martes, 25 de noviembre de 2008

Rouco: "A veces es necesario saber olvidar"

Cuando ayer escuché algunos extractos del discurso de Monseñor Rouco en la XCII Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española quedé impresionado por su valentía, independencia y lucidez. Como estaba seguro de que sus declaraciones serían inmediatamente criticadas o interpretadas sesgadamente, cuando no tergiversadas, me hice con el discurso, que ya estaba colgado íntegramente en Internet. Esto es lo que dijo Rouco con relación al movimiento de recuperación de la memoria histórica:

No son pocos los que manifiestan una justificada inquietud ante el peligro de un deterioro de la convivencia serena y reconciliada, que hemos logrado ya en nuestra sociedad. La historia de España de los dos últimos siglos ha estado, por desgracia, jalonada por tensiones que más de una vez han desembocado en enfrentamientos fratricidas El último y el más terrible de todos tuvo lugar en los años treinta del siglo pasado en el contexto de una situación internacional de confrontación entre ideologías totalitarias de diverso signo. Gracias a Dios, la actual situación internacional y nacional no es la misma. Pero siempre es necesario vigilar para evitar de raíz actitudes, palabras, estrategias y todo lo que pudiera dar pábulo a las confrontaciones que puedan acabar siendo violentas. Es necesario cultivar el espíritu de reconciliación, sacrificado y generoso, que presidió la vida social y política en los años llamados de la transición a la democracia. A veces es necesario saber olvidar. No por ignorancia o cobardía, sino en virtud de una voluntad de reconciliación y de perdón verdaderamente responsable y fuerte; una voluntad basada en los altos ideales de la paz que se alimenta de la justicia, de la libertad y ¿por qué no decirlo? del perdón y del amor fraterno. Es lo que puede llamarse una auténtica y sana purificación de la memoria. A los jóvenes hay que liberarlos, en cuanto sea posible, de los lastres del pasado, no cargándolos con viejas rencillas y rencores, sino ayudándoles a fortalecer la voluntad de plena concordia y de amistad, capaz de unir pacíficamente las personas, las familias y las comunidades que integran y conforman la España actual”.

Rouco se ha atrevido a decir lo que no está de moda, lo que hoy en día suena extraño y es políticamente incorrecto por resultar difícil de explicar, pese a que sea una gran verdad. “A veces es necesario saber olvidar”. Naturalmente que sí. Rouco está diciendo en pocas palabras lo mismo que ha expuesto magistralmente Santos Juliá en su artículo “Echar al olvido. Memoria y amnistía en la transición”. En este artículo Juliá examina la diferencia que existe entre echar algo al olvido y caer en el olvido. Lo primero consiste, dice Juliá, en “hablar del pasado, tenerlo presente, un hablar que no puede ser ya el hablar contra el otro, sino un hablar de reconciliación, una advertencia a todos de que ese pasado que se recuerda no se puede repetir y una decisión de que se hará todo lo posible para que no se repita”. Ese es exactamente el fondo del mensaje de Rouco. No se trata de ignorar el pasado o de no hablar de él por cobardía, sino de tenerlo presente –justo lo contrario a la amnesia-, y precisamente por ello tomar la decisión de echarlo al olvido, es decir, hacer borrón y cuenta nueva con un espíritu de concordia y reconciliación, tal como sucedió el la transición. Sin esa decisión hubiera sido imposible la amplia amnistía de la transición que ahora empieza a querer ser vista como un error, una debilidad, un precio que tuvo que pagar la oposición antifranquista. Todo falso, pero muy rentable como bandera de demagogos irresponsables. Hoy apelando a la memoria de las víctimas se pretende otorgar una nueva interpretación a la II República y a la propia transición. Se trata de desfigurar la reconciliación que tuvo lugar en la transición y de reivindicar la razón de los vencidos frente a los dirigentes franquistas que en su día debían haber respondido por crímenes contra la humanidad. Ante semejante ruptura del espíritu de concordia y reconciliación que presidió la transición es oportunísima la referencia de Rouco a liberar a los jóvenes “en cuanto sea posible, de los lastres del pasado, no cargándolos con viejas rencillas y rencores”. Lucidísima esta referencia a los jóvenes que algunos pretenden instrumentalizar poniéndolos al servicio una II República que se pretende reinventar y presentarla como una experiencia democrática frustrada.

Pocas horas después Pepiño Blanco salía al paso de las declaraciones de Rouco con la clásica demagogia de quien tiene poca formación, muy mala leche, y muy claras las ideas en la lucha por el dominio de la opinión pública. Decía Pepiño que "me sorprende que quien está promoviendo beatificaciones en relación con personas de aquella época apele ahora al olvido. Algunos tienen amnesia en función de si les conviene o no". Semejante memez cala en ciudadanos poco reflexivos, incapaces de comprender el sentido profundo de las palabras de Rouco. ¿Beatificar a personas por conductas heroicas en defensa de su fe es contrario a la decisión de echar al olvido? ¿Acaso la Iglesia agita el recuerdo de los miles de curas y monjas asesinados durante la Guerra Civil y organiza exposiciones sobre este tema? En modo alguno. Se limita a reconocer las virtudes individuales de aquellos que murieron simplemente por ser cristianos, sin ningún afán sectario o de discordia. Justo lo contrario de lo que parece animar a muchos de los adalides de la memoria histórica.

P.D. Por supuesto, el PP de estos asuntos no opina, pese a que afecten directamente a la transición. Ya se sabe, eso no interesa a la gente.

2 comentarios:

Javier dijo...

Beatificar a los muertos a manos de republicanos y dejar en el olvido a los curas y monjas vascos asesinados por franquistas ¿eso no es afán sectario? Dejas que tus ideas político-religiosas te nublen la vista y lastren tu análisis sobre la realidad. Por cierto... ¿cómo calificarías la II República, ya que descartas el término "democracia" para referirte a ella?

Tomás de Domingo dijo...

Sí, es oportuno matizar. Sin duda la II República formalmente era una democracia, pero buena parte de los republicanos -especialmente los socialistas- deseaban la revolución social, no la democracia. Por otra parte, desde su instauración hubo quema de conventos. La II República no fue precisamente un ejemplo de normalidad democrática. A eso me refiero.