lunes, 20 de agosto de 2012

Vicenç Navarro y la bandera republicana

Hoy he leído un artículo de Vicenç Navarro en el que se falta a la verdad. Me parece muy respetable que este señor se sienta identificado con la bandera republicana, y que defienda que España debería recuperarla como símbolo que represente a todos los españoles. No creo que la exhibición de esa bandera incite a la violencia, como parece que ha dicho el Gobierno al prohibir animar a España con esa bandera en los juegos olímpicos, aunque estoy convencido de que no contribuye a unir a los españoles –siembra la discordia-, y por ello me parece una insensatez utilizarla.

De las opiniones que desliza en el artículo no comparto prácticamente ninguna, pero eso es irrelevante. Lo que me parece peligroso e indignante es faltar a la verdad, y eso es lo que hace este señor en su artículo. Y no precisamente en un tema secundario, sino en el punto central referente a la bandera republicana. Dice Vicenç Navarro: Mi bandera española (tan querida como La Senyera), es la bandera por la cual mis padres y su generación lucharon (perdiendo una guerra) y es la bandera que las fuerzas democráticas, también en Catalunya, defendimos durante la dictadura. La bandera republicana, que, por cierto, me alegra ver que aparece cada vez más en las manifestaciones de protesta que están ocurriendo en nuestro país. Esta bandera liga las demandas presentes de un mundo mejor con nuestras luchas y las de nuestros antepasados para establecer otra España, la España de los distintos pueblos y naciones de España, frente a esta España del establishment, cuyas políticas están causando un enorme dolor sin que tengan ningún mandato popular para llevarlas a cabo pues nunca estuvieron en sus ofertas electorales”. 

Fíjense, por cierto, como Navarro sugiere que la salida de la crisis es una España nueva que recupere los valores de la República. Aquí tienen un ejemplo clarísimo de que la crisis que estamos viviendo exige repensar España, y de cómo en esta tarea algunas propuestas nos conducen de nuevo a la discordia. Pero ese no es el tema principal que quiero destacar del texto citado. Dice Navarro que muchos españoles lucharon por la bandera republicana. Afirmar lo contrario casi parecería una insensatez, porque ¿acaso no iban los republicanos a defender la bandera republicana? Pues bien, lean con atención el siguiente texto de Julián Marías. Marías fue soldado republicano y sufrió represalias durante el franquismo. Por encima de cualquier otra consideración, la veracidad es el rasgo que yo más destacaría de toda su obra.

Dice Julián Marías: “Fue un grave error sustituir la bandera española en 1931, por la tricolor, pero a pesar de ello esa bandera republicana fue un símbolo de esperanza y despertó mi entusiasmo juvenil; ahora bien, muchos recordamos lo poco que interesaba durante la guerra, lo difícil que era conseguir que fuese izada; esa bandera que ahora [hacia 1976] exhiben a destiempo algunos partidos, no era del gusto de socialistas, comunistas y anarquistas, o de los sindicatos, que preferían con mucho sus banderas rojas o rojinegras, símbolos de otras concepciones políticas distintas de una República liberal que pronto se vio desasistida” (Julián MARÍAS, La España real. Crónicas de la Transformación Política, Barcelona, Círculo de Lectores, 1983, pág.138).

Creo que el testimonio de Marías deja en evidencia que la visión de Navarro es fruto de su fantasía. Es lamentable que se ensalce un período del que los españoles no podemos estar orgullosos y al mismo tiempo se sigan echando piedras contra la Transición, el mayor éxito de España en todo el siglo XX.

lunes, 13 de agosto de 2012

¿Suprimir las autonomías?

Parece mentira que haya que recordar lo evidente: la organización de un Estado no puede decidirse atendiendo principalmente a criterios económico-financieros. Digo esto porque, como habrán tenido ocasión de leer y escuchar, algunas personas insisten en que la principal reforma que necesita España consiste en eliminar las autonomías, ya que se habría demostrado que este sistema es inviable y nos ha llevado a la ruina.

