viernes, 19 de noviembre de 2010

¿Qué pasa con la música y los programas musicales?

No estoy muy al tanto de las últimas novedades musicales, pero tengo la impresión de que no aparecen grupos musicales ni intérpretes de verdadero talento en España. Quizá se hallen en recónditos lugares de You Tube, pero eso es lo llamativo, no alcanzan notoriedad. Es probable que todo se deba a la piratería, no lo sé, pero lo cierto es que brillan por su ausencia esos artistas que deberían tomar el relevo a los Rocío Jurado, Raphael, Dyango o, ahora que se retira, el gran Miguel Ríos, por citar sólo a algunos. Por otra parte, también llama poderosamente la atención que los programas musicales con actuaciones en directo hayan desaparecido de las televisiones en horario de máxima audiencia. No creo que haya relación entre una cosa y la otra. A la gente le sigue gustando la música; sin embargo, se carece de paciencia para ver un programa musical. Siempre hay un intérprete o una canción que te gusta menos y cuando eso sucede se suele sucumbir a la tentación de cambiar de canal, lo cual es un riesgo inasumible para los directores de la cadena en cuestión. Quizá esta sea la razón por la que los programas musicales han tenido que adoptar un formato de concurso “reality show”. Esa falta de paciencia para escuchar una canción hasta el final y ver relajadamente todo el programa me parece preocupante porque refleja el estrés con que vivimos. Ojalá pudiéramos volver a tener en pantalla programas como “Aplauso” y fuéramos capaces de sentarnos relajadamente para verlo y comentar las actuaciones en familia.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Trinidad Jiménez hace el ridículo ante Pedro J.

Sólo he tenido ocasión de oír algún pasaje de la entrevista de Pedro J. a Trinidad Jiménez, y realmente se te cae el alma a los pies cuando escuchas a esta mujer y piensas que es nuestra Ministra de Asuntos Exteriores. Lo habitual cuando se comenta la actualidad política es utilizar argumentos que vas desarrollando para defender una determinada posición o para criticar o alabar la labor de un político. Con algunos miembros del gobierno actual se da la circunstancia de que huelgan los argumentos. Simplemente basta con ver cómo Jiménez es incapaz de ofrecer una explicación medianamente coherente y sensata para explicar la posición de España en el conflicto del Sahara. Nada menos que osó afirmar que la única información que puede dar por buena es la oficial, esto es, la que le proporciona Marruecos. Es absolutamente increíble. El gobierno marroquí impide el trabajo de los periodistas españoles por un decidido afán de transparencia, ¿no? Y, por supuesto, España no tiene ni un solo espía en Marruecos y en el Sahara para informar a la ministra. Ella prefiere quedar como una idiota aceptando la versión marroquí y contentando así a Marruecos. Si sólo quedara ella como una idiota... Pero es nuestra ministra, la jefa de la diplomacia española. En fin, ya les digo, mala, malísima señal es ocuparte de un tema político desde la evidencia de la más absoluta incompetencia.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Ponerse a pensar

El extraordinario poder de los medios de comunicación de masas, su desmesurada atención a asuntos banales y su frecuente sectarismo hace que en muchas ocasiones sea imposible saber qué está sucediendo realmente en muchos ámbitos. Es indispensable ante esta situación descubrir opiniones de personas veraces e independientes que mostrándonos diferentes parcelas de la realidad nos ayuden a orientarnos. Pero no son fáciles de hallar, y por ello suelo ser cauto antes de asumir una posición sobre un determinado asunto. Prefiero prestar atención a detalles de la vida cotidiana con los que tropiezo a diario, acumular datos y ponerme a pensar. Es sorprendente adónde se puede llegar pensando. A veces incluso se discrepa tan radicalmente con relación a la posición que domina en los medios de comunicación que uno tiende a creer que debe de estar equivocado y que probablemente le faltarán datos. Más de una vez he guardado  silencio ante un asunto y posteriormente me he dado cuenta de que en realidad lo había visto bien en su momento. Pensar siempre ha sido necesario, pero en estos tiempos proclives a la mistificación y a la propagación masiva de falsedades, resulta imperioso. A veces tengo la sensación de que desde que uno se levanta hasta que se acuesta ha de estar en guardia para evitar que le den gato por liebre. Así que mi consejo es acumular datos fiables, reflexionar poniéndolos en relación, utilizar la imaginación y, fundamental, posicionarse sin precipitarse, pero tampoco actuando con esa excesiva prevención que sólo conduce a un silencio estéril.

