martes, 7 de agosto de 2012

"Drácula" y otras lecturas

De los últimos libros que he leído me ha defraudado “El alquimista”, de Paulo Coelho; me ha parecido muy interesante “Opiniones de un payaso”, de Heinrich Böll; y he disfrutado enormemente con “Drácula”, el clásico de Bram Stoker. Unas breves líneas sobre los dos primeros. “El alquimista” es un tostón. Una fábula en la que la moraleja está demasiado presente. El lector percibe la permanente y explicita intención del autor por transmitirle un mensaje –la importancia de que cada persona se decida a ser el dueño de su destino-, y cuando una fabula es demasiado explícita pierde su encanto.

“Opiniones de un payaso” es un libro muy recomendable. La imagen que traslada Böll de la sociedad alemana es bastante negativa, y en particular es muy duro con los católicos, aunque tampoco se salvan los protestantes. La principal denuncia de Böll, tal como yo lo interpreto, es la hipocresía de buena parte de la sociedad alemana de posguerra. Según da a entender, el arrepentimiento de muchos alemanes por su comportamiento durante el nazismo era pura fachada. En definitiva, una interesantísima visión de la sociedad alemana por parte de un alemán.

¡Y qué decir de “Drácula”! Por encima de todo, esta novela es una soberbia narración –quizá el mayor elogio que puede hacerse a muchas novelas- que capta la atención del lector desde la primera a la última hoja. La trama está perfectamente construida y se conoce a través de los diarios de los principales protagonistas, que van reflejando en ellos todo lo que les va sucediendo. La novela también me ha resultado muy agradable porque versa sobre algunos de los valores que más aprecio: la entrega absoluta de los enamorados, el valor, la amistad y la abnegación.

También he leído un par de novelas de Dostoyeski, "El jugador", que me defraudó un poquito, y "Memorias del subsuelo", absolutamente impactante e imprescindible para comprender mejor la obsesión de Dostoyeski con el excesivo desarrollo de la conciencia -que no duda en calificar de enfermedad- y entender bien "Crimen y castigo". ¡Ah!, se me olvidaba, excelente la "Novela de ajedrez", de Stefan Zweig. De este autor me impresionó en su día la extraordinaria novela "La piedad peligrosa", que sin duda recomiendo. "Novela de ajedrez" es una breve e impactante novela sobre la desesperación de un hombre torturado por la Gestapo que, casualmente, ve en el ajedrez la única vía de escape a un terrible sufrimiento. Aunque ya verán adónde le lleva ese "escape".

domingo, 22 de julio de 2012

El cinismo alemán

Los alemanes van camino de destrozar Europa por tercera vez en menos de cien años. Lo peor es el cinismo que derrochan. Ahora sale no se qué ministro dándonos una palmadita en la espalda con esa frase guasona de que está convencido de que las políticas de Rajoy terminarán creando empleo. ¡Hay que ser mamón! Si no actúa el BCE no llegamos vivos a septiembre, y el fulano como si no se enterara. O son unos consumados expertos es póquer, o es que verdaderamente a estos tíos les parece que con o sin euro ellos seguirán siendo los más ricos. Quizá no les falte razón, pero habrá que ver en qué desemboca esta profunda desafección que están generando en España y en otros países hacia Alemania y, por extensión, hacia Europa. Lo que no me explico es como hay gente que viendo el panorama sigue pensando que la solución es más Europa. ¿Para qué? ¿No se dan cuenta de que esto es el cortijo de los alemanes? ¿Creen ustedes que si Alemania le dijera a Dragui que actuara éste no lo haría? Esto es demencial.

Pero la culpa es nuestra, sobre todo –se insistirá- por seguir sin “meter mano” a las autonomías. Sin duda ha habido graves errores en el diseño y en la ejecución del sistema autonómico. Determinadas competencias podrían no haberse cedido y, sobre todo, habría que haber controlado más la creación de empresas públicas, así como la delimitación competencial. Ahora, más allá de esto, la organización administrativa de España en regiones, es decir, en comunidades autónomas, es lo más sensato en función de la realidad nacional de España y de la eficiencia a la hora de resolver los problemas de los ciudadanos. Además, a fin de cuentas, muy probablemente el conjunto de las autonomías no superen el 3% de déficit este año. Y si encima cumplen con el 1,5% qué demonios más se les puede pedir. Ya está bien con el mantra de las autonomías. Concretemos qué se ha hecho mal, enmendémoslo, pero no nos volvamos locos, ni dejemos que nos vuelvan.

