viernes, 15 de mayo de 2009

Rocío Jurado

Siempre había querido tener la canción “Muera el amor” de Rocío Jurado, así que cuando el negrito me enseñó su repertorio y vi que había un disco de esta artista que incluía esa canción no lo dudé. En el CD, aparte del mencionado, también se incluían algunos de sus temas más conocidos: “Señora”, “Lo siento mi amor”, “Como una ola”, “Como yo te amo” o “Si amanece”. A mi mujer no le gusta la Jurado, pero a mí me encanta. Más que su voz, que es espectacular, o su manera de cantar, es increíble cómo interpreta las canciones. Y utilizo el presente porque gracias a las modernas tecnologías los artistas han logrado la inmortalidad. Cuando Rocío Jurado canta “Señora” es como si pudieras sentir la historia del diálogo entre la amante y la esposa que narra la canción. Cada vez aprecio más la capacidad interpretativa de los cantantes. Al margen de que últimamente no surgen grandes talentos en la música, si algo escasea son los intérpretes con acusada personalidad. Además de que era una extraordinaria intérprete, Rocío Jurado siempre tuvo la virtud de conectar en su forma de interpretar con la sensibilidad española. Por eso fue una artista tan popular y por eso creo que es imposible que mi mujer pueda apreciarla en su justa medida.

jueves, 14 de mayo de 2009

La final de la Copa del Rey debió suspenderse

¿Qué me dicen de la pitada y abucheo que los aficionados del Barcelona y el Bilbao dedicaron al himno nacional y a S.M. el Rey? Resulta curioso observar que los medios de comunicación se centren en la incomprensible censura que ejerció TVE al no mostrar en directo las imágenes, y sin embargo no reparen en algo elemental que parece que sólo a mí me ha llamado la atención. Me refiero al clamoroso contraste entre la tolerancia con las ofensas al Rey y al himno que vimos ayer, y la nula permisividad que actualmente existe con los sonidos racistas en los campos de fútbol. En los últimos años los dirigentes deportivos, y también políticos, se han conjurado para erradicar los gritos y abucheos racistas de los campos de fútbol. Incluso se ha advertido a los aficionados de que si cuando lleva la pelota un jugador negro se escucha el aullido ese de “Uh, uh, uh” se suspenderá inmediatamente el partido y se sancionará al club que permita esos sonidos propios de la jungla. Dejando al margen si no se está exagerando el tema, ¿acaso no es mucho más grave que en un campo de fútbol no se respete al jefe del Estado y al himno de la nación? Yo opino que naturalmente que sí, y que el partido debió suspenderse.

martes, 12 de mayo de 2009

¿Explotó Titadyn el 11-M?

Las nuevas informaciones publicadas en El Mundo sobre el explosivo que estalló en los atentados del 11-M representan, caso de que se confirmen, un escándalo monumental. Es inconcebible que a estas alturas, cinco años después de los atentados, nos enteremos de que finalmente fue Titadyn lo que con casi total seguridad estalló. ¿Se dan cuenta de lo que esto significa? Se confirmaría que la teoría que sostiene que se trató de un complot para desalojar al PP del poder es cierta, ya que es evidente que hubo un deliberado intento de ocultar que se trataba de Titadyn y orientar las pistas hacia la Goma-2 Eco y la trama asturiana. No me resigno a pensar que la opinión pública se desentienda de este asunto y desee pasar página aun a costa de tragarse una mentira.