Es fácil darse cuenta de que en las Comunidades Autónomas se ha despilfarrado (televisiones, grandes proyectos, aeropuertos fantasma, embajadillas, etc.), pero no tengo claro que el sistema sea inviable, y mucho menos que sea ese despilfarro el que nos haya llevado a la ruina. Las causas de la crisis son más profundas y, entre otras, hay que buscarlas en el escenario que generó la llegada del euro, en la política del BCE, y también, lógicamente, en la pésima gestión de Zapatero y de los gobiernos autonómicos desde que comenzó la crisis e incluso antes. Se habla mucho de que resulta imprescindible que el gobierno embride a las autonomías para asegurar que no sobrepasen el objetivo del 1,5% de déficit. Imaginemos que no lo logran y el déficit se va al 3%. Bueno, pues tal como está el panorama, con los ingresos absolutamente hundidos, me parece que un dato así no puede llevar a pensar que se trata de un sistema inviable. Si encima se cumple el objetivo ya me dirán.

En mi opinión, España acertó al descentralizar la gestión de determinados asuntos otorgando autonomía política a unas regiones que administrativamente se articularon en comunidades autónomas. Cuestión distinta es si dicho sistema, sin perder su esencia, puede y/o debe ser reformado. Pienso que son necesarias importantes reformas. En primer lugar, convendría redefinir el número y la composición de las comunidades autónomas. En este sentido, por ejemplo, sería mucho más racional que las tres provincias de León (León, Zamora y Salamanca) constituyeran una comunidad autómona, y que La Rioja y Cantabria se incorporasen a una comunidad que podría denominarse Castilla la vieja. Asimismo, me parecería perfecto que el País Vasco se integrara en una única comunidad autónoma con Navarra, si bien no pueden obviarse los problemas de fondo que en este caso se presentan. Imagino que a los navarros no les hace mucha gracia esta idea. Tampoco veo por qué razón Ceuta y Melilla tuvieron que convertirse en comunidades autónomas. En segundo lugar, también es absolutamente imprescindible clarificar las competencias que corresponden al Estado central y a las autonomías, tal como sucede en los Estados federales. Además, habría que valorar si determinadas competencias deben volver a ser ejercidas por la administración central, tales como Justicia o Sanidad. En tercer y último lugar, habría que definir con claridad las dimensiones institucionales que pueden alcanzar las CC.AA y evitar duplicidades de organismos con la administración central, lo cual no ha sucedido hasta ahora. Creo que acometer este tipo de reformas es mucho más sensato que borrar de un plumazo las autonomías como pregonan algunos. 

miércoles, 8 de agosto de 2012

Las diferencias entre el CDS y UPyD (sobre la situación política actual)

Demos un paso atrás, dejemos aparcadas las urgencias de la crisis por un momento y analicemos la situación política española. Creo que está plenamente confirmado que nuestra democracia ha entrado en una nueva fase. Para comprender adecuadamente lo que está sucediendo habría que referirse a diferentes cuestiones, pero quizá la mejor forma de entender la situación en que nos hallamos sea ver las diferencias que existen entre el CDS (el partido fundado por Adolfo Suárez) y UPyD.

Presté mucha atención a UPyD desde el comienzo de su andadura, y en alguna conversación con amigos del PP mencioné que estaba convencido de que este partido podría llegar a desempeñar un papel de cierta importancia en el futuro. Con la cortedad de miras que suele caracterizar a los políticos, recuerdo que uno de ellos me dijo que UPyD no tenía ninguna posibilidad y que acabaría desapareciendo, tal como le sucedió al CDS. Pretender relacionar el CDS y UPyD significa no entender nada de lo que está pasando en España.

