jueves, 8 de noviembre de 2007

Sarkozy aprovecha la ocasión

Sin duda Aznar se equivocó apoyando la injusta guerra de Iraq. Sin embargo, su audaz apuesta por convertirse en un aliado privilegiado de los Estados Unidos era muy beneficiosa para España. Probablemente esa alianza incluía a Iraq en el paquete, convirtiéndolo así en un paquete bomba. Tras ganar las elecciones, Zapatero podía haber adoptado una postura crítica con la guerra de Iraq pero manteniendo las tropas en una misión análoga a la que ahora desempeñan en Afganistán. De este modo, España se hubiera beneficiado de la política exterior de Aznar sin asumir todos sus contenidos. Pero, en un alarde de irresponsabilidad, el orate monclovita decidió darle con la puerta en las narices a Estados Unidos y echar por tierra nuestro prestigio internacional hasta acabar siendo venerado por tiranos como Castro o Chávez. Sarkozy no podía dejar pasar la oportunidad y ha situado a Francia en el lugar que Aznar había logrado para España. Podíamos haber dado un paso de gigante para tratar de aproximarnos a las grandes potencias y nos hemos hundido en la miseria.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Inflexibles con Marruecos

Si con relación a los nacionalistas decía que es absurdo tratar de contentar a quien no se va a contentar, otro tanto hay que decir de Marruecos. Gestos de amistad, sí. Bajada de pantalones, no. No hay que dejar lugar a dudas respecto a la españolidad de Ceuta y Melilla. Ni siquiera representan un conflicto de Derecho Internacional, pues no tienen el estatus de colonias como sí sucede con Gibraltar, por ejemplo. El gobierno español, este o el que venga, debe tener muy claro que regalar Ceuta y Melilla a Marruecos no frenará sus injustas reivindicaciones. Al poco tiempo reclamarán Canarias. Todo el contencioso con nuestras ciudades africanas se hubiera evitado si España no hubiera puesto pies en polvorosa -nunca mejor dicho- del Sahara occidental.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Barzoneando por San Sebastián

Aprovechando que estaba en Navarra, me desplacé al País Vasco para conocer San Sebastián. Tomé la autovía de Leizarán y disfruté del maravilloso paisaje navarro y vascongado. En Pamplona lucía el sol, pero conforme descendía hacia el cantábrico un manto de nubes encapotó el cielo. Así estaba San Sebastián, encapotada sin amenazar lluvia, cuando aparqué delante del hotel María Cristina, a la orilla del Urumea. Desde allí fui siguiendo el paseo marítimo hasta adentrarme en la playa de La Concha. Llegué al Ayuntamiento, divisé su fachada con la solitaria bandera donostiarra, y barzoneé a placer hasta perderme en las callejuelas del casco viejo, allí donde Chapote asesinó vilmente a Gregorio Ordoñez.

Ciudad moderna y hermosa, llegaba a San Sebastián con inevitables prejuicios. No podía dejar de pensar que visitaba una ciudad carente de libertad y esa realidad condicionaba mi mirada. Observaba las tiendas de souvenirs servilmente vendidas al totalitarismo nacionalista. Veía trapos que pendían de algún balcón exigiendo el acercamiento de presos e imaginaba lo tranquilo que viviría el inquilino de aquella casa, en contraste con alguien que hubiera engalanado su terraza con la bandera nacional. Los niños jugaban en eusquera en una plaza céntrica. Respetable y bonito, pero no podía evitar pensar que ello obedecía a una estrategia de adoctrinamiento. También sabía que no podría entrar en un bar y hablar libremente de política. San Sebastián resultaba a mis ojos una ciudad envuelta en un halo de tristeza indefinible. Contrastaba poderosamente con Pamplona, mucho más alegre, festiva y libre. Pamplona no se rinde al totalitarismo y sus universidades le dan una alegría de la que carece San Sebastián.

Tuve la impresión de que San Sebastián vive del turismo francés, de un comercio burgués de cortos vuelos y de su festival de cine. Poco más. ¡Cuánta belleza desperdiciada! Tras casi tres horas de barzoneo, alteré mi plan inicial de pernoctar en tierra vasca para seguir acumulando impresiones, encedí el motor de mi coche y puse rumbo al mediterraneo. La tristeza desapareció al entrar en Navarra y refulgir nuevamente el sol en el horizonte. Toda una metáfora de la situación que vive el País Vasco.

domingo, 4 de noviembre de 2007

La sentencia del 11-M

Me he descargado la sentencia del 11-M y paulatinamente iré estudiándola. Hasta que no haya acabado de leerla no voy a realizar ciertos juicios. Dicho esto, sí es posible extraer algunas conclusiones. Pero lo primero que debemos preguntarnos es, ¿cómo se deben recibir las sentencias? Claro está que todo buen ciudadano, en principio, debe acatar una sentencia. Sólo cuando una sentencia es absolutamente arbitraria y viola los más elementales principios de justicia está justificada la desobediencia. Fuera de estos casos merece respeto y acatamiento. Lo cual no debe confundirse con la aceptación acrítica de la valoración de los hechos y de los argumentos jurídicos que contenga. Por tanto, antes de concluir que la llamada teoría de la conspiración ha sido derrotada por la sentencia -en la medida en que ha aceptado pruebas que fueron presentadas por El Mundo como inválidas en tanto falsas- habrá que analizar cómo llega el tribunal a su aceptación. Especialmente por lo que respecta a la mochila de Vallecas que el propio Tribunal admite que realizó un periplo extravagante.