La realidad es que nos estamos pegando unas bajadas de pantalones patéticas por inútiles. ¿Se acuerdan de agosto del año pasado? Nada menos que reformamos nuestra Constitución en un abrir y cerrar de ojos para dar confianza a los mercados y evitar que la prima de riesgo se desbocara. No sirvió de nada. El PP aprobó nada más llegar al poder una subida de impuestos que luego fue acompañada por unos presupuestos austeros, por la ley de estabilidad presupuestaria, por el compromiso de las autonomías con el déficit, por el rescate bancario y por el recortazo final de los 65.000 millones. ¿Resultado? La prima de riesgo en 610 y una palmadita en la espalda de los alemanes diciéndonos que ese es el camino. Lástima que el cadáver no esté en disposición de escuchar el buen aspecto que tiene, según los asistentes al entierro. Sólo pido un poco de patriotismo, de dignidad ante esta política avasalladora y devastadora que están imponiendo los alemanes y sus aliados.

sábado, 21 de julio de 2012

Me explico, Pepe

Preguntaba Pepe el otro día si hablaba en serio cuando decía que prefería levantarme con el corralito (una cosa así no se anuncia) y el regreso a la peseta. Llevo bastante tiempo escribiendo sobre la crisis sin haberme decantado abiertamente por esta opción, pero ahora ya estoy convencido de que hay que desempolvar las pesetas. Sí, Pepe, sí. Y te diré por qué formulando antes unas sencillas preguntas. ¿El Banco Central Europeo defiende verdaderamente los intereses de la eurozona o más bien es un instrumento de Alemania? Da la impresión de que Alemania quiere que supliquemos el rescate total, ¿no? La pregunta es obvia: si 65.000 millones no bastan, ¿en qué puede consistir ese “rescate”? Las condiciones serían draconianas, absolutamente inaceptables, pero no tanto porque no estemos dispuestos al sacrificio, sino porque sería un sacrificio baldío en tanto hundirían todavía más la economía española, al igual que, salvando las distancias, el “rescate” griego no puede funcionar.

Insisto una vez más, España ha cometido errores gravísimos, funestos, necesita reformas, etc. Todo eso es verdad, pero al mismo tiempo los alemanes han estirado demasiado la cuerda, quizá no demasiado conscientes de las consecuencias que puede tener un NO de España. Y en eso confían, en que el gobierno español no se atreva a salir del euro y acepte lo que se le dicte. Por eso, si el gobierno no es capaz de plantarse, tendremos que hacerlo los españoles. Espero que no se llegue a esa situación y nuestro gallego sepa jugar bien su mano de póquer. Se ve que García Margallo ya no se aguanta y falta poco para que empiece a largarle denuestos al cabronazo de Draghi –yo ya me tomo alguna licencia poética-.

La principal dificultad para tomar la gran decisión de mentar la quiebra y el regreso a la peseta es que se piensa que eso es renunciar al progreso, porque el progreso está cerca de socios tan magníficos y ejemplares como Alemania, Austria, Holanda o Finlandia. Ahí está nuestro problema. Falta de patriotismo bien entendido. Claro que hay que aprender del rigor y el buen hacer colectivo de estos países, pero ese aprendizaje no se logra mirándoles embelesadamente y obedeciendo sus dictados. Lo que hay que hacer es repensar España y transformarla aprendiendo de quien tenga algo que enseñar. Hay que tener la personalidad de los ingleses para transformarnos desde nuestra españolidad en lugar de ser un país que reniega de sí mismo y prefiere que le intervengan para que alguien ponga orden (seguro que esto se lo han oído a más de uno). Seguro que todavía hay más de uno que piense que mejor nos habría ido si los españoles hubiéramos tragado con José Bonaparte en lugar de luchar por el legítimo hijoputesco –hoy me salgo- Fernando VII. Hoy estamos en las mismas, y espero que la sangre que corre por las venas de los que pasean por la Puerta del Sol sea verdaderamente española: ni hablar de un rescate.

Habrás escuchado, Pepe, que dicen que el regreso a la peseta sería ruinoso. Muchos de los que lo afirman también afirmaban que con ciertas medidas sería cuestión de poco tiempo que la prima de riesgo se “relajara”. Como ves, no tienen ni puta idea o sencillamente mienten continuamente. En mi opinión, no se puede saber con certeza qué sucedería tras la ruptura del euro y el regreso a la peseta. Depende de muchos factores que, puedes estar seguro, hay bastante gente analizando en estos momentos. El corralito me parece imprescindible como medida transitoria para evitar una quiebra total de la banca. A partir de ahí habría que ver cómo se comporta la moneda y en qué medida podemos hacer frente a nuestros pagos, cuestión que exigiría una negociación y que, por tanto, tampoco se puede prever. En definitiva, es un escenario desconocido, pero prefiero eso a esta situación que nos ahoga financieramente, que nos impide salir del hoyo y que nos roba la democracia.

