En materia educativa no ganamos para disgustos. Ahora resulta que los alumnos que hayan suspendido cuatro asignaturas podrán pasar de curso. La ministra opina que de este modo se evita su desmoralización, que sería la causa principal del abandono de los estudios. Con otras palabras, la ministra entiende que obligar a un alumno a repetir es hundirlo irremisiblemente en la miseria y casi empujarlo a que deje de estudiar. Mucho me temo que haya pedagogos con perfil de psicólogos en el entorno de esta ministra: siempre zanahoria y nunca palo. Pues se equivoca la ministra. La mejor manera de motivar a un alumno no es presentarle un sistema flexible en el que parece que siempre hay otra oportunidad, sino mostrarle con claridad que deberá esforzarse para poder ser un hombre o una mujer de provecho. Mayor flexibilidad significa para un niño mayor indolencia. No se ven claros los límites y eso es lo que aboca al precipicio. Si uno no aprueba, no pasa de curso. ¿Acaso la experiencia del fracaso no puede ser tremendamente educativa en lugar de desmotivadora?
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