Sólo pude ver en directo la parte del debate que enfrentó a Rajoy con Cayo Lara y Rosa Díez (y el diputado de Foro Asturias, que por cierto estuvo bien). No me importaba perderme la intervención de Rubalcaba, y mucho menos la de los nacionalistas catalanes de CiU; pero tenía interés por conocer la talla parlamentaria de Cayo Lara y por ver cómo se comportaba Rosa Díez con tiempo por delante y posibilidad de réplica y dúplica. Quedé satisfecho con la intervención de ambos. Acostumbrado a que los partidos nacionalistas conviertan el debate parlamentario en una sucesión de reivindicaciones particularistas, fue una delicia ver a Rajoy debatir con Lara sobre los diferentes caminos a seguir para atajar el déficit, así como el tenso debate con Rosa Díez sobre la lucha contra la corrupción política y sobre la necesidad de reformar el sistema electoral.
Me gustó Lara. Quizá no tenga el carisma de Julio Anguita, pero demostró ser un buen parlamentario. Puso especial énfasis en combatir el déficit por la vía de los ingresos, es decir, aumentando la presión fiscal y destinando los recursos necesarios a la Agencia Tributaria para combatir el fraude. Rajoy discrepó parcialmente, como era previsible, pero el debate tuvo bastante nivel. Ambos tienen razón. Indudablemente, la situación de las finanzas públicas exige unas administraciones públicas más eficientes y austeras, pero también es cierto que la presión fiscal en España es menor que en otros países, y, sobre todo, que la lucha contra la economía sumergida y el fraude fiscal debería constituir una prioridad nacional en la que se debería contar con sanciones ejemplarizantes.
El debate entre Rajoy y Rosa Díez fue vibrante, sobre todo a partir de la réplica de Rosa Díez, que a mi juicio estuvo gris es su primera intervención. Por lo visto ayer, Rosa Díez puede convertirse en la gran protagonista de la legislatura. Rajoy se empleó a fondo y demostró que tenía un interés especial en vencer a la portavoz de UPyD. El candidato estuvo brillante en las formas, y podría pensarse que ganó el debate, pero sus argumentos con relación a la reforma de la ley electoral distan de ser convincentes y en algún momento me parecieron demagógicos. Rajoy acusó a Rosa Díez de exigir un cambio en la ley electoral porque no le beneficia, es decir, le vino a decir que no es imparcial en ese tema. Díez le podría haber respondido exactamente lo mismo a Rajoy, pues es sabido que el sistema electoral español prima a los dos grandes partidos, en especial al PP, pero no sólo tuvo la elegancia de no pagarle con la misma moneda, sino que le replicó que en las autonómicas del País Vasco les perjudica el cambio de la ley electoral (perderían probablemente su diputado provincial por Álava) y, sin embargo, defienden la misma propuesta. Por otra parte, Díez le recordó que buena parte de los ciudadanos reclaman dicha reforma, lo cual es absolutamente cierto, y constituye un argumento de peso para no seguir ignorando este tema. Rajoy insistió en que nuestro sistema electoral ha funcionado bien a lo largo de estos años, y también apuntó que profundizar en la proporcionalidad del sistema no es consustancial a la democracia, como ponen de manifiesto los sistemas mayoritarios del Reino Unido y de Estados Unidos, por ejemplo. No estuvo fina Rosa Díez a la hora de refutar estos argumentos. ¿Ha funcionado bien nuestra democracia? Pues sería bastante discutible. A mí no me parece que hacer depender la gobernabilidad de la nación de cesiones a partidos nacionalistas que otorgan prioridad a los intereses particulares de sus regiones pueda interpretarse como un buen funcionamiento. Por otra parte, se puede discutir si es mejor un sistema mayoritario o proporcional. Ahora bien, si se opta por un sistema proporcional, parece lógico que el mapa parlamentario refleje de una manera bastante fiel cuáles son las preferencias del cuerpo electoral manifestadas a través del voto. Por ello se puede afirmar que fue una injusticia que un partido político como el Centro Democrático y Social (CDS), que en 1993 obtuvo más de trescientos mil votos, se quedara fuera del Congreso, al igual que es una injusticia que UPyD e IU necesiten muchos más votos que el PP o que los nacionalistas para obtener un diputado.
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