P.D. Lo de la Comunidad Valenciana era previsible. Es cuestión de tiempo que otras comunidades hagan lo mismo. ¿Qué más medidas se pueden adoptar para controlar el déficit? Pues no sé. Ya veremos.

martes, 17 de julio de 2012

Algo que la Iglesia no debería olvidar

Un amigo me dijo que la Iglesia Católica aporta un porcentaje muy escaso al presupuesto de Cáritas. Me sorprendió, ya que pensaba que esta organización dependía íntegramente de la Iglesia en todos los aspectos. Comprobé que, para mi sorpresa y decepción, mi amigo estaba en lo cierto. No obstante, estoy convencido de que la labor de la Iglesia en ayuda de los pobres es admirable, aunque creo que puede y debe mejorar. Cuando acudo a misa muy pocas veces la homilía se centra en alguna de las siete obras de misericordia corporal. ¿Cuáles son? Allá van:

  1. Visitar y cuidar a los enfermos.
  2. Dar de comer al hambriento.
  3. Dar de beber al sediento.
  4. Dar posada al peregrino.
  5. Vestir al desnudo.
  6. Redimir al cautivo.
  7. Enterrar a los muertos.
 En ocasiones escucho y leo que la religión musulmana obliga a dar de comer a quien te lo pide, pero se olvida que en el cristianismo existe la misma obligación de misericordia, y que hubo un tiempo en que en la cristiandad, es decir, en Europa estas obras de misericordia estaban plenamente instaladas en la vida de la gente hasta que poco a poco fueron perdiendo vigor. Ojalá la jerarquía eclesiástica volviera a recordar a los fieles la importancia de cumplir con estas obligaciones. Y, por cierto, ya que estamos, aquí tienen las siete obras de misericordia espiritual:

  1. Enseñar al que no sabe.
  2. Dar buen consejo al que lo necesita.
  3. Corregir al que yerra.
  4. Perdonar las injurias.
  5. Consolar al triste.
  6. Sufrir con paciencia los defectos del prójimo.
  7. Rogar a Dios por vivos y difuntos.
 ¿Se imaginan una sociedad en la que se pusieran en práctica todas estas obras? ¿Se les ocurre un mejor programa para superar la crisis?

jueves, 12 de julio de 2012

Rajoy: "Los españoles no podemos elegir, no tenemos esa libertad"

Las medidas anunciadas ayer por Rajoy pretenden controlar el déficit público para lograr una financiación asequible y evitar que el sector público capte un crédito que es necesario que fluya hacia el sector privado de la economía. Suena bien, ¿no? Sin embargo, esta idea es ciencia ficción. Y si no lo creen, ahí está la prima de riesgo para confirmarlo. Profundizar en la recesión, que es a lo que abocan algunas medidas adoptadas ayer, si sirve para controlar el déficit, va a ser a costa de destruir todavía más el tejido productivo, y así no hay forma alguna de salir de la crisis. Algunas están bien, pero lo del IVA, la supresión de la paga extra y la rebaja en la prestación por desempleo son una verdadera estupidez, además de una injusticia.

Lo peor, y lo que merece un análisis más detenido, no es eso, sino la frase de Rajoy, quizá una de las más importantes que se han pronunciado en los últimos tiempos. Rajoy dijo que “los españoles no podemos elegir, no tenemos esa libertad”. Si alguien lo dudaba, su duda debe disiparse después de escuchar semejante frase: España ha sido intervenida. Son otros quienes gobiernan España, otros a quienes los españoles no hemos votado, otros cuya prioridad es cobrar lo que les debemos, otros que han podido dictar nuestra política porque nuestro legítimo gobierno ha accedido a ello. Rajoy ha cometido un error gravísimo al decir lo que ha dicho. Si estás de acuerdo con las medidas que te has visto obligado a adoptar, debes respaldarlas y responsabilizarte de ellas. Si no lo estás, no valen excusas del estilo “no podíamos elegir”. Claro que podíamos elegir. Si crees que lo que estás decidiendo no es bueno para tu país, debes negarte hasta el final o dimitir. Tenía, pues, que haberse ahorrado el “no podemos elegir” y aferrarse al mensaje de que por este camino saldremos de la crisis.

Una cosa tengo muy clara. Con la perspectiva que proporciona el paso del tiempo, estoy convencido de que nuestra incorporación a la Comunidad Económica Europea nos ha narcotizado como país. Hemos vivido instalados en la idea del progresismo con red. Si estamos en Europa nada malo puede pasarnos y, si pasara, ahí estarán nuestros socios para echarnos una mano. Los españoles nos hemos olvidado de España hasta el punto de que hemos esperado que las mejoras de nuestra nación vinieran desde Europa. Y ahora nos damos cuenta de que los españoles debemos responsabilizarnos de España, porque a nuestros socios les importamos un carajo, así, como suena. Lo único que quieren de nosotros es cobrar y que no les costemos dinero. Me alegré una barbaridad cuando los finlandeses dijeron públicamente que antes de soltar la pasta querían garantías. Claro que sí, ¡tontos iban a ser estos eslavos fieles amigos de los alemanes!

