Se acerca el día de todos los santos que los colegios españoles han convertido en la yanqui noche de Halloween. Estoy seguro de que a muchos padres no les hace ninguna gracia el asunto y se ven en la tesitura de pedir a sus hijos que naden contra corriente, lo cual no es agradable ni para ellos ni para sus hijos. Sin embargo, no hay más remedio que plantar cara a esta estúpida pantomima. Primero, porque no hay que aceptar borreguilmente algo que nos parece mal; pero, sobre todo, porque Halloween es una escuela de gamberros. La gracieta del “¿truco o trato?” es un chantaje en toda regla: ¿o me das caramelos (o dinero) o a la que te descuides te tiro un huevo a la ventana o te embadurno la puerta con crema de afeitar? No, esto no es ninguna agradable celebración infantil. El año pasado llamaron a la puerta mientras bañaba a mi hija y no pude abrir. Pocas horas más tarde, mientras leía en mi sillón, escuché un ruido. Los niños del vecindario me habían estampado un huevo contra la ventana, y no saben ustedes lo que costó limpiar el dichoso huevo. Antes de recibir el huevazo ya pensaba en que en España nunca se había celebrado Halloween, que esto era una novedad de los últimos años. Me parecía mal el papanatismo que reflejaba la imitación, pero es que, además, es increíble que los responsables de la enseñanza no se den cuenta de la semilla gamberril que esconde la calabaza.
1 comentario:
No me puedo callar. Lo del Halloween es una catetada española copiada de las películas de EE.UU. En esos colegios públicos, tan críticos con las modas americanas, las promocionan sin el más mínimo pudor. La causa es muy sencilla: están los maestros aburridos y quieren un carnaval otoñal. Para lo que enseñan...
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