En su día ya se habló de que podía haber sido Titadyn, pero las pruebas no fueron tan concluyentes como las que aporta el informe pericial que acabamos de conocer. En cualquier caso, recuerdo que no perdí detalle de la declaración que prestó en el juicio el jefe de los Tedax Sánchez Manzano. Me causó una pésima impresión. En ningún momento me pareció creíble su persona, y por ende su testimonio. Constantemente trasladaba la responsabilidad a sus subordinados. Algo olía a podrido y ahora, por fin, parece que la verdad puede salir a la luz. Eso si no nos desayunamos con una noticia de El País que desbarate este informe pericial del perito Iglesias. La verdad, me gustaría saber si los medios que han defendido la versión oficial tienen alguna explicación para seguir afirmando que lo que estalló en los trenes fue Goma-2 Eco.

domingo, 10 de mayo de 2009

El problema de las exposiciones históricas

En la tarde de ayer fui a visitar la exposición “Moriscos del sud valencià. Memoria d´un poble oblidat” que estos meses acoge el Museo de Arqueología e Historia de Elche. La exposición presenta el acontecimiento histórico de la expulsión de los moriscos de una manera tendenciosa. La misma referencia a la “memoria de un pueblo olvidado” es un claro indicio de la finalidad que subyace a la exposición: trasladar al visitante la idea de que la expulsión de los moriscos fue una gran injusticia. ¿Acaso no lo fue? ¿Acaso puede justificarse que gentes que llevaban viviendo en el Reyno de Valencia siglos e incluso eran población autóctona islamizada fueran expoliados y expulsados? Me parece que aquí topamos con un problema propio de los Museos de Historia y de las exposiciones históricas en general. La gente corriente suele juzgar los acontecimientos históricos desde los valores y creencias con los que vive en el presente. Así, muy pocos dudarán en afirmar que la expulsión de los moriscos sólo puede calificarse de bárbara injusticia. Sin embargo, la ciencia histórica no tiene como objetivo condenar o alabar los acontencimientos del pasado, sino primeramente comprenderlos. Para ello es imprescindible contextualizar, algo que no siempre resulta fácil, pero cuya falta puede ser fatal en una exposición histórica. La exposición de ayer a mi juicio adolecía de una adecuada contextualización. Incidía en el hecho en sí y en las consecuencias de toda índole que supuso la expulsión. El visitante puede llegar a pensar que se trató de una decisión absolutamente caprichosa porque no se muestra con la debida claridad cuál era la situación social de principios del siglo XVII. En esa época eran frecuentísimas las incursiones de piratas berberiscos en las costas valencianas con actos de rapiña, secuestro, etc. También fueron muy conocidas las revueltas moriscas en diversos puntos del Reyno de Valencia. No es necesario que me extienda, lo cierto es que la convivencia distaba de ser idílica y los moriscos podían verse justificadamente como una amenaza potencial que había que eliminar a tenor de la situación de la época. Creo que los museos de historia deberían evitar caer en la fácil tentación de troquelar la opinión del visitante y esforzarse fundamentalmente por presentar hechos, contextualizar y, si acaso, presentar hipótesis explicativas.

sábado, 9 de mayo de 2009

El consecuencialismo en la educación de los niños

Estaba comprando una bolsa de espinacas en el supermercado cuando al pasar por caja he visto que dos niños de unos nueve años estaban jugando al fútbol dentro del supermercado. Sucedió lo que se pueden imaginar: uno de ellos ha chutado hacia el techo y ha roto un tubo de neón que se ha precipitado hacia el suelo haciéndose añicos. Afortunadamente nadie ha resultado herido. La responsable del supermercado se ha acuclillado dispuesta a decirles un par de cositas a los nenes, pues si tuviera que esperar a que los padres de las criaturas abrieran la boca todavía podía estar esperando sentada. Tenía cierta curiosidad por saber qué les iba a decir, y sucedió lo que imaginaba. Con cara seria y en plan educadora super guay les ha explicado el peligro que habían corrido porque el tubo les podida haber caído encima, razón por la cual no deben jugar a fútbol en un supermercado. ¿Les convence el argumento? Yo no tengo hijos pequeños y quizá no soy el más indicado para opinar sobre cómo se debe educar a los niños, pero creo que aunque es posible que lo que les dijo esta mujer sea la mejor estrategia para que el niño no vuelva a hacerlo más, desde un punto de vista educativo me parece que ha cometido un grave error que lamentablemente suele ser hoy en día muy habitual.

