Bisbal que por lo poco que yo sé de esta chica creía que era una fan de Bisbal que a base de mucho insistir se lo había llevado al huerto), que Enrique Ponce (luego me referiré a él) es muy amigo del cantante Luis Miguel, que aunque no acudió a la boda estaba por allí en compañía de la Genoveva Casanova, antigua pareja del hijo de la duquesa de Alba. También aparece Antonio Carmona, el cantante de Ketama, o Carlos Baute, un simpaticón que se autodenomina cantante. Luego sale por ahí José María Michavila, ex ministro del PP, Palomo Linares y su bella mujer, Marina Danko, Manu Tenorio, ¡Andrés Pastrana (ex presidente de Colombia)!, Belisario Betancourt, Alberto Cortina, etc. Bueno, es que te quedas completamente alucinado. Evidentemente no todos se conocerán entre sí, pero luego ves a muchos de ellos coincidiendo en otras fiestas así que es fácil atar cabos y deducir que existe un mundo social que tiene sus protagonistas y reglas.
Entre esos protagonistas parece que Enrique Ponce y su mujer, Paloma Cuevas, ocupan una posición de privilegio. Los he podido ver casi todas las semanas en la revista. Paloma Cuevas posa siempre con la misma cara totalmente carente de expresión, aunque no parece haber pasado todavía por el cirujano, y da la impresión de que aspira a ocupar (si no lo hace ya) el trono como reina de las revistas de sociedad. Y Enrique Ponce está claro que no apuesta por la sobriedad ni en su toreo ni en la vida social, cosa muy respetable, por supuesto. En su día Luis Miguel Dominguín también era protagonista de este tipo de acontecimientos sociales. Recuerdo que Juan Antonio Vallejo-Nágera -el famoso psiquiatra que murió de cáncer a principios de los noventa- comenta en su libro póstumo “La puerta de la esperanza” que Luis Miguel Dominguín, el gran torero, padre de Miguel Bosé, le abrió las puertas de esta vida social que aparece en “¡Hola!” y que a mí a veces me fascina y a veces me horroriza. La verdad es que me gustaría poder asistir a alguna de esas fiestas para escuchar las conversaciones de esta gente.