miércoles, 24 de diciembre de 2008

El comunicado de la familia Uría

Me ha resultado vergonzoso el comunicado de la viuda y los hijos de Uría, el empresario asesinado por ETA hace pocas semanas. Vienen a lamentar que ser nacionalista vasco no sea suficiente para poder vivir en libertad en “Euskalherría”. En coherencia con ello, no sorprende que interpreten el asesinato de su padre y marido como “echar piedras contra el propio tejado” (sic). Aunque a nadie puede sorprender la miseria y ruindad moral del nacionalismo vasco a estas alturas, este comunicado viene a confirmar que la connivencia con ETA sigue vigente entre los nacionalistas aunque alguno de los suyos llegue a convertirse en víctima de ETA (se pone cara seria y se le sustituye en la partidita de cartas). El comunicado de esta familia es enfermizo. Todo él destila una perfecta comprensión del fin que persiguen los terroristas, el mismo que el que perseguía su víctima, pues no en vano la familia se esfuerza en subrayar que era un nacionalista vasco. La expresión de “echar piedras contra el propio tejado” lo dice todo. Las piedras, se entiende, hay que echarlas a la casa del vecino. No hay que confundirse y privar de libertad a los miembros del pueblo que se pretende liberar. Se critica el medio, el instrumento, no tanto porque se condene la violencia, sino porque se utiliza contra un hijo del pueblo vasco, y se admite sin ambages el fin último de lograr la soberanía del pueblo vasco. Parece claro que la familia Uría no quiere renunciar a la partidita de cartas en el pueblo y condenan por la via de lo políticamente correcto en el País Vasco. Si no fuera porque no se puede dejar tirada en manos de esta gentuza a los vascos de bien de buena gana les daba yo la independencia. Eso sí, total, sin medias tintas.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Rodrigo Rato debe salir a la palestra

A día de hoy el Vicks Vaporub que muchos peperos llevan instalado en las aletas de la nariz ha caducado y el tufo del cadáver político rajoyesco resulta insoportable. Las bases del PP son plenamente conscientes de que hay que enterrarlo cuanto antes, y con él a estos politiquillos que ha aupado a puestos que les vienen grandes (léase Soraya, Pío, Basagoiti, etc). Se abrirá así de nuevo la cuestión del liderazgo en el PP y dos nombres aparecen en las quinielas, Esperanza Aguirre y Ruiz Gallardón. Puestos a elegir me quedo sin dudarlo con la primera, pero me parece que ya va siendo hora de que Rodrigo Rato salga a la palestra y deje claro que está disponible para que una vez verificada la primera debacle electoral (presumiblemente en Galicia) se postule como líder del PP. Es la persona indicada, máxime en este contexto de crisis económica. Espero, pues, que Rato cumpla con su deber y lidere el PP.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Sobre la educación para la ciudadanía

Clásicos de la filosofía política como Rousseau o John Stuart Mill han coincidido en la importancia de contar con unos ciudadanos bien formados y con vocación de involucrarse activamente en los asuntos públicos para vigorizar la democracia y contribuir a que sea una forma de gobierno capaz de hacer posible el bien común. Por lo tanto, en principio parece plenamente justificado que la escuela pública fomente las virtudes ciudadanas. ¿Acaso esto es adoctrinar? Obviamente habría que ver los contenidos de la asignatura en cuestión, pero cuidado con las críticas a todo lo que suponga transmitir a los estudiantes determinados valores. La escuela debe formar a nuestros niños y jóvenes, y esta tarea no puede realizarse desde la neutralidad más estricta. Deben saber que hay cosas que están bien y cosas que están mal, y no por ello se les está adoctrinando, sino que se les está formando. Las críticas a “Educación para la ciudadanía” no pueden centrarse en el argumento de que la formación moral de los hijos únicamente corresponde a los padres. Cuestión distinta es que en ella se incluyan contenidos que vayan más allá de lo razonable y orienten hacia una determinada concepción moral de dudosa aceptación.