domingo, 7 de noviembre de 2010

El Papa no deja a nadie indiferente

El Papa ha recordado que Dios no es el enemigo de la libertad, y que Europa debe recuperar sus raíces cristianas. Efectivamente, Dios no sólo no es un obstáculo para la libertad, sino que es su fundamento. Tampoco la iglesia es hoy la enemiga de la libertad, aunque lo fuera en otros momentos de la historia. Algunos, sin embargo, creen que todo lo que sea proclamar algo como verdadero, como hace la iglesia al predicar el Evangelio, significa restringir la libertad humana. Son los que esperan que se dé carta blanca a la realización de sus deseos al tiempo que no están dispuestos a admitir ninguna crítica a su comportamiento. Incluso tengo la impresión de que les gustaría que el Papa bendijera públicamente su conducta, cosa que evidentemente no va a hacer, y eso hace que lejos de ser indiferentes al Papa y a los mensajes de la iglesia, sean beligerantes hasta un extremo soez. En la visita del Papa a Valencia ya se pudieron ver algunos (poquitos, eso sí) carteles con la leyenda “Yo no te espero”, absolutamente ridícula por la contradicción que encierra, ya que esperan a que llegue para decirle que no le esperan. Son incapaces de ser indiferentes ante el Papa, al igual que esas lesbianas que hemos visto por televisión con ocasión de la visita papal. No les bastaba con vivir su homosexualidad con normalidad, sino que tenían que besarse ostentosamente para mostrar su rechazo al Papa. Esa beligerancia contra la iglesia y su mensaje es precisamente una manifestación del veneno del laicismo –no confundir con laicidad- al que también se ha referido críticamente el Papa.  

jueves, 4 de noviembre de 2010

Sobre la atonía de la sociedad española

La derrota de Obama en las legislativas ha hecho que se preste atención a la situación política estadounidense, y en especial al “Tea Party”. Al margen de sus reivindicaciones, se destaca el vigor de una sociedad que es capaz de poner en marcha este tipo de movimientos cívicos, lo cual contrasta con la atonía que muchos observan en la sociedad española. Es ciertamente alarmante la falta de espíritu crítico y la respuesta cachazuda de los españoles ante situaciones y medidas que deberían galvanizarla. Pero, ¿hasta qué punto se puede responsabilizar de ello a la sociedad española?

En el capítulo final del libro “La transición a la democracia”, su autor, Javier Tusell, realiza una reflexión sobre la democracia española que comparto plenamente. Tras destacar el consenso que presidió la transición, Tusell observa que dicho consenso fue un logro de la clase política, y se practicó “desde arriba”, es decir, “lo que ha sucedido es que la movilización popular ha sido limitada y aun decreciente. Es cierto que se han evitado los temas conflictivos, pero, de esa manera, si se ha dado estabilidad a la política nacional, también se la ha privado del componente popular que una democracia debe tener siempre. Una movilización política escasa siempre será un inconveniente grave en un sistema democrático”. Y, más adelante, añade otro defecto de la democracia española: “El afán de la clase política por lograr una democracia estable se tradujo en una serie de medidas cautelares que creaban una especie de tutela sobre la ciudadanía española. En toda la obra legislativa de la transición, especialmente en aquella a la que se llegó mediante consenso, se aprecia un temor a la repetición de la experiencia de la guerra civil. De aquí que el régimen parlamentario, la ley electoral, la estabilidad gubernamental, la vida interna de los partidos o las relaciones entre los poderes permanezcan encorsetados en unas fórmulas que todavía contribuyen a alejar más de la savia popular a un sistema político que la necesita. Un cuarto de siglo después de la aprobación de la Constitución, el peligro de la democracia española era mucho más el cáncer del escepticismo que el infarto de un golpe de Estado”.