El problema radica en que la responsable del supermercado ha utilizado un argumento consecuencialista en lugar de un argumento de principio, que es el que correspondía. Jugar al fútbol en un supermercado o en cualquier comercio o lugar privado es algo que no se debe hacer con independencia de si hay mucha o poca gente, y de si se pueden romper cosas. Al niño hay que dejarle claro que hay cosas que no se deben hacer porque no están bien, y se le puede intentar explicar –aunque comprendo que no sea sencillo- que en muchas ocasiones no está bien porque no se tiene derecho a hacerlo. No obstante, tampoco me parece mal el decirle en un momento dado, “eso no se hace y punto”. “¿Por qué?”. “Pues porque te lo digo yo, que soy tu padre, te quiero, y sé mejor que tú lo que está bien y mal” (ojo, eso requiere autoridad, algo de lo que cada vez huyen más estos padres que van de guays). Si es posible darle la explicación, adelante, pero en todo caso lo que me parece más importante es que le quede claro que la razón de que algo esté mal en un caso como el que he vivido esta mañana no son las consecuencias. Si el niño interioriza la idea de que la corrección de una acción depende de sus consecuencias (y sobre todo de las consecuencias hacia él mismo) se le introduce en un terreno muy peligroso porque se elimina cualquier impedimento para cometer malas acciones si estima que él u otros no saldrán perjudicados.

viernes, 8 de mayo de 2009

El recomenzar cristiano y el existencialismo

Hace un par de años decidí cumplir fielmente los preceptos de vida cristiana. Lo logré durante un tiempo. No me convertí en un beato de misa diaria, pero sí que asistía puntualmente a misa dominical, confesaba mensualmente e incluso incluí entre mis actividades mensuales la asistencia a una meditación cristiana. No sabía qué significaba la meditación en el cristianismo. Incluso creía que era algo exclusivo de las religiones orientales como el budismo o el hinduismo. Sin embargo, en el catecismo figura la meditación como una expresión más de la oración cristiana que básicamente consiste en una reflexión que realiza el sacerdote sobre textos cristianos esenciales (sagradas escrituras, encíclicas, etc.) con el fin de profundizar en cuestiones centrales de la vida cristiana, y suscitar en los asistentes una reflexión sobre su propia vida.

Había un tema recurrente en muchas meditaciones a las que asistí: cuando el cristiano peca y se aleja de Dios debe acostumbrarse a recomenzar con el firme propósito de perseverar en el camino marcado por el Señor. Recuerdo que en una ocasión el sacerdote dijo que perseverar no es mantenerse con constancia e invariable fuerza en la misma dirección, sino levantarse cada vez que uno ha caído y recomenzar. Recomenzar es clave en la vida cristiana, aunque me atrevería a afirmar que es un rasgo genuinamente católico en tanto este nuevo comienzo cobra verdadero sentido con el sacramento de la confesión propio de los católicos. Los reformados, puritanos o calvinistas estarían mucho más próximos a esa constancia sin fisuras propia de los elegidos (sobre este tema resulta imprescindible leer el libro de Max WEBER sobre la ética protestante) que al recomenzar católico.

El mensaje, aparte de coherente con mi propia forma de entender el cristianismo, es tremendamente optimista. No importa tanto caer como estar dispuesto a levantarse y comenzar de nuevo. Las fuerzas para ese nuevo comienzo surgen de la convicción de que hay un camino correcto por el que transitar que es necesario retomar. La misión del sacerdote y de toda la iglesia consiste en dar esa buena noticia y estar siempre dispuesta a mostrar cuál es ese camino.

