jueves, 26 de abril de 2007

La degradación de la política

Veo a los políticos cada vez más jóvenes, ambiciosos, demagogos, veletas y acojonantemente poco preparados. Es inevitable toparse diariamente –no soy de los que opta por desinteresarse de los asuntos públicos- en la prensa con sus declaraciones, o escucharles hablar por la radio o la televisión. Pero cuando se acercan las elecciones, como ahora, es todavía más deplorable el espectáculo. No les importa un bledo mejorar su municipio. Su única preocupación es no caerse de la lista, casi al precio que sea. No quiero pecar de pesimista, pero la degradación de los políticos españoles es alarmante y puede traer consecuencias muy negativas e impredecibles para nuestra democracia.

John Stuart Mill, al comienzo de su obra sobre el gobierno representativo, realiza una afirmación contundente: no todos los pueblos están preparados para vivir en democracia. Pero eso no es todo, pues inmediatamente añade que incluso aquellos que una vez lo estuvieron pueden dejar de estarlo por la degradación de los hábitos democráticos. Algo parecido decía Aristóteles, que, a diferencia de Platón, no consideraba que hubiera una forma óptima de gobierno con independencia del pueblo a gobernar. Le hubiera venido bien a Bush enterarse de esto antes de querer implantar la democracia en Iraq, pero dejemos estar este tema.

El caso es que ando estos días azorado porque no encuentro ningún candidato a alcalde medianamente presentable al que votar en Elche, la ciudad en que resido. A todos les veo un defecto inhabilitante y como no estoy dispuesto a votar al menos malo sin convicción me parece que me voy a abstener. Urge acabar con esta situación de cambalaches, trapicheos, delfines, escisiones, etc. Por favor, ¡¡¡listas abiertas ipso facto!!!

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