No puedo estar más de acuerdo. La dificultad para intervenir directamente en la vida política, que efectivamente nos ha privado de una verdadera democracia de calidad, está generando un profundo desencanto entre los ciudadanos, y ha favorecido su alejamiento de la política. Criticar la atonía de la sociedad española es en cierta medida injusto porque desde la transición ha visto obturada la posibilidad de cambiar efectivamente el rumbo de la política. A la sociedad española sólo le queda la posibilidad de reaccionar con espasmos de rabia, como sucedió con el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco. Y es curioso comprobar que estos espasmos apenas se producen, a diferencia de lo que sucede con nuestros vecinos franceses que ya ven cómo han reaccionado cuando les han insinuado que se iban a jubilar a los 65 años. La sociedad española a lo largo de la historia ha sido bastante más sensata que sus políticos, y lo mismo cabría decir en la actualidad. ¿Acaso la mayoría de los españoles aceptamos de buen grado la desigualdad que está provocando el desarrollo del Estado de las Autonomías? Evidentemente no, pero, como vengo señalando en el blog, no hay forma de que se respete la voluntad de la mayoría cuando gobernantes carentes de escrúpulos y patriotismo son capaces de sacrificar el interés general para asegurarse el poder. La sociedad española está desmoralizada en sentido riguroso, ha perdido valores y capacidad crítica, pero también hay que reconocer que su atonía se debe en buena medida a que la hipertrofia estatal y, sobre todo, el secuestro de la democracia por los partidos políticos desalienta iniciativas ciudadanas encaminadas a lograr un cambio político al estilo del "Tea Party" de EE.UU.

domingo, 24 de octubre de 2010

Un gobierno para crispar

Hay tantos motivos para estar harto de Zetapé que intentar jerarquizarlos puede parecer una bobada. No obstante, yo destacaría la frase que le oímos “off the record” en la entrevista con el amigacho Gabilondo en la campaña electoral de 2008. Gravísima en el fondo y a su vez absolutamente reveladora de la catadura moral del personaje. “Nos conviene que haya crispación”, dijo Zetapé. Lógicamente con esa crispación quería mantener bien activo a su electorado para que llegado el momento fuera a votar contra el PP.

A nadie puede sorprender, pues, que ahora que las encuestas reflejan que ha entrado en barrena y que muchos le van a dar la espalda, salvo Concha Velasco y alguno de esos cretinos que votan a los partidos políticos por costumbre o siglas, cambie de gobierno y le dé el mando a Rubalcaba, meta a la Pajín y Jaúregui, y refuerce a Blanco. Se ha repetido mucho eso de que es un gobierno con un perfil marcadamente político. Eso significa en el mundillo de la lucha partidista por el poder sencillamente una especial habilidad para ensalzar tus virtudes y demonizar al adversario por la razón más peregrina. En definitiva, Zetapé apuesta por crispar el ambiente porque sabe que tiene que asustar a sus posibles votantes con el “que vienen los carcas, fachas y retrógrados del PP”. La vieja estrategia que desde el 93 ha utilizado el PSOE. Como aperitivo, ya ven que matraca hemos tenido que aguantar esta semana con los “morritos” de Leire Pajín. Se ha hablado más de los morritos que de que la mami de la flamante Ministra de Sanidad –toda una demostración del subterráneo nivel de muchos de estos políticos de alcantarilla- y sus comilitones socialistas de Benidorm se han pasado el pacto antitransfugismo por el arco de triunfo.