Podrá imaginarse el lector cuán grande fue mi sorpresa cuando leyendo “La peste” de Albert Camus, uno de los máximos representantes del existencialismo, hallé que la palabra más repetida por el autor en la novela era precisamente “recomenzar”. En el marco de la gran tragedia que se narra en la novela (una epidemia de peste en la ciudad de Orán en la década de los cuarenta en pleno siglo XX), el mensaje de Camus consiste en la necesidad de seguir adelante, recomenzando una y otra vez. La pregunta que me asaltaba era evidente: ¿qué fuerza puede llevar al ser humano a recomenzar si no es la esperanza cristiana? El principal protagonista de “La Peste”, el médico Rieux, lucha contra la epidemia con todas sus fuerzas porque siente que es su deber y porque no puede soportar un sufrimiento y una muerte que no repara en llevarse incluso a niños inocentes. Para la visión existencialista no es que la existencia carezca de sentido, sino que su sentido genuino es precisamente carecer de sentido, porque no puede explicarse ni justificarse en modo alguno el sufrimiento de los inocentes. En "La Peste" Camus contrapone lo que él considera una visión coherente del cristianismo, la que se ofrece en la segunda homilía del padre Paneloux, y el existencialismo. Al referirse a la segunda homilía del padre Paneloux, Jean Tarrou reflexiona y sentencia: “Paneloux tiene razón. Cuando la inocencia puede tener los ojos saltados [alude a la agonía y muerte de un niño que acaban de presenciar], un cristiano tiene que perder la fe o aceptar tener los ojos saltados. Paneloux no quiere perder la fe: irá hasta el final. Esto es lo que ha querido decir”. No cree Camus que un cristiano pueda hallar sentido al sufrimiento que está presente en la existencia humana. El cristianismo, según Camus, sólo puede sostenerse en la fe porque no hay razón que justifique el sufrimiento de un inocente. ¿Cómo, se pregunta Camus, un Dios bondadoso puede permitir esto? No es aceptable, de ahí que el cristiano coherente tenga que amar la muerte que proviene de la peste si no quiere perder la fe. Es la gran disyuntiva existencialista que en mi opinión se basa en una concepción estrecha de la razón que impide conciliarla con la fe.

Camus no encuentra otra alternativa que luchar contra el sufrimiento, la muerte, siempre presentes en la existencia humana, una y otra vez. Es necesario recomenzar continuamente. ¿Por qué? Porque no podemos resignarnos a aceptar el sinsentido. Aquí hay que situar el mito de Sísifo. Sísifo sube esforzadamente la piedra por la ladera de la montaña hasta la cima. Una vez allí siente la satisfacción de ver cumplido el trabajo, pero nuevamente la piedra rueda cuesta abajo y debe comenzar de nuevo a subirla hasta la cima. Así una y otra vez tratando de no perder la alegría y no derrumbarse. Este es el mensaje del existencialismo de Camus. Aquí la fe es desplazada por un sentimiento de repugnancia y rechazo ante el mal presente en el mundo. El existencialismo busca santos laicos, que es aquello a lo que precisamente aspira Jean Tarrou, otro de los personajes más importantes de la novela. El existencialista quiere hombres dispuestos a luchar sin descanso contra los males del mundo, pero en ocasiones estos aspirantes a una laica santidad descubren que apenas pueden hacer nada sin que el resultado sea la muerte de un inocente. Esto les llega a atormentar, como sucede con Tarrou.

¡Recomenzar! La vida siempre es recomenzar, pero cómo, por dónde. Esa es la gran pregunta. ¿Pueden tener sentido la enfermedad, el sufrimiento, la muerte? Yo creo que sí, que la respuesta cristiana es válida. Así que, queridos lectores, pronto tendré que hacerme el ánimo y recomenzar.

viernes, 24 de abril de 2009

¡Gobierno, dimisión!

El gobierno está absolutamente groggy. La realidad le golpea convirtiendo sus pronósticos de meses atrás en grotescas muestras de incompetencia que difícilmente pueden evitar que la ciudadanía traduzca en un clamor: “¡EMBUSTEROS!”. El Ministro de Trabajo hace poco decía que no llegaríamos a los cuatro millones de parados, pero hoy ya hemos superado esa cifra. Carecen absolutamente de credibilidad. No están capacitados técnicamente y muchos menos moralmente para superar esta situación de clara emergencia nacional. Caben dos posibilidades: o gobierno y oposición alcanzan pactos de Estado en materia económica, o Zapatero debe dimitir y convocar urgentemente elecciones.