El CDS fue un partido que se originó todavía en el marco de la fragmentación política que caracterizó los años de la Transición. Recordemos que Suárez lo funda en 1982 y se presenta bajo sus siglas a las elecciones de octubre de ese año que ganó el PSOE por mayoría absoluta. Podría decirse que tanto por el año de su fundación como por su fundador el CDS era un partido ligado a la Transición. En esos años (1975-1982), UCD gobernó con mayorías relativas, y hubo partidos nacionales minoritarios con importante peso parlamentario (el PCE y Alianza Popular). Una vez concluida la Transición, la política española se fue polarizando, es decir, los dos grandes partidos fueron acumulando cada vez mayor número de votos y de parlamentarios en detrimento de los partidos minoritarios nacionales. El PCE, luego Izquierda Unida, se mantuvo bastante bien con Julio Anguita, pero, tras la desaparición de UCD, Alianza Popular se convirtió en el referente de la derecha y el CDS, tras un buen resultado en 1986, retrocedió en 1989 y, finalmente, el sistema electoral lo borró del parlamento en 1993. Desde entonces hemos vivido unos años de consolidación del bipartidismo que está llegando a su fin.

UPyD es el primer partido nacional post-transicional que accede al Congreso de los Diputados. Según las encuestas, aumenta su intención de voto, aunque evidentemente el sistema electoral impide que amenace la hegemonía de los dos grandes partidos. El ascenso de UPyD y la recuperación de IU se explican por un fenómeno que ahora mismo me parece casi imparable: la convicción de buena parte del electorado de que tal como actualmente funciona la política poco importa votar al PP o al PSOE. Esto es lo que explica que el desgaste del PP no se traduzca en el aumento de las expectativas de voto del PSOE. Los ciudadanos observan que los gobiernos de España han perdido la capacidad de decidir autónomamente y actúan casi al dictado de lo que exigen otros Estados u organismos internacionales. No hemos perdido nuestra soberanía, que nadie se engañe en esto, lo que hemos perdido es el coraje y la decencia política que exigen no olvidarnos del soberano, es decir, del pueblo español. Y eso hace que éste paulatinamente vaya retirando su apoyo a los dos grandes partidos y ande cada vez más convencido de que los políticos son una parte importante de los problemas actuales de España. ¡Cómo no van a serlo si el año pasado nos reformaron la Constitución para evitar que la prima de riesgo se disparara y hoy la tenemos más alta! El pueblo español es ciertamente borreguil y detesta pararse a pensar políticamente, pero este caso es clamoroso.

La desafección hacia los grandes partidos liderados por políticos (Rajoy y Rubalcaba) pertenecientes a una generación en claro retroceso (de este tema me he ocupado en mi libro “Justicia transicional, memoria histórica y crisis nacional”, por si a alguno le interesa el asunto) va a continuar e incluso se acentuará. Yo veo que estamos ante una oportunidad magnífica para volver la vista hacia los grandes problemas nacionales y recuperar el interés por la política, como sucedió en los años de la Transición. El problema es que, a diferencia de aquellos años, el funcionamiento de los partidos políticos ha implantado una cultura política que ha arrasado con las vocaciones políticas de muchos españoles interesados por participar activamente en los asuntos públicos, y que cuando lo han intentando se han visto obligados a dar un paso atrás horrorizados al ver cómo funciona la política en España. Por eso los partidos políticos suelen estar saturados de pelotas de formación escasa y mediocre. La opinión pública tiene razón en estar preocupada: no tenemos políticos capaces. Es como si el cuerpo electoral gritara que ha aprendido la lección, que no está dispuesta a volver a ser engañada por la enésima apelación al voto útil, que está lista para dar la oportunidad a otras formaciones y, sin embargo, nadie recogiera el guante, ni siquiera en los grandes partidos. ¿Qué políticos jóvenes pueden relevar a Rajoy y a Rubalcaba? Es formular esta pregunta e inmediatamente, al menos así me sucede a mí, hacerse el silencio. La respuesta podría ser UPyD, pero para ello hace falta que Rosa Díez se rodee de gente de verdadera envergadura. Alguna figura de talla ha recalado en UPyD, pero falta todavía mucho.