¿Qué se podría hacer para evitar la polémica en torno a esta asignatura? Nada, pues la polémica surgirá de una u otra forma. No obstante, el otro día un amigo me comentó que en su opinión sería conveniente explicar en esta asignatura la vida de españoles ilustres cuyas vidas constituyeran por sí mismas un ejemplo para los jóvenes. Lógicamente esta opción tampoco está exenta de polémica dado que habría que elegir el elenco de españoles ilustres, y como se pueden imaginar en las comunidades autónomas inmediatamente saldría el nacionalista de turno para incluir a personajes nacionalistas. Esto es inevitable, pero ya les digo que a mí no me interesan las miserias de esta gente. Creo que la idea de mi amigo es buena. Necesitamos que los jóvenes conozcan la virtud cívica a través de aquellos que mejor la han encarnado mediante su ejemplo vital.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Élites, educación y televisión

Hoy he leído en El País un excepcional reportaje (http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Mileuristas/siempre/elpepusoc/20081211elpepisoc_1/Tes) en el que se destaca que España ha sido incapaz en los años de crecimiento económico de crear empleo de calidad, de valor añadido, con el que aprovechar al máximo a la élite del país, gran parte de la cual se ve obligada a emigrar. Curiosa paradoja: recibimos inmigrantes para ocupar puestos de escasa cualificación mientras emigran los mejores. Léanlo, les aseguro que no les defraudará. Por lo menos el reportaje tiene un fondo positivo: España ha sido capaz de formar a gente de primer nivel. El problema es que hoy el fracaso educativo nos está llevando a una situación en la que ni siquiera somos capaces de formar a esas minorías selectas, por utilizar la terminología orteguiana. La educación, siempre la educación… Sólo Rosa Díez ha sido capaz de decirle con toda claridad a Zetapé que su política educativa ha sido un fracaso absoluto. Aunque el reproche podría extenderse a los gobiernos de Aznar y, sobre todo, a los de Felipe González. Sin duda es conveniente reformar las leyes educativas, pero lo más importante es acabar con la bazofia televisiva. Niños y jóvenes son un reflejo de lo que ven en programas de entretenimiento televisivo, tanto interior como exteriormente. Los ves por la calle, en el autobús, en el tren, y parece que han salido de series de televisión. De poco servirán las reformas legislativas en educación si no controlamos los contenidos televisivos. Pero, claro, ¿es posible este control? No es lícito restringir los contenidos televisivos más allá de los excesos intolerables, luego o todo comienza con un rearme moral que se traduzca en un rechazo social generalizado de la bazofia televisiva o no hay remedio.

martes, 9 de diciembre de 2008

Tardá, la mort al borbó y el "salud"

El otro día Joan Tardá, diputado de ERC en el Congreso, en un enfervorizado tono mitinero lanzó vivas a la República y gritó “mort al borbó”, es decir, muerte al borbón. Como era lógico, el vergonzoso comportamiento de Tardá copó los medios de comunicación, pero parece ser que el fulano seguirá campando a sus anchas, como si nada hubiera pasado, lo cual da la medida de la situación de indigencia moral que vive una España incapaz de poner coto a sus enemigos internos. Independientemente de si esas declaraciones tienen relevancia penal, unos políticos que valoran en algo la dignidad de la nación y de sus instituciones deberían romper cualquier vínculo con un partido que no expulsa inmediatamente a alguien que dice tales cosas. Pero vemos que incluso el españolísimo José Bono le quita hierro al asunto demostrando así que tiene una españolidad de leche en polvo, es decir, que se disuelve al instante.

Habrá que reconocerle a Tardá el excelente servicio que ha prestado a quienes reivindican la recuperación de la memoria histórica, pues sus expresiones son un excelente recordatorio del clima de confrontación civil que generaban algunos políticos en los años previos a la Guerra Civil. El discurso de Tardá entronca perfectamente con el lenguaje de aquellos años, especialmente por su palabra de despedida. ¿Saben qué dijo Tardá después de “mort al borbó”? “Salud”.

Durante La República y los años de la Guerra Civil los partidos de izquierdas suprimieron el “adiós” como despedida y empleaban el laicista “salud”. Lo sé porque mi padre me contó una interesante anécdota de su padre, mi abuelo, al que por desgracia no pude conocer. Mi abuelo era un trabajador normal y corriente de una fábrica. Militaba en un sindicato anarquista, pero sin ningún cargo de importancia y sin militancia activa. Se ve que mi abuelo consideraba ridículo suprimir de su vocabulario la palabra “adiós” por la de “salud”, pese a que ello conllevaba el riesgo de que te tomaran por católico, es decir, reaccionario. Una vez un jefecillo republicano le preguntó por qué se despedía con un “adiós”, a lo que mi abuelo contestó que él toda la vida había dicho “adiós” y que no veía razón para cambiar. Cuando acabó la guerra este jefecillo resultó ser afecto al franquismo y habló maravillas de mi abuelo por este simple detalle. Tardá vuelve a emplear el “salud” tan caro en aquellos tiempos de Guerra Civil. Para mí esta palabra dice incluso más que el “mort al borbó”. Revela meridianamente en qué está esta gente, pese a que muchos siguen sin querer enterarse.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Ana Karenina

