lunes, 8 de diciembre de 2008

Ana Karenina

Acabo de terminar “Ana Karenina”, una de las obras más importantes de Lev Tolstoi, el gran novelista ruso. Me ha parecido una novela excelente. Con razón es considerada una de las cumbres de la novela realista del siglo XIX. El argumento es sencillo, poco rebuscado, incluso diría que trivial. Piensen en el retrato de Inocencio X de Velázquez y allí hallarán una buena analogía para comprender “Ana Karenina”. Refleja fielmente la vida en la aristocracia rusa de finales del siglo XIX, pero a su vez, y sin estridencias por parte de Tolstoi, es mucho más. Como en los ojos de Inocencio X late lo más profundo de la personalidad de este papa, la narración de Tolstoi revela el alma de sus personajes, la complejidad del entramado social, y el espíritu de las clases sociales rusas. Además, hay un personaje que destaca entre todos, Constantin Levin, un alma generosa, honrada y honesta que busca el sentido de la vida. Un genuino filósofo, en el mejor sentido de la palabra, que finalmente comprende que la verdadera felicidad consiste en vivir para hacer el bien, aunque a veces tal disposición no se refleje en el carácter. En cierto modo, el lector tiene la sensación de que Tolstoi se identifica con este personaje, pues si se lee la biografía de Tolstoi se puede observar que su itinerario espiritual encuentra cierta analogía con Levin. El personaje de Ana Karenina que da título a la novela comparte el protagonismo con Levin, y sus historias, aunque paralelas, se cruzan en muchos momentos a lo largo de la narración. Es un personaje sólido a través del cual se puede comprender la importancia que pueden llegar a tener las convenciones sociales en la vida humana. ¿Nos atan o nos liberan? Hoy alguien podría sentirse feliz al leer esta novela y pensar en lo sencillo que resulta divorciarse y cambiar de pareja frente al tormento que ello le va a suponer a Ana. Pero cada vez más me doy cuenta del poder destructivo de la generalización y trivialización del divorcio. El sopesado estudio de las consecuencias de todo tipo de nuestras acciones que refleja la novela podría sorprender hoy que cada cual vive como le da la gana. En definitiva, una novela de ochocientas páginas que se lee con sumo placer. Intensa, equilibrada y con la sobriedad característica de los grandes. Pronto le hincaré el diente a “Guerra y paz”, otra obra maestra de Tolstoi.

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