Así que así estamos. La crisis económica y financiera está unida a la crisis nacional, pues los españoles debemos decidir muchas cosas respecto a nuestra manera de entender la nación, entre ellas la necesidad de repensar nuestro papel en esta Unión Europea. Pero repensar los problemas nacionales requiere ciudadanos activos, críticos y, especialmente, políticos capaces. Cuando ambas cosas escasean nos empezamos a dar cuenta de la magnitud de esta crisis. 

martes, 7 de agosto de 2012

"Drácula" y otras lecturas

De los últimos libros que he leído me ha defraudado “El alquimista”, de Paulo Coelho; me ha parecido muy interesante “Opiniones de un payaso”, de Heinrich Böll; y he disfrutado enormemente con “Drácula”, el clásico de Bram Stoker. Unas breves líneas sobre los dos primeros. “El alquimista” es un tostón. Una fábula en la que la moraleja está demasiado presente. El lector percibe la permanente y explicita intención del autor por transmitirle un mensaje –la importancia de que cada persona se decida a ser el dueño de su destino-, y cuando una fabula es demasiado explícita pierde su encanto.

“Opiniones de un payaso” es un libro muy recomendable. La imagen que traslada Böll de la sociedad alemana es bastante negativa, y en particular es muy duro con los católicos, aunque tampoco se salvan los protestantes. La principal denuncia de Böll, tal como yo lo interpreto, es la hipocresía de buena parte de la sociedad alemana de posguerra. Según da a entender, el arrepentimiento de muchos alemanes por su comportamiento durante el nazismo era pura fachada. En definitiva, una interesantísima visión de la sociedad alemana por parte de un alemán.

¡Y qué decir de “Drácula”! Por encima de todo, esta novela es una soberbia narración –quizá el mayor elogio que puede hacerse a muchas novelas- que capta la atención del lector desde la primera a la última hoja. La trama está perfectamente construida y se conoce a través de los diarios de los principales protagonistas, que van reflejando en ellos todo lo que les va sucediendo. La novela también me ha resultado muy agradable porque versa sobre algunos de los valores que más aprecio: la entrega absoluta de los enamorados, el valor, la amistad y la abnegación.

También he leído un par de novelas de Dostoyeski, "El jugador", que me defraudó un poquito, y "Memorias del subsuelo", absolutamente impactante e imprescindible para comprender mejor la obsesión de Dostoyeski con el excesivo desarrollo de la conciencia -que no duda en calificar de enfermedad- y entender bien "Crimen y castigo". ¡Ah!, se me olvidaba, excelente la "Novela de ajedrez", de Stefan Zweig. De este autor me impresionó en su día la extraordinaria novela "La piedad peligrosa", que sin duda recomiendo. "Novela de ajedrez" es una breve e impactante novela sobre la desesperación de un hombre torturado por la Gestapo que, casualmente, ve en el ajedrez la única vía de escape a un terrible sufrimiento. Aunque ya verán adónde le lleva ese "escape".

domingo, 22 de julio de 2012

El cinismo alemán

Los alemanes van camino de destrozar Europa por tercera vez en menos de cien años. Lo peor es el cinismo que derrochan. Ahora sale no se qué ministro dándonos una palmadita en la espalda con esa frase guasona de que está convencido de que las políticas de Rajoy terminarán creando empleo. ¡Hay que ser mamón! Si no actúa el BCE no llegamos vivos a septiembre, y el fulano como si no se enterara. O son unos consumados expertos es póquer, o es que verdaderamente a estos tíos les parece que con o sin euro ellos seguirán siendo los más ricos. Quizá no les falte razón, pero habrá que ver en qué desemboca esta profunda desafección que están generando en España y en otros países hacia Alemania y, por extensión, hacia Europa. Lo que no me explico es como hay gente que viendo el panorama sigue pensando que la solución es más Europa. ¿Para qué? ¿No se dan cuenta de que esto es el cortijo de los alemanes? ¿Creen ustedes que si Alemania le dijera a Dragui que actuara éste no lo haría? Esto es demencial.