De momento, está claro que las teorías de El Mundo y Libertad Digital han sido desechadas por el Tribunal y esto, a falta de analizar las razones esgrimidas por el Tribunal, deja en muy mal lugar a estos medios. Igualmente hay que destacar la absolución de El Egipcio y de dos personas más que fueron acusadas por la Fiscalía como inductores del 11-M. A falta de analizar por qué se les ha absuelto, el fracaso de la Fiscal Olga Sánchez es morrocotudo. El Tribunal descarga la responsabilidad del atentado en los muertos en Leganés y en Jamal Zougham, y condena a Suárez como cooperador necesario, pero no sabemos quién ordenó y planificó los atentados, salvo que aceptemos que los autores materiales actuaron por sí solos, cosa que no se cree nadie. No sabemos si fue Al-Qaeda u otra organización. Poco importaría si se tratara de un delito simple cuya planificación se circunscribe a su autor, pero estamos ante un atentado con una clarísima finalidad política. De ahí que sea especialmente importante, no sólo para las víctimas, sino para el conjunto de la opinión pública, conocer quién lo planeó.

A la vista del fallo, si tuviéramos que hacer una lectura política con relación al PP y al PSOE, el resultado sería de empate. El PP ha coqueteado con los defensores de la teoría de la conspiración, aunque fundamentalmente ha reclamado que se investigue hasta el final. La absolución de El Egipcio y sus secuaces justifica sus tesis favorables a la investigación, pero la aceptación de las pruebas más dudosas le pone en un brete por su apoyo a la teoría de la conspiración. Por su parte, el PSOE defendió que todo estaba claro, que era Al Qeada y que los autores materiales e intelectuales se conocían. Pues no es así. No se sabe quién lo instigó y, por otra parte, no se sabe qué explotó exactamente en los trenes.

Personas que se mueven en las altas esferas de la política nacional me confirman esta valoración de empate. Es más, me dicen que el propio tribunal deliberadamente ha pretendido este empate, lo cual me desasosiega porque confirmaría la terrible politización de la justicia.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Apreciados lectores:

La semana pasada he estado en el norte de España por razones laborales y no he podido reunirme con ustedes con la frecuencia habitual. Este fin de semana daré buena cuenta de mis andanzas por allí -en la cocina está "Barzoneando por San Sebastián", así como de la actualidad política española, pues hay que decir algo sobre la sentencia del 11-M. Les emplazo, pues, a leer el blog el próximo lunes. Un saludo,

James de Soca

sábado, 20 de octubre de 2007

El video de Zetapé

Mucho se ha hablado del nuevo video de Zetapé en el que bromea con su pronunciación y alardea de talante simpático. Mediante estos videos podemos conocer qué imagen tienen los políticos de los ciudadanos. ¿Y qué se desprende del video de Zetapé? A mi juicio los españoles no salimos muy bien parados. Es como si abriéramos la puerta a Zetapé y este entrara hasta el salón, tomara asiento, se sirviera una copa, y, sin perder la sonrisa, nos invitara a sentarnos para decirnos algo. Corre el riesgo de que le espetemos un “tío, de qué vas, levántate de ahí”, pero apuesta porque permaneceremos embobados escuchándole y al final le compraremos la enciclopedia y le daremos las gracias por haber venido. Y es que pocos rompen la magia leyéndose la letra pequeña. El video refleja el estilo de Zetapé: importa más lo adjetivo que lo sustantivo, la forma antes que el fondo. Zetapé cuida la imagen, lo superficial, procura ante todo, por encima de cualquier otra consideración, causar buena impresión. Y hace bien. El problema es cuando todo se reduce a eso. Y por desgracia así es. La frase decisiva es esa de “y todo se puede decir con una sonrisa”. ¿De veras? Pues no, no señor, hay cosas que se pueden decir con una sonrisa y otras en las que la sonrisa está de más y puede resultar una burla. Zetapé vende buen rollito porque sus asesores saben que eso de los logros de la legislatura no se lo cree nadie.

jueves, 18 de octubre de 2007

"La política puede y debe contribuir a acabar con la violencia", Bermejo dixit

Es algo más que una frase desafortunada. Bermejo ha sido honesto diciendo lo que muchos imaginábamos: el PSOE prefiere una salida negociada al conflicto vasco que acabar con los terroristas. Pero, ¿acaso una salida negociada es una solución política y no lo es hacer cumplir la ley, que es el instrumento esencial de la política? Cuidado porque mediante estas declaraciones, que están en la línea del lenguaje del nacionalismo, cala una idea tremendamente falaz y perniciosa: hacer cumplir la ley mediante los mecanismos coactivos del Estado no es política, sino fuerza legalmente amparada. Cuando Bermejo declara que la política puede y debe acabar con la violencia de alguna manera está admitiendo que existe un conflicto político en el País Vasco que puede explicar que algunos combatan el Estado de Derecho, y que, por consiguiente, la solución no radica sólo en hacer cumplir la ley. Esta es la mejor manera de dar alas a los terroristas y, por añadidura, a los nacionalistas. Efectivamente, existe un conflicto político en el País Vasco que consiste en que el nacionalismo vasco no tiene bastante con tener la mayor autonomía que existe en el mundo y el mejor sistema de financiación. La solución no consiste en tratar de contentar a quien no va a contentarse, sino en cumplir la ley, que es la vía política por excelencia, aunque el Ministro de Justicia no parezca confiar excesivamente en ella. Hay que tomar nota de estas declaraciones para decidir el voto en las próximas elecciones.