Mientras el Gobierno anda sumido
en sesudos análisis sobre qué impuestos subir y qué más recortes aplicar, para
luego darse cuenta de que los ingresos siguen cayendo y complicando cada vez el
objetivo de déficit, Merkel despacha los problemas de un plumazo, sin
concesiones a la diplomacia: “no habrá eurobonos mientras yo viva”, dicen que
ha afirmado. Hace tiempo que vengo criticando el papel de Alemania en esta
crisis, pero lo de esta mujer ya empieza a hacer obscena la vocación de felpudo
andante de nuestro Gobierno. Urge plantarse ante Merkel de una vez. ¿Que
austeridad no es incompatible con crecimiento? Vamos a ver, no se trata de
despilfarrar. Claro está que hay que reformar nuestro Estado para hacerlo más
austero. Pero lo que sucede es que se está esquilmando a los
ciudadanos y el consumo está hundido.
En mi opinión, había dos reformas
que el gobierno debía haber priorizado frente a cualquier otra. La primera,
obviamente, era la del sector bancario, que hecha de forma decente debía
incluir la búsqueda de todos los culpables de haber conducido a determinadas
entidades a una situación cercana a la quiebra (siendo generosos). A la vista
está cómo se ha hecho. La segunda era la reforma de las administraciones públicas,
que todavía está pendiente y que, a mi juicio, es absolutamente capital. En
este terreno la fusión de ayuntamientos y la racionalización de muchas tareas duplicadas
puede conllevar la supresión de muchos gastos innecesarios. Recuerdo que hace
unos dos años tuve la oportunidad de conversar con Jordi Sevilla (ya no era
ministro) en una comida celebrada en el marco de un curso de verano en el que él
participaba. Sevilla destacó que la reforma de la administración pública podría
suponer, si no recuerdo mal, al menos un punto del PIB. Lástima que a Zetapé no
le pareciera oportuna ni esa ni otras muchas reformas que dejó sin hacer. Si a
esta reforma se añade la racionalización del tejido público empresarial es
evidente que se ahorraría bastante sin perjudicar excesivamente a los
ciudadanos. Esta es una austeridad que no compromete el crecimiento. Sí lo hace
aquella que consiste en subir los impuestos, especialmente aquellos que gravan
directamente el consumo. Eso es ir a la desesperada. Y así vamos, empequeñeciéndonos con una política que es la plasmación visual de la pescadilla que se muerde la cola hasta engullirse a sí misma. Y sin rechistar, porque así lo marca la gobernanta Merkel.
2 comentarios:
La reforma de la administración pública es imprescindible. En esto estoy completamente de acuerdo. Sin embargo, sigo preocupado por el déficit público y la inflación. Tu postura es esquiva al respecto.
Alemania tiene una fobia secular a la inflación, y una condición necesaria para los eurobonos es darle a la imprenta de euros.
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