El pasado sábado, el diario El Mundo publicó un artículo de Enrique Rojas, catedrático de psiquiatría con cierta notoriedad pública -no confundir con Luis Rojas Marcos-, sobre la felicidad. Leí el artículo con mucho interés. Pocos temas hay tan importantes como la felicidad y lamentablemente no hay muchos que se atrevan con él. Destaca Rojas la importancia de tener un proyecto de vida ilusionante y de desarrollarlo como la clave de la felicidad, tesis claramente inspirada en Julián Marías. Lógicamente, ese proyecto depende de las circunstancias de cada cual, y también es importante saber encajar los fracasos que podemos cosechar. Rojas cita el libro de Marías "Breve tratado de la ilusión", que precisamente es uno de los pocos libros de Marías que no he leído; pero esta idea de tener un proyecto vital acorde a lo que cada cuál es -lo que implica autenticidad- está también desarrollada en otro libro de Marías, "Tratado de lo mejor". Aludo a esta obra porque creo que es importante subrayar que la exhortación a hacer de la vida de cada cual un proyecto acorde a lo mejor de uno mismo es presentada por Marías como una exigencia de carácter moral. Por ejemplo, si he entendido bien a Marías, de alguna manera hubiera resultado inmoral que Einstein, en un entorno de máximas posibilidades científicas, abandonara su trabajo de físico para dedicarse al póker profesional. Por tanto, tener un proyecto de vida realista, auténtico y ejecutado con tenacidad es una exigencia moral que, además, según Rojas, constituye la clave de la felicidad.
Aunque hay mucha verdad en esta tesis, las páginas más certeras sobre la felicidad humana no las he leído ni en Marías, ni en Aristóteles, ni mucho menos en Kant -que ni siquiera osa hablar de semejante tema sobre el que hay mil opiniones-, sino en un libro titulado "El aprendizaje de la serenidad", cuyo autor es un sacerdote jesuita llamado Rafael Navarrete. El capítulo 1º de este libro se titula "La felicidad". Navarrete incide en la importancia de recuperar la experiencia de la felicidad porque el hombre moderno, pese a todas sus comodidades, no es feliz, y observa que "la felicidad no está en ningún sitio, pero, curiosamente, puedes encontrarla en todas las circunstancias". La idea más importante es que la clave de la felicidad radica en una decisión de la voluntad. Hay que querer ser feliz independientemente de las circunstancias, aceptar gozosamente todo lo que aparece en nuestra vida. Esto no implica negar la importancia de tener proyectos y de luchar por ellos. Claro que tienen razón Rojas y Marías en este punto, pero la clave de la felicidad no radica en la consecución de dichos proyectos, al igual que la imposibilidad -por una enfermedad, por ejemplo- de realizar apenas nada no impide ser feliz. Naturalmente, no es fácil de aceptar la tesis de Navarrete, pero en el resto de los capítulos de su extraordinario libro nos muestra cómo es posible orientar nuestra vida hacia la felicidad para abrirse a la realidad y acogerla gozosamente, lo cual sólo es posible, como no podría ser de otra forma, si todo cobra un sentido sobrenatural. Con otras palabras, la verdadera felicidad no puede estar desligada de lo trascendente, pasa por Dios, como bien sabía San Juan de la Cruz al escribir:
"Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado;
cesó todo y dejéme.
Dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado".
Así concluye el gran libro de Navarrete.