Pero la culpa es nuestra, sobre todo –se insistirá- por seguir sin “meter mano” a las autonomías. Sin duda ha habido graves errores en el diseño y en la ejecución del sistema autonómico. Determinadas competencias podrían no haberse cedido y, sobre todo, habría que haber controlado más la creación de empresas públicas, así como la delimitación competencial. Ahora, más allá de esto, la organización administrativa de España en regiones, es decir, en comunidades autónomas, es lo más sensato en función de la realidad nacional de España y de la eficiencia a la hora de resolver los problemas de los ciudadanos. Además, a fin de cuentas, muy probablemente el conjunto de las autonomías no superen el 3% de déficit este año. Y si encima cumplen con el 1,5% qué demonios más se les puede pedir. Ya está bien con el mantra de las autonomías. Concretemos qué se ha hecho mal, enmendémoslo, pero no nos volvamos locos, ni dejemos que nos vuelvan.

La realidad es que nos estamos pegando unas bajadas de pantalones patéticas por inútiles. ¿Se acuerdan de agosto del año pasado? Nada menos que reformamos nuestra Constitución en un abrir y cerrar de ojos para dar confianza a los mercados y evitar que la prima de riesgo se desbocara. No sirvió de nada. El PP aprobó nada más llegar al poder una subida de impuestos que luego fue acompañada por unos presupuestos austeros, por la ley de estabilidad presupuestaria, por el compromiso de las autonomías con el déficit, por el rescate bancario y por el recortazo final de los 65.000 millones. ¿Resultado? La prima de riesgo en 610 y una palmadita en la espalda de los alemanes diciéndonos que ese es el camino. Lástima que el cadáver no esté en disposición de escuchar el buen aspecto que tiene, según los asistentes al entierro. Sólo pido un poco de patriotismo, de dignidad ante esta política avasalladora y devastadora que están imponiendo los alemanes y sus aliados.

sábado, 21 de julio de 2012

Me explico, Pepe

Preguntaba Pepe el otro día si hablaba en serio cuando decía que prefería levantarme con el corralito (una cosa así no se anuncia) y el regreso a la peseta. Llevo bastante tiempo escribiendo sobre la crisis sin haberme decantado abiertamente por esta opción, pero ahora ya estoy convencido de que hay que desempolvar las pesetas. Sí, Pepe, sí. Y te diré por qué formulando antes unas sencillas preguntas. ¿El Banco Central Europeo defiende verdaderamente los intereses de la eurozona o más bien es un instrumento de Alemania? Da la impresión de que Alemania quiere que supliquemos el rescate total, ¿no? La pregunta es obvia: si 65.000 millones no bastan, ¿en qué puede consistir ese “rescate”? Las condiciones serían draconianas, absolutamente inaceptables, pero no tanto porque no estemos dispuestos al sacrificio, sino porque sería un sacrificio baldío en tanto hundirían todavía más la economía española, al igual que, salvando las distancias, el “rescate” griego no puede funcionar.

Insisto una vez más, España ha cometido errores gravísimos, funestos, necesita reformas, etc. Todo eso es verdad, pero al mismo tiempo los alemanes han estirado demasiado la cuerda, quizá no demasiado conscientes de las consecuencias que puede tener un NO de España. Y en eso confían, en que el gobierno español no se atreva a salir del euro y acepte lo que se le dicte. Por eso, si el gobierno no es capaz de plantarse, tendremos que hacerlo los españoles. Espero que no se llegue a esa situación y nuestro gallego sepa jugar bien su mano de póquer. Se ve que García Margallo ya no se aguanta y falta poco para que empiece a largarle denuestos al cabronazo de Draghi –yo ya me tomo alguna licencia poética-.

