lunes, 2 de abril de 2007
Las fallas y la Fórmula 1
Últimamente se escucha que existen muchas posibilidades de que Valencia albergue un Gran Premio de Fórmula 1 en un circuito úrbano. Las críticas, no sé si compartidas por muchos ciudadanos, no se han hecho esperar. Se dice que ocasionará muchas molestias, tanto por el ruido como por los cortes de tráfico; además, también se incide en que no tiene sentido ocupar la ciudad cuando se dispone de un excelente circuito en Cheste. Este último argumento me parece bastante solvente, aunque cabe objetar que no es lo mismo que en la pantalla apareza un circuito, que en su lugar el telespectador contemple la ciudad de las Artes y de las Ciencias, el puerto y otros monumentos de Valencia. Publicitar una ciudad siempre es buena cosa, especialmente si se trata de un evento de esta envergadura, pero ¿y el problema del ruido y las consiguientes molestias para los vecinos? Ya se sabe lo que pienso del ruido, pero el problema cobra una dimensión muy particular en el caso de Valencia. Los valencianos sabemos lo que es padecer cinco días ruido -y muchas otras molestias- a todas horas durante las fallas. ¡Cuántos valencianos no tienen que convertirse en exiliados forzosos durante esos días (mis pobres padres, sin ir más lejos, que tienen una verbena delante de su casa)! Se me replicará que es un ruido justificado por el hecho de que estamos ante unas fiestas tradicionales. Cuidado, amiguitos, que pisamos terreno pantanoso. Admito que son unas fiestas tradicionales, pero también es cierto que esos días se producen muchísimos abusos que nada tienen que ver con esas fiestas. Pero vamos a suponer que la propia tradición justificara el ruido generalizado. ¿Acaso es mejor razón para permitirlo el hecho de que constituya una tradición que el que la causa sea un evento que supone numerosos ingresos para la ciudad? Podría pensarse que, al tratarse de una tradición, las fallas y sus molestias son consentidas por los ciudadanos que las padecen. La tradición esconde, pues, una apelación a la democracia que nos enfrenta directamente con el problema del derecho de las minorías que no soportan esas fiestas, y con la posibilidad de que se celebre una votación para que los ciudadanos decidan qué eventos deciden albergar en su ciudad. ¿Acaso es descabellado preguntar a los valencianos si están dispuestos a que su ciudad albergue un Gran Premio de Fórmula 1 en sus calles? Piensen en todo lo que les digo y saquen sus propias conclusiones.
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