lunes, 23 de febrero de 2009

Bermejo dimite. Bien, pero tarde.

Aunque tarde, Bermejo ha cumplido con lo que demandaba el decoro político. No sólo la cacería sin licencia junto a Garzón, sino el rechazo de los jueces –como evidencia el hecho de que la huelga fue apoyada por todas las asociaciones de la judicatura-, convertían en imprescindible su dimisión o cese. Ha sido lo primero y habrá que aplaudirle. Sí, porque también la Magdalena Álvarez hace tiempo que debería haber transitado el mismo camino y ahí la tienen. Felicitemos, pues, a Bermejo por haber sabido irse, aunque a destiempo. Su dimisión llega con retraso.

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