La principal dificultad para tomar la gran decisión de mentar la quiebra y el regreso a la peseta es que se piensa que eso es renunciar al progreso, porque el progreso está cerca de socios tan magníficos y ejemplares como Alemania, Austria, Holanda o Finlandia. Ahí está nuestro problema. Falta de patriotismo bien entendido. Claro que hay que aprender del rigor y el buen hacer colectivo de estos países, pero ese aprendizaje no se logra mirándoles embelesadamente y obedeciendo sus dictados. Lo que hay que hacer es repensar España y transformarla aprendiendo de quien tenga algo que enseñar. Hay que tener la personalidad de los ingleses para transformarnos desde nuestra españolidad en lugar de ser un país que reniega de sí mismo y prefiere que le intervengan para que alguien ponga orden (seguro que esto se lo han oído a más de uno). Seguro que todavía hay más de uno que piense que mejor nos habría ido si los españoles hubiéramos tragado con José Bonaparte en lugar de luchar por el legítimo hijoputesco –hoy me salgo- Fernando VII. Hoy estamos en las mismas, y espero que la sangre que corre por las venas de los que pasean por la Puerta del Sol sea verdaderamente española: ni hablar de un rescate.

Habrás escuchado, Pepe, que dicen que el regreso a la peseta sería ruinoso. Muchos de los que lo afirman también afirmaban que con ciertas medidas sería cuestión de poco tiempo que la prima de riesgo se “relajara”. Como ves, no tienen ni puta idea o sencillamente mienten continuamente. En mi opinión, no se puede saber con certeza qué sucedería tras la ruptura del euro y el regreso a la peseta. Depende de muchos factores que, puedes estar seguro, hay bastante gente analizando en estos momentos. El corralito me parece imprescindible como medida transitoria para evitar una quiebra total de la banca. A partir de ahí habría que ver cómo se comporta la moneda y en qué medida podemos hacer frente a nuestros pagos, cuestión que exigiría una negociación y que, por tanto, tampoco se puede prever. En definitiva, es un escenario desconocido, pero prefiero eso a esta situación que nos ahoga financieramente, que nos impide salir del hoyo y que nos roba la democracia.

P.D. Lo de la Comunidad Valenciana era previsible. Es cuestión de tiempo que otras comunidades hagan lo mismo. ¿Qué más medidas se pueden adoptar para controlar el déficit? Pues no sé. Ya veremos.

martes, 17 de julio de 2012

Algo que la Iglesia no debería olvidar

Un amigo me dijo que la Iglesia Católica aporta un porcentaje muy escaso al presupuesto de Cáritas. Me sorprendió, ya que pensaba que esta organización dependía íntegramente de la Iglesia en todos los aspectos. Comprobé que, para mi sorpresa y decepción, mi amigo estaba en lo cierto. No obstante, estoy convencido de que la labor de la Iglesia en ayuda de los pobres es admirable, aunque creo que puede y debe mejorar. Cuando acudo a misa muy pocas veces la homilía se centra en alguna de las siete obras de misericordia corporal. ¿Cuáles son? Allá van:

  1. Visitar y cuidar a los enfermos.
  2. Dar de comer al hambriento.
  3. Dar de beber al sediento.
  4. Dar posada al peregrino.
  5. Vestir al desnudo.
  6. Redimir al cautivo.
  7. Enterrar a los muertos.
 En ocasiones escucho y leo que la religión musulmana obliga a dar de comer a quien te lo pide, pero se olvida que en el cristianismo existe la misma obligación de misericordia, y que hubo un tiempo en que en la cristiandad, es decir, en Europa estas obras de misericordia estaban plenamente instaladas en la vida de la gente hasta que poco a poco fueron perdiendo vigor. Ojalá la jerarquía eclesiástica volviera a recordar a los fieles la importancia de cumplir con estas obligaciones. Y, por cierto, ya que estamos, aquí tienen las siete obras de misericordia espiritual:

  1. Enseñar al que no sabe.
  2. Dar buen consejo al que lo necesita.
  3. Corregir al que yerra.
  4. Perdonar las injurias.
  5. Consolar al triste.
  6. Sufrir con paciencia los defectos del prójimo.
  7. Rogar a Dios por vivos y difuntos.
 ¿Se imaginan una sociedad en la que se pusieran en práctica todas estas obras? ¿Se les ocurre un mejor programa para superar la crisis?