Acabo de terminar “Ana Karenina”, una de las obras más importantes de Lev Tolstoi, el gran novelista ruso. Me ha parecido una novela excelente. Con razón es considerada una de las cumbres de la novela realista del siglo XIX. El argumento es sencillo, poco rebuscado, incluso diría que trivial. Piensen en el retrato de Inocencio X de Velázquez y allí hallarán una buena analogía para comprender “Ana Karenina”. Refleja fielmente la vida en la aristocracia rusa de finales del siglo XIX, pero a su vez, y sin estridencias por parte de Tolstoi, es mucho más. Como en los ojos de Inocencio X late lo más profundo de la personalidad de este papa, la narración de Tolstoi revela el alma de sus personajes, la complejidad del entramado social, y el espíritu de las clases sociales rusas. Además, hay un personaje que destaca entre todos, Constantin Levin, un alma generosa, honrada y honesta que busca el sentido de la vida. Un genuino filósofo, en el mejor sentido de la palabra, que finalmente comprende que la verdadera felicidad consiste en vivir para hacer el bien, aunque a veces tal disposición no se refleje en el carácter. En cierto modo, el lector tiene la sensación de que Tolstoi se identifica con este personaje, pues si se lee la biografía de Tolstoi se puede observar que su itinerario espiritual encuentra cierta analogía con Levin. El personaje de Ana Karenina que da título a la novela comparte el protagonismo con Levin, y sus historias, aunque paralelas, se cruzan en muchos momentos a lo largo de la narración. Es un personaje sólido a través del cual se puede comprender la importancia que pueden llegar a tener las convenciones sociales en la vida humana. ¿Nos atan o nos liberan? Hoy alguien podría sentirse feliz al leer esta novela y pensar en lo sencillo que resulta divorciarse y cambiar de pareja frente al tormento que ello le va a suponer a Ana. Pero cada vez más me doy cuenta del poder destructivo de la generalización y trivialización del divorcio. El sopesado estudio de las consecuencias de todo tipo de nuestras acciones que refleja la novela podría sorprender hoy que cada cual vive como le da la gana. En definitiva, una novela de ochocientas páginas que se lee con sumo placer. Intensa, equilibrada y con la sobriedad característica de los grandes. Pronto le hincaré el diente a “Guerra y paz”, otra obra maestra de Tolstoi.

jueves, 4 de diciembre de 2008

112.138

Esta es la cifra de los abortos practicados en España el año pasado. ¿Se imaginan que en lugar de seres humanos se tratara de perros abandonados? Tendríamos a toda la patulea progre clamando por los derechos de las animales, porque, por si no lo sabían, en España muchos filósofos filoprogres han dedicado miles de páginas a los derechos de los animales y ni una sola a favor del derecho a la vida del concebido y no nacido.

Pero no es necesario plantear la cuestión apelando a que también el nasciturus es titular del derecho a la vida, o a que, como he escrito en otras ocasiones, no existe un derecho al aborto. Aunque se admitiera que el nasciturus no es titular del derecho a la vida, nadie le puede negar su condición de bien jurídico merecedor de protección. Que se hayan practicado 112.138 abortos en España no refleja precisamente una diligente protección del nasciturus. Y ello es debido, no nos engañemos, a que al gobierno socialista le preocupa más facilitar el aborto en condiciones seguras y dignas que en evitar que las mujeres tomen la decisión de abortar. Dejemos al margen los derechos, ¿qué se hace desde los poderes públicos para evitar que mueran más de cien mil niños? Yo he visto en los periódicos anuncios de la casa cuna de Santa Isabel –una asociación de la iglesia católica- que brinda su ayuda a las mujeres para que no aborten. ¿No podría el gobierno concienciar a las mujeres de que es preferible tener a sus hijos que abortar? ¿No podría facilitar las adopciones y garantizar la seguridad de los padres de adopción? ¿No podría otorgar ayudas específicas para madres sin recursos? Lo que sea antes que permitir la muerte de 112.138 niños. Aparte de una inmoralidad, es una sangría demográfica que España no se puede permitir. Pero, ¿ven que esto preocupe a los progres? En absoluto. Escuchan la cifra y en lo primero que piensan es en evitar esos embarazos no deseados y en reformar la ley para facilitar el aborto. Es la cultura de la muerte.