Hemos despilfarrado y todo lo que ustedes quieran. Somos un desastre en muchas cosas, es verdad, pero si Europa quiere sobrevivir tendrá que apechugar con nosotros y decirle al BCE que nos compre la deuda, ya que no quieren eurobonos. Pero resulta que la opinión pública en Holanda –que tiene elecciones en septiembre- o en Alemania es claramente partidaria de cerrar el grifo y regalarnos una moralina para que sepamos lo que vale un peine. Perfecto, incluso moralmente justificado pensará alguno, pero estúpido a más no poder. Solución: el camino de ayer conduce al desastre, así que hay que negarse a transitarlo. España debe plantarse y, al igual que Finlandia, decir claramente que o hay financiación asequible sin ahogar irrazonablemente a la nación, o adiós al euro y que sea lo que Dios quiera.

Ahora mismo, lector, yo confieso que soy contrario a esta Unión Europea incompatible con la democracia, y que prefiero levantarme mañana con el corralito y el retorno a la peseta. Por lo menos, aunque pobres de solemnidad, quizá podamos volver a elegir, porque ayer, según nuestro presidente del Gobierno, dejamos de ser libres. Y eso no, bajo ningún concepto.

jueves, 5 de julio de 2012

"Eurodebates"

En la última semana, con ocasión de la cumbre europea, he prestado atención a los medios de comunicación de distintos países europeos para conocer cómo interpretan lo que allí aconteció y se decidió. He ojeado periódicos italianos, alemanes e ingleses, y he seguido por televisión los informativos holandeses y algún que otro programa de debate. En esos debates, al igual que sucede aquí en España, participaban sólo holandeses, y pensé en cuánto bien haría que estos programas se organizaran contando con personas de diferentes nacionalidades. Esta perspectiva plurinacional nos aportaría unos puntos de vista de los que carecemos cuando todos los que opinan son del mismo país. En estos casos incluso se observa que las discrepancias tienen un sesgo nacional. No creo que resultara tan difícil, y sería una excelente manera de ir consolidando una opinión pública europea, lo cual es bastante más importante para avanzar hacia una mayor integración europea que algunas políticas que ahora mismo están decidiéndose. 

miércoles, 27 de junio de 2012

Merkel: "No habrá eurobonos mientras viva"

Mientras el Gobierno anda sumido en sesudos análisis sobre qué impuestos subir y qué más recortes aplicar, para luego darse cuenta de que los ingresos siguen cayendo y complicando cada vez el objetivo de déficit, Merkel despacha los problemas de un plumazo, sin concesiones a la diplomacia: “no habrá eurobonos mientras yo viva”, dicen que ha afirmado. Hace tiempo que vengo criticando el papel de Alemania en esta crisis, pero lo de esta mujer ya empieza a hacer obscena la vocación de felpudo andante de nuestro Gobierno. Urge plantarse ante Merkel de una vez. ¿Que austeridad no es incompatible con crecimiento? Vamos a ver, no se trata de despilfarrar. Claro está que hay que reformar nuestro Estado para hacerlo más austero. Pero lo que sucede es que se está esquilmando a los ciudadanos y el consumo está hundido.

En mi opinión, había dos reformas que el gobierno debía haber priorizado frente a cualquier otra. La primera, obviamente, era la del sector bancario, que hecha de forma decente debía incluir la búsqueda de todos los culpables de haber conducido a determinadas entidades a una situación cercana a la quiebra (siendo generosos). A la vista está cómo se ha hecho. La segunda era la reforma de las administraciones públicas, que todavía está pendiente y que, a mi juicio, es absolutamente capital. En este terreno la fusión de ayuntamientos y la racionalización de muchas tareas duplicadas puede conllevar la supresión de muchos gastos innecesarios. Recuerdo que hace unos dos años tuve la oportunidad de conversar con Jordi Sevilla (ya no era ministro) en una comida celebrada en el marco de un curso de verano en el que él participaba. Sevilla destacó que la reforma de la administración pública podría suponer, si no recuerdo mal, al menos un punto del PIB. Lástima que a Zetapé no le pareciera oportuna ni esa ni otras muchas reformas que dejó sin hacer. Si a esta reforma se añade la racionalización del tejido público empresarial es evidente que se ahorraría bastante sin perjudicar excesivamente a los ciudadanos. Esta es una austeridad que no compromete el crecimiento. Sí lo hace aquella que consiste en subir los impuestos, especialmente aquellos que gravan directamente el consumo. Eso es ir a la desesperada. Y así vamos, empequeñeciéndonos con una política que es la plasmación visual de la pescadilla que se muerde la cola hasta engullirse a sí misma. Y sin rechistar, porque así lo marca la gobernanta Merkel.