El desastre del gobierno socialista ha sido tan monumental que veo imposible que remonten y ganen las elecciones, pero irán a por todas sin reparar en nada. Ya han visto que han ido a negociar con el PNV desnudos de cintura para abajo. De ahora en adelante, con Rubalcaba de timonel, podemos ver cualquier cosa.

domingo, 17 de octubre de 2010

Las declaraciones de Merkel sobre el fracaso de la sociedad multicultural

La prensa de hoy recoge las declaraciones de Angela Merkel sobre el fracaso de la sociedad multicultural en Alemania. Conviene citar algunas de las frases literales que se le atribuyen: “A principios de los años sesenta nuestro país convocaba a los trabajadores extranjeros para venir a trabajar a Alemania y ahora viven en nuestro país (...) Nos hemos engañado a nosotros mismos. Dijimos: 'No se van a quedar, en algún momento se irán'. Pero esto no es así". “Y, por supuesto, esta perspectiva de una [sociedad] multicultural, de vivir juntos y disfrutar del otro (...) ha fracasado, fracasado totalmente”. Finalmente, Merkel aludió al escaso interés de los inmigrantes por integrarse sentenciando que “quien no aprenda inmediatamente alemán, no es bienvenido”.

Cuando leí el titular esperaba hallar una reflexión seria y profunda sobre un problema de tal calibre, pero la verdad es que lo dicho por Merkel es un cúmulo de contradicciones. Es evidente que el problema al que se refiere Merkel radica en la falta de integración de los extranjeros -fundamentalmente los musulmanes turcos-, pues siguen viviendo según sus costumbres y al margen de los alemanes. Vamos, más o menos lo que hacen los ingleses en la costa del sol. Por ello resulta curioso que Merkel hable del fracaso de la sociedad multicultural y aluda a la resistencia a integrarse de los inmigrantes, ya que una sociedad multicultural es aquella que permite la convivencia de varias culturas en el marco del respeto a unos valores comunes. Si los turcos –o los ingleses en Marbella y Benidorm- respetando la libertad de los demás desean seguir viviendo como musulmanes turcos no se puede decir que la multiculturalidad haya fracasado.

El verdadero problema no es el fracaso de la sociedad multicultural en Alemania, sino el temor a que la sociedad multicultural haga que Alemania pierda su identidad. Y lo mismo temen muchos franceses, holandeses, etc. Por consiguiente, la cuestión es cuánto liberalismo estamos dispuestos a admitir. Hay muchas personas que proclaman su liberalismo a los cuatro vientos, pero cuando esa libertad sirve para que cada vez se construyan más mezquitas en Europa –más de uno se estremecería al conocer el número de mezquitas de Rótterdam, ciudad con alcalde marroquí- se echan a temblar y critican que los musulmanes no se integren. No sé si será el caso de Merkel, pero es el momento de hablar claro y de llamar a las cosas por su nombre. El fundamento de las naciones europeas es mucho más complejo que unos valores democráticos y liberales que actúan como un mínimo común. Muchos se opusieron a que se citaran las raíces cristianas de Europa en el proyecto de Constitución europea, pero lo que es evidente es que no podemos construir nuestra convivencia sobre la base de un respeto a todas las identidades y sensibilidades que respeten ese mínimo común, y más tarde quejarnos de que quizá se pierda nuestra identidad. ¿En qué quedamos? ¿Las naciones europeas tienen o no tienen identidad? Y si la tienen, ¿en qué se funda dicha identidad? Quizá Merkel no se atreva a decirlo, pero lo cierto es muchos alemanes lamentan no sólo ver que los turcos u otros inmigrantes no se esfuerzan por aprender alemán, sino que les preocupa que gente de piel oscura y aspecto extraño colonice los barrios de sus ciudades hasta hacerles pensar que no están en Alemania.

Sí, el multiculturalismo aspiraba a que la pertenencia a una comunidad no tuviera una base étnica, pero lo cierto es que a la gente común esto no le resulta tan sencillo como a intelectuales como Habermas. Pero entérese la señora Merkel y todo el mundo: ya no importa si a los inmigrantes que han llegado a Europa les cuesta integrarse o no. Tampoco tiene sentido reivindicar una identidad de orden étnico. No. Mientras Europa permanezca impasible ante su suicidio demográfico todo esto son discusiones baldías, porque constituye una certeza matemática que necesitaremos inmigrantes. Y países como Alemania no tienen fácil elegir.